Mayo 2002 • Año II
#5
Pase

El pase: Una forma eminente de saber lo que piensa la Escuela

Guillermo Belaga

Bajar este artículo en PDF

Martin G. Larralde
S/titulo
Oleo s/ tela
1.68m x 1.13m
2001

G. Belaga sitúa el valor de la Escuela como experiencia, respecto de la formación del analista. Así, pase y AE, son dos términos que desnivelan a la comunidad analítica, introduciendo la tensión necesaria en el saber del grupo.

La noción de post-analítico, orienta la vía de ir más allá del Nombre del Padre en la formación. Contrapone, desde la perspectiva de la transferencia, el final del análisis freudiano –'para-todos'–, universal, del final de análisis lacaniano –'no-todo'–, contingente, así como los caminos de acceso a uno o al otro, determinados por la identificación o la des-identificación.

 

1. Introducción

Desde su fundación, la Escuela se ha preocupado y se ha hecho responsable por la formación del analista que proviene de ésta. Hoy se trata de renovar una voluntad que ha sido constituyente, en respuesta a diferentes problemas que hacen a la comunidad del psicoanálisis y a la época.

Cabe recordar que la Escuela hace falta, porque nadie puede garantizarse a sí mismo y porque el discurso analítico no puede ser portado, soportado y sostenido por uno solo. En este sentido la misma es el lugar de la experiencia analítica, en donde los analistas que están en su encuadre lo hacen en tanto que analizantes. Condición que Lacan plantea para el conjunto de los mismos, para responder a la necesidad de restablecer para el analista una relación al sujeto supuesto saber, la cual será distinta de la enseñanza de lo ya sabido, y la pondrá de esta manera en relación a la ignorancia. En otras palabras, su apuesta al deseo del analizante, es relanzar siempre el “deseo de saber”.

Teniendo en cuenta esta concepción, es que surge el pase como una forma de ponerla a prueba, ¿de qué modo? En principio desde el dispositivo mismo: me refiero a que para los pasadores –que han sido elegidos por estar en un tiempo anterior al propio final-, es el pasante el que reúne –por ese rasgo– el valor del sujeto supuesto saber, y luego el cartel de la Escuela, al verse frente al testimonio conclusivo, debe desistir del semblante de saber y así sin infatuación estar preparado para confesar su “yo no sé”.

Por su parte en relación al saber, el AE ha arribado a un final donde ya en la decisión de presentarse al pase, se adivina que ha concluido que existe el Otro de la Escuela a quién dirigirse para contar lo que ha descifrado. Es decir que en el final no se satisface de su propio saber, y queda abierto a seguir aprendiendo, abierto a una invención, como ocurre con cada testimonio a la comunidad. Así se diría que su aporte a la formación del analista es transmitiendo la pasión de la ignorancia [1], en tanto lugar de elaboración del saber producido en el análisis y verificado en el pase, manteniendo la orientación hacia lo real.

Volviendo sobre las razones, para que la formación sea un significante que sensibiliza actualmente, y la eleve al estatuto de un problema, mencionaré según mi criterio algunas de ellas: comenzando por lo que Jacques-Alain Miller ha denominado a partir de 1998 el post-analítico [2]. Por esa época lanzó la siguiente pregunta como verdadera interpretación a la comunidad: "¿Qué es lo que pasa con el sujeto después del análisis?". Entiendo que la misma, obra desde entonces como un vector para pensar en todo su trayecto la formación del analista.

Es desde ahí, que se inició efectivamente esta investigación sobre el saber analítico, definido desde una dirección: hacia lo no sabido, en la huella de la ignorancia.

Por otro lado, otra razón ligada a la época actual, es la que se vincula a un hecho bien descripto por un autor español cuando dice –no sin ironía– que si “Marx naciera ahora”, en su sistema de clases sociales ya no hablaría sólo de capitalistas y trabajadores, sino que tendría que meter en el medio a los funcionarios, y también considerar a la clase social de los estudiantes [3].

Esta transformación de la actividad del estudio en una clase social, es un fenómeno generalizado, y la invención de la figura del estudiante reconoce matices diferentes según los territorios, sus economías, los accesos laborales, del que no está ausente dentro de sus causas las nuevas formas de la femineidad.

En conexión con este acontecimiento se destacan dos consecuencias: por un lado la creación de un mercado de saber, cuya característica principal se ve sobretodo en la enseñanza privada, la indiferencia con respecto a que el alumno estudie o no –lo importante es que pague–. Por otro lado algo que en la enseñanza pública se hace más evidente: el hecho de que el estudiante hace un contrato con su familia. Contrato social absolutamente espúreo, cuajado de sentimentalismos y por tanto ajeno a las leyes del mercado.

En definitiva, se podría señalar que esta clase de los estudiantes, está surcada dramáticamente por el dominio del Nombre-del-Padre, y condicionada de la misma manera por el superyó de la época.

Asimismo, esta descripción debería servir para estar advertidos sobre aquellos programas de enseñanza que, al perder la orientación hacia lo real, tienden a confundirse con la masa, lo que llevaría al punto de sólo devolverle el eco de su propio mensaje (el de la masa).

