Sinrazón razonable
Lacan, Foucault, Derrida
Celeste Viñal
Aviso de moderación
Toda pretensión de hacer una historia es el desarrollo de una lectura, en el mejor de los casos lógica, acerca de ciertos acontecimientos. Lo sabemos bien con el psicoanálisis.
Por lo tanto, leer sobre Historia es adentrarse en un vasto mundo de posiciones teóricas, filosóficas y políticas que excede en mucho el objetivo de este texto.
Como practicantes o analizantes sabemos de lo que no se trata al historizar: no es un acúmulo más o menos ordenado de datos ni reordenamiento objetivista de fragmentos, como tampoco una narración con aires literarios.
La historia se caracteriza por sus rupturas más que por sus continuidades. En tanto disciplina padece archiproblemas metodológicos y las discontinuidades internas son evidentes.
Ante esa inmensidad al intentar abordar la rúbrica de este número, voy a tomar solamente un entrecruzamiento que me ha resultado extremadamente valioso y del que también existen varias lecturas, como sabemos, este será un modesto recorte que espero resulte de algún interés.
Un párrafo, tres lectores
Se trata del famoso debate Foucault-Derrida acerca del libro del primero, Historia de la locura en la época clásica.
Ambos estuvieron dedicados a pensar la historicidad del pensamiento en el marco de un más amplio concepto de la temporalidad de la experiencia, los dos tomando distancia tanto del positivismo de raíz anglosajona como del idealismo franco-germano, pero aún en el seno de esas coincidencias, se albergaban diferencias radicales en cuanto a la posición respecto del uso, apropiación, legado o cita de los textos y la relación con sus autorías.
Me gustaría centrarme específicamente en el debate sobre las diferentes lecturas del Libro I de las Meditaciones metafísicas de Descartes a las que Foucault consagra tres páginas en el principio del capítulo "El gran encierro" en su libro mencionado de 1961.
Trataré de hacer una síntesis ‒que pecará desde ya de incompleta‒ para resaltar los focos de interés que puede tener para nosotros por su relación a la lectura anterior que realizó Lacan del mismo punto el 28 de septiembre de 1946 como contribución a las Jornadas psiquiátricas de Bonneval y que, en los Escritos, lleva el nombre de "Acerca de la causalidad psíquica".
El párrafo - Descartes
¿Y cómo podría negar yo que estas manos y este cuerpo son míos sino acaso comparándome con algunos insensatos cuyo cerebro ha sido de tal modo alterado y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que constantemente aseguran ser reyes, cuando son pobrísimos, y que van vestidos de oro y púrpura, cuando están completamente desnudos, o que se imaginan ser cántaros o tener un cuerpo de vidrio? Son, ¡por supuesto!, locos y yo no sería menos extravagante si me guiase por sus ejemplos.[1]
La causalidad psíquica - Lacan
Es más conocido por nosotros que Lacan, en aquel entonces, estaba discutiendo con Henry Ey porque lo encontraba salvaguardando el vínculo entre la neurología y la psiquiatría a través de la fenomenología de la conciencia, mientras él se posicionaba del lado de la psicogenia, o sea, de la organización exclusivamente psíquica de la personalidad.
En Bonneval, Lacan tomó ese párrafo de Descartes para señalar la causalidad de la locura dentro de las condiciones del pensamiento moderno cartesiano (no desarrollaremos aquí las posteriores lecturas del Cogito como posible origen de una psicología del yo que revoca el inconsciente, porque sería abarcar sin apretar algo que ya es suficientemente extenso).
Henri Ey planteaba con su órgano-dinamismo una subjetividad exterior a la causalidad, adjudicada a la res extensa cartesiana. Lacan le reprochaba esa lectura dualista de Descartes y tomaba este párrafo para demostrar que la locura, al estar de lleno dentro de la palabra como nudo de significación, pertenece al pensamiento y se aleja de ser solamente un efecto de los hechos orgánicos para quedar del lado del sentido que el sujeto otorga a los fenómenos que lo toman.
