Octubre 2019 • Año XVIII
#37
Invenciones

Una invención japonesa: la cultura Otaku

Eduardo Suárez

Bajar este artículo en PDF

"Autito"
100 x 150 x 70 cm
Diana Klainer

La clínica de las psicosis ordinarias es una fuente inagotable de recursos inventivos que los analistas siguen con atención y realizan su inventario, caso por caso.

Fue Jacques-Alain Miller quien hace tiempo nos incitó a poner bajo nuestra consideración el fenómeno Otaku[1] y un poco después, para hacernos una idea del porvenir de la clínica, nos recomendaba pensar en dirección a la adolescencia.[2] Como suele decirse, ese porvenir ya está entre nosotros, y quien se dedique a trabajar con adolescentes podrá constatar con qué frecuencia las soluciones prêt à porter son adoptadas por nuestros pacientes, y, en particular, desde hace relativamente poco tiempo, cómo aquellas provenientes de Japón se van volviendo predominantes. Asistimos a un proceso exponencial de promoción de identificaciones que, disponiéndose en todo un mercado, desemboca en nuevas prácticas, y por el cual se vuelven populares, subjetividades con nuevos nombres que poco a poco se van incluyendo en la categoría general de la cultura Otaku. A su alrededor se producen debates de todo tipo motivados por las borrosas fronteras entre clínica y modo de vida, para nada extraños al psicoanálisis, dado que múltiples experiencias clínicas muestran el uso que hacen los nombrados Otakus de esas identificaciones, para resolver el problema de su relación con el cuerpo y la identidad sexual, como así también del lazo al Otro cuando no se cuenta con el auxilio del discurso tradicional. Allí, concentrados en el pequeño universo en el que se sostienen y del cual dependen, ellos elaboran cada anudamiento supletorio de modo permanente.

Al respecto, los Japanese Studies han crecido en el mundo exponencialmente, sobre todo en el académico, no obstante, estos son muy incipientes en ciertos planos, y en cuanto a la cultura Otaku, los estudios antropológicos, sociológicos y clínicos son relativamente escasos.

Japón mantiene desde hace años una política sin duda muy lograda, de esas llamadas “agresivas”, para extender su imperio cultural. Lo hizo a través de las modas New Age y todas las disciplinas del buen vivir, pero lo que hoy se destaca es este fenómeno cultural impresionante montado sobre la industria del manga, el animé, las series televisivas y los videojuegos, que impone su marca en occidente, superando incluso, en muchos ámbitos, a los Estados Unidos. Nos enfrentamos, por una parte, a una globalización del fanatismo por estos productos, vehiculizado por las nuevas tecnologías y los medios masivos de comunicación. Pero a ello debemos añadirle la parte que concierne a los sujetos que integran la masa de fanáticos, pues ellos desprenden de allí una serie de prácticas que pasan por todo un abanico de manifestaciones posibles: desde las múltiples intervenciones masivas en el espacio social, hasta aquellas que alcanzan una singularidad máxima y se expresan en lugares muy privados, incluso solitarios, hasta llegar al dispositivo analítico.

 

Un hecho posmoderno

El filósofo japonés Hiroki Azuma en su libro “Otaku”, subtitulado “Consumo por base de datos”[3] emparenta esta tendencia a una de las formas de la posmodernidad. La considera un efecto de la caída de los grandes relatos y particularmente de la evaporación de las diferencias entre el autor y la copia. Baudrillard con su idea de la prevalencia del mapa sobre el territorio en la posmodernidad y el consumo de simulacros, había concebido anticipadamente un estado de cosas similar.[4] Efectivamente, el libro de Azuma muestra muy bien el hiperdesarrollo de los simulacros a partir de las tecnologías web, donde, por medio de algoritmos que trabajan sobre una combinatoria de rasgos que producen emociones, se fabrican nuevos ídolos que los fanáticos emulan, encarnan y reproducen, hasta hacerse representar por ellos en lo social.

 

La cultura japonesa en la enseñanza de Lacan

Por ello resulta interesante seguir estudiando las condiciones estructurales de estos fenómenos a la luz de la enseñanza de Lacan que, a propósito de lo que designa como “la cosa japonesa”,[5] dejó indicaciones muy valiosas. Porque más allá de la política cultural de Japón, habría que explorar la hipótesis de que hay una subjetividad que se va universalizando poco a poco, en la medida en que se van generalizando ciertas condiciones que están contempladas en esas indicaciones.

Como se sabe, a partir de sus viajes, Lacan hizo algunas importantes incursiones sobre el tema. Las primeras a la altura de El Seminario 10, La Angustia[6], y las otras en “Lituratierra,”[7] la cual se complementa con el Advertencia al lector japonés de la edición japonesa de los escritos[8] y El Seminario 18.[9]

En “Lituratierra”, lo decisivo es el imperio de la letra en la lengua japonesa. Como en ninguna otra la presencia de lo escrito es muy fuerte. Por un lado, porque se inscriben en ella las reglas de cortesía que estructuran las relaciones, y el marco en el que se basan las traducciones; y por otro, porque la escritura japonesa se sirve de la china que pasa a la lengua oral leída de dos maneras posibles, la onyomi y la kunyomi. Todo ello determina un estado diferente del sujeto del inconsciente. Dice Lacan: “… es desde allí promovida como referente tan esencial como toda cosa, y esto cambia el estatuto del sujeto. Que él se apoye sobre un cielo constelado, y no solo sobre el rasgo unario para su identificación fundamental, explica que solo pueda apoyarse en el , es decir, en todas las formas gramaticales cuyo enunciado mínimo varía según las relaciones de cortesía que implica en su significado.”[10]

