Octubre 2001 • Año I
#3
Destacados

El sujeto-amo, el sujeto-mujer, la histeria y la muerte

Juan Carlos Indart

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Guillermo Kuitca
Trauerspiel, 2001
Óleo sobre lienzo
77 x 133 1/4 pulgadas

La constitución de los síntomas histéricos como constitución del cuerpo de la mujer en tanto ser el falo. Sujeto-amo. Sujeto-mujer. Histeria y obsesión como síntomas por no asumir plenamente esas identificaciones. Lo que mantiene el obsesivo de ligazón a la identificación amo es agregar en la identificación amo el sujeto supuesto saber. El sujeto histérico permanece en una identificación, que no asume, al sujeto-mujer, y agrega al sujeto-mujer el sujeto supuesto saber. La identificación constituyente fundamental: ser Uno en el campo del Otro. La apuesta de la vida en la constitución del sujeto-amo. La apuesta de todo el goce que habita en su cuerpo en tanto "de hembra" en el sujeto-mujer. Se anota en el mundo como Uno mujer aquella que se define en su identificación como haciendo gozar al hombre.

Hoy me presento ante ustedes pidiéndoles disculpas porque me he hecho tanta confusión acerca de si iniciaba mi curso del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA), o proseguía este curso sobre “Histeria y muerte”, que terminé trayendo todos los apuntes y libros pertinentes al otro curso. Y me encuentro acá conque se trataba en realidad de proseguir nuestro curso sobre “Histeria y muerte”. Sin los apuntes no quiero ni puedo desarrollar con precisión la continuación de lo que estábamos trabajando. Así que podemos dedicarlo a cierta conversación de repaso de temas últimos que hemos visto, comentando unas lecciones de El Seminario, libro 16, de Jacques Lacan.

Mientras van pensando cualquier cosa que quieran retomar de lo último visto, les digo que uno de ustedes entendió muy bien el momento en el cual arriesgué indicarles que tal vez podíamos pensar que la constitución de los síntomas histéricos, en su condición más auténtica, los síntomas conversivos, tal como los tomamos del caso Anna O. –y del que les hice incluso una pantomima de todas esas contracturas que habían afectado varios lugares de su cuerpo– si se los pusiese un poco en cámara lenta, si fuesen tomando entre sí una cierta articulación más artística (sublimatoria, hay que decir, pero hecha esencialmente con el mismo síntoma) nos podrían dar, al final de cuentas, los modos de constitución del cuerpo de la mujer en el ámbito de lo que llamamos el falo. Una articulación de rasgos donde los gestos que llamamos de mujer, con sus delicadezas, en el modo de fumar, de tomar una copa, un café, están hechos en el fondo con algo en lo que está incluido el síntoma, y en su sentido lógico, que fuimos de a poco despejando, es decir que constituye siempre un: no. Es signo de un ‘no’. Y un signo de un ‘no’ que se encarna constituyendo un vacío, una ausencia, un conjunto vacío en el cuerpo mismo.

Alguien que entendió bien este pasaje posible del síntoma histérico a lo mismo que podría ser una modelo en la representación de su modo de ser el falo, me ha prestado un texto increíble. Es una Iconografía fotográfica de La Salpêtrière, del servicio mismo de Charcot, con sus histéricas. Es como una hermosa carpeta antigua que trae un texto “científico” sobre la histeria de la época, y luego como unas 18 o 20 fotografías de las pacientes. Y en la contratapa se nos dice que era hora de introducir la fotografía en la ciencia. Evidentemente Charcot estaba a favor, y lo permitió. Por supuesto, llamaron a uno de los mejores fotógrafos de París de entonces. Seguramente eligió, evidentemente, la serie de histéricas más fotogénicas. Y están ellas ahí, en los más diversos estados sintomáticos. Es muy divertido, porque cada fotografía tiene abajo las inscripciones científicas de la época. Así que puede ser: ataque histérico-epiléptico, catalepsia, letargia, semi-letargia, sonambulismo, etc. Bueno, las más diversas descripciones, muy minuciosas, que hacían de los síntomas conversivos. Muchos causados, por supuesto, experimentalmente. Los hay por reacciones a la luz: basta en una penumbra enfocar con una luz fuerte a una de estas sujetos para que quede en alguna posición paralizada. Pero también al revés, estando con buena luz natural se oscurece repentinamente la habitación, y la paciente queda igual como jugando a la estatua, en una posición particular.

¡Es un desfile de modelos de la época!

Esas fotos nos serán útiles para probar lo que hemos articulado del síntoma histérico, con lo que escribimos, a partir de Lacan, como F. Pero recuerden que hemos indagado también la articulación del síntoma con la muerte del padre.

Pero para llegar a eso, estábamos en la doctrina de la representación del sujeto en Lacan, para poder definir bien dos cosas que sitúa en El Seminario, libro 16, “De un Otro al otro”. Necesitamos eso para poder descifrar lo que él articula ahí de común para la neurosis obsesiva y la histeria, y el por qué de la relación de la histeria con la muerte. Necesitamos entender bien dos identificaciones fundamentales, que Lacan llama ‘sujeto-amo’ y ‘sujeto-mujer’. Hay que entender bien qué es eso, porque Lacan aquí define la neurosis obsesiva y la histérica según un modelo común, como respuesta sintomática a lo que es la posición amo y la posición mujer.

No voy a desarrollar esto sin contar con el orden que tengo en mis apuntes. Pero ya nos había llevado a la nueva lógica con que Lacan piensa al sujeto en tanto el significante lo representa para otro significante, a la nueva concepción del Otro, del Otro como conjunto vacío, a la seriación de los Unos. Son varios temas que abro a cualquiera de ustedes que quiera retomarlos. Y con preguntas de ustedes, le damos una forma de conversación a nuestra reunión de hoy.

