AÑO XVII
Mayo
2023
42
Dosier: “Clínica universal del delirio”

Tercera noche: Forclusión generalizada

1 de noviembre de 2022

Gloria Aksman

Atilio Pernisco
Hours Series / oil on canvas 12"x12"

Introducción

El Directorio nos ha pedido que trabajemos esta noche en base a dos capítulos de Los signos del goce de Jacques-Alain Miller: el XXI cuyo título es "Elucubración de saber" y el XXII, "Forclusión generalizada". Es un trabajo que Miller lleva a cabo sobre lo que podemos interpretar como una bisagra que abre a la última enseñanza de Lacan.

En estos capítulos recorre un camino de desmontaje, si cabe el término, del lugar del Otro. Critica en ese momento a quienes, fascinados por los nudos, no se han ocupado de lo más importante que es entender por qué Lacan fue hasta los nudos, un camino que invierte completamente su axiomática. Estos capítulos parecen corresponder a ese viaje.

Cada vez más, señala, se torna difícil ubicar la existencia del Otro por sí solo. En cierta manera, dice que hay un mutismo sobre el goce. Y relacionar el goce con el Otro es en sí un problema fundamental de la clínica. Es una cuestión muy profunda porque existe una antinomia radical entre el campo del Uno y el campo del Otro.

Dos meses después de este curso, comenta que

Lacan repetía en los últimos años Hay Uno sin que nadie pudiera pensar que eso era dicho por un hombre que se pasó veinte años diciendo Hay Otro. Esa insistencia de Lacan en Hay Uno tiene el sentido de resaltar la solidez pulsional del goce y su articulación con el amor, algo que en cierto modo permanece misterioso.[1]

Como estos comentarios son de 1987, hoy podemos decir que ese amor al que hacía referencia se sitúa en dirección a un Otro goce que Lacan elabora a partir de lo que llama el recomienzo de su enseñanza. Miller se propuso abordarlo con mucho rigor teórico, seguir a Lacan en los fundamentos de los cambios que lo llevaron a la última enseñanza y que él interpreta con un término de su cosecha: "forclusión generalizada".

1. Elucubración de saber y síntoma

Esta introducción me sirve para pensar por qué antes de hablarnos o para hablarnos de la forclusión generalizada, Miller se dirige al problema de separar el inconsciente del síntoma. Para ello sitúa un sintagma que define al inconsciente como elucubración de saber sobre lalengua.[2] La indagación se sostiene en la pregunta sobre el cambio de registro que implica el paso de lo simbólico a lo real. Es decir, el pasaje del síntoma como mensaje al Otro al síntoma como viniendo de lo real. Comienza poniendo en cuestión el grafo por no incluir "la estructura del goce".

Comenta que Lacan elabora el grafo del deseo a partir de ubicar en el piso de abajo el lugar del enunciado y en el de arriba, el de la enunciación. De este modo, lo nombra "grafo del deseo" porque sus términos y relaciones se representan en el registro del sujeto. Por eso Miller propone una lectura distinta, "un modo en extremo diferente"[3] y dice leer el piso inferior como el del Sujeto tachado y el superior girando en torno al "a", núcleo elaborable de goce, o sea, su vertiente de goce fálico. Aquello que se ubica en la escritura del fantasma y llama "estructura de goce". El vector que va del fantasma a la castración. Esa estructura se escribe:

a
____

En el vector inferior, todo sucede como si el significante tuviera de entrada su estructura, que es lo que ocurre de hecho —plantea Miller— si uno parte del lenguaje, es decir, del significante articulado a partir de Otro, puesto que es partiendo del Otro como el significante puede encadenarse. Pero para ser coherente con el goce situado en el vector superior, abajo conviene sustituir la palabra significante por lalengua toda junta.[4] Este es un primer mojón en este capítulo XXI: ya no es el Otro del lenguaje sino lalengua la que soporta lo simbólico, previamente a cualquier enlace o relación con el Otro.

Ahora bien, Miller plantea el problema siguiente: si el goce es goce del Uno, del cuerpo propio, previo al Otro, al igual que lalengua, ¿cómo pasar del Uno al Otro?, es decir, ¿cómo pasar del Uno del goce al Otro del lenguaje? Aquí ubica el cuestionamiento que hace Lacan de los fundamentos de su primera enseñanza: ya que proponer al Otro como previo no se sostiene a la luz de la noción de goce y de lalengua a las que les otorga su verdadero estatuto.

Lalengua, que no tiene estructura, sostiene lo simbólico, está hecha de S1, y agrega: "[…] pero también el fonema, la palabra, la frase e incluso todo el pensamiento".[5] (No se nos escapa aquí el valor clínico que adquiere para la interpretación). La noción de estructura se aborda con el inconsciente como elucubración de saber. El saber es adición de S2. El gran Otro depende de esta adición del S2. La consecuencia, señala, implica un efecto de sentido y producción del plus de goce. Ahí ya estamos en el terreno del discurso. Y sabemos que hay solidaridad, aunque diferencia entre el discurso del Amo y el del inconsciente.

Sostiene así que por eso se entiende que el síntoma venga de lo real, definido como lo que no funciona para el discurso del Amo y tampoco para el discurso del inconsciente. El estatuto del síntoma en tanto S1 se distingue aquí de la elucubración de saber. Esta cuestión problematiza el campo de los finales de análisis.

La elucubración de saber, reitero, es adición del S2 al S1, produce como resultado el efecto significado sujeto. Mientras que, en el otro vector, el del síntoma, el S1 es letra. "Encontrarse en el inconsciente contrasta con el síntoma como letra, profundamente inanalizable".[6] Expresión esta, "profundamente inanalizable", que abre nuestras investigaciones sobre la letra en dirección a un otro goce que el fálico.

La distinción que separa al inconsciente, elucubración de saber, del síntoma encuentra a esta altura sus razones en la psicosis definida como rechazo del inconsciente. El síntoma, viniendo de lo real, se constituye en el rechazo de la estructura del discurso y del inconsciente. Así "la psicosis es puro síntoma",[7] dice, y es rechazo forclusivo, o sea que se produce el pasaje a lo real. Paso de lo simbólico a lo real.

Este desarrollo permite aproximar que la noción de identificación al síntoma en el final del análisis implica estar desabonado de la elucubración de saber con la que define el inconsciente. De allí entiendo la referencia a Joyce con la que termina este capítulo.

2. La forclusión generalizada

El capítulo retoma la cuestión del A, pero ahora como semblante en tanto el A no existe. El A no existe y, sin embargo, le hablamos con la ilusión de comunicar. Todos deliramos, dice Miller, y constatamos que el hecho de que no exista no quiere decir que no funcione.

"La mujer no existe" da fundamento a la forclusión generalizada. Porque, cito:

[…] La soledad de una mujer se funda en un goce en que ningún hombre puede seguirla. La sexualidad femenina subraya que el goce, por ser del Uno, no resulta adecuado para el registro del Otro; y únicamente ese excedente donde ella está sola hace creer en el goce como goce del Otro.[8]

No en vano el Congreso de la AMP del año 2022 se tituló "La mujer no existe" y el próximo se titulará "Todo el mundo es loco".

La hipótesis, que llega hasta la psicosis y que abre la cuestión, es justamente que en la psicosis es el único lugar donde el Otro existe. Por eso el ejemplo de "Marrana" es una referencia fundamental a nivel del Otro que goza, Otra en este caso, la vecina.

Lo dicho por Lacan acerca de que lo que no está inscripto en lo simbólico retorna en lo real se amplía hacia la vertiente del goce. Para Miller, ahí es donde se sustenta generalizar el concepto de forclusión ya que el rechazo del goce intrusivo es una cuestión que concierne no solo a la psicosis.

Cito:

Dado que el rechazo del goce se produce en todos los casos, la cuestión es saber qué lo domestica. Pues bien, el síntoma lleva a cabo esta contención. Por eso la función del padre es la función del síntoma.[9]

Para terminar este recorrido por el camino que conduce a intentar entender la muy última enseñanza, le dejo la palabra a Miller:

Lo real que Lacan ha cernido para el psicoanálisis se refiere a la contingencia. Su ultimísima enseñanza se refiere a este nivel de lo real contingente. Allí está sin duda, el motor que en su enseñanza hace derrumbar todas las categorías establecidas. […].

La muy última enseñanza de Lacan le dice adiós al Ideal científico y se despoja de los medios mismos por los cuales había estado cernido, en vistas de un nuevo comienzo. […].

Es sobre este asunto que Lacan nos ha dejado, sobre una retroacción que ha ido hasta borrar en larga medida la historia del psicoanálisis. Nos dejó sobre la necesidad de hacer con la contingencia de lo real, es decir también, con la invención y la reinvención, sin ningún fatalismo.

Y es por lo cual, a pesar del peso presente de la cantidad, la medida y el número, todo esto queda a merced de la contingencia. Está en nosotros saber aprovecharla.[10]

* Escrito presentado en la Noche del Directorio de la EOL el 1 de noviembre de 2022 "Forclusión generalizada".

NOTAS

  1. Miller, J.-A., "Forclusión generalizada", Introducción al método psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 115.
  2. Lacan, J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 167.
  3. Miller, J.-A., (1986-1987) capítulo XXI "Elucubración de saber", Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 358.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd., p. 361.
  6. Ibíd., p. 364.
  7. Ibíd.
  8. Ibíd., p. 373.
  9. Ibíd., p. 381.
  10. Miller, J.-A., "A merced de la contingencia", Revista Consecuencias,noviembre 2008, http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/002/template.php?file=arts/alcances/miller.html