Debitum-patía: la apuesta, perversa
Ernesto Sinatra
Imagen generada por inteligencia artificial.
1. Es tiempo de las AdiXiones: a Padre pulverizado, goces pluralizados
El siglo XX vivió el reinado de las drogas por su eficacia en obtener - por medio de substancias químicas - un inmediato cortocircuito de goce en el cuerpo. En el siglo XXI las drogas comparten su reinado con las adiXiones [1]: más allá de las poli-substancias, se evidencia que es el valor tóxico del goce como tal lo que se desparrama por doquier. Desde la bulimia de las poli-pantallas - complementadas a menudo con el maridaje de las apuestas deportivas - se despliega un menú que ofrece las intoxicaciones más variopintas (que consumen cada vez más, de un modo anoréxico, a niños y adolescentes), habitualmente sin el anclaje del sentido, ni del Otro, ni de semejantes que oficien de un partenaire-límite a esos consumos. A Padre pulverizado, responden goces pluralizados; las adiXiones se sostienen de esta hipótesis. Flash, trip, sniff…¿Qué hacer frente a signos del goce que muestran paradójicas satisfacciones fuera del sentido, sin una envoltura formal que habilite la construcción de síntomas, un sostén transferencial que diera lugar a un análisis?
2. ...Cuando la fobia vira a la perversión
Hasta ayer nomás, las denominadas “fobias sociales” que pulularon en los manuales de trastornos del Siglo XX ocultaban una de sus causas más relevantes: el fundamento autoerótico del goce de los consumidores.
Hoy los denominados “ataques de pánico” ocultan hemorragias de goce que, al estallar, producen un-dividuos [2] desbrujulados: esa “irrupción de lo real” provoca el desprendimiento de las referencias simbólicas, dejando al cuerpo en orfandad. Es el derrumbe en que lo simbólico se suelta de lo imaginario, sin mediación de un Nombre del Padre que anude borromeicamente.
En este punto, con el concepto de placa giratoria indicamos el giro producido a partir de la pluralización de los goces: de las fobias a la perversión. Lo caracterizaremos a continuación a partir de una adiXión.
3. ...¡Debitumpatía!
Un joven se presentó en análisis: “Soy ludópata”. En pocas palabras se declaraba prisionero del juego, particularmente de las apuestas deportivas. Su decir se agotó en el diagnóstico, eso era todo. Silencio. Hasta que de modo intempestivo interrumpí su silencio “¿Qué te pasó en tu vida?” Allí aparecieron sus marcas de goce: el abandono paterno durante la adolescencia, la decepción afectiva con su madre, y la sensación persistente de haber sido traicionado…
Sus dichos se organizaron en torno de una lógica de transgresión: “Siempre hice lo que no debo”. Mi intervención no fue por el sentido, sino por la homofonía: “¿Lo que no debo?”
Se sorprendió. Su adrenalina aparece cuando toma dinero que no le pertenece, especialmente cuando no puede devolverlo. Allí se instala un circuito de goce que se repite, marcado por una ansiedad constante que desencadena ataques de pánico: roba para jugar, apuesta, pierde, se endeuda, promete parar, vuelve a apostar…
La marihuana le ofrece relajación al transgredir, la cocaína, activación para robar y el juego, el cierre perfecto que consuma el circuito. La “adrenalina de deber sin poder pagar” organiza su goce. La deuda organiza su modo de existencia.
Luego de su construcción bajo transferencia faltó a dos entrevistas seguidas. En su retorno otra vez el silencio: “Tuve una recaída” (eufemismo por “volví a apostar”).
Intervenir era difícil. No servía interpretar descifrando un código, ni inducirlo al control de sus impulsos, menos moralizar ni ofrecerle límites…¿Qué hacer? Solo introduje escansiones y cortes, esperando saber qué hacer…
Hasta que ante su reiterada afirmación “No voy a apostar más”, lo desafié: “¿Querés apostar?” De nuevo sorprendido respondió - algo dubitativo - “Sí”. Acepté su apuesta estrechando su mano.
Luego de varias cancelaciones llegó como si nada. Había vuelto a jugar. Lo interrogué. No recordaba la apuesta.
Le pregunté qué más consideraba que podría hacer en este espacio analítico. Con un gesto displicente, afirmó “No sé”. Esta vez esperé unos minutos en silencio, y le informé que en ese punto de su construcción, acompañada ahora por su olvido, interrumpía las entrevistas. Aceptó sin inmutarse. Antes de irse me regaló una anécdota: en el Casino - ya por cerrar - y como era habitual luego de haberlo perdido todo, se echó sobre la mesa de juego al grito de “¡Me juego entero!”.
Tal vez, no sin cierta ironía, podríamos sostener que la ludopatía no existe, y entonces proponer un nombre para nombrar su adiXión real: debitumpatía, la que hacemos existir en este caso para marcar el valor de la X que da la singularidad - y que comanda este circuito de goce mortífero - el que , al menos hasta el momento, no ha podido ser desactivado… Pero para nosotros, practicantes del psicoanálisis, la apuesta sigue en pie.
4. ...Hay dos apuestas diferentes
En este caso, un diagnóstico de ludopatía ocultaba un circuito singular elegido por un sujeto para gozar-del-deber.
La estructura de su apuesta no es simbólica, no apunta a una elección que un sujeto realiza en el campo del azar para intentar obtener una ganancia - siempre menor - con el riesgo de una pérdida - siempre mayor -, a partir de contar con la inexistencia de cualquier certeza.
En este caso es el un-dividuo en sí mismo el instrumento de un ciclo que se repite, al infiltrar la substancia del goce en la deuda. Un cruzado-posmoderno quien, en el nombre del Otro, entrega paradójicamente su cuerpo en sacrificio mortífero a ese Otro (que sabe-que-no-existe) [3] y la apuesta apunta a hacerlo existir una y otra vez, al dirigirse a ese lugar - el agujero de la no-relación sexual - en ese movimiento que triunfa al realizarse, pero fracasa cada vez al intentar obturarlo.
Reducción del sujeto en ese punto adrenalínico al objeto que exhibe el goce de la deuda, disolviéndola en su poder simbólico, pulverizando al Otro del significante, consumándose en el circuito: ésa es la substancia de su apuesta… ¿Apostamos?
NOTAS
- Sinatra, E.: AdiXiones, Grama, Bs. As., 2020.
- Miller, J-A.: Contratapa del Seminario, Libro 19, …o peor, Paidós, Bs. As., 2019.
- Arriesgaríamos decir del perverso que él nos hace creer que es un creyente, ésa es su coartada, su más exquisita renegación.