Un interés de Lacan
En 1962 Jacques Lacan hacía referencia al poco interés que había despertado Das Unheimliche entre los psicoanalistas. “Es un articulo que nunca he oído comentar”, decía, “y a propósito del cual nadie parece haberse percatado siquiera de que es el eslabón indispensable para abordar la cuestión de la angustia”.[1]
En diversas intervenciones, en distintos años, Lacan localizará otros aspectos en el texto freudiano, aunque el confín de la angustia insista.
Das Unheimliche
El escrito de Freud nos presenta una producción excesivamente comprimida, que desborda su propio marco. Esa riqueza permite una amplia variedad de lecturas.
En lo que sigue nos interesa evidenciar que el escrito ha estado presente, de forma operativa, en la resolución de un problema con el que se encuentra Lacan en el seminario de El Sinthome. Esta solución no le ha traído ningún disgusto.
Un recorrido por Das Unheimliche nos ilumina dicha solución.
El doble, demonios y religión.
En el segundo parágrafo de Das Unheimliche, luego de una mención a los Elixires del diablo de Hoffmann, Freud propone un desarrollo sobre el doble. Para la ocasión convoca al libro homónimo de Otto Rank. Resume de forma admirable el libro, señalando que en él “se indagan los vínculos del doble con la propia imagen vista en el espejo y con la sombra, el espíritu tutelar, la doctrina del alma y el miedo a la muerte”.[2] Agrega que en el libro se explica un origen para el doble: este fue una seguridad contra el sepultamiento del yo, una enérgica desmentida del poder de la muerte y quizá el alma inmortal fuese el primer doble del cuerpo. A continuación Freud localiza un origen para esta representación. Expone que ella ha nacido sobre “el terreno del irrestricto amor por sí mismo, el narcisismo primario, el cual gobierna la vida del niño y del primitivo”.[3]
Esta mención permite la entrada en el texto de las vinculaciones existentes entre la concepción del mundo del animismo[4] y las producciones de la vida infantil. Con esta herramienta ordenará otras elaboraciones relativas al narcisismo primario, que se harán presentes en el acontecer del sentimiento Unheimliche.
El doble, continúa Freud, en otro tiempo poseyó un sentido más benigno. Con la superación del narcisismo primario, esta formación mutó en una figura terrorífica, del mismo modo que los antiguos dioses.
La referencia a la mutación de los antiguos dioses es alusión al trabajo de Heine, “Los dioses en el exilio”, donde se nos hace saber qué sucede en el movimiento de descenso de una religión y el surgimiento de otra.
Heine escribe sobre la transformación en demonios que han sufrido las divinidades grecorromanas al conseguir el cristianismo el dominio del mundo. En el desarrollo del texto nos enteramos que esos antiguos dioses, ahora demonios, viven en el exilio, entregados a nuevas tareas. También que acechan por retornar e imperar sobre lo que fue suyo.
Más demonios
En Das Unheimliche encontramos una suerte de asilo para demonios. Es demoníaco el óptico Coppelius del Hombre de Arena. Como acciones de demonios eran entendidas exteriorizaciones patológicas, en la Edad Media. Ejemplos son la epilepsia o la locura.
En esta línea, resalta la demoníaca compulsión de repetición. Al presentarla, Freud nos dice que ella quizá dependa de la naturaleza más íntima de las pulsiones, teniendo poder suficiente para imponerse al principio del placer, lo que le confiere ese carácter demoníaco, allí donde esta compulsión impera.
Para el 1919, años todavía Metapsicológicos, no estarían alejadas del pensamiento freudiano las distintas definiciones de pulsión, que rondan en variaciones de “el representante psíquico de poderes orgánicos”.[5] Del ´19 podría ser oriunda la definición que aparece en el Más allá del principio del placer, siendo que se trata de textos escritos casi en simultáneo:
“Una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas”.[6]
Cosmovisión animista superada (¿?)
Al inicio del tercer parágrafo Freud accede a un sentido para la búsqueda que es causa de su trabajo: “Acaso sea cierto que lo ominoso {Unheimliche} sea lo familiar-entrañable {Heimliche-Heimische} que ha experimentado una represión y retorna desde ella, y que todo lo ominoso cumpla esa condición”.[7]
Pero esa definición se encuentra refutada, por él mismo, apoyándose en los ejemplos originados en la ficción. Esto lo lleva a diferenciar en el sentimiento Unheimliche con origen en ficciones y aquel originado en lo vivenciado.
