Lo que quiero resaltar de la conferencia de Éric Laurent en el XI Congreso de la AMP en Barcelona,[1] es el modo en que aborda la transferencia, en particular su uso, y la posición del analista que entraña su desarrollo. La fórmula que me orienta es la que É. Laurent extrae de la clase del 10/5/77. En ella Jacques Lacan hace un comentario sobre la transferencia positiva y la transferencia negativa para concluir con la siguiente expresión: “El analista es el que sigue lo que el analizante tiene para decir, a saber lo que sabe”.[2] Lo que empuja esta reflexión que quiero compartir con ustedes, es la fuerza de real que puedo extraer de esta formulación: El analista sigue, el analizante sabe. ¿Cómo llega Lacan a expresar de este modo el meollo de la operación analítica? ¿Cómo pasa el saber del Otro -supuesto en el analista- al Uno? Y en ese pasaje ¿qué deviene el lugar del analista?
El deseo del analista, una vez más
En la clase del 15/11/1977 dictada en Momento de concluir[3], J. Lacan retoma el acento acordado al deseo del analista para cuestionar al sujeto supuesto saber sobre el que había definido la transferencia en los años 60. ¿Supuesto saber qué? ¿De qué modo operar? Sería demasiado decir que el analista sabe de qué modo operar, pero eso no nos impide decir, con cierta prudencia y siguiendo a Lacan, que la operación que convendría al analista es: “que pueda darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que incontestablemente ignora”.[4] Podemos leer en esta indicación la fórmula hacia la que Éric Laurent nos conduce en su conferencia. El analista es el que sigue la pendiente de las palabras que el discurso analizante expresa, y que él mismo ignora. Así nos hace percibir que el saber que está en juego en la experiencia analítica, el saber de la inexistencia de la relación sexual, ese saber está atrapado en las palabras del analizante. Ahora bien, darse cuenta de la pendiente de esas palabras, supone una cierta posición del analista cuya operación Lacan define como lectura. Se trata de leer la pendiente de las palabras, su alcance, cómo ellas se cruzan, cómo se apartan o se chocan. Son las inclinaciones y desvíos, las vueltas dichas que trazan un recorrido analítico y una orientación que hay que precisar. Por ello, al final de su enseñanza Lacan propone: “un sujeto supuesto saber leer de otro modo”.[5]Leer de otro modo la economía de goce del analizante que la palabra entraña. La notación con la que Lacan escribe ese “otro modo de leer” es S(Ⱥ), escritura potente que ha sabido renovarse en el interior mismo de su enseñanza. Puede designar una falta o un agujero, en todo caso, cuando el analista lee de otro modo, su operación consiste en agregar una pausa, un vacío a esa pendiente de las palabras, lo que puede llegar a transformar toda la economía de un discurso y la vida de un sujeto.
El saber del Uno
La noción de sujeto supuesto saber es correlativa de un cierto modo de concebir el inconsciente. Más cerca de Freud, se trata de un inconsciente no sabido y que por estructura supone un saber en el Otro. Lacan aceptó este modo de funcionamiento de la transferencia, lo desarrolló e incluso lo escribió. Pero su práctica lo llevó más lejos que ese inconsciente. Su práctica lo confrontó con la experiencia del equívoco, y en el límite de su enseñanza llegó a definir al análisis mismo por la experiencia radical del equívoco como tal. Ese desplazamiento indica que el saber ya no está supuesto en el Otro sino que se encuentra atrapado en el Uno. Cada Uno con su Una equivocación…la fórmula “Uno lo sabe, uno mismo”[6] a la que Lacan se refiere en la experiencia del lapsus que ya no llama a la interpretación del otro, así lo constata. ¿Qué deviene el psicoanalista en esta perspectiva? Siguiendo lo que destaca É. Laurent podemos decir que la posición del analista podría definirse como aquel que sigue lo que el analizante tiene que decir, a saber lo que sabe de su propio tropiezo. Y para ello es preciso el apoyo del analista. Ya Lacan ha señalado en varias oportunidades que el analizante hace al analista, lo hace supuesto saber, lo hace objeto, incluso admite hacerlo vacío. Así, el apoyo del analista es una pieza fundamental de la transferencia en todos sus estados, pero más allá del modo en que cada uno lo hace a su medida, Laurent resalta que el analista es aquel que hace verdadero el tropiezo. Este “hacer verdadero”[7] que Lacan atribuye al estatuto del analista, es un hacer nuevo que se opone al registro del “hacerse ser” contemporáneo del Otro. Un hacer nuevo que no promete ningún sentido, ningún S2 para añadir, un hacer nuevo que puede conducir en la dirección de una cura hacia la satisfacción del Uno. Si en esta perspectiva, el inconsciente, la interpretación y la transferencia se redefinen, tal como lo expresa Laurent, a la luz de la lógica del Haiuno, podemos concluir entonces que la existencia de la Una equivocación define otro modo de concebir al sujeto, otro modo de analizarlo y fundamentalmente otro modo de hacer existir el lazo analítico.
NOTAS
- Laurent, É., “Disrupción del goce en las locuras bajo transferencia”, Conferencia Inaugural pronunciada durante el XI Congreso de la AMP, Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia. Barcelona, 2 de abril de 2018.
- Lacan, J., Clase del 10 de mayo de 1977, Seminario 24, “L’insu que sait de l’une bévue s’aile à mourre”, inédito.
- Lacan, J., Seminario 25, “Momento de concluir”, inédito.
- Lacan, J., Clase del 15 de noviembre de 1977, Seminario 25, op. cit.
- Lacan, J., Clase del 10 de enero de 1978, Seminario, 25, op. cit.
- Lacan, J., “Prefacio a la Edición inglesa del Seminario 11”, Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p.599.
- Lacan, J., Seminario 24, op. cit.