Entonces, considerando ambas circunstancias, en principio se podría pensar que el post-analítico pone a cada uno a responderse sobre un más allá del Nombre del Padre en la formación. Así el pase y el AE, diferencian a la Escuela de otros grupos que no lo contemplan y/o lo resisten, como dispositivo y “salto” que desnivela, provocando necesariamente una puesta en tensión del grupo y los efectos de masa.

Es decir, que esto distinguiría, que habría una formación que dejaría al Padre universal, freudiano, “no tocado” en una suerte de enseñanza “para-todos”, y otra, que apuesta desde la “Proposición...” de 1967 a un final de análisis y una teoría de la Institución anudada al mismo, a que cada uno –haga el pase o no, ya que no es obligatorio– elabore su versión particular del padre.

Por lo tanto, ateniéndonos a esto, la formación del analista siempre tendrá algo de excepción y de contingente.

 

2. Identificación versus Semblante

Siguiendo esta perspectiva, esta lógica del “no-todo”, hay que considerar la resolución de esta oposición como una condición en la formación del analista. Al respecto, en un artículo sobre el control, E. Laurent señala: “hay que asegurarse de que (él mismo) no represente un obstáculo para el análisis” [4]. De esta manera se tratará de ubicar lo que constituye un obstáculo para poder hacer de semblante de objeto, en tanto esto, esta íntimamente relacionado con el acto analítico.

En este sentido, lo que reúne las características de una resistencia es “la identificación a la que el analista permanece atado”, con lo que el recorrido de un análisis se puede describir: “como el de un sujeto que entra en análisis con sus identificaciones y al final puede hacer de semblante”. Descripción del trayecto analítico que usaré para trabajar –a continuación– la cuestión de la des-identificación al deseo de Lacan, y la formación del deseo del analista.

En efecto, esta noción junto con el pase son una originalidad que ha propuesto Lacan, que lo distingue de la institución freudiana. Es desde aquí que introduce una modificación radical del proceso analítico; basta pensar tanto en la demanda de análisis con fines de la formación, como en la puesta en cuestión de la frase: el analista “sólo se autoriza a sí mismo”.

Entonces, en torno a la “corrección” del deseo del analista se pueden señalar tres cuestiones que se interrelacionan: primero, la práctica del análisis, antes y después del pase; segundo, la relación particular al psicoanálisis como algo a responder(se) uno por uno. Y por último, un aspecto que desarrollaré, vinculado a la formación del analista: la conexión existente en el final de análisis, entre la des-identificación del sujeto a la identificación fálica, con la des-identificación a Lacan en tanto significante de la garantía del significante, en tanto no hay Nombre del Padre que puede responder definitivamente.

Junto con esto, durante la experiencia en el dispositivo, pude articular y evaluar los avatares de la formación desde el síntoma como sufrimiento y la “búsqueda” de sentido, hasta lo que es en tanto sinthome modo de gozar particular.

Dado que la formación del analista tiene su centro en el análisis mismo, su elaboración no puede prescindir de la articulación del recorrido con las figuras de la transferencia.

Así el mismo ha tenido su inicio en una “alienación libidinal”, establecida por la pregnancia de la muerte junto a una pregunta por los “embrollos” del amor. Correspondientemente, en este punto de partida, el analista encarnaba la anticipación de la subjetivación de la muerte.

Pero también en lo que hace a la formación, como rasgo diferencial en relación a los anteriores análisis, se situaba en su figura una demanda de identidad profesional. De esta manera, detallaría que en la entrada se dio un intento de maniobrar sobre el Otro para que la significación de la célebre frase de Lacan el “analista no se autoriza sino de sí mismo”, recaiga sobre el dominio del yo condicionado al discurso amo. Es decir, otra versión de la obligación actual de relacionar nuestra persona a una identidad.

En cambio, destacaría que al no ser respondida esta demanda, a través de diferentes puntuaciones, quedó abierta desde la partida la pregunta sobre lo que es un analista.

A continuación, en este recuento del trayecto, ubicaría la relación entre la identificación imaginaria con la identificación fálica. La misma tendrá dos vertientes: por un lado la potencia homologada en la militancia en torno al Nombre del Padre y la consistencia del Otro. En este sentido el título de médico encontrará en las prácticas políticas y sanitarias su lado positivo. Pero es en el “lacanismo” –descartadas las instituciones oficiales– donde paradójicamente encontrará su menos, pero también, la posibilidad de que en términos de la formación, la Universidad no resultara una continuidad con la práctica, y por lo tanto una pantalla que obturara el “conflicto de las facultades” [5].

Entonces, la inconsistencia simbólica, verificada sobretodo por la relación al inconsciente, encontraría en este tiempo la ocasión de salir del desconcierto a través de la consistencia del analista, ubicado circunstancialmente en posición del Nombre del Padre.

Al respecto se podría constatar que de haberse detenido el análisis en este punto, en un más acá de la identificación fálica, la formación hubiese quedado bajo los términos del tener o guardar el “conocimiento lacaniano” –según la forma masculina del rechazo de la castración–.

