AÑO XVII
Diciembre
2023
43
Dosier: "Todo el mundo es loco"

Tercera noche: Una brújula ética

Nicolás Bousoño

Fragmento de El jardín del amor, de Rubens

Buenas noches, agradezco al Directorio la invitación a participar de esta actividad con la que concluye una serie de excelentes noches de trabajo. Es un gusto participar de esta conversación, particularmente en relación con el tema que han propuesto para hoy.

La cita que orienta el trabajo, "Aquí todos los términos del discurso analítico (el fantasma, el sueño, el delirio, la locura, el síntoma) colapsan en un encierro de cada uno en su mundo, y en la imposibilidad de un mundo en común. Todo el mundo está en su mundo, es decir, en aquello que su síntoma fomenta, con esto nos las arreglamos como podemos para entendernos e intentamos caminar juntos",[1] se encuentra, como saben, en el capítulo "Cada uno en su mundo", el último del curso de 2008.

Les cuento que al leer el mail de la convocatoria con la referencia bibliográfica hace algunas semanas, el "Aquí"del inicio de la cita me mordió… fui y vine entre Sócrates, Aristóteles, Freud, Lacan… lo incluí a Santo Tomás de Aquino, pero no había caso, Aquí insistía… Aquí señalaba un lugar y un lazo, aquí donde estamos, en la EOL. Ante esa insistencia, escribí algunas ideas que les comparto, para intentar caminar un poco juntos.

Bien, ese capítulo, "Cada uno en su mundo",es un capítulo especial. Miller destaca en él lo que late en todo el curso; alza la voz para hacernos pasar lo que lo ocupa, la nota fundamental que se encuentra en las combinatorias y los andamiajes que fue montando a lo largo de las clases. En todas esas "volutas capciosas"[2] –me gustó esa expresión, si se la repite un poco no se sabe bien de qué idioma se trata, "volutas capciosas"–, vueltas engañosas que pueden hacer que esa nota fundamental se olvide, nos habla de lo que lo orienta, de lo que lo lleva a avanzar en su trabajo: la existencia del psicoanálisis, su incidencia en el mundo ("el mundo nos necesita", dice no sin cierta ironía en la página 87). Y lo hace bajo la forma de una paradoja: el psicoanálisis no es materia de ninguna pedagogía, y sin embargo se transmite; "¿Cómo hacer para enseñar lo que no se enseña?".

Lo ocupa la dimensión ética, en suma.

Es sobre el final de la clase previa –"Brújula de la última enseñanza"‒ que aborda esa paradoja y, primero, da la clave de su resolución en términos lógicos: para Lacan, aclara, "lo imposible no anula lo contingente ni lo posible"; después la traduce en términos prácticos, "¿Cómo hacer, con el imposible como telón de fondo, para obtener algo que pueda hacer las veces de y permita hacer con?", para finalmente, invitarnos a seguirlo a responder cómo hacer con lo imposible…[3]

Allí ‒ya nuevamente en el último capítulo‒ emparenta su respuesta a las de Freud y Lacan: ¿cómo hacer con lo imposible? no retroceder… plantarse, abrir camino; lo que no implica superar la paradoja, sino sostenerse en la brecha, en el esfuerzo de tratar lo imposible con lo contingente. En términos del Lacan de "La psiquiatría inglesa y la guerra", "encontrar la fuerza viva de la intervención en el mismo callejón sin salida de una situación", lo que llama allí "el milagro de los primeros freudianos".[4]

Es una orientación que va más allá de la relación entre enseñanza y transmisión para abarcar también las dimensiones clínica y política; cómo no escuchar los ecos de la actualidad en esta otra frase de Miller en el texto: "Hace falta todo nuestro desamparo frente a lo que ocurre, frente a la experiencia analítica misma, para transformar en tesis, en materia de enseñanza, lo que solo es (cada vez) un episodio, heroico sin dudas pero destinado a pasar, un episodio en el combate con lo imposible".[5]

Es decir, lo que se obtenga como saber al tocar lo real; las soluciones clínicas, epistémicas o políticas, se vuelven provisionales y toman su valor para el momento, el lugar, el problema que alguien pretende abordar. No hay soluciones ideales, para todos, eternas, en ese combate; las soluciones tienden a entrar en el régimen de la repetición, de la rutina, a favor del principio del placer, del sueño, del delirio. Encontramos eso a cada paso, en las transformaciones de la teoría, en los cambios institucionales, en la clínica misma.

J.-A. Miller, con su forma de abordar el curso –renunciando a lo sistemático, disponiéndose a la contingencia– dice cómo combate esa tendencia: "[…] cada vez redoblar la apuesta con una vuelta inesperada", que lo sorprenda aunque sea un poco. "Solemos abrir camino justamente cuando no hallamos lo que buscamos y estamos forzados a arreglárnoslas […] después de todo eso también puede servir como preparación de los operadores de la experiencia".[6]

Es con esa orientación entonces que leo la cita propuesta al trabajo. "Aquí todos los términos del discurso analítico (el fantasma, el sueño, el delirio, la locura, el síntoma) colapsan en un encierro de cada uno en su mundo, y en la imposibilidad de un mundo en común. Todo el mundo está en su mundo, es decir, en aquello que su síntoma fomenta, con esto nos las arreglamos como podemos para entendernos e intentamos caminar juntos".[7]

Saben que la cita hace referencia a una frase de Lacan que la antecede: "[…] el psicoanalizante sueña, es decir, está encerrado en la particularidad de su síntoma".[8]

¿Y Aquí? Miller agrega que el analista también sueña, "un poco menos", en la medida que "no toma toda contingencia en el régimen de la repetición".[9] Cada uno en su mundo, por qué no, no dejamos de contar con algunas significaciones estables, establecidas, rutinarias, un lenguaje común, lo que habitualmente ponemos en escena; un mundo. Un poco loco también, no está mal, si no, otra sería la locura y otros los encierros.

Es ante la imposibilidad de un mundo en común que Lacan propone para la formación de los analistas una "experiencia inaugural"; son sabidos los callejones sin salida en los que encontró la fuerza viva de la intervención que fundó su Escuela. Su ética lo llevó a no retroceder, a encontrar la contingencia con la que abrirse paso, la que fue y sigue siendo refugio y base de operaciones desde donde llevar a cabo la tarea de caminar juntos.

Juntos, pero no revueltos; caminando, sí, con una orientación, vale la pena aclarar. La Escuela se ha expandido –no es un mundo, se ha complejizado en todos sus aspectos desde entonces–, hoy mismo estamos en eso rejuveneciendo cada vez, apostando a sacudir las rutinas, incluso en sus reglamentos institucionales, rutinas que opacan ese borde de experiencia inaugural para cada uno. A veces puede ser un poco enloquecedor, puede agitar corazones, creo que esa es la nota fundamental de la Orientación Lacaniana.

17 de octubre de 2023

NOTAS

  1. Miller J.-A., (2008) Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 328.
  2. Ibíd., p. 333.
  3. Ibíd., p. 329.
  4. Lacan, J., (1947) "La psiquiatría inglesa y la guerra", Uno por uno. Revista mundial de psicoanálisis, n.º 40, Buenos Aires, Eolia, 1994, p. 15.
  5. Miller J.-A., (2008) Todo el mundo es loco, óp. cit., p. 338.
  6. Ibíd., p. 339.
  7. Ibíd., p. 328.
  8. Ibíd., p. 342.
  9. Ibíd., p. 340.