De la confirmación al hallazgo ‒de la locura de letras a la locura sinthome‒
Carolina Alcuaz
La locura no es el lugar al que se llega por acaso, como quien se ha perdido en un bosque y de repente se topa con una escuela para hadas.
JUAN SOLÁ, Invisible [1]
Algunas puntuaciones sobre el término locura en Lacan nos permitirán reflexionar sobre la locura al final de la experiencia analítica en un testimonio de pase.
La locura de todos
El término locura en Lacan expresa la esencia del ser humano tal como es concebido en Hegel, Erasmo y Pascal. Para Pascal, "hay sin duda una locura necesaria, y que sería una locura de otro estilo no tener la locura de todos".[2] La"locura de todos" remite a una locura propia del ser hablante, distinta de otras locuras como la paranoia. Hegel relaciona un tipo de individualismo con la locura: aquel que intenta elevar, en lo social, su deseo al estatuto de una ley ("ley del corazón"). Pero esa ley es contradictoria con otros individualismos y da lugar a la percepción de un desorden del mundo que desconoce a los individuos que lo generan.
El desconocimiento de la locura es retomado por Lacan:
Ese desconocimiento se revela en la sublevación merced a la cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le presenta como el desorden del mundo, empresa «insensata» […] por el hecho de que el sujeto no reconoce en el desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual […].[3]
La locura implica una contradicción (padecer un desorden que en realidad genera) de la cual se escapa de manera delirante: el "delirio de infatuación" hegeliano con su correlativa posición de "alma bella" expulsa fuera la causa del malestar.
Con esta teoría Lacan lee el caso Dora para "amaestrar las orejas para el término sujeto" y "abrir de nuevo el estudio de la transferencia".[4] Una serie de "inversiones dialécticas"[5]le permite entender la transmutación de la verdad y la posición del sujeto en el análisis. Es en un movimiento que va desde el "alma bella" a la "complicidad" y hasta la "atracción fascinada" hacia la Señora K donde transcurren dichas inversiones y desarrollos de la verdad.
Es sobre esa locura que llamaremos del inicio,[6] esa reivindicación del alma bella, que el analista interviene y que en el caso freudiano podría haber dado lugar, de proseguir el análisis, a otro tipo de locura: aquella que Lacan atribuye a las mujeres a la luz de las fórmulas de la sexuación.
La locura es articulada con la teoría del conocimiento paranoico que explica la dimensión paranoica del yo. Hay un vínculo íntimo entre la constitución de nuestro yo y la agresividad. El yo instaura en el sujeto una alteridad: la imagen del otro a la cual se aliena en la identificación. La relación del yo con dicha imagen conlleva una tensión agresiva: el otro puede volverse amenazante. Es la estructura de la identificación la que hace del narcisismo el equivalente de la paranoia.[7] Miller afirma que el mundo imaginario, con la inestabilidad propia del transitivismo, es un "mundo de locura".[8]
Es en el terreno del análisis que dicha tensión agresiva se manifiesta y, según Lacan, se constituye el nudo inaugural del drama analítico y la definición exacta de la transferencia negativa. De ahí que el analista maniobre para evitar su incremento y, en este sentido, caracteriza al análisis como una "paranoia dirigida".[9] Por el contrario, bien se podría reforzar la locura yoica y producir una "paranoia posanalítica":
Debo decir que la literatura analítica constituye en cierto modo un delirio ready-made, y no es raro ver sujetos vestidos con esa ropa, de confección. El estilo, por así decir, representado por estas personas, […] es una forma atenuada, pero su base es homogénea a lo que en este momento llamo paranoia.[10]
Dicho de otro modo: "Que el sujeto acabe por creer en el yo es, como tal, una locura".[11] La locura elimina, por medio de la identificación, la división subjetiva efecto de la acción del significante.[12]
Cada uno con su locura
Lacan afirma que hay cuatro discursos y que el discurso analítico es el único que excluye la dominación: no tiene nada de universal, no enseña nada.[13] De ahí la pregunta cómo enseñar lo que no se enseña: "En esto precisamente Freud se abrió camino. Él pensó que nada es más que sueño, y que todo el mundo (si es lícita semejante expresión), todo el mundo es loco, es decir, es delirante".[14]
¿En qué sentido podemos hablar de un "todos delirantes" o "todos locos"? Miller se ha ocupado de esclarecer este "todo el mundo" al precisar que es un condensado de la "ultimísima enseñanza" de Lacan, donde la oposición neurosis y psicosis se atenúa.[15] Sin embargo, también en la primera enseñanza, la idea del delirio como "cuento simbólico" que ordena el mundo puede aplicarse a ambas: "Pregúntense si lo que ordena nuestro mundo no es, en gran parte, delirante. Si lo trasladan al saber científico, esas historias de Dios-todo-poderoso, de madre, padre, etc., los conducen a decir que es un delirio".[16] La fórmula del delirio (S1-S2), igual a la fórmula del saber, determina que todo saber sea delirante.
A diferencia de la locura yoica tenemos ahora el costado simbólico de esa locura en tanto S2 delirante. Miller afirma:
La vida no tiene ningún sentido. Producir sentido es ya delirante. […]. En la práctica, cuando comprenden lo que el paciente dice, están capturados por su delirio, por su manera de producir sentido. El trabajo de ustedes, en tanto que clínicos, no es comprender lo que el paciente dice. De esta manera, ustedes no participan de su delirio. El trabajo de ustedes es captar la manera particular, insólita, de dar sentido a las cosas, de volverle a dar siempre el mismo sentido […].[17]
El discurso analítico implica un lazo social atípico[18] donde la relación singular al goce de cada uno va en contra de un "para todos", de ahí que no sea materia de enseñanza.[19] Por eso Miller contrapone a "todo el mundo es loco" el "cada uno en su mundo",[20] cada uno en relación a su fantasma y su síntoma. Cada uno con su locura.
Locuras del final
Si el recorrido de un análisis no se enseña, entonces, se transmite.[21] "La locura que queda" es el título de un testimonio de Gustavo Stiglitz[22] donde define lo que llama su "locura deletras": "Las letras que elegimos para inventar la lengua que hablamos".[23] Su idea: la locura de cada uno es lo que queda, a la salida del análisis, del delirio de sentido de la entrada.
"Cada uno con su locura" puede entenderse como la relación singular de cada ser hablante con lalengua. No se trata de la locura de todos, ni de la locura del sentido, es esa lengua inventada que desplegamos a lo largo del análisis. Sobre esas letras, fonemas de lalengua, se construye una locura (delirio) de sentido, síntoma y fantasma, que nos da el guion que repetimos en la vida como un secreto a vivas voces.
La interpretación analítica despierta del sueño del sentido[24] y permite localizar dicha locura.[25] Para Miller,[26] la interpretación eficiente es una pesadilla que apunta a un despertar e impide volver a sumergirse en el fantasmundo, es decir, volver a soñar con los ojos abiertos.[27]
No alcanza, como señala Stiglitz, con aislar las letras de la locura, ya que "devenir analista exige una estetización de los restos analíticos".[28] El pasaje de "excluido" ‒repetición sintomática‒ a "heterogéneo"[29] permite la invención de un nombre nuevo de goce que enlaza con el Otro.[30] La envoltura formal del síntoma alcanza "ese límite en que se invierte en efectos de creación"[31] y da lugar a una nueva versión de la locura[32] que permite otro lazo más vivible.[33]
Juan Solá dice que la locura es una confirmación, jamás un hallazgo.[34] Confirmar implica reafirmar, comprobar. En cambio, el hallazgo conduce a la invención y a la solución singular. Es a partir de nuestra lectura del testimonio que podemos cuestionar la afirmación del escritor que vuelve incompatibles ambos términos. Si nos detenemos en lo que Stiglitz menciona como "locura sinthome",[35] podemos extraer sus consecuencias: detención del delirio de sentido y de la repetición sintomática con su cuota de padecimiento, inversión del síntoma en efectos de creación, surgimiento de un nombre nuevo de goce y de una nueva versión de la locura que enlaza con el Otro.
De la "locura de letras a la locura sinthome" el testimonio enseña que, en el recorrido de un análisis, la locura es una confirmación, pero también un hallazgo.
NOTAS
- Solá, J., Invisible, Buenos Aires, Penguin Random House, 2020.
- Lacan, J., (1955-1956) "La significación del delirio", El Seminario, Libro 3, Las psicosis,Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 30.
- Lacan, J., (1946) "Acerca de la causalidad psíquica", Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1988, p. 162.
- Lacan, J., (1951) "Intervención sobre la transferencia", Escritos 1, óp. cit., p. 204.
- Ibíd., p. 207.
- Lacan diferenciará esta locura neurótica del comienzo del análisis de la locura psicótica. Ver Lacan, J., (1955-1956) capítulo XIII "La pregunta histérica (II): ¿Qué es una mujer?", El Seminario, Libro 3, Las psicosis, óp. cit., pp. 247-260.
- Alcuaz, C., "Los filósofos de la conspiración", Otra sociedad para la locura. Estudio sobre los lazos sociales en las psicosis, Barcelona, Xoroi, 2021, pp. 99-145.
- Miller, J.-A., (2008) "Efecto de retorno sobre la psicosis ordinaria", Revista Quarto, n.º94-95,Bruselas, ECF, enero 2009.
- Lacan, J., (1948) "La agresividad en psicoanálisis", Escritos 1, óp. cit., pp. 94-106.
- Lacan, J., (1954-1955) El Seminario, Libro 2, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 1997, p. 364.
- Ibíd.,p. 370. La segunda enseñanza de Lacan introduce una locura ligada al desanudamiento de los registros: "[…] cuando a ustedes les falta uno de esos redondeles de hilo, ustedes deben volverse locos". De este modo, la locura se opone a la locura yoica, a la fijeza imaginaria que mencionamos antes. El interés clínico, en este momento, es preguntarse cómo alguien puede no volverse loco. Joyce viene a ilustrar cómo a través del ego puede ir en contra de la locura. En esta línea de investigación ver: Alvarez Bayón, P., "11 formas de estar loco. Cuando el fantasma no funciona" en Camaly, G. y Glaze, A. (comp.), La locura de cada uno, Buenos Aires, Grama, 2019, pp. 57-63.
- Tal como observamos en el delirio de identidad del "soy adicto" de muchos sujetos. El análisis, en cambio, apunta a algo distinto al "parque de los monstruos", a la memoria viva, donde cada piedra es el teatro duplicado y vasto del yo, de un "Narciso monstruoso". Epílogo de J. Monteleone al libro de Negroni, M., La boca del infierno,Buenos Aires, Interzona, 2022.
- Lacan, J., (1978) "¡Lacan por Vincennes!", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, Buenos Aires, EOL Grama, octubre de 2011, pp. 7-8.
- Ibíd., p. 7.
- Miller, J.-A., (2007-2008) "Diversificación del Uno", Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, pp. 295-313.
- Miller, J.-A., (2008) "Efecto de retorno sobre la psicosis ordinaria", Revista Quarto, n.º94-95, óp. cit., p. 14.
- Ibíd., p. 16.
- Tarrab, M., (2001) "Un lazo social inédito", Revista digital Virtualia,n.º 2, julio 2001 [en línea], https://www.revistavirtualia.com/articulos/764/destacados/un-lazo-social-inedito
- En esta línea teórica, es interesante recordar que Lacan menciona que el discurso íntimo o delirante de cada sujeto no coincide con el discurso del vecino, es decir, cada uno está solo con su delirio. Ver Lacan, J., (1955-1956) "Del significante en lo real y del milagro del alarido", El Seminario, Libro 3, Las psicosis, óp. cit., p.191.
- Miller sitúa que Lacan se distancia de este "todo el mundo" al decir que es una tesis de Freud. Así, recuerda que Freud afirmaba que "nada es más que sueño", a lo que Lacan agregó que siempre soñamos, que siempre el principio de placer está presente. Miller dice que la frase "todo el mundo es loco" es igual a decir el sujeto es feliz, siempre soñamos, y esto alude a la relación de cada sujeto con el goce. Por lo tanto, si tenemos en cuenta que esta es una relación singular, entonces, desde ahí podemos decir: "todo el mundo es loco". Como vemos, esta locura no se reduce a la psicosis, sino que es transclínica. Miller, J.-A., (2007-2008) "Diversificación del Uno", Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, pp. 295-313.
- Acevedo, L., "Lo que no se enseña se transmite", en Camaly, G. y Glaze, A. (comp.), La locura de cada uno, óp. cit., pp.183-190.
- Stiglitz, G., "La locura que queda", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., pp. 63-66.
- Ibíd., p. 64.
- Miller señala que "el sujeto sueña" es equivalente a "el sujeto es feliz"; en el análisis el sujeto sueña un poco menos, es decir, no toma toda contingencia en el régimen de la repetición. Este soñar es una locura general, es un delirio, un saber. Miller, J.-A., (2011) "Todo el mundo es loco II", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., pp. 25-35.
- Ver el testimonio de Gustavo Stiglitz: "Buenos días, Escuela Una", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 10, Buenos Aires, EOL Grama, octubre 2010, pp. 66-74.
- Miller, J.-A., "La ponencia del ventrílocuo", Introducción a la clínica lacaniana, Barcelona, ELP, 2006, pp. 443-452.
- Caso contrario, la historia podría ser una pesadilla de la que intentamos despertar, como decía James Joyce en su Ulises.
- Stiglitz, G., "La locura que queda", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., p. 65.
- Miller, J.-A., "Hacia un significante nuevo", Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase, Buenos Aires, Grama-Navarin Éditeur, 2022, pp. 99-115.
- Stiglitz, G., "La locura que queda", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., p. 65.
- Lacan, J., (1966) "De nuestros antecedentes", Escritos 1,óp. cit., p. 60.
- Harari, A., "De la loca repetición al singular disparate", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., pp. 45-48. Harari menciona que sobre lo irreductible del sinthome fundamentamos la extracción de lo singular en el análisis: un producto que dé nombre a lo incurable para servirnos de él. La solución más singular obtenida en el análisis es la locura de cada uno.
- En esta misma línea se puede leer el testimonio de Silvia Salman con respecto al significante "Encarnada" que se articula con la locura escrita (sinthome) del fin del análisis. Ver Salman, S., "Los nombres posibles de mi locura", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, óp. cit., pp. 53-55.
- Solá, J., Invisible,óp. cit.
- Miller, J.-A., Cómo terminan los análisis. Paradojas del pase, óp. cit., p. 14. Explica que en Lacan, los restos sintomáticos identificados por Freud, al finalizar el análisis, son positivizados por él al introducir el concepto de sinthome como estado terminal, fuera de sentido del síntoma una vez descifrado.