Eduardo Benito: Quiero hacer dos preguntas. Una más de tono general y otra específica de este último tema. La pregunta general es que semánticamente hablando, el deseo siempre ha tenido el sentido de ser el lugar de algo vital, en una época (digamos). Y el goce siempre tuvo connotaciones de algo más mortífero. Aquí noto una inversión, es decir, en donde lo mortífero es el deseo, y quizás haya una salida de esa cosa mortífera del deseo vía el goce. Es decir, de pasar de la apología del deseo como lo vital a una ubicación de la histérica como algo mortífero. Es, creo, una novedad, dejar un poco en suspenso tal apología. Y una novedad con consecuencias para la clínica. Querría saber qué queda de la versión anterior, cómo se acomoda, etc.

Y la pregunta más específica, se refiere a que por un lado el síntoma histérico como tal –que has definido como metafórico–, se presenta como respuesta a la presencia del significante fálico en términos de F como significante de goce, etc. Es decir, si el síntoma es un ‘no’, un vacío, se nota ahí lo mortificante del mismo respecto de tal goce Pero en el tema del sujeto-amo/sujeto-mujer, planteaste que ni el histérico ni el obsesivo llegan a tales posiciones en términos puros. Así ambos, histérico y obsesivo, en tanto que síntomas, no conquistan esa posición plenamente. Mas bien hacen síntoma respecto de esa pureza mortífera. Entonces ¿ahora el síntoma tiene un valor de goce, cuando antes era un rechazo al goce? Esa es la pregunta.

Indart: Sobre el primer tema se ha reconocido, porque está dicho en el Lacan inicial de su teoría del deseo, que es él mismo quién llegaba a reconocer que el deseo, al final de cuentas, era un deseo muerto. De modo que creo que esa idea estuvo rápidamente. No diría, claro, que pronto la hubiésemos comprendido. La deducía Lacan de su teoría del deseo estrictamente referida a la pura cadena significante y a su sujeto. El sujeto deseante es un vacío que va de significante en significante, y tienen, por decir así, la ilustración más perfecta de lo que es su estructura, en una tumba, donde se verifica lo que es el sujeto. Que ese vacío, que esa insatisfacción propia del deseo pudiese ser usada en la teoría para indicar qué valor podría tener a los fines de articular una defensa contra el goce, eso me parece que también está claramente dicho en Lacan, en El seminario, Libro 10. Que si las cosas se enfocan freudianamente, desde el punto de vista de la pulsión, el deseo, el sujeto deseante y todos sus deseos, constituyen siempre una manera de defenderse de ella. Tal vez con razón, porque hay que desentrañar qué es la pulsión de muerte. Así que no sé si en eso hay una inversión tan fuerte, al menos para mí. Más bien cernimos una articulación difícil de un lado y del otro, y retornamos. Si al retornar, el goce pasa del lado del significante, con lo que se revela idiota, entonces igual hay que admitir que el efecto sujeto introduce el sentido de la verdad, con la muerte como referencia, más allá del tapón de la referencia fálica.

Pero mientras tendríamos que una definición del deseo histérico ha sido también, al final, la definición como tal del deseo que se inscribe en el inconsciente. Así que el deseo de tener un deseo insatisfecho, la bella carnicera, termina siendo, al final, el deseo que indagamos en el inconsciente. Efectivamente, siempre dice ‘no’ a algo, y es deseo de otra cosa. Cuando venga otra cosa, otra vez se deslizará en un ‘no’, hacia el deseo de otra cosa. Pero vamos a tener ahí que ir poco a poco, puliendo los términos, porque la idea de Lacan vinculada a que también en la histeria hay que articular algo vinculado a la muerte, es algo que resulta justamente por una comparación crucial con lo que es el sujeto amo.

Empecemos simplemente a diagramar eso. Tenemos el sujeto amo.

Entonces (por ahora, el esquema es provisorio), si decidimos, Lacan lo hace ahí, entender el nudo crucial de la neurosis obsesiva como algo vinculado al sujeto amo, la temática de la muerte, diríamos, nos es más clásica, y está presente en la clínica de la obsesión. Entonces, la sorpresa es también ubicar ahí la histeria. Si la histeria tiene una relación con la muerte, es por una profunda relación de la histeria con el sujeto amo. Lo que tenemos que ver es cómo viene a articular Lacan algo que es extremadamente parecido, en su lógica, al sujeto-amo, y que es el sujeto-mujer.

Pero para entender la constitución de esos sujetos, no es tanto alguna cosa referida al carácter desvitalizante que, efectivamente, es el puro sujeto del significante, sino a que hay que agregarle algo más, que es una apuesta (digámoslo en principio así, como Lacan). Una apuesta por la cual eso, para conquistar su identificación-sujeto, renuncia a ser en el significante-goce. Es en eso que constituye una identificación que lo hace cadáver, que lo hace sujeto del significante, en un cuerpo que es sin goce...

Voy diciendo cosas, y me voy de la segunda parte de la cuestión que planteabas...

Ah, sí...Pero para anticipar las cartas (después lo veremos en detalle).

El tema que a mí me interesa seguir en esta parte de la enseñanza de Lacan, es un estudio del síntoma histérico en tanto depende, está articulado, prosigue con una identificación al amo, una identificación ‘a lo amo’, en lo que veremos como sujeto-mujer. Y con eso Lacan nos da la definición del estatuto neurótico del síntoma histérico y del síntoma obsesivo. Su nudo común.

Les hago ahora el esquema más completo: Amo-mujer. O dicho estrictamente, el sujeto-amo y el sujeto-mujer.

Efectivamente, no sólo en la obsesión, sino también en la histeria, lo que Lacan va a mostrar es que lo que indican como síntomas, es no asumir plenamente la posición como tal de esas identificaciones tan fundamentales. Esa es la comparación que tenemos que hacer.

