AÑO XVII
Mayo
2023
42
Locura / psicosis / delirio

La locura nuestra de cada día

Graciela Brodsky

Atilio Pernisco
Liz's Dream / oil on canvas 60"x48"

El título "La locura nuestra de cada día" intenta, en primer lugar, distinguir locura de psicosis y, en segundo lugar, ubicar la orientación del psicoanálisis en relación al empuje sanitarista del mundo contemporáneo, empuje que establece qué hay que comer, cuántas horas debemos caminar, cuántos litros de agua tomar, qué vitaminas consumir y, a la vez, promueve una felicidad para todos que torna imperativo "ser sanos", "ser felices", "ser delgados".

Frente a este movimiento, el psicoanálisis constata que en su intimidad cada uno mantiene su chifladura personal, su propia locura que lo lleva, por ejemplo, a hacer dieta de día y vaciar la heladera de noche, a desvanecerse cuando hay que estar presente, a no querer dormir por miedo a que la muerte asalte sin previo aviso…

Es curioso que ese empuje a la felicidad para todos se acompañe de un aumento de la depresión, siendo esta, según la OMS, una de las enfermedades de mayor incidencia a nivel mundial. Es una de las paradojas entre lo que se promueve para todos y la locura propia de cada uno. Y es allí, en esa paradoja, donde se ubica la práctica del psicoanálisis. La práctica no es la clínica. La clínica es de lo particular; la práctica, de lo singular. A la clínica la entendemos como un saber que se deposita a partir de una práctica. Si desaparece una, la otra también desaparece porque una depende de la otra. Al mismo tiempo, la práctica renovada del psicoanálisis renueva la clínica psicoanalítica.

Nuestra clínica depende del lazo transferencial que existe entre un analizante y un analista, lo que equivale a decir que depende enteramente de que se practique el psicoanálisis.

Para Freud la transferencia dividía las aguas: estaban las neurosis de transferencia y las narcisistas, reacias a la transferencia y, entonces, inanalizables. Lacan extiende el campo: hay transferencia en la psicosis y el psicoanalista no debería retroceder frente a ella. Esto cambia la perspectiva, y cambia la clínica a tal punto que, al final de su enseñanza, la neurosis resulta ser un caso especial de locura. Es desde allí que puedo decir: la locura nuestra de cada día.

El 10 de octubre de 1978 Lacan escribe a las autoridades de la Universidad de Vincennes una carta para defender la enseñanza del psicoanálisis: "¿Cómo hacer para enseñar lo que no se enseña?". Añade allí que, como Freud ya lo había señalado, "todo era solamente un sueño y que todo el mundo (si una expresión tal puede decirse), todo el mundo es loco, es decir, delirante". Es importante entender en qué momento Lacan escribe esto: son los años 70. Ya no es Lacan respecto de Freud, sino Lacan respecto de Lacan mismo.

Hay que destacar esto porque Lacan, en su período clásico, alrededor de 1958, escribió sus tres o cuatro textos más conocidos: "La significación del falo", "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" e "Ideas directrices para un congreso sobre la sexualidad femenina". En esa época veía pacientes en el hospital de Sainte-Anne y había escrito en la pared de la sala de guardia donde él trabajaba: "No es loco quien quiere sino quien puede", indicando que para ser loco había que cumplir ciertos requisitos que no estaban al alcance de todo el mundo.

Si uno junta lo que Lacan había escrito en los años 50 en el frontispicio de la sala de guardia de Sainte-Anne con lo que dice 20 años más tarde ‒"todo el mundo es loco"‒ se ve que está diciendo exactamente lo contrario. Hay un cambio radical en la concepción de Lacan sobre la locura que va de los años 50 a los 70. Dos consecuencias clínicas se desprenden: la primera, el cambio de perspectiva sobre la psicosis y el punto de llegada de Lacan, la idea de que todo el mundo delira, es loco, es decir, delirante; y la segunda, la categoría clínica que no es de Lacan, sino de Miller, a la que nombrará psicosis ordinaria.

La primera clínica lacaniana de la psicosis fue la clínica estructuralista, la segunda fue la clínica borromea. Esta última, con su máxima "todo el mundo es loco, es decir, delirante", invalida, ridiculiza la idea de curación, relativiza el efecto terapéutico y destruye la idea de normalidad. Efectivamente, si todo el mundo delira, ¿dónde está la normalidad? La normalidad es un delirio.