Luego teniendo presente la teoría analítica, hará una nueva demarcación, orientándose ahora por la procedencia de lo vivenciado; discrimina entonces entre lo relacionado a la realidad material y lo oriundo de la realidad psíquica y del complejo de castración. Nos interesa seguir el hilo de “la realidad material”.[8]
Lo vivenciado que proviene de la realidad material, como sucedía con el doble, se reconduce a la antigua concepción del mundo del animismo, análoga a los procesos anímicos y creaciones del narcisismo primario. Estas creaciones quedan ilustradas, en este parágrafo, por las experiencias que hagan presentes o posible la omnipotencia de los pensamientos, el inmediato cumplimiento de deseos, la existencia de dañinas fuerzas ocultas y el retorno de los muertos.
En el adulto aquellas convicciones parecieran que han sido superadas, pero siguen vivas y al acecho de su ratificación como realidades. Tan pronto sucede algo que pueda aportarles confirmación, las antiguas y abandonadas creencias retornan, como sentimiento Unheimliche.
Represión de las creaciones del narcisismo primario
Las convicciones animistas del hombre se encuentran en una suerte de superación; la represión recae en la creencia de su realidad material y no sobre una representación. Lo Unheimliche vivenciado se produce cuando esas primitivas convicciones (más o menos) superadas parecen confirmadas.
Freud indica que lo Unheimliche de esta clase se ausentará en quien haya liquidado en sí mismo, de forma radical y definitiva, las convicciones animistas. A pesar de esta afirmación, en el siguiente pie de página nos deja la posibilidad que esta liquidación no sea total.
Una anécdota, que lo tiene como protagonista y ya es conocida, es el ejemplo. Viaja en tren y un sacudón abre la puerta del baño de su camarote. Ante sí aparece un señor anciano en ropa de dormir. Freud piensa que el anciano ha entrado en su habitación por error y cuando se dispone a comunicarle ese traspié cae en la cuenta que el intruso era su imagen, que se reflejaba en un espejo. Recuerda el profundo disgusto que le causó aquella aparición. Esto merece su atención. Freud se preguntará si el disgusto no será un resto de aquella reacción arcaica que siente al doble como algo ominoso.
El no disgusto de Lacan, exorcismo y localización
Una de las traducciones al español de Das Unheimliche es inquietante extrañeza.[9]
Al comienzo hacíamos mención a un problema de Lacan. En la clase llamada “El espíritu de los nudos” del seminario El Sinthome Lacan recuerda que ya había anunciado un problema que lo trabajaba desde hacía dos meses: hacer ex-sistir un nudo borromeo de cuatro nudos de tres.[10] Si bien así presentado el planteo suena a trabalenguas, es un paso necesario para localizar y justificar el uso del cuarto nudo y sus consecuencias, que no son pocas. De ello da cuenta en lo que sigue de la clase.[11]
Su problema con los nudos, afortunadamente, encontró solución en las manipulaciones de la dupla de Soury y Thomé. Lacan nos informa que no recibió la novedad con sentimientos mezclados de disgusto y éxito, sino con entusiasmo. Considera el hallazgo un acontecimiento.
Antes escribíamos que Lacan se había manifestado acerca de no haber escuchado, por parte de analistas, comentarios del Das Unheimliche. Aquí trae la referencia al texto de Sarah Kofman, una autora cercana a Derrida, que no era analista. El escrito, Vautour rouge, tiene como referencia a Los elixires del diablo de Hoffmann. Era con este libro que Freud introducía en Das Unheimliche un tema: el doble.
Lacan explicará que el apoyo de su búsqueda no sería la inquietante extrañeza (suponemos aquí que por no haber encontrado disgusto sino entusiasmo), esa de la que habla la citada Kofmann. En contigüidad explica que la inquietante extrañeza depende indiscutiblemente de lo imaginario. Agrega que la geometría específica y original de los nudos tiene por efecto exorcizarlo (el exorcismo es algo afín a los demonios tan mentados en Das Unhiemliche).
Es pensable que este exorcismo se deriva, de lo que sigue, que es su localización.
Lacan propone, provisionalmente, ubicar la inquietante extrañeza en el nudo de tres. Es en un despliegue de lo imaginario, a la manera de dos nudos, sobre lo simbólico. La caracteriza como una inhibición específica, junto a lo imaginario del cuerpo.[12]
Nos hace saber, al pasar, que ha sucedido con él en su búsqueda. Indica que el pensamiento de esta nueva geometría, la de los nudos, hace experimentar a la imaginación una resistencia, cosa que le sorprende haber experimentado.
Al final de la misma clase hay otra alusión al tema. Luego de retomar el nudo de tres que había presentado en el seminario del año anterior, encontramos algo que no hallamos en aquel. Vuelve a localizar el goce del Otro en el cruce de lo imaginario y lo real, el sentido en la juntura de lo imaginario y lo simbólico y el goce fálico entre lo real y lo simbólico. Aquí aparece la novedad. Mientras expone lo referido al goce fálico lo discrimina del goce peniano y lo circunscribe. Dice que este goce peniano surge con respecto a lo imaginario y aclara: “es decir, al goce del doble, de la imagen especular, del goce del cuerpo”. Estás son referencias que encontrábamos en Das Unheimliche. Agrega “Este constituye propiamente los diferentes objetos que ocupan las hiancias cuyo soporte imaginario es el cuerpo”.[13]
En esta clase, con Das Unheimliche en el horizonte, lo imaginario recibe una serie de precisiones que no teníamos en el despliegue del nudo borromeo, que Lacan venía realizando desde El Seminario Libro 21.
Otro tanto sucede en la siguiente, donde las menciones al “amor propio como principio de la imaginación”[14] hacen eco a las producciones del narcisismo primario, fruto del amor irrestricto a sí mismo. O la freudiana “enérgica desmentida del poder de la muerte”[15] que originan las creaciones del narcisismo primario, resuenan en la lacaniana adoración del cuerpo del parlêtre, ese cuerpo que cree tener, cuerpo que es milagroso que subsista durante el tiempo de su consumación… inexorable.[16]
Recordemos: inexorable es la muerte.
NOTAS
- Lacan, J., El seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Bs. As., 2007, p. 52.
- Freud, S., “Lo ominoso” (1919), Obras completas, Vol. N° XVII, Amorrortu editores, Bs. As., 1979, p. 235.
- Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 235
- Freud exponía, en “Totem y Tabú”, tres cosmovisiones o concepciones del mundo: “Si hemos de seguir a los autores, la humanidad ha producido tres de estos sistemas de pensamiento, tres grandes cosmovisiones en el curso de las épocas: la animista (mitológica), la religiosa y la científica”. Freud. S., “Tótem y Tabú” (1913), Obras completas, Vol. N° XIII, Amorrortu editores, Bs. As., 1979, p. 81.
- Freud, S., “Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente” (1911), Obras Completas, Vol, N° XII, Amorrortu editores, Bs. As., 1979, pág. 68
- Freud, S., “Más allá del principio del placer” (1920), Obras completas, Vol. XVII, Amorrortu editores, Bs. As., 1979, p. 36.
- Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 245.
- Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 247.
- Su origen es la traducción al español de la traducción al francés que Marie Bonaparte hizo de Das Unheimliche.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, p. 46.
- El problema puede rastrearse en la elaboración de los últimos dos años del seminario. A los efectos de este texto, daremos una orientación. En el nudo de tres, los tres redondeles participan de las propiedades de los otros. Lacan dice, al final de esta clase, que los tres redondeles se imitan. Aquí busca un anudamiento que sea soporte del sujeto. De este cuarto, el sinthome, dependerá, poner en juego una completa aplicación de la textura del nudo, lo que implica que cada dimensión mantenga su propiedad. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 56.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 48. Recordamos que en el seminario anterior (clase del 13 de Mayo de 1975, El Seminario, Libro 22, R. S. I., inédito) había señalado a la inhibición como una nominación de lo imaginario.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 55. En la forma abierta del nudo de tres parece ubicar este goce peniano en el calce de la triple juntura del nudo. Esto acaso permita ajustar las referencias a la angustia de los dos años precedentes, donde la emergencia del goce fálico eran su ocasión. En la triple juntura encontramos al objeto a, afín a la angustia de El Seminario Libro 10.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 64.
- Freud, S., “Lo ominoso”, op. cit., p. 235.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p. 64.
La frase completa, ampliamente trabajada en los últimos años, se la encuentra en la página 64 de El Seminario El sinthome. Ella dice: “El amor propio es el principio de la imaginación. El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia — consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento. Ya es bastante milagroso que subsista durante el tiempo de su consumación, que es de hecho, por el hecho de decirlo, inexorable”.