Invitado a comentar bajo la égida de la disciplina del comentario, el texto presentado por Éric Laurent en la conferencia inaugural del XI congreso de la AMP realizado en Barcelona en abril del 2018 publicado en la Freudiana N° 84,[1] quiero comenzar evocando un párrafo del escrito de Lacan “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis” que va a orientar mi contribución: “Textos que se muestran comparables a aquellos mismos que la veneración humana ha revestido en otro tiempo de los más altos atributos, por el hecho de que soportan la prueba de esa disciplina del comentario, cuya virtud se redescubre al servirse de ella según la tradición, no sólo para volver a situar una palabra en el contexto de su tiempo, sino para medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual”.[2]
La palabra elegida que remite a un concepto de la tradición psicoanalítica y que mantiene su vigencia en el contexto actual es la transferencia.
El texto se inscribe en una perspectiva que propone un camino que permite establecer los vasos comunicantes entre la primera enseñanza de Lacan con la última, del Lacan que se orienta por la primacía de lo simbólico al que se orienta por la primacía de lo real.
Si partimos del título podemos captar cómo en el mismo se presentan tres significantes centrales en la práctica: Goce, Locura y Transferencia.
En el comienzo subraya que se propone interrogar algunos conceptos clásicos del psicoanálisis que sostienen un fundamento epistémico orientado en nuestra práctica. Hay un hilo conductor que guía las variaciones conceptuales a partir de quedar escandido el comienzo de la última enseñanza de Lacan: “la que comienza en Encore”.[3]
El recorrido propuesto interroga cuestiones teóricas, que lejos de ser consideradas como arcaicas, exigen un replanteo, que cuestiona a los que consideran que la clínica borromea viene a dar por tierra con los conceptos de la clínica discontinua.
¿Qué propone el título del texto?
“He optado por el término “locura” porque recibe un acento nuevo a partir del texto que contiene el decir provocador todo el mundo es loco, es decir, delirante, texto que pertenece a este periodo. Y la elección del significante disrupción es usado como sinónimo de efracción que constituye el goce en la homeostasis del cuerpo, fundamento de la repetición del Uno”.[4]
Esta perspectiva implica considerar que “la generalización del abordaje del sujeto mediante la forclusión generalizada tiene un precio, que Jacques-Alain Miller evidenció en su presentación del “último Lacan”. Este precio es la casi desaparición del término “transferencia” en los textos de Lacan”.[5]
El “casi” abre las puertas a la reconsideración de este concepto. Y es sobre el que quiero hacer hincapié.
Mientras haya análisis hay comienzo y, ya sea bajo la perspectiva discontinua o continuista, debemos tener presente que en el comienzo del análisis está la transferencia.
¿Cuál es el fundamento para sostener la vigencia del concepto?
Se trate de neurosis o psicosis (extraordinarias u ordinarias), ya sea como Sujeto supuesto Saber, como secretario del alienado o como partenaire del goce, el lazo al analista se encuentra bajo efectos transferenciales.
En Una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis,[6] Lacan “introduce (…) la concepción a formarse de la maniobra en este tratamiento de la transferencia, para no decir nada acerca de ella puesto que ello supondría ir más allá de Freud”.[7]
Continúa recordando que, “se detiene en el punto en que el padre-Dios se borra ante el Dios partenaire de goce, después de que se abrió la quiebra del Nombre del Padre, es decir, del significante que, en el Otro, en cuanto lugar del significante, es el significante del Otro en cuanto lugar de la ley”. “Lacan no dice quiebra del Otro, sino del Nombre del Padre.” A partir de esta consideración se revela “la clave de la maniobra de transferencia con un partenaire de goce sin la garantía del Nombre del Padre”.[8]
Esta perspectiva articula el no hay relación sexual con hay el goce.
Con la primacía del goce, el deseo no es más el nec plus ultra que orienta la práctica.
La clínica orientada por lo real implica considerar que una porción del goce no responde a la ley del deseo. Hay un real permeable a los efectos de lo simbólico y hay un real sin ley. Hay un goce regulado por el falo y un goce, llamado femenino, desregulado. La inexistencia del Otro es la brújula que orienta este sesgo.
La última enseñanza pivotea alrededor del mirador de la psicosis, sin olvidar a las psicosis ordinarias, razón por la cual “Esta perspectiva suponía servirse de la psicosis ordinarias para reexaminar la cuestión de la transferencia en las psicosis en general. También aquí, el paso del régimen del “patriarcado al partenaire de goce”, abre, en suma, una doble vía. Por un lado, la maniobra de la transferencia en las psicosis nos dice algo en el abordaje de la transferencia en la última enseñanza”.[9]
En el seminario L’insu…, luego de hacer referencia a su práctica dice: “Tengo que deslizarme, porque así es como está parida la cosa, tengo que deslizarme entre la transferencia que se llama, no sé por qué, negativa, pero es un hecho que así la llaman. La llaman negativa porque ciertamente se siente que hay algo, todavía no se sabe lo que es la transferencia positiva, la transferencia positiva es lo que yo traté de definir con el nombre de sujeto supuesto saber. ¿Quién es supuesto saber? Es el analista”.[10]
Hay práctica ergo hay transferencia, ya sea positiva o negativa, ya sea soportada por el Sujeto supuesto Saber o por el analista sospechado.
Si el saber es un atributo que no se atribuye a cualquiera, hay que recordar que “el que sabe en el análisis, es el analizante”[11] y el lugar del analista en tanto Otro es el de quien sigue lo que el analizante tiene que decir.
El Otro se escribe con una barra que lo rompe A/.
Esta posición del analista, el que sigue lo que el analizante tiene que decir, tiene resonancias con el lugar del analista en la dirección de la cura del sujeto psicótico, que forcluído el Nombre del Padre, ocupará el lugar del secretario del alienado.
El texto nos va guiando por un recorrido en el que se destaca una diferencia a considerar entre el Otro barrado y el Otro roto. La barra nos remite a la enseñanza más clásica, en cambio a partir de designarlo como rota abre a la cuestión “de la existencia de lo que puede ser afirmado o negado a partir de este juicio… la barra perdida recae sobre el Uno de un modo extraño. A tal fin hay que separar el Uno y el diálogo. El Uno puede dialogar solo”.[12] El soliloquio del Uno origina una pregunta: ¿dónde se encarna el saber? “El Uno es el que sabe, y no el supuesto saber”. [13]
La perspectiva elegida me lleva a considerar brevemente el apartado Transferencia y sentimiento: Une-bévue (Una-equivocación) y hacer verdadero.[14]
Ahí nos invita a separar la transferencia negativa del odio, “que hasta ahora había abordado como pasión del ser”.[15]
Cabe recordar que el odio, que junto a la ignorancia y al amor constituyen las pasiones del ser, emana de un rechazo fundamental que se constituye a partir de lo que el sujeto odia de aquello que del Otro lo habita. El odio apunta a lo real.
La transferencia ya sea positiva o negativa promueve un lazo al Otro. Como contrapartida, el odio “es consecuencia de la separación respecto del goce de los Otros unos”.[16]
Une bévue significa el inconsciente concebido como tropiezo, esto hace que se reconsidere una nueva versión de algunos conceptos clásicos, entre ellos la transferencia positiva.
“Es una transformación añadiendo sentimiento, una transformación añadiendo significación que permite un nuevo uso del partenaire de goce para superar los tropiezos de la une-bévue del sujeto confrontado a lalengua y su inestabilidad, sus deslizamientos permanentes” .[17]
El texto de Éric Laurent tiene, entre otros, un mérito indudable que es el de recordarnos que la enseñanza de Lacan es una, que hay conceptos que, aunque menos nombrados en el final de su enseñanza no por eso pierden su estatuto conceptual. Aceptando esta perspectiva cabe consignar que la transferencia, ya sea positiva o negativa, ya sea en el orden del amor o del odio, mantiene su relevancia.
NOTAS
- Laurent, É., "Disrupción del goce en las locuras bajo transferencia", Freudiana N° 84, 2018, p.125-139.
- Lacan, J., "La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis", Escritos 1, Siglo XXI, Bs. As., 2003, p. 386-387.
- Laurent, É., Freudiana N° 84,op.cit., p. 125.
- Ibíd., p. 126.
- Ibíd., p. 126.
- Lacan, J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003.
- Ibíd., p. 126.
- Ibíd., p. 127.
- Ibíd., p. 128.
- Ibíd., p. 130 y Lacan, J., clase del 10/5/1977, Seminario 24, "Línsu que sait de L´Une-Bévue S´Aile à mourre", inédito.
- Lacan, J., clase del 10/5/1977, Seminario 24, op. cit.
- Laurent, É., Freudiana N° 84, op. cit., p. 131.
- Lacan, J., clase del 10/5/ 1977, Seminario 24, op. cit.
- Laurent, É., Freudiana N° 84, op. cit., p. 133.
- Ibíd., p. 133.
- Ibíd., p. 133-134.
- Ibíd., p. 134.