El obsesivo, eso lo sabemos más claramente por su clínica, está en un impase, y su síntoma como tal indica que no asume la identificación-amo por su sentido de muerte, que lo angustia. Eso me parece claro de un vistazo. Se puede pulir por qué, pero resulta que si tomamos su duda como síntoma, el obsesivo en tanto tal no es alguien que pueda decidir dar órdenes, ni mandar a nadie. Es algo vinculado a que hay que hacerlo sin fundamento, sin razones de saber, y un obsesivo necesita una garantía, o deducir lo que dice de alguna parte. No podría, efectivamente, plantearse y plantarse como amo. Cuando le tocan posiciones de amo, es un problema para todo el mundo, porque el obsesivo, si está en ese lugar, no decide nunca nada, porque duda. Duda, pide permiso, le pregunta a los demás... Así que de esto tenemos cierta confirmación clínica.

Pero, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que el síntoma indica que algo no funciona en la identificación-amo. Pero lo que hace de ese síntoma que lo llamemos neurótico, es que eso no quiere decir que no tenga una identificación con el amo. No asume esa posición, pero sí se identifica ‘a lo amo’. Veremos que la idea de Lacan crucial es, con el valor que han tenido estas dos clínicas de las neurosis para el psicoanálisis, indicar que ambas consisten en agregar, articular en la identificación no asumida el sujeto supuesto saber. Es decir que el síntoma obsesivo, por ejemplo, está profundamente soldado a la suposición de que el amo sabe, sabe lo que hace.

Esto nos va a abrir a temas posteriores en Lacan, y que nos pueden interesar, porque es crucial, por supuesto, también dentro de la clínica, que no sea lo mismo decir “eliminar el síntoma obsesivo como tal” que decir “cortar al síntoma de cualquier relación con el sujeto- amo como suposición de saber”. Eso nos abriría el campo para pensar qué es el síntoma como incurable, qué es el síntoma en su estatuto analítico, y qué es lo que es en el post-analítico.

Lo que tenemos que seguir como novedad depende de que despejemos bien esta cifra de Lacan correlativa al sujeto-amo, esto que inventa, una teoría sobre el sujeto-mujer. Lo que nos va a decir es que el síntoma histérico indica que una histérica no asume la identificación sujeto-mujer.

Lacan presenta a estos síntomas con sus neurosis, que indican no asumir plenamente esas identificaciones, del modo más elogioso, como síntomas que han permitido cierta verdad, es decir, poder demostrar –lo va a decir así Lacan– la profunda imbecilidad, la boludez de la identificación-amo, y la boludez de la identificación sujeto-mujer. Entonces, no sabríamos que son dos posiciones tan boludas si no fuese por gente a quien no le va bien esa identificación, la sintomatiza. Y eso indica tanto la obsesión para el sujeto-amo como la histeria para el sujeto-mujer. Pero nos va a decir que la obsesión y la histeria, en su neurosis, responden a un modelo común. El modelo neurótico acá es lo mismo en esto: que también en el síntoma histérico, el sujeto histérico permanece en una identificación, que no asume, al sujeto-mujer, y agrega al sujeto-mujer el sujeto supuesto saber. Y veremos también cómo esto nos profundiza todas nuestras discusiones sobre el famoso valor de la otra en el triángulo histérico, y la cuestión de cómo en psicoanálisis es sacada a luz, en la identificación histérica, la pre-valencia constante que tiene para el sujeto histérico algo que encarna otra.

Conocemos ese tema, el valor que le dio Lacan, un valor tan grande que en muchas de sus indagaciones, teníamos el lado hombre solamente como una especie de testaferro, de mediador, siendo la cuestión del deseo histérico inquirir constantemente no qué tiene, ni quién es, sino qué sabe esa otra. Sabemos también que en Lacan hubo que el valor de esa otra era complejo. Él pasó por algunas ideas vinculadas a que podría tener un cierto valor de goce, que hubiese algún rasgo o algo de esa otra que pudiese contar como un valor libidinal para el sujeto. Pero despejó rápidamente eso dejándolo como un fantasma. Lo veremos también, en El seminario, libro 17,donde me parece definitivo que esa otra ya no interesa para nada en términos fantasmáticos, vinculados a objetos pulsionales, sino que interesa solamente en la medida en que encarna un saber. También decimos eso: que la otra del sujeto histérico vale en tanto le supone un saber. Pero ¿ un saber sobre qué?

Si juntamos estos datos vamos a ver que se puede teorizar que la otra... la otra... la otra es otra histérica, pero cada cual tiene su otra no porque sea histérica sino porque es sujeto- mujer, y su supuesto saber. Para un sujeto histérico esa otra, y luego otra y luego otra, es el sujeto-mujer; no otra histérica, sino el sujeto-mujer. Y es sobre ese sujeto-mujer que se suelda la juntura con una suposición de saber. Dicho de otra manera, en este planteo el obsesivo y la histérica tienen una transferencia no resuelta, constante, y usando el término ‘transferencia’ en el sentido estricto del empleo de Lacan de la noción de transferencia: sujeto supuesto saber.

Pero, atención, que aquí se ve el problema de cómo y por qué la transferencia analítica podría modificar esas dos transferencias.

Entonces, es desde ahí que veremos cómo deduce Lacan la relación de la histeria con la muerte. Pero tenemos que sopesar primero que donde se ve la relación estricta entre el sujeto-amo y el sujeto-mujer, está en que lo que Lacan llama el sujeto-mujer es otro cadáver.

También estoy buscando en las representaciones pictóricas. Las hay extraordinarias sobre esto. Mujeres vistas por los pintores, y se ve cómo han intuido perfectamente que en su logro máximo de representación de lo que es una mujer, ellas son al mismo tiempo muñecas-cadáveres.

De eso se trata cuando hablamos de una Barbie, y eso propone la cultura norteamericana para la identificación de nuestras niñas. Cuando queremos, en cierto modo, representar al máximo lo que sería una mujer, cuanto más le vamos dando ese valor, más en cierto modo se ve que eso es al precio de que tal mujer no tiene cuerpo. Es un cadáver todo lo exquisitamente ataviado que quieran.

Y en la medida en que la histérica sigue en transferencia con ese sujeto-mujer, permanece con una profunda complicidad inconsciente con la muerte.

Muy libremente, sueltamente, para ir situando el tema, habíamos llegado a la necesidad lógica, para Lacan (si uno apura el tema, sólo queda eso) que se impone y por la cual o hay efecto sujeto o no hay efecto sujeto. Pero si hay efecto sujeto, necesariamente por lógica requiere un significante inicial (algo hemos comentado de eso, el que causa el fuego en el trasero, el que figura ahí afuera).

Y que hace surgir el efecto sujeto en un campo que no es cualquiera. Es un campo que Lacan llama Otro y que lógicamente se define como un conjunto vacío. Eso opera como un localizador, es lo que le da al segundo significante un lugar Otro, por otredad, pero no porque ese Otro sea el Ser. Y es en eso que aunque ponga S1, la repetición, ya es distinto al primero, porque ahora está ubicado dentro de algo que ha surgido, y que es el conjunto vacío.

Eso habrá que repasarlo, junto a por qué eso arma una serie, qué tipo de Otro es ese, qué lógica tiene, etc. Pero lo que va a pasar a partir de ahí, para Lacan, es poder pensar maneras del sujeto, maneras de articularse en ese segundo significante, que es el significante de la identificación, de la identificación más ‘constituyente’, para emplear el aporte de Miller que también tratamos de descifrar. Digamos con Lacan que el sujeto surge cerca de ese significante que le es inicial, el que está dentro del círculo, el primero que es lo mismo pero diferente, muy diferente, radicalmente diferente.

Demos algunas pruebas de la fuerza de esa identificación. Si hablásemos de identificaciones con contenido, con representaciones, entre nosotros rápidamente podría haber diversidad. En el plano de las insignias del fútbol, para los muchachos, especialmente, no creo que consigamos acá la misma identificación para todos. Sería así para todas las identificaciones que quieran. ¿Cómo podríamos llegar a decir que, en cambio, hay una en la que nos anotamos todos? Eso es para Lacan la de al menos “ser contado como uno en el campo del Otro”, como el Uno de un número, en su sencillez ciega y sin narcisismos.

En cierto modo, cuando después decimos, a partir de toda la técnica contemporánea de manejo del significante que nos reduce a un número: “¡qué malestar no ser en el Otro sino un número, una clave numérica cada vez más complicada, en el mundo Externet”, ¿qué soy yo ahí adentro? El vacío a llenar con significantes numéricos cada vez más extensos, lo que a mi edad ya me trae dificultades para memorizarlos... Eso es el afecto propio del sujeto, el cansancio. Pero eso no hace más que mostrar exactamente de qué se trata en el problema de la representación del sujeto. Es lo que nosotros llamamos... y también se ve en Lacan cuando nos dice que hay algo muy fuerte, muy insistente en el empuje a que el sujeto encuentre su estatuto civil, mínimo y decisivo, y que es, para empezar, como decimos nosotros... anotarse. Eso es el paso primordial, el paso por el cual uno se anota como uno en algo que es Otro, Otra cosa. Y lógicamente, si despejamos toda la dimensión imaginaria, y vamos a la lógica como tal de esta fuerza simbólica, efectivamente, vemos que basta con quedar anotado como uno. Después que está eso surge que uno, además, pretende, pretende anotarse como Uno el mejor, como Uno reconocido, como Uno de primer plano, como Uno amado, como Uno Ideal el que quieran. Pero para todos esos atributos posteriores, donde ya tenemos campo imaginario, narcisismo, el sostén simbólico elemental es ser uno en ese campo del Otro.

Espero con esto haber mencionado una manera de entender el punto de esa identificación constituyente fundamental, a distinguir de los inmediatos efectos de pegamento imaginario, importantes.

El siguiente paso es un estudio que hace Lacan de dos posiciones fundamentales en el modo de instalarse en esa identificación. Es como un pasito más. Porque hasta acá tendríamos que para todo el mundo, si no estamos en la psicosis, funciona algo tal que uno al menos es uno en el campo del Otro. Pero luego hay que dar un pasito más que es, ¿uno, cómo?. Un poquito más, uno agregándole algo. Así que esto es estar acá, y por lo menos ser uno. ¿Uno qué? Ese es el poquito más, para empezar, el del amo y el de la histérica.

De un lado, es la novedad que estudiaremos, la de ser contado en el campo del Otro al menos como Uno, pero como Uno-mujer. Es un pasito más. ¿Y cuáles son las condiciones para eso?

Tienen que despejarse la cabeza de todo tipo de referencias anatómicas. Se trata de pensar si existe el sujeto-mujer. Quiere decir que se inscribe en el campo del Otro como Uno, pero con una modalidad tal que eso hace de ese uno un Uno-mujer. Después de eso puede ser Uno- mujer que jamás se relacionará con un hombre, Uno- mujer que se va al convento, Uno- mujer que tiene muchos amantes, Uno- mujer que es madre... Pero la idea de Lacan es pensar cómo uno define a alguien que está en el Otro, según una identificación que lo define como sujeto- mujer. Eso es lo que me parece fundamental de esas páginas, porque de ninguna manera se trata de mujer como femineidad. No estamos en ese tema, el de una mujer como cuerpo y goce, sino en lo que puede ser articulado, autentificado en el campo del Otro como sujeto-mujer.

