
Cecilia Salvetti
Homless
1.
Quería compartir hoy con ustedes una enseñanza que extraje de la presentación que hizo Bernardino Horne en la reciente Noche del Pase (23/09/2009). Se pudo sentir en esa presentación algo de lo vibrante y genuino que tiene el Pase y lo que eso deja pasar todavía. Las intervenciones desde el público siguieron esa huella. Como hice una intervención en relación a un detalle de su exposición, y como me parece que ese detalle toca algunas de las cuestiones que trabajamos aquí en este seminario, con nuestra desprolijidad orientada y aprovechando la ocasión, quería compartir con ustedes lo que pude extraer de allí respecto del no- todo en el varón a partir de la presentación de Bernardino. O para decirlo de otro modo, él hizo presente algo de aquello que los varones, aferrados al falo, ignoramos olímpicamente como forma de rechazo a lo femenino, cosa que como estudiamos, también hacen las mujeres, en su manera de aferrarse al falo.
Es siempre difícil e interesante trasmitir, como trataré de hacerlo hoy muy brevemente, alguna perla de un testimonio de pase. Los testimonios del Pase reciben múltiples respuestas a su trasmisión, respuestas que dan cuenta de lo que Jacques Alain Miller llama el Pase Bis. Es decir cuando la hystorización debe producir una satisfacción, no ya en el pasante sino en el Otro que la recibe, más allá del dispositivo, es decir más allá de los pasadores y del cartel.
Están las respuestas emotivas: curiosidad, fascinación, rechazo, indiferencia… que dejan la trasmisión a la deriva de la emotividad del momento, del carisma del AE o de su falta de carisma para trasmitir su hystoria de un modo convincente, o interesante para la comunidad. Está también la idealización que vuelve a los testimonios intangibles, lo que ha producido los peores efectos, como si no pudiera argumentarse alrededor de esa palabra, que está allí justamente para que se argumente sobre una experiencia que no debe quedar en el plano de lo insondable. Otras respuestas son los comentarios talmúdicos, que con una intención de exhaustividad corren el riesgo de que el comentario sustituya a la experiencia genuina y de trocar el texto en letra moribunda. Por supuesto que también hay comentarios distintos, vibrantes y que adoptan el valor de una interlocución inédita, y hasta llegan a tener el valor de una interpretación para el AE. Y también están esos comentarios que algunos AE hemos tenido el privilegio de recibir en varias oportunidades, y que iluminan zonas que los testimonios dejan en sombras. Y por cierto están los ecos inesperados donde se puede sentir que un fragmento del testimonio ha aclarado para alguien cierta zona en sombras, cierta aporía, cierto detenimiento y que algo de eso le permite proseguir su propia experiencia. Me autorizo a decir esto así, porque como ustedes pueden inferir he sentido este abanico de respuestas en carne propia.
La otra noche, Bernardino Horne comentó su propio testimonio muchos años después, creo que 10 años después de haberlos trasmitido y nos hizo sentir lo que se mantiene vivo para él de esa experiencia. Mostró también como se mantiene vigente una reflexión genuina, (la palabra genuina no deja de venir a mi boca) sobre esa experiencia. A tal punto que me hizo exclamar como un Eureka: ¡¡¡ "el pase terminable e interminable"!!!.
Para indicar porqué me ocupo hoy de esto, empiezo por decir que el pase es estar entre semblante y real… o dicho de otro modo, en el pase se aprecia más definido el litoral entre la bruma del semblante y el desierto de lo real, tema que tocamos en nuestra indagación de este año sobre la comedia de los sexos y el partenaire síntoma y en nuestras lecturas del seminario XVIII.
2.
Vayamos entonces a este fragmento que nos presentó Bernardino −Varón− Horne.
No es necesario estar muy al tanto de la totalidad de su Pase, para entender el punto que me interesa señalar, si digo que Varón habló entre líneas, pero también explícitamente de la posición femenina al final del análisis. Se entiende la importancia del asunto para alguien bien instalado en los semblantes que su sobrenombre ha fijado: Varón.
