AÑO XVII
Diciembre
2023
43
Dosier: "Todo el mundo es loco"

Segunda noche: La locura universal y el sueño de Aristóteles

Claudio Godoy

Fragmento de El jardín del amor, de Rubens

Agradezco al Directorio la invitación a participar de esta noche de la Escuela. Me interesa tomar algunos párrafos de las últimas clases del curso de Jacques-Alain Miller y articularlos con dos breves intervenciones de Lacan.[1] Ellas están fundamentalmente enlazadas con su escrito dedicado a la Universidad de Vincennes por un hilo que las atraviesa. Sin duda ‒tal como lo sostiene Miller‒,[2] Aristóteles es una referencia escondida, entre líneas, en este último, pero claramente explicitada en los otros dos textos. No resultaría exagerado extender la importancia de esta referencia al filósofo a toda la enseñanza de Lacan de los años setenta, ya que la construcción de las fórmulas de la sexuación lo han conducido a debatir reiteradamente con la lógica aristotélica, en especial con el estatuto que tiene en ella la proposición universal. Se plantea así en estas intervenciones la distinción fundamental en la clínica psicoanalítica entre lo universal, lo particular y lo singular, dimensiones que resultan con frecuencia confusas tanto en la práctica como en su transmisión.

1. Dos perspectivas no antagónicas

Jacques-Alain Miller nos presenta en su curso dos perspectivas o alcances posibles del enunciado "Todo el mundo es loco" que, si bien son contradictorias, no se trataría de oponer una a la otra, sino de mantenerlas juntas ya que se ubican en planos distintos.

Muchas veces se ha destacado el modo en que Lacan, luego de establecer con su teoría de la forclusión del Nombre del Padre una discontinuidad radical que separaría a las estructuras neuróticas de las psicóticas, se volcaría en los años setenta hacia una continuidad que borraría esa distinción infranqueable. La proposición "Todo el mundo es loco", especialmente si es propuesta, tal como lo hace Miller, en tanto brújula de su última enseñanza, parecería abonar esa dirección. En efecto, se afirma una continuidad expresada en el universal, pero es necesario despejar primero en qué plano se juega, distinguiendo esa presunta locura generalizada del parlêtre de la clínica de la psicosis. Es así que Miller afirma que: "Acerca de la psicosis, Lacan oscila entre dos posiciones y, aunque obviamente hay una tensión entre ellas, las articula".[3] En una de ellas, la expresión "Todo el mundo es loco" iguala al terapeuta y al paciente, invitándonos a sincerarnos frente al paciente con un "Yo también soy delirante", o más porteñamente, "Ya sé que estoy piantao". Si lo llevamos a un extremo, podría conducirnos ‒como los antipsiquiatras de los años 70‒ a sostener que la psicosis es solo un semblante, una mera ficción segregativa de la sociedad represiva. En la otra perspectiva, se acentúa lo real de la psicosis en la clínica a la que incluso denomina "un real de la enfermedad mental",[4] para concluir que es necesario mantener juntas estas dos postulaciones. Considero que su necesidad radica en que implican dimensiones éticas y clínicas que se entrelazan en la práctica psicoanalítica, las cuales no pueden excluirse ya que cada una limita los extravíos de la otra.

Por último, J.-A. Miller señala: "Esta locura genérica y general, o más bien universal, no es la psicosis. Esta es una categoría de la clínica con la que tratamos de capturar algo que se inscribirá de todos modos en este universal".[5] La hipótesis de la locura universal, por lo tanto, no elimina las categorías clínicas y sus particularidades, ya que sin ellas se perdería algo esencial a la clínica misma como elaboración de saber y transmisión de la experiencia.

2. Las particularidades sintomáticas

El trabajo de Jacques Brunschwig sobre la proposición particular en Aristóteles[6] fue determinante en la lectura que realiza Lacan en los años 70 de la lógica cuantificacional del filósofo. Allí se destaca que la proposición particular admite dos interpretaciones posibles: una mínima,en la que el hecho de que algún A sea B resulta compatible con la proposición universal, es decir que todos lo sean; y una máxima,que la excluye, porqueimplica una particularidad que no puede extenderse a ningún todo puesto que lo contradice. Esta modalidad está implícita en el habla corriente cuando decimos "algún A es B", pues suponemos inmediatamente que no todos lo son. Brunschwig señala que las connotaciones de esta interpretación máxima de las proposiciones particulares han ejercido un efecto muy perturbador en el trabajo de Aristóteles, cuya solución ha sido finalmente dejarla de lado para pasar a sostenerse solo en la mínima. La perturbación radicaba en que para Aristóteles solo hay ciencia de lo universal, lo cual implicaba que todo aquello que no pudiera reabsorberse en este carecía de interés para ella y la lógica. Esta solución se contrapone al discurso analítico, el cual ‒tal como lo sostiene Lacan‒[7] no tiene nada de universal y, por lo tanto, no podría ser materia de enseñanza.

Constituye una práctica que está regida por una regla fundamental que tiene por fin desarreglar la homeostasis somnolienta del principio del placer, perturbar la defensa al hacer hablar a un sujeto sobre aquello a lo que está menos dispuesto: sus "particularidades sintomáticas".[8] Y se requiere recorrerlas exhaustivamente para extraer lo más preciado que habita en ellas: "[…] hay que sudar, hay que vagar por toda una serie de particulares para que algo singular no sea omitido".[9]

3. El sueño de Aristóteles y la búsqueda de lo universal

En la última clase del curso J.-A. Miller evoca la conferencia de Lacan en la UNESCO, brindada en ocasión del vigésimo tercer centenario de la muerte de Aristóteles en junio de 1978,[10] cuatro meses antes de su texto por Vincennes, aquel en el que extrae del decir de Freud la conclusión de que todo el mundo es loco y nada es más que sueño. La locura universal se enlazaría así al sueño general, al imposible despertar de los hablantes.

En la conferencia, Lacan señala: "El silogismo –Aristóteles se ha aplicado a él–, ¿el silogismo procede del sueño? Es necesario decir que el silogismo es siempre cojo –en principio triple, pero en realidad aplicación a lo particular de lo universal–. 'Todos los hombres son mortales', luego uno entre ellos también lo es".[11] El silogismo es concebido por el estagirita como un procedimiento que permite alcanzar una conclusión a partir de dos premisas prescindiendo de cualquier otra comprobación, un mecanismo infalible puramente significante.

Claro que Sócrates no murió por el hecho de ser mortal, sino por un deseo cuya singularidad el silogismo suprime en su perfección deductiva. Es el sueño de una articulación perfecta entre lo particular y lo universal que excluye aquello que no pueda reabsorberse en algún para todo x.

El curioso homenaje que Lacan le ofrece a Aristóteles radica en señalar que como psicoanalista puede afirmar que el filósofo sobrevive en los sueños de los analizantes. Que en todo psicoanalizante hay un alumno de este, pues al hablar aristoteliza, es decir, sueña con un para todo x. Comprueba de este modo que lo universal se realiza en el hablar mismo y que la operación analítica va en contra de la atracción que ejerce el para todo x inducido por su farfullar. Por eso Lacan destaca que "Ciertamente, el hombre farfulla. Se complace en ello. Como se ve en el hecho de que el psicoanalizante vuelve a la hora fijada a lo del psicoanalista. Cree en lo universal, no se sabe por qué, puesto que es como individuo particular que se entrega a los cuidados de lo que se llama un psicoanalista".[12]

Aunque esa creencia en lo universal atrape los dichos del analizante o enrede los silogismos que balbucea en la sesión, su sueño ‒ese del cual no despierta‒ está tejido en torno a su síntoma. Por eso se pregunta: "¿Se tratará de despertar al psicoanalizante? Pero este no lo quiere en ningún caso –sueña, es decir, se atiene a la particularidad de su síntoma‒".[13]

Pasamos así del "Todo el mundo es loco y nada es más que sueño" atribuido a Freud a "Cada uno en su mundo", lo cual nos permite prescindir del "Todo" aunque acentúa el fracaso de un mundo común por el encierro de cada uno en aquel que su síntoma le configura y sobre el cual sueña. De allí que uno hable de una sola y misma cosa salvo si se abre a hacerlo con un analista. La última enseñanza de Lacan gira en torno a la imposibilidad de despertar y ubica a esta como la resistencia fundamental al psicoanálisis. Aun así, concluye su conferencia dedicada al filósofo señalando que tuvo un sueño en el que sonaba un despertador y que, contrariamente a esos sueños en los que el estímulo perturbador queda incorporado en su trama para que este pueda continuar, esta vez él se ha despertado alucinando el sonido del despertador, lo cual es calificado por él como un buen signo. En efecto, ese signo nos indica que, si bien no hay despertar absoluto, tampoco hay el sueño total, hay instantes de despertar, aquellos en donde una punta de real vuelve a sonar y son fundamentales en la experiencia analítica.

Finalmente, podemos señalar que, si bien el discurso analítico no sería materia de enseñanza por carecer de universalidad, eso no impidió que Lacan avalara la presencia de psicoanalistas en la universidad sosteniendo, por ejemplo, que no se trata de superar la antipatía entre el discurso analítico y el universitario, sino de explotarla. Es decir que a una "superación" ideal que alcanzaría la concordancia utópica de ambos le opone la posibilidad de que la discordia misma pueda tornarse fecunda, productiva y así explotarse. Intentando que en lugar de alimentar la voracidad de impotencia pueda situarse una imposibilidad a partir de la cual la enseñanza del psicoanálisis tenga una chance de renovarse, ya que en ella "se trata de provocar en los demás el saber hacer allí…"[14] en una práctica que habrá que reinventar cada vez.

6 de julio de 2023

NOTAS

  1. Lacan, J., (1975) "Solo vale la pena sudar por lo singular", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 32, Buenos Aires, EOL-Grama, 2022; y "Le rêve d´Aristote", La Cause du désir, n.º 97, París, 2017.
  2. Miller, J.- A., (2007-2008) Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 328.
  3. Ibíd., p. 311.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd., p. 340.
  6. Brunschwig, J., "La proposition particulière chez Aristote", Cahiers pour l´Analyse,n.º 10, París, 1969.
  7. Lacan, J., (1978) "¡Lacan por Vincennes!", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, Buenos Aires, EOL-Grama, 2011, p. 7.
  8. Cf. Lacan, J., (1975) "Solo vale la pena…", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 32, óp. cit., p. 10.
  9. Ibíd., p. 11.
  10. Lacan, J., "Le rêve d´Aristote", La Cause du désir, n.º 97, óp. cit.
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. Ibíd.
  14. Lacan, J., "Palabras sobre la histeria", conferencia en Bruselas del 26 de febrero de 1977. Inédita.