Tercera noche: Locuras y locuras, delirios y delirios
Esteban Klainer
En la conferencia de presentación del próximo Congreso de la AMP, Miller planteó que el aforismo de Lacan "Todo el mundo es loco" ya había entrado en nuestra lengua común, y que si se trataba de volver a ponerlo al trabajo era para que no se transforme en una suerte de eslogan sin consecuencias.[1] Sacarlo del lugar de eslogan y darnos un tiempo de comprender nos puede permitir entrever la magnitud de sus posibles consecuencias, que no solo se reducen al psicoanálisis en intensión, sino también a su posible incidencia en la extensión. Ese es un lugar en el que, por lo menos para mí, nunca es nada sencillo ubicarse en tanto analista. Cuestión que, no digo todos, pero seguramente muchos de nosotros estamos experimentando en estos días.
El sueño como fundamento de "Todo el mundo es loco"
Empecemos por ubicar que la fundamentación para sostener que todo el mundo es loco está hecha por Lacan con la noción de sueño, dice: "Él [por Freud] pensó que nada es más que sueño […] y que todo el mundo es loco, es decir delirante".[2] Un modo de entender que sea el sueño el soporte de este aforismo es pensar que frente al real que se articula por vía del significante con su efecto parasitario, traumático, todo el lenguaje en el ser parlante está al servicio de velar ese real fabricando sueños.
En el argumento para el próximo Congreso, Miller se ocupa especialmente de mostrar que el fundamento freudiano del "todos delirantes" es el sueño. Lo hace tomando al detalle el artículo de Freud "Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico". En ese texto Freud plantea la progresiva sustitución del principio del placer por el principio de realidad, pero como señala Miller, en Freud mismo esa sustitución se matiza y nunca termina de realizarse del todo. El principio de realidad no hace caer al principio del placer y en definitiva el aparato psíquico trabaja para mantenerlo.
Miller también señala, en este sentido, que Lacan elige en su lectura de Freud acentuar esta perspectiva hasta volver ilusoria la prueba de realidad.
En este punto retoma lo que ya había trabajado en su curso Todo el mundo es loco cuando señala, por ejemplo, que: "Lacan descifró la generalización del sueño, es decir, dijo que siempre se sueña, lo que quiere decir: el principio del placer no se opone al principio de realidad".[3]
Miller concluye la presentación del próximo Congreso de este modo: "Digamos, […] que si elegimos privilegiar esta perspectiva (la del sostenimiento del principio del placer), y no la de la llamada prueba de realidad, demostramos en qué el estado del soñador es indestructible, que el sueño no es solo ilusión. Despertarse es continuar soñando con los ojos abiertos. En efecto, en este sentido, nada es más que sueño. El delirio pertenece para Freud a la misma clase de fenómenos psíquicos que el sueño".[4]
En esta perspectiva, todos delirantes querría decir que todo el aparato psíquico funciona para negar ese real sosteniendo lo más que se pueda un principio del placer tal como lo hace el sueño.
En este sentido, es cierto que, tal como lo dice Miller, "nada es más que sueño" es una frase que, viniendo de la enseñanza de Lacan y su expectativa de que el discurso analítico lograse realmente un despertar, "corta el aliento".[5]
La paradoja del Todo
Miller señala que el aforismo "Todo el mundo es loco" contiene una paradoja[6] (señala dos, pero voy a tomar una) en relación con el Todo. La paradoja se produce porque quien dice esa frase no está exceptuado; es decir, que también es un loco, un delirante. Siendo así, el Todo del aforismo de Lacan no responde a la lógica del Todo que conocemos. No hay quien pueda decir "yo no" y desde esa excepción fundar el Todo de la locura. Desde esta perspectiva se trata de un cada uno sin excepción, de la locura de cada uno en tanto forma parte de una muchedumbre, del conjunto abierto de los que por ser parlêtres no pueden sino delirar.
Ahora, si no hay el todo de la locura, esto nos permite, lejos de dejarla caer, interesarnos de un modo renovado en la noción de locura distinguiéndola, por ejemplo, de la psicosis.
Si no hay el al menos uno que no que sostenga el todo de la locura, que todos los seres parlantes seamos locos, que el estado del soñador sea indestructible, o que por el hecho de hablar no podamos sino delirar, no quiere decir que todas las locuras sean iguales. Hay locuras y locuras, delirios y delirios. Es decir, respecto de la conjetura de lo real, todo el mundo delira, pero no todo el mundo lo hace de igual modo. Cuestión que, me parece, toca un punto de interés no solo clínico, sino también ético de nuestra práctica.
Delirio de redención
Siguiendo esta perspectiva me quiero detener en la quinta clase del Seminario 23 a la que Miller tituló "¿Joyce estaba loco?", ya que creo que quizás puede arrojarnos algunas luces para el tema en el que estamos. Si me parece que puede ser así, es porque allí Lacan, para quien sin dudas Joyce se trataba de una psicosis donde se verificaba la forclusión del Nombre del Padre, no deja de interrogarse con mucho detenimiento sobre si Joyce estaba loco. Solo con esto vemos que lo que Lacan plantea a esta altura de su enseñanza no es una equivalencia entre locura y psicosis, y que su interés por la locura va más allá de las estructuras clínicas.
Ahora, en esa misma clase y a partir de la pregunta sobre si Joyce estaba loco, lo que impacta es la insistencia de Lacan por encontrar una respuesta a nivel no de cualquier forma de locura, sino de la locura de creerse un redentor. Así le dirige directamente a Jacques Aubert su pregunta: "¿No hay en los escritos de Joyce lo que llamaré la sospecha de que es o se construye a sí mismo como lo que él llama en su lengua un redeemer, un redentor? Hubo un redentor, uno verdadero, […]. ¿Llegará él a sustituirlo?".[7] En el intercambio con Jacques Aubert, y a partir de muchas referencias de su obra,[8] llega a verificar que en Joyce hubo indicios, marcas, de haberse creído un redentor. La más conocida para nosotros es la del final del Retrato del artista adolescente, "Voy por millonésima vez al encuentro de la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi alma la conciencia increada de mi raza".[9]
Ahora, para el caso de Joyce Lacan concluye que, si bien pasó por ese delirio, si bien estuvo en el borde de verse llamado a una misión redentora, finalmente, no se queda en esa vía, se distancia de esa solución cuando se constituye como el artista. Sin embargo, queda que, para Lacan, el índice para saber si Joyce entró o no en la locura pasa por si se creyó o no un redentor. En este sentido, podemos pensar que la solución sintomática de Joyce lo separa de la locura.
Lo que sorprende es que, a partir del caso de Joyce, Lacan de algún modo extiende, amplía, la relación de la locura con la idea de creerse un redentor, y afirma que: "La imaginación de ser el redentor, por lo menos en nuestra tradición, es el prototipo de la père-version".[10]
Es una frase que realmente impacta, según Lacan el origen del delirio de redención, índice para él de entrada en la locura, lo ubica en la lógica paterna. En este sentido, la referencia al Nombre del Padre lejos de ser la garantía del sostenimiento de algún recurso frente a la locura, plantea un tipo de locura, la de creerse un redentor, que le sería inherente.[11] Entonces, el orden paterno, el Nombre del Padre, sería la función que protege de la psicosis, pero no de la locura. Es más, la locura de redención, para Lacan, es el molde originario (etimología de prototipo) donde se ha instituido.[12]
Lacan no hace una generalización absoluta, señala que esto es así por lo menos para nuestra tradición occidental, la de los nombres del padre judeo-cristiano, y agrega que la idea "chiflada" del redentor no viene de cualquier lado, sino que "surgió en la medida en que hay relación de hijo a padre".[13] Es decir que el delirio de redención surge de la idea misma de filiación.
En la juntura de la solución paterna con el primer discurso histórico, la Biblia, se puede seguir cómo cada vez que el orden paterno tiembla, se crean las coordenadas para el retorno cíclico de la figura del redentor encarnada en el hijo que viene a redimir los pecados del padre. Cíclicamente retorna aquel que se siente llamado a restaurar un orden, siempre con su correlato de sacrificio y de segregación de los considerados culpables de ese derrumbe.[14]
La estructura del delirio de redención siempre tiene que ver con la idea de fabricar un nuevo orden, un nuevo "para todos", a partir de ubicar en el orden existente la proliferación de defectos y pecados a los que, justamente, hay que redimir. Se entiende que la segregación es intrínseca a la lógica propia de esta locura, para restaurar o empezar un nuevo orden siempre hay que dejar algo afuera. Podemos reconocer así, en esta forma de locura, la estructura misma de la lógica de la sexuación masculina, la de la excepción que funda el Todo. De este modo, se puede sostener que el delirio de redención, que para Lacan es inherente a la lógica paterna, es un delirio por el Todo, una locura del Todo.
Para concluir, y acentuar un poco más algunas posibles consecuencias del aforismo de Lacan "Todo el mundo es loco" tanto en la intensión como en la extensión, quisiera señalar algo más.
En la "Nota sobre el padre",[15] Lacan destaca que, de la declinación paterna, de su evaporación, algo queda. No todo se evapora, queda una cicatriz. Ahora, lo que también dice, en esos pocos renglones, es que la segregación proviene de esa cicatriz, no de lo que produce su evaporación. El declive de los nombres del padre deja como cicatriz lo esencial de su lógica, lugar desde donde siempre pueden resurgir redentores con su exigencia de sacrificios y segregación.[16]
En un momento de su curso Un esfuerzo de poesía, en el contexto de la invasión de Estados Unidos a Irak, Miller señala que "asistimos al gran retorno de las fórmulas edípicas de Lacan";[17] es decir, la lógica del Todo y la excepción, lo esencial de la lógica paterna.
Entonces, de la cicatriz del padre siempre puede resurgir la locura redentora que busca fundar un nuevo para todos, en tanto ese delirio le es inherente.
Todo el mundo es loco, pero hay locuras y locuras. Y hay las locuras que, desde el psicoanálisis, subrayo "desde el psicoanálisis", podemos señalar como locuras peligrosas. En este sentido, "Todo el mundo es loco, pero no todo el mundo es loco del Todo".[18]
17 de octubre de 2023
NOTAS
- Miller, J.-A., "Todo el mundo es loco", AMP 2024, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 32, Buenos Aires, EOL-Grama, 2022, p. 16.
- Lacan, J., (1978) "¡Lacan por Vincennes!", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 11, Buenos Aires, EOL-Grama, 2011, p. 11.
- Miller, J.-A., (2008) Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 340.
- Miller, J.-A., "Todo el mundo es loco" AMP 2024, Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 32, óp. cit., p. 24.
- Ibíd., p. 22.
- Ibíd., pp. 17-18.
- Lacan, J., (1975-1976) El Seminario, Libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 77.
- Cecilia Rubinetti rastreó muchas de estas referencias en la obra de Joyce y las expuso en la clase del 3 de mayo de 2023 en el seminario diurno en la EOL "[…], es decir delirante".
- Joyce, J., Retrato del artista adolescente, Losada, Buenos Aires, 2012, p. 298-299.
- Lacan, J., (1975-1976) El Seminario, Libro 23, El sinthome, óp. cit., p. 82.
- Fernando Vitale en el seminario diurno en la EOL "[…], es decir delirante", clase del 5 de julio de 2023.
- Benito, E.: "Delirio de redención y Nombre del Padre", seminario diurno en la EOL "[…], es decir delirante", clase del 3 de mayo de 2023.
- Lacan, J., (1975-1976) El Seminario, Libro 23, El sinthome, óp. cit., p. 82.
- Gasbarro, C., "La circularidad sadomasoquista en el prototipo de la père-version", seminario diurno en la EOL "[…], es decir delirante", clase del 7 de junio de 2023.
- Lacan, J., (1968) "Nota sobre el padre", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 20, Buenos Aires, EOL-Grama, 2016.
- Indart, J. C., "Sobre la cuestión del padre", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 21, Buenos Aires, EOL-Grama, 2016, p. 114.
- Miller, J.-A., (2002-2003) Un esfuerzo de poesía, Buenos Aires, Paidós, 2016, p. 203.
- Juan Carlos Indart en el seminario diurno en la EOL "[…], es decir delirante", clase del 5 de abril de 2023.