Ubicó conceptualmente dos modos de concebir para él esa posición en el final de su análisis: 1) aceptación de la castración. 2) aceptación del goce en posición de objeto (posición, aclaremos nosotros, que en la lógica del varón es rechazada a toda costa hacia el Otro sexo que deviene así su objeto y su lazo sinthomático).
Y lo ilustró con "el acceso a cierta delicadeza, a tener otras armas para la guerra al tiempo que se la rechaza, y al gusto por la poesía".
O para ser más preciso, como me lo escribió ayer a mi pedido de precisión ya que no estaba seguro de que mi memoria fuera muy fiel a sus palabras, ese acceso tuvo para él dos vías:
"Por un lado la vía del amor y por otro la relación al A tachado. Por la vía del amor entra la mujer como alteridad, ya que hasta ese momento el hombre solo se relacionaba con el elemento de su goce en el fantasma. Por el lado de la relación al A tachado, donde encontraba que lo imposible de decir era permeable a cierta delicadez o cierta delicadeza en el ser, la poesía, las palabras de amor…"
Ven que nos acercamos a temas que hemos tratado aquí, al menos en nuestras últimas reuniones. Les recuerdo por ejemplo la exposición de Fabián [2] alrededor de la cuestión del fetichismo y los "hombres clásicos" en Freud; la excursión −siempre inquietante para los varones neuróticos que somos− por el campo de los hombres sin ambages que nos presentó Gustavo [3]; y los comentarios de Graciela [4] en la última reunión sobre la carta de amor, la mascarada viril y la feminización.
Bernardino, Varón, se refirió a un momento del curso de su análisis, no del final, en el que me quiero detener. Este momento, ya trabajado en sus testimonios, adquiere por medio de un detalle que recuperó recién ahora, tantos años después del final y del pase, un valor que quiero destacar, que él insinuó y al que agrego mi lectura. En ese momento del análisis una interpretación, la interpretación de un sueño, antecede a un episodio en donde el sujeto se pierde en el Metro y, completamente desorientado sale a la superficie en las puertas de un cementerio.
En un segundo episodio al tono, se encuentra frente a un cuadro en el Louvre, nuevamente perdido, pero esta vez en el saber. Frente a ese cuadro confunde la figura de un rey con la de otro rey, haciéndosele evidente en el análisis que este lapsus pone en escena el nombre de su hijo.
Varón decía que esos eran los caminos que abrió la interpretación del analista. Pero solo ahora, un ahora no especificado, reconocía que lo esencial y no tocado de ambos episodios, y no tocado por la interpretación, era perderse. Lo esencial era perderse.
Mi lectura es que por un lado un acto fallido lo lleva a la tumba del padre y abre el camino de la elaboración del duelo por aquel hombre poderoso "aquel que pudo ser Presidente", mientras que un lapsus apunta al propio hijo con semblante de Rey. El campo del inconsciente, transferencial, claro. En cambio, "perderse", no lleva a ninguna parte definida, no tiene, para decirlo con palabras de Jacques Lacan "ningún alcance de sentido o de interpretación". [5]
Relató entonces otro episodio que recuperó también ahora, un episodio de su último año de la carrera de medicina. Debía inscribirse, va al piso correspondiente de la facultad y se pierde. Ese extravío tiene un correlato de angustia muy intenso. Con un humor que no le falta, nos contó que por ejemplo en las Jornadas siempre necesita que alguien lo ayude con los trámites, en fin que alguien lo ayude a inscribirse, porque él solo no puede, no lo logra.
Ese "perderse", que está al nivel del inconsciente real no se inscribió en el análisis y se podría decir que solo se inscribe ahora, cuando es situado.
Ese "perderse" es lo que hay entre los semblantes de este varón. Es el litoral mismo del no-todo inscripto en la lógica fálica. Y se ve muy bien, Varón lo hace ver ahora que él lo ve, que no hay que buscar el no todo como incompletud. Ese "perderse" es lo que queda afuera, irremediablemente afuera, de lo que Jacques Alain Miller llamó en su curso El Partenaire-Síntoma "los tejes y manejes del macho".
