AÑO XVII
Mayo
2023
42
Dosier: “Clínica universal del delirio”

Segunda Noche: La segunda metáfora paterna: entre ya nadie, vacío y misterio

30 de agosto de 2022

Gabriel Racki

Atilio Pernisco
Hours Series / oil on canvas 12"x12"

¿Hay alguna forma mejor de defenderse que "borrarse", ausentarse, que no estar ahí?, ¿o que estar como una ausencia? Y si una voz habla desde esa ausencia... ¿no les parece un poco delirante? Si escucharon eso… ya está logrado el clima para unir: defensa, delirio y "ya nadie".

Es un modo simple de decantar la conexión que Jacques-Alain Miller[1] establece entre defensa fundamental, "todo el mundo es loco", y la pregunta "¿desde dónde?" que lo conduce a los argumentos sobre el goce como ser que falta y luego, a la necesidad de formular una segunda metáfora paterna.

Es una perspectiva para la clínica universal de "todo el mundo delira": el ser hablante le da cuerpo a su vociferación en el mundo desde una defensa fundamental que encontramos recopilada en el informe de Daniel Lagache y en "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano" con diversos términos: el lugar de una ausencia, el no hay, el ser que falta o el "ya nadie".

Así, para el delirio, o seguimos la pregunta del hay-no hay Nombre del Padre o nos preguntamos "desde dónde". A partir de lo cual, todo hablante puede ser tomado como delirante en el sentido en que todos los hilos de su existencia gravitan sobre un agujero en el lugar de su enunciación. Es una faz de la no escritura de la relación sexual: en el lugar del "Je" del goce hay un agujero.

La ausencia, además de una defensa fundamental, tal vez sea el grado máximo imaginable de subversión del sujeto, no puede subvertirse más al sujeto de la conciencia que al decir: lo que queda del sujeto es "ya nadie". No solo eso habla más allá del yo del enunciado, sino que eso goza desde un ser que no está en el mar de lo nombrable.

Comparto con ustedes que, al menos en mi caso, siempre es posible leer estos argumentos con el tono de estar leyendo una conjetura sobre la constitución subjetiva. Sin embargo, puesto en el clímax de la "clínica universal del delirio", podemos resaltar además su potencia clínica.

Los hilos de la subjetividad: identificaciones, ideales, yo especular, fantasmas, síntomas, sueños que escuchamos todos los días y que en los grafos se anotan como respuestas anticipadas se tornan, desde esta lectura, en delirio defensivo. Defensa para evitarse el encuentro con un borramiento, con un "ya nadie". ¿Cómo podemos leer esa defensa sino como evitación de la angustia o vértigo de asumir el acto humano? Es un acto, justamente porque en lugar del "piloto" hay un agujero apenas el hablante cuenta con un insondable ser de elección.

Una figura clínica de esta dirección puede tomarse del sueño analizado en el Seminario 6: "No sabía que mi padre estaba muerto".[2] A partir de la huella del sujeto: "según mi anhelo", Lacan propone la interpretación de un uso del padre como defensa para evitarse lo abismal de la propia existencia.

La "segunda metáfora paterna", como la bautiza Miller, emerge en estas coordenadas. En un escrito que subvierte al sujeto, también quedará subvertido el padre del sujeto y su uso, ya no será una ley que viene de un cadáver significante…

Hasta aquí fuimos desde enfatizar al sujeto como ausencia en un campo de goce, tomado como defensa y raíz del delirio de todo hablante, hasta que ese punto de partida de la vida subjetiva forje otro uso del padre.

2- La tumba está vacía

Nuestro planteo inicial, que junta a la defensa fundamental con la necesidad de Miller de proponer una "segunda metáfora paterna", viene de un viaje agotador por el escrito "Subversión del sujeto…" Recorre los grafos del "último lustro", como dice Lacan, con un desplazamiento que va de "eso habla" a "eso goza".

Resumiendo mucho el paso a paso para llegar hasta las últimas consecuencias de esta subversión, en la página 799,[3] arriba a un álgebra que sigue la lógica del nombre propio: enunciado igualado a significación. Pero allí superpone el modo simbólico de escribir al sujeto como ausencia o círculo que no lo contiene con lo innombrable del ser de goce. Un sujeto ya no tomado como efecto de significación sino como un contorno en un ser de goce.

La siguiente cuestión es esta: ¿cuál podría ser la operación que efectúa al sujeto como ausencia en lo innombrable de su ser de goce, como puro contorno de un ser de goce? Miller la llama "segunda metáfora paterna" y el S (Ⱥ) es su operador. Este puro contorno de un ser de goce podría tomarse como antecedente de lo que más adelante se designó como "acontecimiento de cuerpo", punto de partida analítico para la vida de un sujeto cuyo soporte es "sintomático". Precisamente, cuando vuelve a analizar el punto de respuesta fundamental del grafo como Ⱥ es que captamos el punto justo o foto del salto.

En esa zona abrirá para siempre la subversión sobre la incidencia del padre en la clínica inventada por Freud. Ese padre freudiano es el padre muerto, asesinado; de mil formas, Freud soñó, investigó y recurrió a mitos para explicar su eficacia. El invento lacaniano es que el Nombre del Padre le había dado a ese padre su sustento simbólico, su operatividad como representante de la ley. Hasta ahí llegó Lacan acompañando la subversión freudiana.

El paso lacaniano llega, justamente, en el escrito en el que habla de la subversión. Es cuando vuelve a escribir en el grafo S (Ⱥ) como punto de cierre. Esta letra del Otro barrado ocupa su lugar más allá de la respuesta fantasmática; eso no es novedad. La subversión es que ahí junta esa letra S (Ⱥ) con la denominación: "tumba vacía". Eso propulsa la necesidad de otra escritura de la metáfora del padre.

En ese punto Lacan vocifera que el psicoanálisis no es el rito de fabricar un padre muerto como ley y desde ese punto de vista la tumba está vacía. Pero agrega un misterio: el secreto no entregado por Abraham. ¡Que indicación para el analista! ¡no sean padres muertos! Lo recordamos a cada instante en la clínica cuando nos vemos tentados a hacer de padre muerto que con la ley pacifique los desbordes pulsionales.

Miller trabaja en esta dirección en un texto titulado: "El Otro sin Otro",[4] donde lo formula como una decisión de Lacan respecto a la dirección del psicoanálisis. Propone la figura de una encrucijada "a lo Hércules" entre el camino del Nombre del Padre y el del deseo. La dirección del psicoanálisis nunca es la del Otro muerto para el cual el sujeto está muerto por su condena significante, sino que lo toma por el deseo, como lo que vive entre significantes.

El relieve dado a esta operación no es solo como "segunda metáfora paterna" sino como decisión sobre la política del psicoanálisis. En el escrito "subversivo" nos abre, hasta la actualidad, el enigma de cómo incidir desde una otredad que no sea una ley muerta. Tal vez cada caso recrea algo de este momento vertiginoso, de salto, de subversión que va de la demanda a un padre que ponga un poco de ley a encontrarse con una tumba sin cadáver o, más bien, un vacío en el que anida un misterio.

Entonces, en este punto, fuimos de cómo la subversión más extrema del sujeto, que hace de él un contorno de goce innombrable lleva a Miller a proponer la segunda metáfora paterna no solo como correlato de esa subjetividad sino como una decisión sobre la política del psicoanálisis.

3- Del misterio a la juntura

La letra S (Ⱥ), aun en medio del furor por "eso habla", siempre escribe lo que barra el alcance de lo simbólico. Esto va a ir tomando diversas valencias: desde la falta significante del ser y del deseo, el gancho de la pregunta del sujeto, el no hay garante de la verdad, no hay metalenguaje, agujero en lo real, hasta cierto goce que también termina anotando con esa letra.

Se pueden recorrer estas diversas formas de engendrar esa barradura del Otro en la formulación de Miller de la segunda metáfora paterna que realiza en Extimidad, que en su segundo término se escribe:[5]

se exalta como viniendo de -φ. Se toma esa letra no como falta en la imagen especular, sino como castración de goce o ser de goce que no entra en el mar de nombres propios. Eso agujerea de otra manera al Otro, no es una falta en una estructura significante sino la heterogeneidad radical entre "eso goza", la sustancia de goce, y lo simbólico, que es lo que Miller trabaja como extimidad.

Entonces, más allá de las respuestas inmediatas (enseguida en el escrito "Subversión del sujeto…" se anotará ahí como objeto a) podemos darle el máximo espectro clínico a la pregunta que esta operación de la segunda metáfora moviliza. No es ya sobre la fabricación de un significante especial, distinto, poderoso simbólicamente y que tiene un efecto de cierre de significación sobre la metonimia subjetiva, sino cómo se juntan las piezas sueltas. En la lengua de ese escrito podríamos decirlo como un imaginario que ya ni siquiera refleja los objetos, un simbólico en falta y un goce que no entra en el mar de los nombres propios.

Así se engendra esta variante del Ⱥ desde la que Miller lee al padre en la segunda metáfora. En estas coordenadas se puede seguir más patentemente como una operación de extimidad o, por qué no, de juntura. Es quizá más fácil decir que la existencia subjetiva no parte de ningún significante universal que la abroche al mundo standard, al sentimiento de realidad compartida, cuando Lacan empieza con su realismo nodal: todo empieza en la vida de un ser parlante con el clic del acontecimiento de cuerpo. Pero es de altísima enseñanza sobre el acto lacaniano que, en el lugar donde se espera un significante, un nombre o letra que dé respuesta, en este escrito proclame: "la tumba está vacía".

Después anotaremos ahí al objeto a, la inscripción del objeto a en el Otro, la pluralización de los nombres del padre, los discursos, el "al menos uno" de las fórmulas hasta, por supuesto, nuestro "glorioso" sinthome. Pero el legado de este escrito subversivo y el de la segunda metáfora establecida por Miller es la proclamación: "la tumba vacía". Hay un misterio, tal vez la siempre misteriosa causa de la juntura del cuerpo hablante.

Más allá de nuestros propios nombres, tal vez seguir esta enseñanza animada por un espíritu de subversión es seguir dejándose enseñar por esta sustitución: allí donde esperamos un nombre que pacifique hay otra cosa… hay una misteriosa juntura.

Es una orientación posible tomar como chiste o ironía inolvidable de este escrito que cada vez que se constituya un Otro consistente debemos recordar que la tumba está vacía, que es un delirio cómo cada uno la sostiene. Eso no funda una inexistencia sino una Otredad que incita a una "juntura más viva". Tal vez eso sea una pista, no solo clínica, sino para los lazos con la polis… y para los lazos entre nosotros…

NOTAS

  1. Miller, J.-A., Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, pp. 318-322.
  2. Lacan, J., El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Buenos Aires, Paidós, 2014, pp. 109-110.
  3. Lacan, J., La subversión del sujeto, Buenos Aires, Siglo XXI, 1998.
  4. Miller, J.-A., El Otro sin Otro, Buenos Aires, Grama, 2019, pp. 29-30.
  5. Miller, J.-A., Extimidad, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 237.