Octubre 2001 • Año I
#3
Destacados

La experiencia del control

María Cristina Martínez de Bocca

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Guillermo Kuitca
Untitled, 2000
Acrílicos, óleo y lápices de colores sobre lienzo
80 1/2 x 92 1/8 pulgadas

En la explicitación de la experiencia de un control cuyos efectos reorientaron un análisis, se destaca el paso de saber que implica esa experiencia para el analista practicante, lo que la lleva a postular que la práctica del control es articulable a la estructura del discurso analítico.

Es una indicación lacaniana que si hay lapsus del acto analítico, el sujeto se pone en posición activa.

¿Cómo no confrontarnos a interrogantes respecto de los efectos en los análisis que conducimos? Cuestión que interesó a Freud, quien advertía a los analistas acerca del deseo de curar que habitaba en ellos.

Pero es Lacan quien formuló la función del deseo del analista como respuesta a la pregunta sobre su posición. Ya que “es precisamente en la práctica donde el analista debe estar a la altura de la estructura que la determina” (1). En 1964 Lacan advierte que “el deseo del analista no puede ser dejado de modo alguno fuera de nuestra cuestión, por la razón de que el problema de la formación del analista lo plantea” (2).

Y afirma que el concepto de transferencia que se sostenga dirige la manera de tratar a los pacientes, y la manera de tratarlos gobierna el concepto. Es así que Lacan pone en valor la contribución de los analistas al resorte de la transferencia, deduciendo en esa teorización, el deseo del sujeto. “No hay en el asunto solamente lo que el analista quiere hacer de su paciente, también hay lo que el analista quiere que su paciente haga de él” (3).

Un año antes, Lacan se preguntaba por qué son las mujeres las que osaron decir algo sensato sobre la contratransferencia: E. Sharpe, M. Little, B. Low, L. Tower, señalando que ellas articularon la función del deseo en el amor. Hace referencia a un caso de M. Little, en el seminario 10, respecto de un artículo de 1957 titulado “La respuesta total del analista a las necesidades del paciente”. Para Little, el encuentro del analista y el analizante se condensa en esta fórmula:

“ser esa especie de sujeto que tiene algo de más...”

En el Acta de Fundación del 64 Lacan señala que: “...es constante que el psicoanálisis tenga efectos sobre toda práctica del sujeto que en él se compromete... cómo no advertir que el control se impone en cuanto surgen estos efectos y ante todo, para proteger de ellos a aquel que ocupa allí la posición de paciente” (4).

Esta afirmación tiene como consecuencia que la práctica del control es articulable a la estructura del discurso analítico.

Si bien el deseo del analista como deseo de saber, efecto de la conclusión del análisis, puede surgir independiente de su práctica, es posible encontrar una articulación.

Me referiré a la experiencia de un control, cuyos efectos reorientaron el análisis de un analizante y produjeron un paso de saber para el analista practicante.

La elección de su analista había sido determinada por una certidumbre: había salvado a otra paciente, amiga suya, del suicidio. Su pedido se fundaba en su dificultad para mantener una pareja y en una inhibición para escribir, lo que limitaba considerablemente su vida laboral. Es así que se dedicaba a “cuidar el archivo”, equivalente a “guardar en memoria”. Este trabajo cotidiano no sólo era el memorial de un duelo sin elaborar de su padre alcohólico, sino también su identificación a la hermana muerta, “sin nombre en la tumba”.

El momento que la lleva al análisis es cuando queda confrontada nuevamente al sacrificio, sosteniendo su posición de ser la que representa las “malas ondas” para el Otro, dañarlo, enfermarlo.

En un momento crucial de su análisis ligado a una posible interrupción, la práctica del control de parte del analista, reorienta el análisis.

En ese tiempo, se había resuelto la fobia a los caballos articulada a las “mañas” de un tío paterno que la “manoseaba” sobre un caballo cuando era niña. “Los relatos del campo exceden el límite de lo soportable”, decía, en relación a una escena infantil donde era la elegida por el padre para ser espectadora de su goce, llevándola a los bares donde él se embriagaba. El padre, era para ella, alguien “bohemio, especial”.

El síntoma, la impotencia para sostener una pareja, la dificultad en la escritura, se articulaba a la “potencia” del tío, escena de la cual la madre era cómplice.

“Sé caminar por la cornisa” y “voy pertrechada para la guerra”, eran los rincones de su yo, significándose para ella como “comprometida con la vida , con los amigos, con la ideología”.

Pero en verdad, sólo daban cuenta de su ir hacia un camino mortífero vinculado al amor al padre.

Dejar el archivo y encontrarse sin trabajo, enmarcan una coyuntura en la que surge la idea de interrumpir el análisis.

En ese momento, un control apunta al acto analítico: no es lo mismo ser causa de vida que causa de deseo.

Se pone entonces sobre el tapete de manera candente, la condición de su elección, tiempo atrás, de su analista: salvar a alguien, siendo esa su misma búsqueda con respecto a sus parejas: elegía hombres a salvar.

Ser causa de la enfermedad del Otro, las malas ondas y al mismo tiempo buscar ser salvada, decía de su posición de goce más sólida y donde sí está bien pertrechada.

Alguien que llevaba como emblema su primer nombre de resonancias guerreras, deduce que esto velaba otra posición más verdadera: “borrarse”, ausentarse, escamotearse, como identificación al padre.

Al apuntar el control a la posición del sujeto en relación al acto, trae como consecuencia, vía el análisis del analista, una “corrección” del deseo del analista que había quedado ubicado en “causa de vida” para la analizante, como no lo había sido su madre para su padre.

Es así que, entre otros efectos, el control produce una enseñanza: el analista no es un padre, no es una madre, ni se identifica al Otro. Su justa ubicación es de causa del deseo del analizante.

El control se impone, no nos alivia del acto, aunque llegue a avergonzarnos.

NOTAS

* Reseña del trabajo “El control y el deseo del analista”, presentado en las Jornadas de la EOL Sección Córdoba en 1997: “Actualidad en la práctica psicoanalítica”.

  1. Lacan, J., Momentos cruciales de la experiencia analítica. La equivocación del SsS. Edit. Manantial. Año 1987, pág. 35.
  2. Lacan, J., Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis. Edit. Paidós, pág. 22.
  3. Idem, pág. 132.
  4. Lacan, J. Escansión. Acta de Fundación. Edit.Manantial 1989, pág. 12.
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