A partir de la alienación primordial del yo, resta esa locura que deja del mismo lado a quien se cree rey estando desnudo y al que se cree rey siéndolo, sentando las bases del título que llevará nuestro próximo Congreso AMP.
La exclusión - Foucault
Michel Foucault, con este libro, performatiza su denuncia al encierro. Toma materiales de la historia, de la medicina y la psiquiatría pero corta, deforma, pega y crea una obra ubicua, reconocible desde diferentes disciplinas, pero inclasificable en su lectura global. Este libro es el desarrollo de una construcción de saber sobre la locura y un franco enfrentamiento a los positivismos médicos y psiquiátricos que excluyen la sinrazón acallándola en el encierro.
Respecto del punto de debate cartesiano, mientras Lacan incluía a la locura en el pensamiento por la vía de la significación interna al pensamiento, Foucault la excluye en el sujeto del cogito. En la duda metódica se excluiría el riesgo de estar loco, trazando así una distinguible línea de partición razón-sinrazón mediante un "extraño golpe de fuerza".[2] Ese golpe es adjudicado por Foucault al tratamiento diferente que hará Descartes sobre la locura diferenciándola del sueño y del error.
Mientras estos ponen en cuestión la verdad, la locura cuestiona al pensamiento mismo. "[…] pero él [Descartes] destierra la locura en nombre del que duda, y que ya no puede desvariar, como no puede dejar de pensar y dejar de ser".[3] Sueño y error ‒de los sentidos‒ no tendrían un lugar tan peligroso, "Así, el peligro de la locura ha desaparecido del ejercicio mismo de la Razón. Esta se halla fortificada en una plena posesión de sí misma",[4] generando las condiciones de posibilidad para que la locura quede rechazada de la filosofía moderna.
La deconstrucción - Derrida
¿Cuál es la crítica de Derrida? Comenzamos por recordar que su análisis deconstructivo solo se basa en lo que aparece en el texto analizado. En "Cogito e historia de la locura", escrito de su libro La escritura y la diferencia,[5] Derrida irá desgranando minuciosamente una crítica a la interpretación de Foucault y una lectura propia del mismo párrafo de las Meditaciones. Allí Derrida manifiesta que, lejos de quedar excluida, la locura se encuentra en la constitución misma del Cogito. En su lectura absuelve a Descartes de la lectura foucaultiana, no se tratará de una decisión originaria de dejar afuera a la locura sino que la utilizará como herramienta pedagógica.
La explicación más detallada excede en mucho este marco pero, en líneas generales, la deconstrucción derrideana, o sea, su modo especial de lectura, lo conduce a diferenciar que en la meditación la locura estaría excluida de la duda natural (la que recae sobre las verdades sensibles, las percepciones) mas no de la duda metafísica (aquella de las verdades inteligibles). En la locura los sentidos pueden fallar, nos pueden engañar pero… ¿eso no le ocurre al soñante cada vez? El sueño le gana a la locura en tanto en ella las fallas sensibles son episódicas, mientras que en el sueño son permanentes.
"Toda significación, toda idea de origen sensible queda excluida del dominio de la verdad, bajo el mismo título que la locura".[6] Lo que implica que Descartes no habría "decidido" una franca expulsión de la locura y que la habría usado exclusivamente con fines pedagógicos y jurídicos ante el temor de un interlocutor no-filósofo que sucumbiera ante un mundo tan incierto e inestable, pero no así, suficientemente diferenciada del error y menos aún del sueño que sería meditativamente hiperbólico en su permanente aparición y en sus características.
Pero no se queda allí la diferencia; además Derrida señala que sobre el texto de Foucault ha recaído el olvido del Genio Maligno quien "no perdona nada".[7] Esta hipérbole metafísica, a la que Derrida llamará la hipérbole absoluta es la locura misma en la esencia del Cogito, aunque no se encuentre nombrada de ese modo. El pensamiento puede ser loco.