Y la otra, fundamental, es uno, pero con ese poquito más: Uno- amo. Está bien que Lacan profundice esos temas, porque sabemos de un vistazo, viniendo del psicoanálisis, que amo y sujeto- mujer no son precisamente los dos términos que permitirían la relación sexual. Pero para probar eso es totalmente fundamental estudiar cómo en el campo del Otro, a partir de contarse como Uno, se logra una identificación de hombre que, en este plano, el interés de Lacan es mostrar que no hay otra, en principio, en nuestra cultura, sino la del amo. Es como si dijera: “te reconozco como Uno...”... pónganse del lado del Otro. Tienen el Uno, y anotan a alguien como Uno. Ya veremos qué más es. Nació, y como sujeto es Uno. Pero si dicen varón, es porque la oferta ahí es que va a ser un amo, que es un Uno- amo, y se trata de ver cómo se articula ella. Nace ella, y no sólo se anota como sujeto, sino como sujeto- mujer. Esto puede ser al revés, espero que me sigan, ella podría ser anatómicamente hembra y anotarse como amo, y él podría ser anatómicamente varón y anotarse como sujeto- mujer. Pero la cuestión es qué lógica diferente y comparable tienen esos modos fundamentales de constitución en el campo del Otro, por la lógica del significante como tal.

Esas dos identificaciones fundamentales son las que Lacan indaga, y después de eso podemos pensar en qué las neurosis han hecho tropiezos, con sus síntomas, respecto de ellas. Es un planteo que... es como si dijera: si hay síntoma histérico o si hay síntoma obsesivo, es porque en algún punto ha habido fracaso en lo que son esas dos buenas identificaciones fundamentales. No importa, por ahora, que Lacan nos diga que lo que esas identificaciones tienen de bueno es que son igualmente boludas. Son dos identificaciones fundamentales.

Y el panorama histórico nos muestra que la cosa viene de muy lejos. Las sociedades humanas han podido articular Unos al modo sujeto- mujer, de lo cual después se deducen las funciones posibles de la mujer en las mismas. Y la mayoría de las organizaciones sociales ha funcionado sobre la base de esa identificación- amo, pedida o exigida o articulada, de un lado, para los hombres, porque recuerden que no se trata de ser el amo del planeta. Se puede ser amo de la tribu, de la familia... Pero en distintas escalas cada uno de los sujetos hombres, en su nivel, pasa por la prueba, en un momento dado, respecto a si cuenta o no cuenta con esa identificación fundamental.

Esto no quita, para nada, que se pueda reflexionar sobre otras sociedades. Las llamadas culturas ‘primitivas’, por ejemplo, donde tal vez estas dos identificaciones no funcionaban. Lacan no tiene inconveniente en pensar, inclusive, en que puede haber en ciertas tradiciones orientales otras posiciones distintas en este momento fundamental. Pero para la cultura occidental, la que él llama cultura profundamente neurótica, lo que está por detrás son esas dos identificaciones. Y de ahí su interés constante por discutir y discutir y discutir el apólogo de Hegel, pues Hegel piensa también cómo “ uno se anota en el Otro”. Pero para anotarme en el Otro y que el Otro me pueda inscribir y reconocer, Hegel dice que no hay otra manera sino la de anotarse como amo o como esclavo, lo que supone la identificación fundamental del amo.

Entonces, vamos a ver cómo Lacan saca partido del hecho de que se puede leer perfectamente en el apólogo hegeliano que el paso por el que uno va a ser contado como Uno en el campo del Otro, es conquistarlo sobre la base de una apuesta. Y lo que se apuesta, siguiendo a Hegel, perfectamente, para el logro de esa identificación, ese poco más que ya no es un Uno cualquiera, es la vida como una. Atención, que la discusión de esto, si venimos de Hegel, sería que no es verdad que formalmente basta anotarse como Uno, porque no es real. No es real. Uno se anota como Uno y algo más. Y en el campo del dominio del discurso del amo hay que respetar ese punto. Sería linda una sociedad, tal vez, donde uno se anotara como Uno, y nada más. Pero hay que estudiar estas dos fundamentales. Si Lacan llama al final al inconsciente, en este período, el discurso del amo, tenemos algo que es en realidad (y creo que en Lacan es así) de salida del inconsciente, de salida del análisis mismo, para verificar que la identificación fundamental es solamente la de ser Uno vacío en el campo del Otro igualmente vacío, lo que en nada impide la cuestión de saber. Al contrario. Pero es como si dijéramos que el inconsciente no nos va a regalar eso, porque el inconsciente se detiene en una roca que acá es Uno sujeto-amo, o Uno sujeto-mujer. Serían esos dos topes. Por lo menos, si no podemos decir que sea siempre así por una razón estructural, sí lo es a nivel del discurso, que no es poca cosa como estructuración.

Entonces, la apuesta para poder agregar al “soy Uno”, el “soy Uno-amo en el campo del Otro”, es la vida. Lo cual tiene para Lacan, por supuesto, todo su sentido, porque es algo que se presenta muy fundamentalmente como ligado al Uno, porque hay una vida. Entonces se apuesta ese Uno, a los fines de conseguir otro Uno, que es la posición amo. Así define Lacan el puro prestigio. Es una identificación, la del amo, que lo articula exclusivamente, y subjetivamente, en el plano de un puro prestigio. Y conquistar la posición del amo supone como posición convertirse en alguien sin cuerpo, porque se ha apostado la vida, la vida concreta, la vida pulsional, la vida de todos los días que quieran, y en el instante mismo en que ustedes consiguen esa identificación por confrontación con otro. No se puede hacer esa confrontación (iremos dando ejemplos) al mismo tiempo que se comen un asado con el otro, o juegan al truco. En el instante en que tienen que decir: “o vos o yo”, para ver quien manda, se hacen cadáver. Es evidente, Lacan lo destaca, que esto no puede surgir de una lucha a muerte real. No sólo porque si hay muerte de los contendientes, la identificación se pierde porque no se constituye el otro. No es sólo eso, sino que si ustedes por alguna razón real se ven de golpe en la necesidad de establecer un combate con otro, un combate que puede eventualmente llegar a golpes de muerte, a lesiones de muerte, y supongan que han ganado, además, o zafado lo suficientemente bien, al salir de eso no tienen por qué salir como un amo. De ninguna manera.

Por eso la identificación del amo no es por la confrontación como tal en una batalla con otro, sino por el hecho mismo de la idea de pensar en ese punto que se apuesta la vida para obtener otra diferente, la de amo. Pero si ustedes constituyen esa identificación apostando la vida, les queda el puro prestigio, pero están muertos para el goce. Entonces, por eso, los mejores ejemplos son aquellos donde no hay lucha que tenga algún objetivo concreto, salvo el prestigio amo. Nuestro personaje se presenta en la pulpería, o donde quieran, en una institución, o en una fábrica, o donde fuera, y pasa por el momento en el cual es a todo o nada por ese puro prestigio. Apuesta a ser reconocido por esa identificación en el campo del Otro, apostando la vida. Quiere decir que no lo detienen haciéndolo pensar en la madre, en sus hijos, en el dulce clima de esa tarde, en una música que por ahí se oye... En ese instante el sujeto renuncia absolutamente a todo el orden de la vida, y queda como petrificado por esa razón en la identificación como tal del sujeto a ese significante que, como dice Lacan, lo constituye efectivamente ‘como un cadáver’.

Tendremos que trabajar esto, porque me gustaría, yo haré con mi retórica lo que pueda, que piensen por qué Lacan ha pensado tanto en el viraje subjetivo que es este punto en el cual uno se cuenta como Uno, pasando por esa embriaguez, en cierto modo, que es esa apuesta de puro prestigio, para conseguir una identificación que por definición supone una y otra vez repetirla, apostando y renunciando a la vida. Es lo que se tira sobre la mesa. El amo, para constituirse como amo, es como si arrojara ante el otro la vida y sus goces para obtenerse ¡como qué? Como cadáver prestigioso.

No es así, por supuesto, del lado del esclavo, al cual no le interesa esa identificación. Y por eso se dice que a él, en cambio, no le da la cabeza (digamos), para querer esa identificación. Eso quiere decir que él, en cambio, prefiere el atardecer, la música, el vino, la vida, y no apostaría eso a cambio de ninguna identificación que lo transforme en cadáver prestigioso. Por eso vamos a ver muy bien cómo Lacan dice que no hay ninguna simetría en esto, y de ninguna manera hay que pensar que el esclavo desea ser amo y no ha podido serlo, porque el otro le ganó, fue más fuerte, etc. Y lo indica muy bien el que la muerte de los amos nunca cambia la posición de los esclavos. Como diciendo, lo tenemos que discutir, que hay sujetos –eso es lo que quiere decir esclavos a partir del amo– por el mundo, a quienes no les da por obtener esa identificación, y se sostienen sin esa pretensión de unicidad única. Y por eso, aunque ustedes quiten el poder a un amo (se han dado muchos ejemplos de eso), sacamos al zar, sacamos al ejército, sacamos a todos los amos, y entonces esperamos que todo el campesinado y los obreros tomen el poder, pasa que a esa gente tal poder no les interesa en absoluto. Es como si dijéramos que eligen otra cosa, porque es como si supieran que la posición como tal del amo es una posición de absoluta renuncia al goce, y eso no les va.

Así puede decir Lacan que no es porque lo han intimidado al esclavo que el esclavo es esclavo. Es un sujeto que no quiere, no hace nada, en nada le interesa el paso para hacer de su modo de ser Uno en el Otro, el del Uno-amo. Está mucho más cerca, podríamos decir, de la solución que Lacan también buscó para la posición del analista. Cuando discute la cuestión en El Seminario, libro 11, en estos términos, dice que si la hay, está del lado del esclavo. Veremos qué identificación es la de un final de análisis, pero en estos términos en los que estamos ahora, está mucho más del lado de la identificación del esclavo que de ninguna identificación-amo. De modo que está lleno de sujetos a quienes no les interesa ese puro prestigio que les da su ser en esa identificación. Nos suena mucho más parecido a que a ellos les bastara con ser uno entre otros; se anotan en el Otro y punto, en forma más o menos diversa, pero no única. Porque una vez anotados, lo que quieren es pasarla bien con su cuerpo: disfrutar trabajando, y viviendo, con un cuerpo. Recuerden lo que intuimos de los campesinos, que siempre están del lado de su cuerpo.

También podríamos decir, desde otro punto de vista, que son un poco anónimos, que les falta algo del orden de una identificación, de no sé qué ser, de puro prestigio. No son del mundillo psi...

Pero es por esa apuesta de la vida que va a decir Lacean que después, al amo, hay que llevarle tanta cantidad creciente de tonterías para que goce, porque es como tener que hacer gozar a un cadáver. Es el esclavo, el otro, el que tiene que ir a proveerle de objetos. Eso es lo que ha hecho creer que el amo goza mucho.

Así que esto es una definición crucial en Lacan, pero es crucial si consideramos que la revela también el inconsciente. Si decimos que el análisis va revelando significantes amos, eso nos puede ayudar a especificarlo más. El hecho de que un obsesivo tenga muchas dificultades para esa posición no cambia que imagina todo el tiempo esa contrastación con el otro, y todo el tiempo en su fantasma imagina lo que podría ser el instante en que adquiriría la identificación-amo. Pero algo le falla ahí, porque se da cuenta que con una vez no alcanza, y que lograda una vez, hay la próxima vez, y la próxima y la próxima, para vivir como un cadáver. Entonces, está en ese impase, y prefiere ser esclavo, y conservar algo de goce en el cuerpo. Pero una cosa es decir que estudiamos ese síntoma, con todas sus vueltas, y otra cosa decir que revele el inconsciente, al final, que hay anudamiento del síntoma con la identificación- amo. No importa el impase en que esté a nivel del síntoma, sino que hasta que no caiga esa identificación, su puro prestigio, su identificación de muerte, de logro de la identificación, pero a un costo de cadáver, no hay salida. Eso nos interesa, porque el análisis de eso, la desconexión de eso, nos podría dar mucha doctrina y clínica sobre la modificación, luego, del síntoma: no es lo mismo un síntoma obsesivo anudado a la identificación-amo, que cortado de eso. Y después podemos ver que no es lo mismo el síntoma histérico anudado al sujeto-mujer que desanudado de eso. Eso me parecería más razonable, a nivel de la teoría de los discursos, para lo que podría ser salir del discurso del amo, y salir del discurso histérico.

Todo esto lo repetiré ordenadamente, para que tenga una argumentación probatoria, siguiendo la enseñanza de Lacan.

Pero la idea increíble que, de pronto, tiene ahí Lacan, es la de que ella va a luchar también para conseguir ser no un Uno campesino, sino un Uno sujeto- mujer. Ustedes saben que el Uno campesino, doy ese ejemplo, es una cosa en la cual hombres y mujeres no se distinguen mucho en cuanto al prestigio, y a las campesinas puede que no les interese estar en el Otro como sujeto- mujer. Ustedes me dirán que así se confunden un poco con el burro, con la vaca, ella trabajando ahí, haciendo sus cosas, y él también entremedio, como mezclados unos con otros. No es un buen lugar para hacer concursos de belleza un campesinado de esas características. Pero supongamos que en ella hay ahora un empuje y una apuesta para ser reconocida en el campo del Otro no sólo como Uno que se anota, sino como sujeto- mujer. No elige anotarse como amo, es decir, desafiando a cualquiera para obtener la identificación, y arriesgando la vida en la lucha de puro prestigio. Eso es amo. Pero la idea increíble de Lacan es decir que ella apuesta también. Y es así que se va a convertir en mujer en ese campo del Otro. Y lo que apuesta es todo su goce, todo el goce que habita en su cuerpo en tanto “de hembra”. Un goce que justamente está completamente vaciado en la mayoría de los hombres, y al máximo en cuanto más se constituyen como hombres a nivel de la identificación-amo, y que les da un cuerpo tan vacío y tan cadáver que son unos desesperados, después, de los objetos pulsionales, para ver si consiguen reintroducir un poco de goce. Y hay que seguir a Lacan en esto: el cuerpo de la mujer, ya en su ubicación en el plano significante y respecto del falo es, en cambio, un cuerpo lleno de goce, y por eso está mucho menos exacerbado desde el punto de vista de la necesidad del plus de goce.

Es muy difícil decir esto correctamente. Lo dejo así, por hoy, y ya lo retomaremos. A veces lo he dicho en broma, en otros cursos, diciendo que nosotros los hombre tenemos que darnos un poco de cuenta, y la histérica lo indica perfectamente bien a través de sus síntomas, que las mujeres son como unas “fumadas” por naturaleza. Se dice que son más sensibles. Digámoslo así: son más sensibles. Que eso se les presente como sufrimientos o como deleites, es otra cosa. Pero es un cuerpo en el que habita goce.

Y para hacerse sujeto-mujer, como el amo que va a ser amo porque apuesta a la vida, ella tiene que apostar absolutamente todo su goce en tanto mujer para ganar ser reconocida como la que hace gozar al hombre. El sujeto-mujer se define así: ¿Qué es una mujer? Una mujer es un ‘x’ tal que hace gozar al hombre. Y así como el esclavo –hagámoslo más hegeliano– se queda ante el desafío del otro, porque no renuncia a su goce, cuando una mujer, como el amo en Hegel, apuesta su goce y gana, entonces es reconocida como una ‘x’ tal que hace gozar al hombre. Y esa posición, sujeto- mujer, supone ser un cadáver en cuanto a su propio cuerpo. Pero es una identificación fundamental. Para colmo ese Otro goce del cuerpo es una cosa que no tiene inscripción. No es por ese lado que una mujer puede inscribirse. Pero es amo como sujeto- mujer si lo renuncia. Y lo hace, y le hace todo tipo de cosquillas al hombre, segura de su oficio, el más viejo del mundo, sin ninguna histeria, y fría como un pescado. Le hace a él todas las cosquillas de los objetos pulsionales que quieran y, como lo va a señalar bien Lacan, sin que jamás se pueda encontrar, a pesar de los delirios de los hombres, que en eso ella obtendría el mismo goce que obtiene él. Siempre están un poco en otra parte, permanecen paralelas, a pesar de que estén en el ejercicio con su boca, con lo que quieran, de su cuerpo, haciéndole cosas al hombre. Lo hacen. Nunca eso dio nada del orden de que conectase o tuviese que ver con lo que sería la cuestión propia de su goce corporal.

Entonces, el sujeto- mujer es también “como un cadáver”; es haber renunciado a todo su goce, no ponerlo absolutamente en juego como mujer en la relación con el hombre. Es disfrazarse de Barbie, o según el estilo de lo que se suponga que es esa ‘x’ tal que hace gozar al hombre. Se ubica como eso, y así se pasa la vida.

La histérica, con su síntoma, hace un poco de lío con esto, y gracias a ese lío también podemos saber que algo no funciona en el sujeto- mujer. Estamos hablando de sujeto-mujer. Después, ella si quiere puede identificarse a geóloga submarina, experta en cetáceos, y desarrollar lo que quiera por ese lado. Pero no es en eso que es una mujer. En ese plano la llamaremos ingeniero de la misma manera que ingeniera. O médico o médica, lo que fuera. No me estoy refiriendo a eso, sino a qué puede hacer que en el mundo se anote como mujer. Se anota en el mundo como Uno mujer aquella que se define en su identificación como haciendo gozar al hombre. Y tienen que entender que es una identificación ganadora en nuestro sistema cultural, como es ganadora la del amo. Es decir que es una identificación que se constituye, que se constituye y hay que pensarla, antes de lanzarse a hablar demasiado sobre lo femenino y el amor. Si uno piensa: ¿cómo puede ser que en el campo del Otro,

estadísticamente, la mitad de estos Unos estén anotados como Unos-mujeres?; ¿qué quiere decir que cada una se anote como Uno mujer, y sea reconocida como una mujer? Cada vez que decimos “esta es una mujer”, decimos que es un sujeto que hace gozar al hombre. Y ella conquista esa identificación... porque hay que conquistarla. Imagínense si los hombres no aceptan esta identificación. Podríamos decir, en primer lugar, que las mujeres se van a trotar todas al bosque. Imagínense si para los hombres la mujer no es lo que hace gozar al hombre. Lo buscan en otro lado: se buscan animales, se buscan entre sí... No sé, acá, qué piensan los muchachos, pero me parece que esa identificación sujeto-mujer no es una identificación que se indague mucho, y es una idea de Lacan profunda. En principio, nos conviene considerar que todos nosotros, los varones, pensamos que las mujeres están en el mundo en tanto hacen gozar a los hombres. Después ellas pueden decir que sí, que no, que les duele la cabeza, que otro día, pero nadie nos quita de la cabeza eso.

Lo que vamos a ver es cómo Lacan dice que esta especie de identificación tan fundamental, ganadora, tiene esta condición lógica: transformarse al mismo tiempo, en cuanto a su propio goce, en el cuerpo de un cadáver.

Entonces, tenemos que entender bien primero y celebrar el delicioso matrimonio, la deliciosa relación sexual inscripta, la que se puede escribir, y que es la relación de un amo con su puta (digamos), para usar el término de lo que es el sujeto-mujer si queremos decir “con frialdad y negación absoluta de su goce se dedica a hacer gozar al hombre”. Entonces, juntan un sujeto-amo y su partenaire el sujeto-mujer, y tienen la relación sexual, la relación sexual escrita entre dos cadáveres, la boda necrofílica. Él tiene que sostenerse exactamente según la apuesta para ser amo, y al acostarse con ella darle las instrucciones de la forma de goce que quiere; ha jugado la vida para tener esa posición, y va a tener que exasperase para que ella lo haga gozar procurándole con su trabajo un plus de goce.

Ese es un nudo de fondo que tendremos que plantear. No hay relación sexual, costosa elucubración desde el psicoanálisis. Pero hay una, por supuesto, que no está inscripta instintivamente, y que tiene sus fallas, y se lo ve en los síntomas. Pero hay que entender bien ese modelo de lo que es la única relación sexual a partir de los efectos del significante: es la que tiene un amo con el sujeto- mujer así definido. Y si hay síntomas, los síntomas han permitido en ese molde, poco a poco, y a través del psicoanálisis, empezar a indicar, primero como verdad, que hay algo en eso que no funciona. Pero que hay algo en eso que no funciona no quiere decir que ese no sea el molde de todo lo que vemos en la cultura y de la manera más desenfrenada.

Entonces, lo que está bien colocado y hay que estudiar es Menem y Bolocco. Eso es lo que tienen que pensar para el sujeto-amo y el sujeto-mujer. Y ese sujeto-mujer es la otra de la histérica. Así que en todas las histéricas habrá siempre un poco de transferencia con la Bolocco, y por eso puede salir en las revistas y se hacen comentarios, y se preguntan qué le hará a él, si será sólo de conveniencia, que capaz que lo ama, que ha hecho tal cosa, que hay celos, que la hija ha hecho un problema, etc. E indagan e indagan eso. Lo cual es prueba de la identificación con el sujeto-mujer, porque la histérica cree por esa transferencia que existe el sujeto-mujer supuesto saber el goce del hombre. La histérica nunca está tranquila al respecto. Siempre se engancha con la interrogación y la reflexión sobre ese punto. Y siempre piensa si puede estar o no a la altura de eso, si lo ha hecho gozar bien a él no, si sabe o no hacerlo gozar, etc. Y todo su empuje a que se produzca saber está estrictamente vinculada a esa transferencia con el sujeto-mujer. No hablo del síntoma histérico como tal, que ya estamos situando en la cuestión de que no puede sino haber algún acontecimiento del cuerpo, algún síntoma, ante el carácter extra sistemático, el carácter real, fuera de discurso, del goce fálico. Hablo de que otra cosa en un análisis es cortar el síntoma histérico de esta ligazón al sujeto-mujer, que es por donde hace la connivencia con el amo, y por donde el discurso histérico es su cuarto de vuelta, nada más, que preserva las condiciones del amo.

Digamos que en el inconsciente tenemos un Menem y una Bolocco, aunque hayan sido inicialmente papá y mamá. Tenemos eso ahí inscripto, con lo que se liga el síntoma, pero hay que poder desarticularlo de esas identificaciones tan fundamentales en nuestra cultura.

He hecho un temario apresurado, pero creo que ya les queda una idea de la sutileza que tiene empezar a pensar en qué hay connivencia profunda de la histeria con la muerte.

NOTAS

  1. Clase del 03-08-01 del curso Clínica de la no relación sexual: La histeria y la muerte, dictado en la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL). La desgrabación, el temario inicial, y el subrayado de algunas frases es de Paula Pineles. Versión corregida por el autor.
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