Marzo 2019 • Año XVIII
#36
Dossier 100° aniversario de "Lo ominoso" (1919) de Sigmund Freud

"Lo ominoso", un texto vanguardia

Viviana Mozzi

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"InCierto Perfume X"
Técnica mixta sobre tela, 2018
Mariana Allievi

El texto “Lo ominoso” es un fuera de época. Sigmund Freud lo escribe en 1913 y lo reescribe en 1919 teniendo ya casi terminado su escrito “Más allá del principio de placer” una de las bisagras importantes de la obra freudiana. “Lo ominoso” es un fuera de época, entre otras cosas, porque está escrito cuando aún Freud está sosteniendo su primera metapsicología y primera tópica y, sin embargo, encontramos en él los hilos que lo llevarán a las segundas.

En este sentido podemos situarlo como vanguardia. Y ¿qué es una vanguardia? Es lo nuevo pero también, tal como la considera Ricardo Piglia, para dar cuenta de qué es una vanguardia hay que pensar en la temporalidad y en el espacio; la vanguardia problematiza lo que viene siendo establecido. Tiene que producir necesariamente cortes y rupturas desde el punto de vista de la temporalidad, pero no respecto del pasado sino cortes respecto a lo contemporáneo, en el presente. Por lo tanto, guarda relación con un espacio y una temporalidad singular y, a la vez, toca lo político. Sostiene que es la reformulación del lugar de una práctica y su actor en relación con la sociedad y en contra de ella,[2] o como sostiene Jacques-Alain Miller “la exigencia de lo nuevo como tal es profundamente unheimlich”.[3]

Podríamos dividir el texto freudiano en tres hipotéticas partes que no siguen las tres indicadas por Freud.

Un primer tramo en el que hace un exhaustivo trabajo apoyado en la estética y la literatura acerca de lo ominoso (Unheimlich). Sabemos que se detiene finalmente, en la definición de Schelling, “quien enuncia acerca del concepto de lo unheimlich algo enteramente nuevo e imprevisto. Nos dice que unheimlich es todo lo que estando destinado a permanecer en secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”.[4]

En la segunda parte, Freud toma el cuento “El hombre de arena” de E.T.A. Hoffmann, en el que vincula la idea terrorífica de ser privado de los ojos como sustituto de la angustia de castración, angustia de castración que, après-coup, da una significación al agujero original.[5]

Sin embargo, hasta aquí estamos en la primera metapsicología ya que se trata de la angustia ligada al padre vía los complejos tal como lo trabaja Jacques Lacan al comienzo de La angustia, en tanto liga lo unheimlich a la angustia de castración y al menos phi.[6]

Es nuestra hipotética tercera parte del texto la que podemos considerar realmente de vanguardia, ya que encontramos en el trabajo sobre otro texto de Hoffmann –Los elixires del diablo–, las dificultades que ya desde el comienzo se le presentaban a Freud en relación con la presencia del analista. Recordemos que ya en 1895 consideraba a la persona del médico como una de las más fuertes resistencias y fuente de obstáculo para la cura.[7]

En esta tercera parte, y a partir del libro de Hoffmann, sitúa el fenómeno del doble como constitutivo y en tanto tal implicará una dimensión de lo ominoso que queda por fuera de la articulación con el complejo de castración ya que formará parte de la constitución misma del yo. Se trata de la repetición no deliberada de lo mismo que vuelve ominoso algo inofensivo, “el factor de la repetición de lo igual como fuente del sentimiento de lo ominoso”;[8] sentimiento que recuerda, por otro lado, el desvalimiento-desamparo original (Hilflosigkeit). La experiencia del doble sostenida en restos del narcisismo primario, representaciones que han nacido “sobre el terreno del irrestricto amor por sí mismo”. “Con la superación de esta fase cambia el signo del doble: de un seguro de supervivencia, pasa a ser lo ominoso anunciador de la muerte”.[9]

Freud mismo ubica en una nota a pie de página[10] –y es lo que comenzará a tomar protagonismo al año siguiente– la compulsión de repetición que depende de la naturaleza de las pulsiones que tienen suficiente poder para doblegar al principio de placer.

Podemos entonces situar entre la segunda y la tercera parte del texto diferencias cruciales: con el ejemplo del cuento de Hoffmann, Freud sigue sus desarrollos de la primera metapsicología, lo unheimlich articulado a la angustia de castración y a lo que se representa en un tiempo continuo, en este sentido queda dentro del campo de las representaciones y de la realidad psíquica. Con Los elixires del diablo, en cambio, leemos que lo ominoso se presenta como un instante de caída, de conmoción de la realidad psíquica y la necesaria implicación del cuerpo: lo ominoso en el vivenciar mismo. No basta con que se arranquen los ojos sino que una vez en el piso éstos hagan una guiñada, aparición allí de un deseo en algo que debería mantenerse inanimado. Allí ese afecto terrorífico que presentifica la ambivalencia que encontró en todas las lenguas, da lugar a la presencia de lo extraño en lo familiar como vivencia que toca el cuerpo.

Lo resumo de este modo: lo ominoso en “El hombre de arena” está en relación con la primera metapsicología, se ubica en lo que se representa, implica un tiempo continuo, refiere al campo de las representaciones.

Lo ominoso trabajando Los elixires del diablo, indican la orientación a la segunda metapsicología, está en relación con lo que se presenta, implica la dimensión del instante, refiere, como condiciones, a lo vivido y, en este sentido, tocar el cuerpo.

Es el trabajo que continúa haciendo Lacan sobre lo Unheimlich en el seminario La angustia, en el que prosigue un hilo no sólo conceptual sino estructural: la presentificación del fenómeno de lo ominoso como un modo privilegiado de aparición de lo propio-extraño, goce del sujeto que estructuralmente el prójimo encarna: heim y Unheim operando moebianamente.

Enfrentado a ese extraño núcleo de goce –núcleo de nuestro ser–, el sujeto experimenta el desvalimiento-desamparo radical (Hilflosigkeit) en el que se encuentra constituido. El Otro puede alojarlo en tanto le ofrece su falta, allí encuentra su casa (el heim) pero sin poder eliminar su núcleo (Unheim), no puede subsumirlo al significante, no puede disolver su inquietante núcleo real.

Citando a Éric Laurent, “a veces, para cada uno de nosotros, un ligero estado de despersonalización es suficiente para uno entrar en una profunda desorientación en la cual perdemos nuestras costumbres y lo que solemos hacer o pensar. Así tenemos incluida dentro de nosotros la noción de la medida. El espacio puede muy bien con un pequeño trastorno, un momento así de angustia, nos encuentra en un espacio unheimlich en el cual el interior y el exterior no están más separados, en el cual uno no sabe si está adentro o afuera, uno no sabe si la persona que acaba de pasar el marco de la puerta está hablando de él a lo lejos. Y todas las experiencias que Freud divisó en el registro unheimlich tienen que ver con esta deformación topológica del espacio, que pueden surgir en estas alteraciones de los semblantes, de las apariencias”.[11]

En este último sentido pensaba la actualidad de la letra freudiana de 1919, situando lo ominoso como consecuencia de la operación del analista: la posición del analista en relación con lo Unheimlich abre la línea para pensar su presencia como intervención orientada hacia lo real. Presentificación que culmina con un “sentimiento, frecuentemente teñido de angustia, de la presencia del analista”.[12]

Vanguardia, entonces, en tanto sitúa una dimensión de la angustia-terror, que Freud continuará en sus desarrollo de “Inhibición, síntoma y angustia” y en la “32° conferencia. Angustia y vida pulsional”; textos a partir de los cuales se puede extraer lo “extraño” y lo perturbador como efecto del encuentro con un analista y pensar el estatuto de su presencia real.

NOTAS

  1. Parte de este trabajo sigue mis aportes en el artículo publicado en: AA. VV. “Lo Unheimlich y el problema del fin de análisis”, Huellas freudianas en la última enseñanza de Lacan. La clínica de lo real en Freud, Volumen III (Comp. Osvaldo Delgado), Grama ediciones, Bs. As., 2017, pp. 169-180.
  2. Piglia, R., Las tres vanguardias. Saer, Puig., Walsh, Eterna Cadencia, Bs. As., 2016, p. 78.
  3. Miller, J.-A., (en colaboración con Éric Laurent), El Otro que no existe y sus comités de ética, (1996-1997), Paidós, Bs. As., 2005, p. 330.
  4. Freud, S., “Lo ominoso”, (1919), Obras Completas, Vol. N° XVII, Amorrortu editores, Bs. As., 1990, p. 225.
  5. Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 231.
  6. Lacan, J., El seminario, Libro 10. La angustia, (1962-1963), Paidós, Bs. As., 2007.
  7. Freud, S., “Estudios sobre la histeria (Breuer y Freud)” (1893-93), Obras completas, Vol. N° II, Amorrortu editores, Bs. As., 1990, pp. 305-307.
  8. Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 236.
  9. Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 235.
  10. Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 238.
  11. Laurent, É, “Los autistas. Sus objetos, sus mundos”, conferencia dictada en la Facultad de Psicología, UBA, 19 de noviembre de 2013, inédita.
  12. Lacan, J., El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, (1953-1954), Paidós, Bs. As., 1990, p. 87.
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