AÑO XV
Octubre
2021
40
Sexuación, lógica y acontecimientos

Hablamos de amor

Mónica Wons

Graciela Hasper - Sin título
1997. Acrilico sobre tela, 50x165cm

Hay una evidencia incontrastable: a las mujeres nos gusta hablar de amor. Del amor no correspondido y el correspondido, del amor perdido, del amor pasión, del amor platónico, del amor prohibido, del amor de transferencia… sea cual fuere su estatuto, existe cierta afinidad entre las mujeres y el amor, que Freud ya había advertido.

En la elaboración freudiana, la compleja articulación entre amor, deseo y goce en relación a la feminidad, queda ligada al falocentrismo, anudada a la lógica falo-castración. La formalización que Lacan opera sobre dicha elaboración, sobre todo en los años 70 con el Seminario Aun, introduce una dimensión inédita del amor, en el campo femenino, que se desprende de una lógica (sexuación), radicalmente disimétrica para hombres y mujeres.

A partir de las últimas elaboraciones de Lacan, aquellas que se derivan del axioma no hay relación sexual, el amor se presenta como aquello que la suple. Y esta es su dimensión más real.

Porque no hay significante que pueda escribir el sexo mediante una razón, dice Lacan, hay encuentros, contingentes, que pertenecen al registro del amor, a través de los cuales, se demuestra lo imposible, un real.[1]

Del mismo modo que no hay razón que pueda escribir la relación sexual, tampoco hay una razón que pueda escribir, en el campo femenino, el goce no-todo fálico que la habita, que la conecta con el S (Ⱥ).

Ya en los años 60,[2] Lacan había anticipado la cuestión, interrogando (cuestionando) la mediación fálica como único drenaje posible de lo pulsional (goce) femenino, recordando no confundir el suplemento de lo femenino a lo masculino al complemento del pasivo al activo, planteando que se trata de un goce que no se relaciona al Otro, sino a su propia contigüidad.

Se trata, en el caso de las mujeres, de un amor entretejido con el goce, retomando una expresión de J.-A. Miller.[3] Tal como se desprende de esta formulación y de sus desarrollos, por un lado, en tanto se trata en el caso del goce femenino, más allá del falo, de un goce real, indecible, imposible de simbolizar, "es un goce sobre el que no hay saber, un goce del que no se puede decir nada, marcado por el sello de la ignorancia".[4]

Por otro lado, "la tesis de Lacan es que el goce de la palabra… es especialmente este goce femenino suplementario. Es el goce erotómano, en el sentido de que necesita que su objeto hable y por esto es un goce que necesita pasar por el amor".[5]

La necesidad de la palabra, sobre todo bajo la forma de la palabra de amor del partenaire, propia del amor que habita la demanda de amor femenina, se deduce de la modalidad del goce no-todo que escapa a la condición finita, limitada, propia del goce fálico. Se desprende del entretejido del amor y el goce, y por la vía del amor, procede del funcionamiento mismo de la articulación significante, que siempre pide un significante más, aún.

Estas consideraciones, me evocan el relato de una joven analizante, identificada en sus condiciones de amor y goce a la degradación de la vida erótica. En cierto momento del análisis, su defensa contra el amor se ve conmovida, la contingencia irrumpe de un modo inesperado, es el encuentro contingente con el amor. A partir de ese encuentro, algo se inscribe en el cuerpo que introduce un dolor imposible de clasificar. No puede continuar sosteniendo el semblante de la disociación (amor y goce). No puede soportar fácilmente seguir subordinada a la erótica del silencio, algo que antes de la emergencia del amor constituía una condición. El partenaire ocasional se vuelve necesario y él desconoce ese nuevo malestar que sintomatiza en ella esa condición de goce masculina. "¿Por qué tengo que hablarle de eso? ¿Por qué tengo que hablar de eso?", repite una y otra vez.

Podríamos concluir: porque el amor está hecho de palabras. Y a través de ellas, participa de un Otro goce.

Pero también, el amor está hecho de silencios. Es lo que destaca Eric Laurent: "… hay un punto, el punto en el que la palabra se calla... Es el punto donde nada se puede decir… Ahí se articula un lugar paradojal, que es el culmen, la esencia misma de la palabra y, al mismo tiempo, el punto en que (la palabra) desfallece",[6] y eso vale para hombres y mujeres.

NOTAS

  1. Lacan, J., "Introducción a la edición alemana de los Escritos", Uno por Uno. Revista mundial de psicoanálisis N˚ 42, 1995, p. 12.
  2. Lacan, J., "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina", Escritos 2, siglo veintiuno editores, Buenos Aires, setiembre de 1985.
  3. Miller, J.- A., El partenaire-síntoma, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2008, p. 316.
  4. Ibíd., p. 317.
  5. Ibíd.
  6. Laurent, E., "La disparidad en el amor", Virtualia #2,julio 2001.