AÑO XVII
Diciembre
2023
43
Letras

¿Todas las cartas de amor son ridículas?

Silvana Facciuto

Fragmento de El jardín del amor, de Rubens

¿Qué se puede escribir acerca del amor que no esté escrito y seguramente de un modo poético, gracioso (pero no de risa), o sea, serio? Incluso, ¿qué se puede decir de lo escrito en una carta de amor? Lacan decide: "La única cosa más o menos seria que puede hacerse: una carta de amor".[1] Dice "hacerse", no "escribirse".

¿Por dónde empezar? O mejor, ¿hacia dónde ir? Primera idea: ¡qué importante que es escribir hoy, acá, en este contexto acerca del amor! El amor como lazo, porque Lacan nos dice que todo orden que se emparente con el capitalismo no deja lugar a las cosas del amor.[2] Hagamos lugar. Hablar del amor, con amor, es entonces un acto político necesario. De más está aclarar, o quizás no, que no se trata del amor comprado y vendido, coucheado, estandarizado, sino del amor que permitirá que el lazo al otro sea posible de constituirse, que circule, un amor digno.

Para seguir en esta línea, la carta que me envían[3] fue escrita por el padre del comunismo. ¿Ir por la vía del amor al padre? Ese no es el amor del que hablo en el párrafo anterior y, por otro lado, no me atrevería a decir nada de Marx como padre, salvo que merece respeto porque claramente ha podido hacer de una mujer causa de su deseo, está père-versement orientado.[4]

Dejo de lado el Manifiesto para intentar ubicar algunas coordenadas que manifiestamente Marx deja en la carta que le escribe a su esposa a los 38 años de edad.

No, me faltan aún rodeos para intentar precisar aquello que me convocan a hacer. Escribir sobre el amor que un hombre puede decirle a una mujer. Para ser más precisos, puede escribirle, como si la relación sexual fuera a existir y algo de todo lo que él propone pudiera concretarse, pero como no existe, Marx entre otros, habla de amor, y entre ellos se escriben cartas de amor.

Tengo que escribir entonces sobre una carta de amor que Marx le escribe a su esposa. Pensar en lo serio de la escritura de Marx que son cartas de amor. ¿Exagerado? Obvio, ¡es el amor! Y la carta es un poco exagerada.

¿Cuántas cartas le habrá escrito Karl Marx a Jenny von Westphalen? ¿Por qué le escribía cartas de amor? Según datos, léase internet dixit, claro, Karl Marx y Jenny von Westphalen se conocieron en la infancia. Sus condiciones sociales y económicas eran opuestas, pero muy opuestas. Ella aristócrata, él proveniente de una familia judía-alemana de clase media, sin estabilidad económica ni títulos nobiliarios. Una vez que pudieron con las convenciones sociales de la época, mantuvieron una relación de 46 años que se interrumpió con la muerte de Jenny. ¿Habrá habido más cartas después de eso?

Se sabe que la pasaron mal, muy mal: cuatro de sus siete hijos fallecieron, el exilio, la pobreza. El amor podría ser también un modo de velar, de sostener abierta la pregunta que esconde la demanda: ¿Estás ahí? Pese a todo…

Un dato. Al parecer, la letra de Marx era ilegible, excepto para Jenny, que por tal motivo además de su esposa, compañera, primera asociada a la Liga Comunista y, al decir suyo en una carta y con una ironía preciosa, mucho menos reconocida de lo que debería haber sido por su marido, también se convirtió en su transcriptora. Una carta que solo ella podía leer y que solo ella podía transcribir.

Quizás Marx no pensó que estas cartas iban a ser publicadas años después, o sí. ¿A quién pertenece ahora esta carta? Lacan, en el "Seminario sobre 'La carta robada'", afirma que la carta produce efectos sobre los actores del cuento, pero también afuera, sobre los lectores, y concluye: "[…] sin que nunca nadie haya tenido que preocuparse de lo que quería decir".[5] Entonces se pone más en juego el decir que el dicho. Hablar de amor, hablar.

Ahora bien, vamos a la carta. Fue escrita en 1856 por un joven Marx que se encontraba en Manchester. Está claro que escribe en ausencia, porque es el modo en el que se escriben las cartas de amor; Miller dice, "como un testimonio del tiempo en que el Otro no estuvo",[6] pero además, porque el autor lo dice desde el inicio: "Te escribo de nuevo porque estoy solo, y me molesta conversar siempre contigo en mis pensamientos sin que sepas nada de ellos, me escuches o puedas siquiera responderme".[7] Y agrega: "Si pudiera estrechar contra mi pecho tu tierno corazón puro, me callaría y no diría una palabra más".[8] Escribe porque está solo.

El objeto de amor no está y esa ausencia se intenta apaciguar con palabras y con un retrato que, al parecer, es malo y no le hace justicia, pero que nos permite visualizar el lugar que este objeto ocupa: "Y ahí estás, delante de mí, en carne y hueso, te tomo en mis brazos, te cubro de besos de la cabeza a los pies, me arrodillo ante ti y suspiro: Señora os amo".[9]

En este punto, resuena la referencia lacaniana de la carta en espera, en souffrance, en sufrimiento, vaya que Marx sufre la ausencia del objeto. Pero también el comentario que hace Miller sobre el mendigo, aquel que pasea su falta por el mundo. Para amar hay que reconocer su falta, asumirla y "reconocer que se necesita al otro, que le falta".[10]

"Amar feminiza"[11] es una cita muy conocida de Miller. Amamos a aquel que suponemos tiene la respuesta a nuestra pregunta: ¿quién soy yo? En la carta se lee que Jenny está en ese lugar, no hay dudas, y que Marx puede pasear su falta. Pero, como continúa Miller, "incluso un hombre enamorado tiene retornos de orgullo […] porque este amor lo pone en una posición de incompletud, de dependencia".[12]

La salida de Marx no es por la vía de la agresividad al objeto, salida posible y lamentablemente común en esta época, sino la de recurrir a la generalidad del mundo y a lo que harían otros con su dependencia: "Si esos canallas hubieran tenido valor, habrían representado de un lado 'las relaciones de producción e intercambio' y del otro a mí, postrándome a tus pies".[13] En el mismo movimiento se defiende, pero vuelve a ubicar su falta y quizás, aunque aventurado, algo de su condición de goce.

Dice: "En cuanto te alejas, mi amor por ti se revela tal cual es: un gigante que concentra en sí mismo toda la energía de mi espíritu y todo el ardor de mi corazón. Vuelo a ser hombre porque vivo una gran pasión, y esa dispersión a la que nos arrastra el estudio y la cultura moderna […] el amor hacia la amada y especialmente hacia ti, permite al hombre volver a ser hombre".[14] ¿Mucho? Por suerte, Miller también dice: "[…] el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad".[15] Claramente no es el caso.

Y lo ridículo me lleva sin escala a Pessoa porque "Todas las cartas de amor son ridículas"

Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amor si no fuesen
ridículas.

También escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las demás,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero, al fin y al cabo,
sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor
sí que son
ridículas.

Quién me diera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy mis recuerdos
de esas cartas de amor
sí que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículas)[16]

Entonces entre lo serio y lo ridículo, ¿podemos ubicar las cartas de amor?

 

21 de junio de 1856

Mi amado corazón:

Te escribo de nuevo porque estoy solo, y me molesta tener que conversar siempre contigo en mis pensamientos sin que sepas nada de ellos, me escuches o puedas siquiera responderme. Tu retrato, por malo que sea, me es de gran consuelo, y ahora entiendo por qué incluso <<las vírgenes negras>>, los retratos más reprobables que cabe imaginar de la Madre de Dios, han podido encontrar tan fogosos adoradores, y casi más admiradores que los buenos retratos. De cualquier forma, ninguna de esas imágenes negras de la virgen ha sido nunca más besada, contemplada y adorada que tu fotografía, que si bien no es negra, no deja de ser sombría y no refleja en absoluto tu encantador rostro, tan atractivo, tan tierno, tan dolce. Sin embargo, yo corrijo los rayos de sol que han sido tan malos pintores, y descubro que mis ojos, dañados por la luz de las lámparas y el tabaco, pueden a pesar de todo pintarte mejor, no solamente en sueños, sino también cuando estoy despierto. Y ahí estás, delante de mí, en carne y hueso, te tomo en mis brazos, te cubro de besos de la cabeza a los pies, me arrodillo ante ti y suspiro: <<Señora, os amo>>. Y os amo de verdad, más de lo que el Moro de Venecia haya amado jamás.

El mundo, pérfido y perezoso, representa todos los caracteres humanos a la medida de su perfidia y su pereza. ¿Quién de mis numerosos detractores y venenosos adversarios me ha reprochado una sola vez mi vocación por interpretar el papel de los galanes en teatros de segunda categoría? Y sin embargo, es la verdad. Si esos canallas hubieran tenido valor, habrían representado de un lado <<las relaciones de producción y de intercambio>> y del otro a mí, postrándome a tus pies. Look this picture and do that _habrían escrito al pie del lienzo_. Pero esos cretinos son idiotas y seguirán siéndolo, per secula seculorum.

Una ausencia temporal es siempre beneficiosa, pues, en una proximidad recíproca, las cosas no se diferencian, sino que más bien tienden a parecerse. Incluso torres próximas una a la otra parecen enanas, mientras que lo pequeño y familiar, contemplado de cerca, cobra cada vez más volumen. Así son las pasiones. Los pequeños hábitos que, por el hecho de su cercanía, se apoderan de uno y adquieren un cariz pasional, desaparecen en cuanto el objeto inmediato se aparta de la vista. Las grandes pasiones que, debido a la proximidad del objeto, adoptan la forma de pequeños hábitos aumentan y retoman su dimensión natural bajo el mágico efecto de su alejamiento. Así sucede con mi amor. Basta con que tu imagen se desvanezca en un simple sueño para que sepa inmediatamente que el tiempo no ha servido a mi amor, sino para aquello para lo que sirven el sol y la lluvia a las plantas: para agrandarlas y hacerlas crecer. En cuanto te alejas, mi amor por ti se revela tal cual es: un gigante que concentra en sí mismo toda la energía de mi espíritu y todo el ardor de mi corazón. Vuelvo a ser hombre porque vivo una gran pasión, y esa dispersión a la que nos arrastra el estudio y la cultura moderna, así como el escepticismo que fatalmente nos lleva a denigrar todas nuestras impresiones subjetivas y objetivas, no sirve más que para hacer de todos nosotros criaturas insignificantes y enclenques, quejosas y timoratas. Por el contrario, el amor, pero no por el hombre de Feuerbach, ni por el metabolismo de Moleschott, ni tampoco por el proletariado, sino el amor hacia la amada y especialmente hacia ti, permite al hombre volver a ser hombre.

Vas a sonreír, querida mía, y te preguntarás cómo he podido desarrollar de golpe toda esta bella retórica. Pero si pudiera estrechar contra mi pecho tu tierno corazón puro, me callaría y no diría una palabra más. No pudiendo utilizar mis labios para besarte, lo hago con mi lengua y mis palabras.

Tuyo, Karl[17]

NOTAS

  1. Lacan, J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aun, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 102.
  2. Lacan, J., (1971) Hablo a las paredes, Buenos Aires, Paidós, 2012.
  3. AA. VV., Carta de Karl Marx a Jenny von Westphalen, Grandes cartas de amor, Buenos aires, El Ateneo, 2019.
  4. Lacan, J., (1974-1975) Seminario 22, "RSI". Inédito. Recuperado en https://e-diccionesjustine-elp.net/wp-content/uploads/2019/10/RSI.pdf
  5. Lacan, J., (1955) "Seminario sobre 'La carta robada'", Escritos 1, Buenos Aires, Siglo veintiuno, 2014, p. 65.
  6. Miller, J.-A., (1993-1994) Donc. La lógica de la cura, capítulo XII "Signos de amor", Buenos Aires, Paidós, 2011, pp. 233-248.
  7. AA. VV., Carta de Karl Marx a Jenny von Westphalen, Grandes cartas de amor, óp. cit., p. 49.
  8. Ibíd.
  9. Ibíd.
  10. Waar, H., "El amor y todo lo otro. Entrevista a Jacques-Alain Miller, Página 12, 2011. Recuperado en https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-31778-2011-12-22.html
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. AA. VV., Carta de Karl Marx a Jenny von Westphalen, Grandes cartas de amor, óp. cit., p. 49.
  14. Ibíd.
  15. Waar, H., "El amor y todo lo otro. Entrevista a Jacques-Alain Miller, Página 12, 2011. Recuperado en https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/21-31778-2011-12-22.html
  16. Pessoa, F., "Todas las cartas de amor son ridículas". Recuperado en https://www.antologiapoetica.com.ar/
  17. AA. VV., Grandes cartas de amor, Buenos Aires, El Ateneo, 2019, p. 49.