Marzo 2004 • Año III
#9
La sesión corta

Capricho, imitación y lógica en la sesión corta

Hilario Cid Vivas

Bajar este artículo en PDF

José Antonio Berni
Maternidad
Pamplona, 1984

Esta mujer, aún joven se sienta una vez más frente al analista.  Tras el silencio con el que inicia sus sesiones dice: "Ya no quiero vivir más en la basura". Esa es toda la sesión, pues el analista la da por concluida.

¿Es posible sostener que esa breve frase, es una sesión de psicoanálisis?.

Añadiré a esta viñeta clínica otras dos, también tomadas al ras de la experiencia, para razonarlo.

Empecemos con lo que no es el acto analítico.

El contexto es un analizante que tras un par de trozos de su análisis con analistas que utilizan sesiones de 50 minutos reanuda su análisis con una analista lacaniana. Pero curiosamente ella también utiliza sesiones de 50 minutos. La progresión en la teoría lacaniana por parte del analizante, así como el contacto con otros que se forman con analistas lacanianos, le hace señalarle inocentemente a la analista la contradicción que supone decirse lacaniano y utilizar un tipo de sesiones estándar. La respuesta fue realmente sorprendente. La analista no utilizaba esa técnica con el analizante porque si la utilizase, éste se iba a cabrear.

Esta viñeta clínica no es en absoluto una banalidad, pues pone de relieve, a través del significante cabrear, que está en juego la dimensión del capricho, lo cual es esencial.

Si utilizamos sesiones de tiempo de duración fija, no tenemos ningún problema al respecto, pues tanto analista como analizante están sometidos a un pacto cuyo garante es el Otro que marca las horas. No hay aquí ninguna opción al capricho.

Pero si "la duración de la sesión queda a la discreción del analista" ¿cómo saber que el corte de la sesión no es un puro capricho del analista? Eso es sólo posible si tanto por parte del analista como del analizante existe la creencia de que el corte de la sesión obedece a una lógica en la que el tiempo forma parte misma, es decir si el acto analítico en su versión corte de la sesión obedece a una lógica que determina el tiempo.

Veamos el corte de la sesión con otra perspectiva. Lo ilustraré con otra anécdota también de mi experiencia clínica.

El contexto es el comienzo de la práctica con sesiones que no son ya de tiempo fijo sino la utilización de sesiones más cortas, donde además el corte marcara la evidencia de una intervención del analista.

Me surgió la oportunidad de poder hacer controles con un analista de gran experiencia práctica y que trabajaba con sesiones cortas.

Tenía yo una paciente especialmente difícil, que además presentaba un síntoma que no terminaba de ubicar y es que faltaba regularmente a sus sesiones. A una venía a la siguiente fallaba. Siempre comenzaba diciendo: "Lo siento, no pude venir a la última sesión. Bueno, en realidad vine hasta aquí, esperé a mi hora pero no pude entrar. Lo siento".

El analista con el que trabajaba en control, me propuso hacer la siguiente intervención. Tras su estribillo, decirle: "yo la esperaba aquí, ¿que esperaba usted?".  No escuchar muchas explicaciones y cortar la sesión.

Me pareció una indicación impecable.  "Yo la esperaba aquí, ¿qué esperaba usted?". Era la hora en la que la paciente debía venir después de no haber venido a  la sesión anterior. Pero sorprendentemente no acude ese día que tenía preparada mi intervención. Y lo peor es que el siguiente analizante aparece con media hora de retraso diciendo: "Lo siento, hace media hora que  estoy esperando para entrar y me acabo de dar cuenta de que me he equivocado con la hora, lo siento". No me pude contener y le solté:" yo le esperaba aquí, ¿qué esperaba usted?".  No les contaré lo que siguió.  Por supuesto no volvió. Con toda la razón del mundo.

Y no se trataba de un corte por capricho. Pero tampoco es posible manejar el corte de una sesión basándose en la imitación. Porque eso y no otra cosa es de lo que se trataba en esa desgraciada intervención. Imitar no es sino el intento de apropiarse del estilo de otro. Y eso en casos así no lleva sino a la caricatura y al ridículo. Lacan lo dejó claro: no me imiten. Y dijo esto refiriéndose a la práctica analítica, cuando ustedes reciban a alguien que viene a pedirles un análisis, sean naturales, no me imiten.

Aquí aparece al desnudo una acción cuya lógica es la imitación y en el fondo un intento de eludir el horror del acto, porque la intervención estaba basada sobre el inconsciente repetición y lo que apareció fue lo imprevisto, el inconsciente como imprevisto, dando al traste con todo lo que cuidadosamente se había preparado.