En uno de sus testimonios, La vía de la perplejidad, Varón dice algo de esto:
"El fantasma fundamental es, según la teoría, más difícil de atravesar en el hombre. El se agarra más firmemente al Otro […] Consentir el goce no- todo, asumir la castración, sería un acto de aceptación de su ser sujeto femenino".
Entiendo que dio un testimonio donde se capta eso que escapa al semblante, al semblante masculino y qué se podría escribir S (A tachado).
Le dije en mi intervención esa noche, que su acto fallido y su lapsus me evocaban el cuadro de los Embajadores de Holbein que Lacan comenta en el Seminario 11. Tuve que ir entonces a buscar el comentario que Lacan hace del cuadro y encontré varias cosas interesantes.
Les recuerdo la referencia de Lacan, que me voy a permitir variar un poco, al que le voy a agregar algo suplementario, de la mano de Varón.
"Los dos personajes están tiesos, erguidos en sus ornamentos ostensivos. Entre ambos una serie de objetos que en la pintura de la época representan los símbolos de la vanidad (…) Entonces delante de esa ostentación del ámbito de la apariencia (del semblante) en sus formas más fascinantes ¿Cuál es el objeto que flota, que se inclina? No pueden saberlo –y desvían la mirada, escapando así a la fascinación del cuadro. Empiecen a salir de la sala, donde sin duda los ha cautivado durante largo rato. Entonces, cuando al salirse se dan vuelta para echar una última mirada –así lo describe el autor de Anamorfosis– ¿Qué disciernen en esa forma? – una calavera". [6]
1°) digamos entonces que entre los esplendores del semblante fálico, se desliza la muerte.
Pero Lacan sigue…
"... Holbein hace visible algo que es sencillamente el sujeto como anonadado, de una forma que es la encarnación ilustrada del –fi de la castración". [7]
2°) Tenemos entonces al sujeto como afánisis respecto del semblante fálico
Y aún prosigue
"Pero la función de la mirada ha de ser buscada aún más allá. Veremos entonces dibujarse a partir de ella, no el símbolo fálico, el espectro anamórfico, sino la mirada como tal…" [8]
Por fin 3°) el objeto a, lo que no está en el cuadro
Siguiendo lo que enseña el testimonio de Varón, me permito argumentar que hay algo que se puede agregar a esa serie, hay algo más que se desliza aún detrás de la calavera, de la castración y del objeto a, y lo que se desliza ahí es el agujero que estos tres semblantes velan, S (A tachado), lo femenino como tal. Un análisis llevado hasta el final permite captarlo, de diferentes maneras, en diferentes tiempos, con diferentes luces. Lo femenino, que no es la mascarada femenina, sino lo que no es tomado en el caso del varón por la mascarada viril, por la lógica fálica.
Podría uno preguntarse ¿cuál hubiera sido la interpretación que se hubiera podido extraer del cuadro de Los Embajadores, si Lacan hubiera formulado allí su teoría del no- todo, que en ese momento buscaba afanosamente con el objeto a apenas formulado, y que solo llegaría con el Seminario 20? Como ven, es una pregunta inútil, tanto como la pregunta de qué hubiera pasado si el analista le hubiera dicho, "perdido".
Lo que sí es seguro es que en el ejemplo que este testimonio nos ofrece, tenemos la oportunidad de captar un no- todo varón. En la otra orilla, fálica, se funda el impasse sexual del hombre.
F. Cheng conjeturaba que "al fin de cuentas, sería para acorralar a lo misterioso femenino, caro al pensamiento taoísta, que el Doctor Lacan emprendió en su compañía, su búsqueda china".
Varón capta algo de eso y lo trasmite con estilo, el que es el suyo.
NOTAS
- Texto establecido a partir de una intervención en la clase del 7-10-2009 del Seminario La comedia de los sexos y el partenaire-síntoma dictado por Graciela Brodsky, Fabián Naparstek, Gustavo Stiglitz y Mauricio Tarrab.
- Fabián Naparstek.
- Gustavo Stiglitz.
- Graciela Brodsky.
- Lacan, J. "Introducción a la Edición alemana para un primer volumen de los Escritos", En Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pp. 579- 585.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, p. 95.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, p. 95.
- Lacan, J., El Seminario, Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, p. 96.