De ese modo el elemento absoluto y ficcional del Genio Maligno destroza la prístina línea razón-sinrazón. "[…] la locura no es, pues, más que un caso del pensamiento (en el pensamiento)".[8] Por lo tanto, Derrida advierte el Cogito como un exceso producido por la sobredeterminación de la duda donde la locura sería un elemento ficcional. Un pensamiento que excede lo pensable. Derrida le otorgó a la locura ser la condición misma de posibilidad en la obra que, al mismo tiempo, la silencia.
Lejos de un epílogo
Habría muchísimo más para señalar en estas tres lecturas y sus posibles entrecruzamientos. He aquí solamente una introducción.
Foucault, nueve años más tarde, le responde a Derrida en el posfacio a la reedición de 1972 de la Historia de la locura en la época clásica. "Cuando Foucault me responde […] todavía rechaza firmemente el modo como pongo en obra esa ficción cartesiana del Genio Maligno y ese momento hiperbólico de la duda".[9] En un texto posterior a la muerte de Foucault, Derrida va a localizar el lugar del psicoanálisis para este y específicamente el adjudicado a Freud.
"El proyecto de Foucault, ¿habría sido posible sin el psicoanálisis del que es contemporáneo y del que habla poco y sobre todo de manera tan equívoca o tan ambivalente en el libro?"[10] "Ahora bien, Foucault quiere y no quiere situar a Freud en un lugar histórico, estabilizable, identificable y ofrecido a una aprehensión unívoca",[11] por lo cual plantea lo que considera la necesidad de "ser justos con Freud", que habría quedado incluido a modo de bisagra en un quiasmo doble (que no será aquí desarrollado), pero en el que seguimos captando la íntima relación entre el retorno a Freud de Lacan y el pensamiento derrideano, más allá de sus diferencias.
Foucault le pide a Jacques-Alain Miller que le explique Lacan en 1972 a la salida de la Salpêtrière. Así como para Derrida, Freud está presente en la Historia de la locura […], Lacan lo estará, para Miller, en Historia de la sexualidad. "No se comprende (la historia de la sexualidad) si no se reconoce en Foucault, no ciertamente una explicación de Lacan, sino una explicación con Lacan".[12]
La intertextualidad nos entusiasma porque nos otorga las herramientas para acercarnos a los conceptos que nos son fundamentales. Lacan nos hizo saber que nunca fue nominalista, Foucault, sí. Esto señala posiciones distintas sobre lo imposible que se abre paso lo teoricemos o no. Un imposible que pretende ser recusado por el discurso capitalista y sus derivados positivistas. Lo rechazado, retorna.
La locura de todos, en su vertiente de la singularidad más radical, nos invita a volver a pensarla. Porque el Genio Maligno desplazado en Foucault, retomado por Derrida, reemplazado por Dios hacia la Segunda Meditación en Descartes como personificación del error, ese Genio Maligno que engaña, sigue entre nosotros. Para Derrida la mayor resistencia al psicoanálisis se encuentra en "un cierto Genio Maligno de Freud" y lo ubica en "Más allá del principio del placer".
Con el psicoanálisis la sinrazón razonable nos convoca, lo imposible nos habita y lo real nos guía.
NOTAS
- Lacan, J., "Acerca de la causalidad psíquica", Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1985, pp. 153-154.
- Foucault, M., Historia de la locura en la época clásica, Buenos Aires, Fondo de cultura económica, 2004, p. 75.
- Ibíd., p. 78.
- Ibíd., pp. 77-78.
- Derrida, J., "Cogito e historia de la locura", La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, 1989.
- Ibíd., p. 71.
- Ibíd., p. 75.
- Ibíd., p. 79.
- Derrida, J., Pensar la locura. Ser justo con Freud, Buenos Aires, Paidós Studio, 1996, p. 136.
- Ibíd., p. 127.
- Ibíd., p. 128.
- Deleuze, J., Miller, J.-A., Rorty, R. y otros, Michel Foucault, filósofo, Barcelona, Gedisa, 1989, p. 71.