AÑO XVII
Mayo
2023
42
Locura encarnada

Apuntes para pensar la locura del coraje

Alma Montiel

Atilio Pernisco
We Make Our Own Cocktails / oil on canvas 48"x 60"

Hamlet enseña sobre varias cuestiones. No precisamente sobre el coraje.

Podemos extraer, a partir de la lectura que hace Lacan en el Seminario 6, que la verdad tiene estructura de ficción, que la inhibición en la neurosis se evidencia cuando se está en la hora del Otro. También nos enseña sobre el duelo, sobre el acto, sobre el deseo y sobre la locura.

Podría enumerar varias aristas, pero me interesa tomar y compartir, en este breve escrito, las resonancias que tuvo su lectura ‒quizás por lo que no-hay en la obra de Shakespeare‒ en lo que entiendo hace a la vida de nuestra Escuela.

Una vuelta sobre Hamlet

Con Hamlet hallamos a un hombre entristecido por la muerte de su padre, así como también, nos encontramos con su reclamo de un tiempo prudencial para subjetivar esa pérdida. El duelo que no puede realizar y las consecuencias que tiene para él.

La conocida frase de Hamlet, "economía, economía, los manjares cocidos para el banquete de duelo, sirvieron de fiambres en la mesa nupcial", muestra claramente el núcleo del asunto. Hace falta tiempo para hacerle lugar a la pérdida. Y consentir a eso.

Como nos cuenta la tragedia, esos dichos se enmarcan en el rápido casamiento de la madre –Gertrudis‒ quien, haciendo caso omiso al tiempo del duelo por su difunto esposo, se aboca a la boda con Claudio, su cuñado.

Cobra otro tono la obra cuando el padre asesinado retorna como espectro, denunciando y pidiéndole a Hamlet que lo vengue. En lugar de encaminar su deseo de llevar a cabo el asesinato de Claudio, Hamlet lo pospone en numerosas ocasiones, aparentemente coherentes, mientras que da a ver un comportamiento bizarro que desconcierta a su entorno.

Hamlet nos muestra la dificultad para el acto, el aplastamiento de su deseo y la relación de esto con el duelo. Inhibido de accionar con respecto a lo que quiere, entra enloquecido en un trance.

Lacan se pregunta por qué Hamlet no puede llevar a cabo su acto, el de matar al asesino y usurpador del trono de su padre, quedándose en la duda "to be or not to be". Como sabemos, es recién al final que puede darle a Claudio el golpe mortal, cuando él mismo ya está herido de muerte.

Al mismo tiempo, tenemos varias vertientes para pensar el duelo en él: el duelo por la pérdida del padre pero, al mismo tiempo, muestra cómo Hamlet no ha hecho el duelo de ser el objeto de deseo de su madre, es decir, el falo de la madre.

En este sentido es que Lacan dice:

[…] aquello con lo que Hamlet tiene que vérselas, y todo el tiempo, aquello con lo cual lucha, es un deseo, pero que está muy lejos del suyo […] es el deseo, no por su madre sino de su madre.[1]

Al decir de Lacan, duelo y objeto: estamos en el corazón del problema. "[…] es por el sesgo del duelo que vemos entrar en juego el objeto".[2]

Una vuelta por el duelo

Parto de dar una vuelta por el duelo ya que, como sitúa Lacan, esto está en el centro del asunto de Hamlet y en íntima relación con su dificultad para el acto. Para el acto, sea el que fuere, es necesario poder duelar. Y en ese sentido, un análisis es siempre una cita para eso, cada vez y en cada encuentro.

Retomo las palabras de Lacan desde esta perspectiva, para ubicar el trabajo que el duelo opera:

¿En qué consiste el trabajo del duelo? […]. El duelo, que es una pérdida verdadera, intolerable para el ser humano, le provoca un agujero en lo real. La relación que está en juego es la inversa de la que promuevo ante ustedes bajo el nombre de Verwerfung cuando les digo que lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real.[3]

La referencia a un agujero en lo real pone al duelo en relación con la Verwerfung (la forclusión), pero nos dice "a la inversa". El duelo es un llamado a que lo simbólico y lo imaginario respondan frente a un agujero en lo real. Es un desafío a la subjetividad misma para recomponer el universo simbólico luego del cimbronazo que provoca ese agujero en lo real.

Lacan, enlazándolo con la locura que a veces se manifiesta en esos tiempos de duelo, dice: "Al igual que en las psicosis, en su lugar vienen a pulular todas las imágenes que conciernen a los fenómenos del duelo. Por eso el duelo está emparentado con la psicosis".[4]

Es aquí, en este punto, que Lacan habla, más allá de la locura individual, de una de las locuras colectivas más esenciales para la comunidad humana: el rito funerario. Sin este surge la posibilidad de toda una suerte de fenómenos.

El psicoanalista, el coraje y la Escuela

Con Hamlet nos encontramos en la lógica de un sujeto neurótico que se escamotea a sí mismo al estar embrollado con el problema del deseo a partir de su dificultad para el duelo, cuestión que lo lleva a tener frenado el acceso a la dimensión del acto.

Doy estas vueltas porque, más allá de Hamlet y la locura que encarna, pensar estas cuestiones hace no solo profundizar nociones centrales para la clínica, sino que entiendo que eso también hace a la formación del analista en relación a la vida de Escuela.

Está la locura de Hamlet y está la nuestra. "Estamos tan necesariamente locos, que sería estar loco de otra locura el no estar loco", retoma Lacan citando a Pascal.

Parto de la idea de que, para acceder al deseo, necesariamente el sujeto debe separarse del objeto que era, debe perderse en cuanto causa del Otro para poder advertirse de su propia causa. Es decir, de alguna manera, el deseo únicamente puede ser asumido cuando uno se pone en relación a su causa, la propia. Eso posibilita el acto y, al mismo tiempo, modifica lo más íntimo de la posición del sujeto con respecto al deseo y al goce.

No encontramos eso en Hamlet, pero entiendo que es necesario encontrarse con eso para sostener la vida de la Escuela. Es cierto, para querer lo que se desea hace falta la locura del coraje y, a mi gusto, para habitar la Escuela también.

¿Por qué?

Una primera respuesta que me doy es que hacer la experiencia de Escuela es poder hacer el duelo por lo que no-hay.

No hay más que la propia invención de cómo encarnar el lugar de analista y es en ese sentido que la experiencia de Escuela implica, a rajatabla, que el ser analista es el resultado del propio análisis y no el ejercicio de una práctica.

Es necesario que cada uno, en su propio análisis, haya hecho la experiencia de soledad absoluta y eso implica un duelo. Porque hacer la experiencia de saberse sin Otro implica separase del objeto con el que uno le dio forma al Otro.

Analizarse es tener el coraje de atravesar el tiempo del duro deseo de hacer el duelo del objeto. Como situó Eric Laurent en el Congreso de la AMP 2018:

Si me permiten el neologismo, el duro deseo de «duelar», de hacer el duelo de este objeto que era el milagro del fantasma […]. Y es en torno al duelo que está centrado el deseo del analista.[5]

Cuando se sosotiene ese esfuerzo de la profunda soledad nos encontramos con la posibilidad de un conjunto de soledades que no necesitan identificarse a ningún ideal que homogenice para hacer lazo. Ahí radica la posibilidad de habitar la Escuela y eso es parte fundamental de la formación del analista.

Hay que poder soportar una Escuela con heterogeneidades porque si no, como dice Miller, empieza el aburrimiento. Nuestro carnaval está en relación a eso. "Más carnaval a la Escuela para no volvernos burocráticos".[6]

Cada uno es miembro de la Escuela en la soledad propia de su singular relación con la Escuela y con el psicoanálisis.

No obstante, no es fácil querer lo que se desea. Hace falta coraje.

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS

  1. Lacan, J., (1958-1959) El Seminario, Libro 6, El deseo y su interpretación, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 311.
  2. Ibíd., p. 318.
  3. Ibíd., p. 371.
  4. Ibíd., p. 372.
  5. Laurent, E., XI Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, "Las psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia" [en línea], https://www.facebook.com/groups/Malaletra/permalink/2927049720712457/?mibextid=v7YzmG
  6. Miller, J.-A., (1997) "El coraje de la enunciación", Conferencias porteñas 2, Buenos Aires, Paidós, 2010, p. 25.