Marzo 2010 • Año IX
#20
Arte de psicoanalistas

Calei-d’scópico

Sergio de Campos

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"Vos pintas, pero no sé lo que te mueve a pintar: si es el deseo o el desespero", me comentó cierta vez la artista plástica Cláudia Renault. Creo que lo que me mueve en la pintura es un resto que ni el deseo, ni el desespero acogieron. Pienso que la pintura es un residuo vibrante e incurable de lo infantil. Cuando pibe, me refugiaba por largos períodos en los colores de mi caleidoscopio. Existía algo de enigmático y mágico en aquel simple dispositivo de cartulina, espejo y pedacitos de colores.

Aún niño, reflexivo, indagaba cómo es que ese pequeño objeto podía transportarme para un mundo luminoso de imágenes sorprendentes, dinámicas y contingentes. Más tarde, redescubrí el enigma, la sorpresa y la contingencia a través de la pintura en los cursos libres de la Escuela de Bellas Artes Guignard y después en los ateliers de los pintores Júlia Portes y Orlando Castaño. Innúmeros cuadros fueron pintados entre 1974 y 1989. El proceso de análisis interrumpió, durante años, la pintura que, ahora, es retomada con intensidad para recoger los residuos intratables de ese proceso. Todo niño dibuja y pinta. Cuando crecemos desistimos del dibujo y de la pintura. Sin embargo, el dibujo y la pintura pueden insistir hasta tal punto que no tendremos más como desvencijarnos de ellos. Así, en mi caso, no considero la pintura una sublimación, mas si una de las formas de utilización del sinthoma.

Si, por un lado, la imagen busca el sentido – un sentido cercado de ruido -, por otro, la pintura, en su vis-à-vis, remite a la luz y al silencio de la pulsión escópica, una vez que la pintura es pura tyquê y, por lo tanto, fuera de sentido. En ella, bajo el ángulo de la mirada, el sujeto encuentra no aquello que sabe, sino lo que ignora.

Tal vez ella pueda ser una especie de grafía del inconsciente, ya que importa menos la escena y más el acto momentáneo que se retiene en el registro de las tintas. En su singular absoluto, la pintura muestra – es eso – y más nada.

Traducción: Marcela Antelo.

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