Es en relación a estas circunstancias que situaría la des-identificación al deseo de Lacan, por la vía de la transferencia. Lo que es afín al concepto de que el deseo del analista tiene otra estructura, que la relación existente entre la identificación fálica con el Nombre del Padre, y el deseo del Otro.

Por lo mismo, el deseo del analista se correlaciona a la formulación de “no hay relación sexual”, punto en que Lacan se diferencia de la experiencia analítica de Freud. Recordemos al respecto que éste recomendaba el acto sexual, o veía en el acto sexual la solución del impasse del sujeto, lo que llevaba justamente a un destino de fijación de la identificación fálica al deseo del Otro.

Luego por el análisis, esta conjunción se revelará sostenida esencialmente en el Otro materno, evocado también en la M –que hallamos en el Esquema R de “De una cuestión preliminar...”– que llevado a su inconsistencia, entre otras cuestiones, también incluirá finalmente la subjetivación de la muerte.

En forma breve, sobrepasar el deseo de la madre en tanto mujer, permitirá la emergencia de un más allá de la identificación. Esto puede esquematizarse como una doble inscripción que se reduce al “resto” del final: considerando que el pequeño a designa la verdad de la estructura significante, en una se sintetiza una versión negativa, la del goce que partiendo de la impotencia se descubrió imposible, y en otra una versión positiva, donde se funda el partenaire y un nuevo amor.

Asimismo, en relación a lo que nos ocupa, este descubrimiento en cuanto a que en el Otro no hay el significante de la garantía del significante, hará del Nombre del Padre un semblante.

Tomando en cuenta este hallazgo, el recorrido analítico como “clínica de la formación” [6] pudo servir para localizar precisamente la falla de la metáfora paterna. Es decir que el interés por las neurociencias y el psicoanálisis, la política y el psicoanálisis, la salud mental y el psicoanálisis, etc. resultó en un índice –perceptible en general en la clínica- de la “duplicación imaginaria” que ocupa lógicamente el lugar en que se inscribe dicha falla [7].

Por lo tanto, es en esta perspectiva que ubicaría anudado a la formación, el buen uso de los nombres del padre y al goce que no se evoca más que del semblante.

 

3. El acto analítico se opone a la acción.

Brevemente, es sobre el desfiladero aquí relatado, entre la tensión del saber científico –las neurociencias- y el humanismo, que se alcanzó la producción de ese deseo inédito para constituirse en una práctica caracterizada por un no-actuar fundamental.

Dado que como indica Lacan, lo real es sin ley, no tiene orden [8], podría agregar a lo ya dicho que la formación de cada uno tendrá la modalidad del “apensamiento”; entendiendo esto como que uno se apoya contra un significante para pensar y así dar cuenta de la dit-mansión, de la relación particular entre enunciado y enunciación.

 

4. Conclusión

La formación del analista no está desvinculada del hecho de que la Escuela encuentre su agalma. Cuestión fundamental, dado que ningún semblante lo proveerá. De ahí la expresión de Lacan: “Tú puedes saber lo que piensa la Escuela”, que apunta a lo opuesto al parloteo. Frase que recientemente recordaba Miller, y del que tomaré la siguiente cita para finalizar: “Lo que pensaba la Escuela, a gusto de Lacan, cada cual podía saberlo a través del conjunto bien formado, ampliamente aleatorio, constituido por una serie de “unos”, cada uno singular, reconocibles únicamente por su estilo. No la síntesis sino la serie. No popularizar sino decir lo que hay” [9].

A mi entender de esto se trata el dispositivo del pase, de verificar uno por uno que se ha logrado inventar un saber sobre lo que no hay.

NOTAS

  1. Miller, J.-A.: Los signos del goce. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1998, pág. 223.
  2. Miller, J.-A.: “Introducción al post-analítico”. En El peso de los Ideales, Ed. Paidós, Buenos Aires,1999, págs. 13-28.
  3. Diez del Corral, Juan: “Estudiantes”. Rev. Archipiélago Nº45/2001. Ed. Archipiélago, Madrid, España, Págs. 3-5.
  4. Laurent, E.: “Su Control y el Nuestro”. Rev. Freudiana nº 30, Ed. Paidós. Barcelona, diciembre 2000-marzo 2001, págs. 19-23.
  5. García, G.: “El conflicto de las facultades”, intervención en la Jornada de Apertura del Centro Descartes –18/3/2000–. Reseña en Etcétera, el periódico Descartes. Abril 2000, Nº 13, págs. 1-2
  6. Tizio, H.: “El pase y la formación de los analistas”. Rev. Freudiana, nº 30, dic. 2000-mar. 2001, Ed. Paidós, Barcelona, pág. 32.
  7. Miller, J.-A.: “Acerca del Gide de Lacan”. Rev. Freudiana, nº 30, dic. 2000-mar. 2001, Ed. Paidós, Barcelona, pág. 80.
  8. Lacan, J.: Seminario 23. Clase del 13-4-76 (inédito)
  9. Miller, J.-A.: “Nota a Posteriori”, publicado en EOL-Postal. Miérc. 05-07-2000
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan