Agosto 2018 • Año XVII
#35
Estudios / Puntuaciones

La sorpresa de un encuentro

Irene Kuperwajs

Bajar este artículo en PDF

"Sin título"
Dibujo, 2016.
Pablo Flaiszman

El contexto y sus controversias

En la conferencia Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad nos encontramos con el esfuerzo de Lacan por ubicar la posición del analista acorde al discurso analítico. Recordemos que Lacan tenía su desacuerdo con la Ego Psycology pero también con los propios, ya que le habían rechazado su Proposición[1].

¿Qué hace que un psicoanálisis sea freudiano? se pregunta ahí. Un psicoanálisis es freudiano "en su conjunto", porque lo es en su eje, es decir, se refiere al procedimiento de la asociación libre y la intervención del analista. Enumera lo que considera un desvío de esta orientación. "Si oyen hablar de un yo autónomo no se engañen, sólo se refiere al del tipo de psicoanalista que los espera en la 5ta avenida. Los adaptará a la realidad de su consultorio".[2] No se trata de una mística ni de una mutación de conciencia, tampoco de un ascetismo del conocimiento o de la comunicación, menos de los fármacos. Y si hablamos de interpretación, ella no es una hermenéutica iluminadora.

La interpretación freudiana subraya que el saber inconsciente sólo se revela en el malentendido, orientado según una relación con lo imposible, aislando así lo ininterpretable del goce. No hay reducción del inconsciente al todo del saber, como nos dice Lacan aquí, se trata de la resistencia de la verdad a partir del goce.

 

Un analizante freudiano

Lacan menciona a Theodor Reik aludiendo a El psicólogo sorprendido de 1938, cuando intenta responder por lo que es un psicoanálisis freudiano y destaca la dimensión de sorpresa que implica el desciframiento del inconsciente. "Una regularidad casi burocrática es todo lo exigido (…) Lo que se espera de la sesión, es justamente lo que uno se rehúsa a esperar, por temor a revolver demasiado: la sorpresa, ha subrayado Reik".[3] Theodor Reik fue uno de los discípulos más allegados a Sigmund Freud, y su encuentro con el psicoanálisis lleva esa marca traumática. Fue de los primeros no médicos en practicar el psicoanálisis. Lo que me sorprende de Reik es su posición de incansable cuestionamiento y elaboración de la relación con su propio inconsciente. Tiene el deseo de hacer existir el psicoanálisis, llama "tercer oído" a ese escuchar tras los dichos de un paciente lo que se dice tras los engaños del inconsciente. Ya en su seminario La angustia Lacan lo cita con su trabajo sobre el Shofar, al año siguiente y nuevamente en 1965, Lacan admite que en el período heroico del psicoanálisis se tenían aún más razones que ahora para sorprenderse; no olvidemos que en ese momento está hablando de ir en contra de la burocracia de la experiencia.

Podemos tomar un ejemplo del propio Reik, para ubicar la sorpresa del lado del analizante. Cuenta su análisis en Confesiones de un psicoanalista,[4] un eje central fue su amor al padre y el sentimiento de culpa por no haberlo podido salvar de su muerte, a los dieciocho años. Se casa con Ella a los 22, a quien ama pero no siente armonía sexual. Preocupado, se desquitaba con su esposa, dice "yo era un asesino de alegrías "que encontraba "una oculta satisfacción" en un autocastigo por la crueldad hacia ella.[5] Él se había analizado con Karl Abraham, muchos años más tarde lo va a ver a Freud en Viena, siendo ya un analista experimentado. Padece mareos, vómitos y descomposturas, ataques que comienzan súbitamente en cualquier lugar, solo o acompañado. Dice que vuelve a sentirse "acosado por la amenaza de una calamidad inminente...".[6] Siente terror. El sin sentido de sus síntomas equivale a un encuentro con lo real que tiene como consecuencia un llamado al saber supuesto. Habla de la enfermedad de su mujer, tiene dificultades respiratorias y él teme acercarse sexualmente a ella, tiene la fantasía de verla morir en sus brazos. También le cuenta sobre el encuentro con una mujer más joven por la que se siente atraído. Insisten en su relato esos ataques. Freud escucha en silencio, sin decir una sola palabra. Casi al final de esa última sesión, Reik dice que escucha por primera vez su voz baja pero firme, y "una sencilla pregunta cuyo eco resonó en mí durante mucho tiempo. ¿Conoce usted la novela "El asesino", de Schnitzler?".[7] Esta pregunta le produce sorpresa, él no comprende la conexión, sólo encuentra silencio. Y de golpe, un mareo leve y súbito, el síntoma que se entromete en el silencio de la sesión. Esa pregunta tiene el estatuto de una interpretación memorable. Reik dijo: "Ah, es eso?". La obra de Arthur Schnitzler era muy conocida por ambos. En ella, Alfredo el protagonista mantiene una desgastada relación con Elisa y se enamora de Adela. El padre de Adela, le impone que viaje un año como prueba de su amor, y si al regresar siguen amándose no se opondría al matrimonio. Alfredo viaja con Elisa, que sufre espasmos cardíacos, por lo que se mantiene alejado sexualmente de ella. Pero ella se recupera, y él ve caer su esperanza de que muriera en el acto sexual. Desesperado, sufre un mareo y se siente desmayar. Luego de este ataque decide envenenar a Elisa, quien muere después de tener relaciones sexuales con él. Regresa a Viena y Adela se ha comprometido con otro hombre.

Reik dice que la eficacia de la intervención le permite reconocer su deseo de matar a su esposa en la relación sexual. Sexualidad y muerte, anudados. Se condena a muerte por esos pensamientos asesinos que se reavivan a partir de sentirse atraído por esa otra muchacha: "me había concebido inconscientemente como un implacable asesino". Luego de despedirse de Freud camina sin rumbo fijo varias horas, se siente extrañamente tranquilo y más optimista. Podemos pensar que hubo una separación del fantasma en la vía imaginaria, "Era como si se hubiera hecho un claro en medio de una densa niebla". Freud decía que el éxito terapéutico "se asegura mejor cuando uno procede como al azar, se deja sorprender por sus virajes, abordándolos cada vez con ingenuidad y sin premisas".[8] Freud apunta al vaciamiento del sentido, es alusivo, toca la satisfacción del síntoma en el cuerpo. Reik responde a esa x de la interpretación jugando su fantasma, se encuentra con la repetición, se topa con lo mismo. Cree que lo que su mujer desea de él son sus cuidados, con su fantasma sacrificial goza del autocastigo y sigue poniendo a resguardo su deseo, así evita el encuentro con el goce de una mujer.

 

El analista sorprendedor

¿Cuál es la realidad de la experiencia analítica? Lo que Lacan llama realidad, dice Jacques-Alain Miller, es la unión entre lo imaginario y lo simbólico, es lo que funciona, lo que hace lazo, lo que embraga un S1 en un S2[9] que Freud llamaba "realidad psíquica". La realidad es comandada por el fantasma, eso descubre el analizante. Más tarde, Lacan opone a esta realidad lo que llama mi real, que fractura esa unidad percibida como realidad, pero que a la vez la condiciona. Por un lado, lo que hace lazo y funciona; por el otro, lo que falla, lo fuera de sentido, del que sólo tenemos algunos trozos que irrumpen y nos sorprenden. El funcionamiento pulsional pasa por el fantasma y se articula a las representaciones. Por eso, como dice Lacan, el fantasma como vía de acceso al deseo es una defensa ante lo real, pero también una ventana a lo real.

Volvamos a Reik. Cuenta que al final, como al pasar, mientras Freud lo acompaña a la puerta le dice: "No lo sabía tan frágil". Muy impactado, se pregunta por qué le dijo frágil justo en el momento en que va a buscar fuerza antes de emigrar. Éric Laurent[10] hace una observación sobre este punto: con una interpretación no standard Freud consigue que Reik piense en otra cosa y esa otra cosa ¡es Freud! Freud encarna así ese tormento, el trauma. Esto no tiene nada que ver con adaptar al sujeto a la realidad ni unificar su yo. Freud no sólo apunta a la verdad y al deseo, al desciframiento del inconsciente, sino también al goce del cuerpo. No sólo tenemos que ser los sorprendidos, dice Miller, sino también los sorprendentes, eso se espera del analista en la interpretación. Lacan dice: el analista "apuesta a sorprender ese algo cuya incidencia original fue marcada como traumatismo".[11] Se trata del analista como "sorprendedor de lo real" porque aquello cuya forma original es traumatismo, es lo real.[12]

Lacan se pregunta por la eficacia de lo psíquico para operar sobre una realidad de la cual ella forma parte. Agrega que nos golpeamos contra la realidad "cuya mejor metáfora es el sólido".[13] Dar un golpe a lo sólido y seguro del fantasma, es ser "sorprendedores" de lo real. No se trata sólo del final, del atravesamiento del fantasma fundamental. Podemos pensarlo también para la entrada en un análisis, como lo recuerda Miller en C.S.T., cuando dice que se da como una "conmoción de la rutina en la que se mantiene la realidad cotidiana del sujeto"[14], y habla de un cuasi pase.

En fin, se trata del acto analítico, que siempre tiene algo de sorprendente, de imprevisto. Y de un analista "que, lejos de ser la medida de la realidad, él solo le desbroza al sujeto su verdad ofreciéndose él mismo como soporte de ese deser"[15], un analista que no se ofrece como objeto de identificación, sino como causa.

Al psicoanálisis de hoy le toca vérselas con una realidad comandada por la tecnología, que apunta justamente a eliminar eso que se escapa, a erradicar lo heterogéneo. Podemos preguntarnos si queremos en verdad ser sorprendidos. La sorpresa es disruptiva, discontinua, y no dura. Hoy más que nunca el psicoanálisis exige de nosotros, los psicoanalistas, no rendirnos frente a los impasses de la civilización para hacerlo existir en el funcionamiento de hoy. Necesitamos conservar cierto deseo de ser sorprendidos, para así poder sorprender y alcanzar lo real de cada quien.

NOTAS

  1. Lacan, J., "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 261.
  2. Lacan, J., "Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad", Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 373.
  3. Ibíd.
  4. Reik, T., Confesiones de un psicoanalista, Hormé ediciones, Bs. As., 1965.
  5. Ibíd. p. 163
  6. Ibíd. p. 176
  7. Ibíd. p. 211
  8. Freud, S., "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico" (1912), Obras Completas, Vol. Nro. XII, Amorrortu editores, Bs. As., p.114.
  9. Miller, J-A., El Ultimísimo Lacan, Paidós, Bs. As., 2014, p 69-70.
  10. Laurent, É., "Sorpresas y desarreglos", El caldero de la Escuela, Nro. 82, EOL, Bs. As., 2000.
  11. Lacan, J., "Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad", op. cit.
  12. Miller, J-A. y otros, Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Instituto Clínico de Buenos Aires, Paidós, Bs. As., 1999, p. 19.
  13. Lacan, J., "Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad", op. cit., p. 374.
  14. Miller, J-A., "C.S.T.", Clínica bajo transferencia: ocho estudios de clínica lacaniana, Manantial, 1984, p. 6.
  15. Lacan, J., "Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad", op. cit., p. 379.
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan