AÑO XVII
Mayo
2023
42
Dosier: “Clínica universal del delirio”

Tercera noche: Las forclusiones

1 de noviembre de 2022

Roberto Mazzuca

Atilio Pernisco
Hours Series / oil on canvas 12"x12"

Agradezco al Directorio la invitación a participar de este ciclo y la oportunidad de trabajar este tema, "La forclusión generalizada", que nos plantea interesantes preguntas: ¿en qué consiste? ¿cuál es la justificación de que Jacques-Alain Miller haya introducido esta distinción que Lacan nunca mencionó? ¿cuáles son sus consecuencias, especialmente para la clínica?

Mi primer acercamiento al tema fue algo ingenuo. Probablemente porque la oposición entre generalizado y restringido es muy clara y precisa. Y decisiva. Se lo ve bien con el tema de este ciclo, "Clínica universal del delirio": todo el mundo es delirante constituye una psicosis generalizada (J.-A. Miller usa este término); psicosis como categoría clínica es su versión restringida.

Cuando Jacques-Alain introduce la "clínica universal del delirio" en Ironía, afirma que lo hace para clarificar la clínica diferencial de la psicosis. Podría parecer irónico que para favorecer una clínica diferencial de la psicosis se proponga una psicosis generalizada. Sin embargo, es decisivo. De lo contrario, a la psicosis se opone la normalidad. Es la posición tradicional del psiquiatra, que se asume distinto del loco. Diferente de la del psicoanalista que se ubica sobre un eje de igualdad y despatologización. Los fenómenos están en continuidad y no hay una separación infranqueable entre lo normal y lo patológico. O dicho con mayor precisión, tal como lo formula Lacan, la psicosis es la normalidad. Como ocurre con el caso de las palabras impuestas. No se trata de explicar por qué el señor Primeau las experimentaba de esa manera, sino al revés, por qué los no psicóticos no se percatan de ello; cuáles son los mecanismos en juego con los que los no psicóticos velan y no registran su dependencia del orden significante.

Otro lugar donde resulta clara y pertinente la oposición entre generalizado y restringido es la perversión. Tenemos, por una parte, el carácter perverso de la sexualidad en el ser hablante. Lo que Freud introdujo con una dimensión temporal en la figura del niño perverso polimorfo y que, en Lacan, se traduce en términos de estructura: la sexualidad en el ser hablante es estructuralmente perversa. Por otra parte, contamos con la perversión como categoría clínica. Perversión generalizada: todo el mundo es perverso, y perversión restringida, una categoría que se distingue de la neurosis y la psicosis. Perversión generalizada en tanto no se trata de explicar por qué esta existe sino cómo el sujeto llega a asumir una posición sexuada y a acceder a las relaciones sexuales con una sexualidad perversa.

Inicialmente creí que esta distinción se aplicaría también de una manera clara y precisa a la forclusión. Sin embargo, surgieron complicaciones. Ante todo, porque me encontré con una amplia multiplicidad de forclusiones. Pero, además, porque en esta variedad el concepto de forclusión no se aplica siempre de la misma manera.

Comencemos por la variante más conocida para la que Lacan utilizó por primera vez el término forclusión proponiéndolo como traducción del término freudiano Verwerfung: la forclusión del Nombre del Padre. Es la operación por la cual ese significante, que es un elemento simbólico, que existe en la cultura y que es admitido por un conjunto de sujetos, resulta rechazado de lo simbólico y reaparece en lo real. Esta variante suele ser considerada el paradigma del concepto de forclusión. Pero ya presenta un problema cuando, al igual que en cualquier otra variante, no se dice que algo aparece en lo real, sino que reaparece en lo real. Es decir, vuelve a aparecer.

¿Qué es lo que vuelve a aparecer en este caso? Jacques-Alain Miller aclara que no es el significante del Nombre del Padre rechazado en lo simbólico el que aparece en lo real. Es otra cosa. Afirma que lo que aparece en lo real es una significación enigmática. A la que podemos agregar otros fenómenos elementales de la psicosis. De todas maneras, el término reaparecer nos indica un movimiento, un desplazamiento desde lo simbólico a lo real que, para Miller, caracteriza los fenómenos forclusivos. Jacques-Alain utiliza varias expresiones para esta caracterización: transferencia de lo simbólico a lo real, intersección entre lo simbólico y lo real, a veces dice interferencia de lo simbólico en lo real o, simplemente, relación entre lo simbólico y lo real. Destaca también que se trata de una relación directa, esto es, sin mediación imaginaria.

Y agrega otro paradigma de la forclusión, uno que no proviene del ámbito clínico. Se refiere al cogito cartesiano: pienso luego soy, es decir, un desplazamiento del pensar al ser. O más claramente todavía, el argumento ontológico de la existencia de dios. A partir del concepto de dios como un ser perfecto, y considerando la existencia como parte necesaria de la perfección, deduce que dios no puede no existir. Es decir, de un concepto se deduce una existencia. El secreto del cogito y del argumento ontológico, afirma Miller, es una forclusión, un pasaje de lo simbólico a lo real. Sin embargo, notemos que en este caso hay un movimiento de lo simbólico a lo real, pero, a diferencia de la forclusión del Nombre del Padre, la parte simbólica no es rechazada, no solo permanece, sino que ella sostiene el pasaje a lo real.

Pasemos ahora a considerar una tercera variante: la relación sexual no existe. Jacques-Alain la llama forclusión, de manera justificada, porque esta relación no es admitida en lo simbólico, es rechazada. Sin embargo, notemos que en este caso lo no admitido no es un significante, como ocurre en la forclusión del Nombre del Padre. Es directamente un real no simbolizado. Es decir, no se trata de un pasaje de lo simbólico a lo real, sino de un real que permanece real, sin ser simbolizado, con lo cual se confunde con el concepto mismo de real, ya que lo real es lo queda afuera de lo simbólico.

Algo similar ocurre en un cuarto caso que podemos mencionar de forclusión: el acting out, introducido por Lacan en relación con el caso de los sesos frescos. ¿Qué es lo no admitido en lo simbólico en este caso? Es un goce oral. Es decir, al igual que en el caso anterior, algo real. Pero aquí vemos que ese goce oral reaparece en la conducta de este analizante que al salir de sesión iba a husmear en los menús de los restaurantes.

Abordemos ahora, en quinto lugar, la alucinación del dedo cortado del Hombre de los Lobos, que en realidad es la primera oportunidad en que Lacan comienza a forjar el concepto de forclusión, aunque todavía no use ese término: dice "cercenamiento" (retranchement). Se trata de una forclusión de la castración, la cual no está simbolizada, no tiene existencia en lo simbólico y aparece en lo real como un fenómeno alucinatorio. En este caso se podría utilizar legítimamente el término reaparecer, ya que lo que aparece en lo real es la castración que no ha sido admitida en lo simbólico. Pero Lacan no lo usa, dice aparecer (ce qui n'est pas venu au jour du symbolique, apparaît dans le réel).[1] Notemos, sin embargo, que en este caso interviene una fuerte dosis de mediación imaginaria. En el dedo cortado de esa alucinación visual hay una cierta representación imaginaria de la castración.

Sexta variante: el nuevo concepto de síntoma que Lacan define en el Seminario 22 como una modalidad de goce asociado a una letra es presentado por Miller respondiendo a una estructura forclusiva en tanto implica una relación entre simbólico y real. En este caso, el elemento simbólico no es un significante, el cual vale por su diferencia con otros significantes, sino una letra. No es significante sino signo del goce. Miller lo caracteriza como una incidencia de lo simbólico en lo real.

A partir de la afirmación "La mujer no existe" se suele mencionar una forclusión del significante de La mujer. A mí esto no me convence del todo. Y destaco que Miller, por lo menos en el texto al que hace referencia nuestra tercera noche,[2] tampoco la menciona como forclusión. En el inconsciente no existe la diferencia entre los sexos, esta se define a partir de un término único, el falo. En este sentido, estarían forcluidos ambos significantes, tanto el del hombre como el de la mujer. Encontramos en la lengua el reconocimiento de la diferencia de los sexos: hombres y mujeres, pero se trata de semblantes que no captan lo real. Cito a Lacan: "Hombres y mujeres, esto es real. Pero no somos capaces de articular en lalengua ni lo más mínimo que tenga relación con este real".[3]

Hay entonces un real que no es captado en la lengua, es rechazado de lo simbólico, pero llamativamente reaparece, no en lo real, sino en lo simbólico que reconstruye la diferencia entre sexos en el ser hablante, pero lo hace a su manera, como puros semblantes, sin relación alguna con lo real. En mi opinión, la afirmación "La mujer no existe" debe entenderse no tanto en relación con la estructura de la forclusión sino con la modalidad lógica que Lacan define como no-todo. No existe LA mujer en el sentido de que no se puede a partir de ellas formar un conjunto cerrado como se lo puede hacer con EL hombre. No obstante, esta fundamentación no alcanza para descartar que no sea apropiado el empleo del término forclusión en este caso.

Por otra parte, Jacques-Alain Miller reconoce también una forclusión del objeto. En tanto el objeto a no está representado por un significante, participa también de cierto modo de forclusión. Hay también otros usos del término forclusión, pero el tiempo disponible no permite desarrollarlos. Entre ellos, y solo a título de ejemplos, cuando se dice que la ciencia forcluye el sujeto, o que el capitalismo forcluye el amor o la castración, o que la orientación de lo real forcluye el sentido. También contamos con la propuesta de Eric Laurent que define para el autismo una forclusión del agujero.

A esta altura de mi exploración me preguntaba si iba a poder, dentro de esta multiplicidad de forclusiones, localizar alguna que ocupara a justo título, es decir, con un fundamento apropiado, el lugar de una "forclusión generalizada". O si simplemente, y a diferencia de la psicosis y la perversión, "forclusión generalizada" significaba solamente un pasaje al plural: es decir, hay muchos tipos de forclusión además de la forclusión del significante del Nombre del Padre.

Para orientarme decidí atender no tanto al concepto mismo sino al contexto en que se la introduce. Resulta claro que cuando Miller trae este concepto a nuestra consideración, lo hace dentro de su trabajo de elaboración para delimitar, en la temporalidad de la enseñanza de Lacan, lo que él llama una nueva axiomática. No ya el otro Lacan, del que se habló en la primera noche de esta serie, un Lacan intermedio, el Lacan del objeto a, sino del último Lacan que opera el pasaje de una clínica del deseo a una clínica del goce.[4] Miller destaca especialmente cómo este cambio de axiomática conduce necesariamente a una nueva definición del síntoma. Y también de la interpretación, dado que Lacan siempre insistió en que debía haber algo en común entre síntoma e interpretación para que esta pudiera operar sobre aquél.

Si en la clínica del deseo el síntoma es concebido a partir de una estructura metafórica, un significante que sustituye a otro significante, cuando pasa a primer plano el axioma del goce surge otro concepto de síntoma, un segundo concepto que ya mencionamos. Mientras en la clínica del deseo la dirección de la cura es entendida desde la estructura de la represión, donde tanto lo reprimido como su retorno en el síntoma transitan dentro del orden simbólico, el último Lacan, en cambio, al apuntar al goce, que es real, se interesa en dilucidar cómo, a partir de lo simbólico, se puede afectar lo real. Reencontramos así la estructura de la forclusión en el nuevo concepto de síntoma entendido como los efectos de goce de una letra; es decir, una relación directa entre lo simbólico y lo real sin mediación imaginaria. Su núcleo irreductible prescinde de todo sentido. Si luego se reviste de sentidos diversos, como un pececito voraz, dice Lacan en "La Tercera", es de un modo secundario.

Para Freud, el síntoma es una satisfacción sexual. Para Lacan, en cambio, el síntoma es lo que viene al lugar del goce sexual que no existe, es su sustituto. Cito a Miller:

...el hecho de que la relación sexual sea rechazada de lo simbólico, que sea imposible de cifrar, ...hace que el síntoma reaparezca en lo real. […] Tienen síntomas porque la relación sexual es imposible de simbolizar[5].

He ahí entonces la fundamentación que nos permite reconocer una "forclusión generalizada" en la relación sexual, no admitida, rechazada en lo simbólico, que reaparece en lo real del síntoma, que es la interferencia de una letra en el goce sin mediación imaginaria.

Las consecuencias en la clínica son ostensibles. ¿A qué apunta la dirección de la cura y cómo plantear su final cuando se trata del goce? ¿Cuál es el tipo de interpretación apta para operar sobre el síntoma cuando este está constituido por un goce separado de todo sentido? Se abre así un nuevo capítulo en la clínica.

* Escrito presentado en la Noche del Directorio de la EOL el 1 de noviembre de 2022. "Forclusión generalizada".

NOTAS

  1. Lacan, J. (1954) "Réponse au commentaire de Jean Hyppolite sur la 'Verneinung' de Freud". En Écrits, París, Seuil, 1966, p. 381 a 400.
  2. La frase a la que hace referencia el autor, se encuentra en este mismo Dosier sobre "La clínica universal del delirio" en el artículo "Presentación" de Gabriela Camaly. [N. de R.]
  3. Lacan, J., Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 68.
  4. Desarrollamos con mayor amplitud este tema en el año 2000, junto con Fabián Schejtman y Manuel Zlotnik, en el libro Las dos clínicas de Lacan. Una introducción a la clínica de los nudos, recientemente reeditado en una versión ampliada y revisada.
  5. Miller, J.-A., (1986-1987) Los signos del goce, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 279.