La segunda clínica lacaniana de la psicosis no solo acaba con toda idea de curación, toda idea de normalidad, sino que amplía el concepto de síntoma sacándolo de su lugar en las neurosis. ¿Qué le enseña la psicosis al psicoanálisis? ¿Y por qué podemos decir que todo el mundo delira, que todo el mundo es loco? Es una manera de dar un argumento que permite ver lo que el psicótico le enseña al psicoanálisis y lo que el psicótico pone al descubierto sobre lo que la neurosis desconoce y, en este sentido, la dignidad del psicótico respecto del neurótico.

La primera clínica de Lacan ponía el acento en el déficit del psicótico, lo que no estaba en su estructura; era una clínica basada en la forclusión del Nombre del Padre. La segunda implica exactamente lo contrario, muestra el punto en el que el psicótico revela no el déficit, sino la estructura de una manera mucho más patética que el neurótico. El texto de Freud "La pérdida de la realidad en las neurosis y las psicosis" es nuestra referencia para ver la raigambre freudiana que tiene esta última época de la enseñanza de Lacan.

Para Freud la realidad se pierde tanto en la neurosis como en la psicosis. El punto de partida es, efectivamente, la pérdida de la realidad, el retiro de la libido de los objetos de la realidad: un objeto existe en tanto es libidinizado; si no está cargado libidinalmente, ese objeto es inexistente. Así Freud, que antes había sostenido que en la psicosis se retiraba la libido mientras que en la neurosis no sucedía esto, rectifica su idea en este texto crucial donde dice que la realidad está perdida para ambas estructuras. La interrogación del texto es: ¿qué sustituye la realidad perdida?

Para Freud, en la psicosis, lo que sustituye la realidad perdida es el delirio. En la neurosis la pérdida de la realidad puede ser reemplazada por elementos homólogos al delirio en tanto tienen la misma estructura. Freud trabaja especialmente dos: en primer lugar, la fantasía ‒si la traducimos en términos lacanianos, el fantasma‒ que tiene la misma función de suplencia. Y, en segundo lugar, el ensueño diurno, ese fantasear que se asemeja al sueño, pero en la vigilia. Es una realidad de reemplazo; dialéctica entre la realidad y el reemplazo que permite poner una cantidad de fenómenos en el mismo lugar que el del delirio en la psicosis.

Esto llevó a Freud a lo que formula en 1938 en "Construcciones en el análisis" donde afirma que no todo en la cura analítica puede ser recordado, que aparecen agujeros negros, opacos, y que es la construcción que el analista hace lo que viene a ocupar el lugar de eso que no está a disposición del sujeto. Cuando la construcción funciona tiene la misma fuerza probatoria que la realidad histórica. Uno dice: ¡es eso! Y se ve la dimensión de certeza que se obtiene que es igual que la dimensión de certeza en el delirio.

En este esquema Freud coloca la fantasía, el ensueño diurno y, también, la religión como un delirio: ante aquello que el sujeto no consigue explicarse construye el delirio religioso, que puede ser compartido o privado. Cada quien sabe lo que tiene que hacer antes de subirse a un avión para evitar que este se caiga, para aprobar un examen o para que un familiar no se muera; cada uno sabe qué recursos mágicos tiene que hacer en esa pequeña religión privada que cada cual inventa y que Freud homologa al delirio.

Lacan retoma esta idea diciendo que hay distintas maneras en que la realidad se pierde y señala tres grandes mecanismos de esta pérdida: la represión, la renegación y la forclusión. Verneinung, Verleugnung y Verwerfung. La primera enseñanza de Lacan intenta pensar las estructuras clínicas según estos tres mecanismos para decir que no se pierde igual la realidad en la neurosis, en la perversión y en la psicosis. En la neurosis se pierde por represión, en la perversión por renegación y en la psicosis por forclusión. La forclusión es lo que ha quedado como el esquema lacaniano de la psicosis.

Pero si uno lee más atentamente a Lacan, se da cuenta de que las cosas no son tan claras. Y esto es así porque ahora las leemos desde la segunda clínica, retroactivamente, y buscamos los signos de esta segunda clínica antes de que aparezcan manifiestamente formulados. Por ejemplo, en sus primeros seminarios Lacan considera que el delirio y el acting out tienen la misma estructura. Nunca nos hubiéramos detenido en eso si no fuera porque estamos pensando precisamente en el delirio generalizado.

Se puede consultar la página 516 de los Escritos y ver cómo Lacan interpreta en "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis" el famoso episodio de la psicótica que tiene la alucinación auditiva en la cual le gritan "marrana" y entonces ella responde "vengo de la carnicería".[1] Lacan sostiene que este "vengo de la fiambrería" indica lo que él llama "intención de rechazo del discurso", él da a esa frase un valor de conjuración, algo se "entromete" que viene de afuera.

En la Conferencia de Ginebra explica muy bien el valor inquietante que tienen para Juanito ‒el famoso caso de Freud‒ sus primeras erecciones. Es ese "algo se entromete" a nivel del cuerpo que el niño necesita significar. En el caso de "marrana" algo se entromete que no viene del cuerpo, sino de la casa del vecino y a esa intromisión de goce, un goce malo que viene del lado del Otro, un goce injuriante, ella responde "vengo de la carnicería" como efecto de rechazo de eso que viene intrusivamente de afuera.

En esa época, previa a la formulación de la metáfora paterna, Lacan dice que se trata del objeto indecible, algo que no tiene nombre, no está representado por el significante. ¿Cómo formulamos la forclusión del Nombre del Padre? Primero hay que ver cómo formulamos la metáfora paterna. Esta tiene la forma desplegada de la metáfora: un significante sustituye a otro y crea un efecto de significación, la significación fálica. El significante Nombre del Padre actúa sobre otro significante: el Deseo de la Madre.

Este deseo, para cada quien, es una incógnita. Nunca se está a la altura de lo que la madre quiere; el Deseo de la Madre (DM) es una x, una incógnita que cada sujeto tendrá el trabajo de significar. Si el Nombre del Padre (NP) está en el horizonte, la x, la incógnita, se despeja como falo. Lo que la madre quiere es el falo. Una vez que se entiende esto hay que colocarse en ese lugar: o se tiene el falo o se es el falo; en fin, todas las estrategias identificatorias que el sujeto tiene que hacer para colocarse en el lugar del enigma de lo que la madre quiere. El enigma nunca se llegará a resolver dado que la madre siempre quiere otra cosa.

La teoría clásica de Lacan acerca de la psicosis es la consecuencia de la forclusión del NP, así como de la ausencia de la significación fálica, de modo tal que en las coyunturas de la vida cada vez que el sujeto tiene que responder usando la significación fálica no la tiene a su disposición. El encuentro sexual, la maternidad, las primeras erecciones son situaciones que requieren que el significante fálico explique lo que está pasando en el cuerpo, son situaciones muy clásicas de desencadenamiento de la psicosis.

Lo que vale la pena destacar dentro de la teoría clásica, estructuralista, es que la explicación de Lacan se completa diciendo que lo que está forcluido en lo simbólico reaparece en lo real. El fenómeno importante es que la forclusión del NP viene acompañada de la respuesta en lo real. Es desde allí que se puede entender cuando Miller dice que la fórmula de Lacan "no hay relación sexual" tiene el valor de una forclusión. Es decir, si el NP falta, la relación no está forcluida y es lo que lo lleva a Schreber, por ejemplo, a imaginar la cópula infinita que va a tener con Dios y de la que va a crear así una nueva raza de hombre.

Vemos aquí una relación inversamente proporcional: cuando el NP está inscripto, no hay relación sexual. Si el NP no está inscripto, la relación sexual existe bajo una fórmula no fálica porque es el falo lo que hace inexistente la relación sexual. Los primeros capítulos del Seminario 20 muestran muy bien lo que quiere decir que "no hay relación sexual": cada quien, en lugar de relacionarse con el otro sexo, se relaciona con el falo; es lo que hace que no haya relación sexual.

La función de la forclusión implica que lo que no existe como símbolo reaparece de todas formas en lo real, es decir, fuera de sentido. La idea de la forclusión es mucho más general que la idea de la forclusión del NP. La forclusión del NP es un caso especial de la forclusión. Podemos abrir el capítulo de todos los otros símbolos que no existen y reaparecen en lo real como fuera de sentido. Podríamos ver, por ejemplo, cómo se le ocurre a Lacan vincular alucinación y acting out.

Lacan analiza el famoso caso de los "sesos frescos". Se trata de un paciente de Ernest Kris que cuenta que cada vez que sale de sesión va a un restaurante y come sesos frescos. Hay todo un análisis de su idea de que es un plagiario, que no tiene ideas propias, pero la interpretación que da Lacan es que lo que está cercenado, vuelve en el plato, vuelve como algo que se come: "Pero del acto mismo ¿qué comprender? Salvo ver en él propiamente una emergencia de una relación oral primordialmente «cercenada»".[2] Lo causal en este acting out es una relación oral primordialmente Verwerfung, forcluida.

Lacan ubica el acting out diciendo que hay un objeto a, oral, que no fue capturado por lo simbólico, no fue atrapado por un significante, y precisamente por esto, reaparece arriba del plato y hay que comérselo. Lacan sostiene que el error del analista es no haberle dado interpretación a la oralidad del paciente, entonces este va y se come los sesos frescos en la esquina del consultorio del analista. El objeto no fue capturado por lo simbólico de la interpretación y reaparece en lo real, lo que lo lleva a hablar de acting out con la misma estructura que usó en relación a la alucinación.

Esto le permite a Lacan, en su última enseñanza, formular que "todo el mundo es loco" lo que puede ser rastreado en el texto de Freud "La pérdida de la realidad en la neurosis y en la psicosis" y en su propia obra en el análisis que hace respecto del Hombre de los lobos, en torno a la forclusión de la castración, y también, en el ejemplo de "marrana" y de la alucinación donde se pone en juego el objeto indecible. En estos ejemplos encontramos antecedentes de esta forclusión generalizada: "todo el mundo es loco".

Sintetizando: así como para la psicosis ‒clásicamente‒ lo forcluido es el NP, que regula el goce fálico, la inscripción de este goce en las otras estructuras tiene como consecuencia una forclusión de todo goce que exceda al fálico: solo queda este, y aquel que lo exceda es forcluido en lo real, sin significante que lo nombre. Dado que el rechazo de goce se produce en todos los casos, la cuestión es saber qué lo domestica.

La respuesta es: el sinthome, el sinthome es lo que domestica el goce. Por eso la función del NP es la función del sinthome, es el axioma de la última enseñanza de Lacan donde lo que importa no es tanto el NP, sino qué domestica el goce. Lo que orienta tanto nuestra clínica como nuestras intervenciones es siempre preguntarnos esto. Presentemos casos de neurosis, presentemos casos de psicosis y preguntémonos cómo ese paciente se las arregla con el goce que no tiene nombre.

No olviden nunca que lo forcluido retorna. Es por ello que aun si el NP está inscripto no alcanzará para mantener a raya esos goces que exceden al goce fálico. Hay una hermosa metáfora de Miller donde dice que "el goce sale del tonel y hace florecer los campos y los ríos pululan la vida". Allí muestra que, efectivamente, el NP trata de encerrar el goce, pero este escapa, y hay que arreglárselas con eso. No hay que olvidar que todos los sujetos, neuróticos o psicóticos, tienen que inventar algo para arreglárselas con lo que vuelve, con lo que irrumpe desde lo real. Siempre hay que preguntarse qué anuda y por qué se desanudó.

Nuestra clínica está hecha de lo que no queda circunscripto por lo simbólico, en tanto lo simbólico no atrapa todo lo real, y de eso nos ocupamos.

* Extracto del Seminario: "La locura nuestra de cada día" que se llevó a cabo el día 23 de octubre de 2010 en el marco del Centro de Estudios e Investigación en Psicoanálisis Lacaniano de Chile. El Seminario fue publicado en el libro de Graciela Brodsky, La locura nuestra de cada día, Pomaire, Caracas, 2012.

NOTAS

  1. Lacan, J., (1958) "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1987, p. 516.
  2. Lacan, J., (1954) "Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud", Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1987, p. 382.