La primera condición que hay que situar entonces, es la ausencia de un rasgo unario como identificación fundamental, justamente aquella identificación que dotaría al sujeto de un estilo particular. Lacan encuentra más bien una constelación, una pluralidad de identificaciones que se sostienen en una organización que tiene como soporte lo escrito. Análogamente, la vida Otaku está ordenada a partir de códigos y guiones que constituyen modos de relación que buscan inscribirse en la lengua común. Vale recordar que el término mismo, Otaku, proviene de una de las tantas formas del en japonés, aquella que se utiliza para designar al otro más familiar. Aquello que constituyó al Otro trascendental, el nombre del padre, hoy en declive, deviene el otro familiar que se inventa a partir de esta disciplina. La trascendencia de la representación subjetiva es reemplazada por la inmanencia del grupo ocasional en una zona reducida de certeza.[11]

 

El esnobismo

Eso que comenzó en los Estados Unidos con los dibujos animados y las grandes producciones, fue copiado y mejorado en Japón gracias al arte pictórico y las disciplinas caligráficas de las que Lacan habla en “Lituratierra”.

En 1959, Alexandre Kojéve había visitado Japón y en 1968, había usado el término “snob” para definir a los japoneses. Lacan lo toma muy en cuenta cuando escribe: “Solo a partir del esnobismo nos quedaría alguna posibilidad de acceder a la cosa japonesa sin ser demasiado indignos de ello.”[12] La ausencia del rasgo unario como identificación trascendental hace a la subjetividad japonesa mucho más plástica y suelta a la hora de copiar modelos, adoptarlos e identificarse con aquello que la conmueve. Esta es la segunda condición cuya generalización debería verificarse. La posición snob es contraria a la de mantener un estilo. Lacan se sirve del juego de palabras en francés y dice que, para ello, para copiar, solo hace falta un stylo, esto es, un bolígrafo. Esta soltura hecha de la relación del semblante con el vacío del rasgo unario había fascinado a Barthes y lo testimonia en su libro “El imperio de los signos”,[13] particularmente en su consideración del bunraku. Refiriéndose a eso dice Lacan: “El bunraku, teatro de marionetas, permite ver su estructura (…) el Japón es el lugar donde es más natural sostenerse en un o una intérprete.”[14] Introduce así una precisión dejando una indicación crucial que podemos expresar de esta manera: si bien asistimos a un simulacro generalizado, sin embargo, en tanto tal, este no se reduce a un mero juego de semblantes, por el contrario, según la estructura del bunraku, el sujeto se encuentra dividido entre el semblante que se copia y la letra que lo organiza.

En una de sus últimas entrevistas concedidas a la prensa, Kojéve anticipaba que se iba a producir, una japonización de los occidentales. Por ello, situar las coordenadas de la invención japonesa según la enseñanza de Lacan es una tarea a continuar.

De momento, el deber de hacer una clínica día a día, de inventariar inventos, no debe empujar al analista pensarse como excluido de los cuadros que describe. Concluyamos entonces con una observación de J.-A. Miller a propósito de nuestro tema: “… hay algo, con todo, en el psicoanálisis, que permite ser conceptualizado como una respuesta Otaku. Hay algo del estilo de vida Otaku en las sociedades analíticas, en las sociedades, en las escuelas de psicoanálisis. Se podría decir incluso que la propia experiencia analítica es del orden de la respuesta Otaku –la respuesta analítica como búsqueda de certidumbre, y ello también porque la misma relación que se establece en el marco analítico restituye al sujeto una zona de certidumbre.”[15]

NOTAS

  1. Miller, J.-A., “El inconsciente es político”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis Nº1, Grama ediciones, Buenos Aires, 2003, pág. 16.
  2. Miller, J.-A., "En dirección a la adolescencia", Registros, Tomo Rojo, Jóvenes, Colección Diálogos, Buenos Aires, 2016.
  3. Azuma, H., Otaku: Japan's Database Animals, University of Minnesota Press Minneapolis, Londres, 2001, pág. 88.
  4. Baudrillard, J., Cultura y simulacro, Editorial Kairós, Barcelona, 1978.
  5. Miller, J.-A., “Lacan y la cosa japonesa, Observaciones y preguntas”, Revista Lacaniana de Psicoanálisis Nº 24, Grama ediciones, Buenos Aires, 2018, pág. 21.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2007, pág. 231.
  7. Lacan, J., “Lituratierra”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 19.
  8. Lacan, J., “Advertencia al lector japonés”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 523.
  9. Lacan, J., El Seminario, Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Paidós, Buenos Aires, 2009.
  10. Lacan, J., “Lituratierra”, Otros Escritos, op. cit., pág. 27.
  11. Miller, J.-A., “El inconsciente es político”, op. cit., pág. 17.
  12. Lacan, J., “Advertencia al lector japonés”, Otros Escritos, op. cit., pág. 523.
  13. Barthes, R. El imperio de los signos, Seix Barral, España, 2007.
  14. Lacan, J., “Lituratierra”, Otros Escritos, op. cit., pág. 28.
  15. Miller, J-A., “Intuiciones Milanesas”, El psicoanálisis, Revista de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, N° 30/31. Recuperado de http://elpsicoanalisis.elp.org.es/numero-3031/intuiciones-milanesas/
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan