hIAncia
Ivana Bristiel
"Lo que Lacan llamó una Escuela, es un enclave (…) Sin embargo, un enclave no es extraterritorial, porque fue creado con el preciso objetivo de realizar salidas al exterior. Pero la condición para poder realizar estas salidas es no dejar entrar el caballo de Troya. Evidentemente entre salir y dejar entrar la diferencia es radical, pero al mismo tiempo ínfima"[1]
Esta noche intenta situarse en esa ínfima y radical diferencia entre salir y dejar entrar, la conversación con los invitados de lujo que tenemos hoy tiene esa intención.
Como psicoanalistas de la Orientación Lacaniana estamos convencidos de la importancia de estar a la altura de la subjetividad de la época. No para mimetizarnos con ella, sino para disponer del material necesario para operar en nuestros consultorios.
Hay nuevos síntomas y formas de padecimientos ligadas al modo en que el Otro social y sus impasses atraviesan a la subjetividad. También surgen cada vez más nuevas y variadas promesas para mitigar estos padecimientos.
Desde dónde y cómo nos posicionamos como psicoanalistas frente a estos cambios vertiginosos, importa y mucho. Nuestra apuesta por el psicoanálisis es fundamental e implica que podamos sostener La Escuela, nuestro enclave, como refugio y base de operaciones contra el malestar en la civilización, como decía Lacan, y para ello es preciso conocer las distintas vestimentas del irremediable malestar humano que a veces se disfraza de prosperidad.
¡Y acá estamos!
Intentando atrapar algo de este nuevo -ya no tanto- universo que es la Inteligencia Artificial.
Esta se entromete cada vez más en nuestra vida cotidiana, lo queramos o no, lo sepamos o no.
Lo hace sigilosamente por medio de ese aparatito, apenas más grande que la palma de una mano, cada vez que le damos nuestro consentimiento a una nueva actualización. Accedemos a mejores y llamativas funcionalidades a la par que le abrimos las puertas de nuestro mundo.
El circulito que representa a la IA está por todos lados, y también hace su entrada espectacularmente, haciendo realidad muchas de las cosas que hasta hace unos años solo formaban parte de los relatos de ciencia ficción. La lista es larga y crece día a día.
El cambio decisivo vino de la mano de la IA generativa, esta simula las capacidades y actividades humanas, esas que en muchos casos son nuestra esencia. Las simula, sí, pero lo hace demasiado bien, e incluso genera contenidos superiores a los que un humano podría generar.
Pero, ¿qué pasa con el impulso que les da vida a esos elementos? Eso que rebasa a la capacidad y que rebalsa sobre ella haciéndola singular.
El Chat GPT ¿nos responde?, Audiobox ¿nos habla?, ¿nos canta?, DaVinci, dibuja, pinta, ¿hace arte?
¿Hay realmente ahí una palabra, un sentido, una voz, una obra de arte?
¿De qué se trata esto que artificialmente nos imita?
El significante hiancia, que da título a la noche, tiene todo su peso en psicoanálisis. Nombra aquello que como parlêtres nos determina, nos hace deseantes, errantes del sentido y la verdad, sujetos sujetados al campo del Otro y a la vez seres de goce, incomparablemente singulares.
Es precisamente ese punto que el psicoanálisis procura delimitar y explorar lo que con la IA se intenta eludir, y resalto el "con" porque vamos a ver que lo que está en el centro de la escena es el uso que de ella se hace, tanto individual como socialmente.
Saber atrapar los efectos de la subjetividad de la época, explorarlos y hacerlos hablar para extraer de ahí sus consecuencias es tarea del analista.
Una vez más el artista nos lleva la delantera, cuando en ese borde móvil entre lo posible y la invención trama ficciones que nos despabilan e inquietan. Creemos ver en ellas el presagio de lo que vendrá, imaginamos los mejores y peores escenarios posibles que el avance tecnológico y sus fallas nos deparan. Surgen preguntas, teorías, mitos e ideas. Nuestro horizonte se expande si seguimos el camino del arte.
NOTAS
- Miller, J.-A.: (2008-2009) Sutilezas analíticas. Paidós, Bs. As., 2020, p.20