 Si podemos concebir que un analizante  lleve una sesión preparada, algunos lo dicen, "hoy no tengo nada preparado" o "me ha salido otra cosa distinta a lo que traía preparado", etcétera, el analista, el analista lacaniano al menos, no puede llevar las sesiones preparadas,  porque el eje de su acción está orientado por lo real y éste es imprevisible.

Podemos deducir de estas dos secuencias clínicas, que el corte de la sesión,  no puede hacerse sobre la base del capricho o la imitación.

Volveré a la sesión cuya duración es esa frase: "Ya no quiero vivir más en la basura".

Se trata de una paciente con un largo recorrido en análisis  y que a pesar de que todo su trabajo anterior fue hecho con sesiones de 50 minutos o una hora, no le planteó muchas dificultades adaptarse a sesiones cortas.

El querer continuar su análisis, era porque una vez más su relación de pareja había fracasado sintiéndose responsable de ese fracaso.

Durante meses fue desplegando su historia.  Se siente mal desde los doce o trece años, triste e incapaz de seguir unos estudios oficiales siendo el camino de la marginalidad el obligado.

Siempre viviendo con lo justo, y cuando la suerte le sonríe vendrá el revés que la deja otra vez sin nada.

Las relaciones de pareja tienen el final asegurado en que ella pierde todo lo invertido, incluso materialmente, para construir un hogar.

Irá desgranando toda una serie de significantes con los que trata de dar cuenta de ese sentimiento de poco valor que la acompaña desde niña, desde que su madre le hacía perder horas de clase para cuidar a su hermanito pequeño, a pesar de tener un hermano mayor que sin embargo quedaba liberado de esa tarea. Con doce o trece años, ese sentimiento de poco valor se hace una segunda piel para ella.

El sentimiento de que ella vale poco para los padres, comparado con el valor de sus dos hermanos, especialmente el mayor, marcó indeleblemente su vida. En realidad podemos incluso atisbar que todos esos significantes no sólo con los que se define, sino bajo los cuales vive lo más cotidiano de su existencia, no son sino el intento de dar un sentido a ese hecho, a ese acontecimiento sin sentido, que es ser hombre o mujer. En este caso, ser una mujer, parece que es realmente el trauma y la desvalorización corresponde a la interpretación por el inconsciente de ese real.

Así "Ya no quiero vivir más en la basura", es una conclusión de toda una etapa de trabajo analítico que apunta a una desidentificación. Es por eso por lo que tiene cabida ahí el acto analítico en su versión corte de sesión.

Aquí está claro que no se trata de alimentar más un sentido del que el síntoma se nutre a porrillo, sino de separar el sentido de aquello que por ser real, precisamente no tiene ningún sentido.

Pero en ese corte mismo de la sesión, debemos de considerar dos momentos. Primero la conclusión de la analizante y luego el corte por parte del analista.

Entre uno y otro lo que hay es un vacío. El abismo insondable que Lacan escribió con el matema  S de A tachada.

Es por tanto la decisión del analista la que hace que eso sea una conclusión y no por ejemplo, el comienzo de una sesión. Es toda su responsabilidad y tendrá que asumir las consecuencias de lo que ha hecho.

Se comprende cómo es la prisa lo que ocupa ese lugar vacío entre la conclusión y el acto, pues si no existiese la prisa la analizante ya estaría hablando de otra cosa y no sería posible tal sesión. Porque en efecto, se trata de una sesión construida por el analista. Inventada por el analista pero con las mimbres de lo que oye de su analizante, es decir de su demanda. Por eso en esta perspectiva no es posible el estándar.

Una sesión inventada, incluso arriesgada si quieren, pero que no es caprichosa, porque si bien la decisión atraviesa un no saber, una ausencia de significante, es de las cadenas significantes que ha desplegado el analizante desde donde toma su razón de ser. La aventura no es el capricho.

Que el tiempo forme parte de la lógica ya sea de una sesión o de un análisis entero se fundamenta en la orientación lacaniana que como dice J. A. Miller, "es el resultado de un deseo lacaniano en el psicoanálisis. Y el deseo lacaniano, es que la experiencia analítica sea conclusiva, demostrativa, que demuestre un real".

Demostrar un real. Es todo el asunto. El problema es que el real del que se trata para Lacan es un real sin sentido y entonces el camino de un análisis va en la reducción del sentido del síntoma hasta el real que es su hueso. Y es el acto analítico el que procede a la manera del acto quirúrgico con una clara escisión.

Y en cada sesión el corte de la misma se asemeja a ese acto quirúrgico, que separaría el sentido para permitir que lo real no sólo se muestre, sino que se demuestre.

El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan