Diciembre 2013 • Año XII
#27
HACIA EL CONGRESO DE LA AMP: "Un real para el siglo XXI"

El estatuto de un significante primordial

Flory Kruger

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Jorge MiñoSin título, de la serie En silencio, 2012
Toma e impresión digital. 120 x 220 cm. Dacil. Gentileza arteBA fundación.

Introducción:

La íntima relación de Freud con el padre es heredera de su compromiso con la neurosis. El padre freudiano, el amor al padre, articulador esencial de su obra, ha producido consecuencias significativas en la clínica psicoanalítica. Una de ellas es el lugar de la transferencia, precisamente porque en ella está implicada la función del padre.

Lacan, en la primera época de su enseñanza, y como modo de ordenar la desorientación provocada por los post-freudianos, ubica en el registro simbólico al padre como función, otorgándole el lugar del Otro y elevándolo al estatuto de un significante primordial: el Nombre del Padre. Desde esta perspectiva, la cuestión central que se nos plantea es una interrogación respecto de cómo tratar la neurosis, teniendo en cuenta que ella es productora de padre. La ilusión neurótica es encontrar en el analista a un padre que posee el saber, y que, vía la transferencia, le revelará la razón de lo que resulta enigmático de su síntoma. El neurótico sostiene la esperanza de saber sobre la causa y el sentido de lo que le pasa, sostenido en el Nombre del Padre. ¿Cómo encontrar la respuesta analítica adecuada que no cumpla la limitada función de estabilizar la neurosis?

El analista en el lugar del padre sólo puede aspirar a un equilibrio que no hace más que dejar al sujeto inmerso en la maquinaria destinada a la articulación del deseo, pero también a sus estragos, nada del goce será puesto en juego.

El padre freudiano no conoce la castración, más bien es su agente, es la función de la amenaza la que encontrará en la angustia de castración, su complemento. En cambio, Lacan, en la lógica del Seminario de "Los Nombres del Padre", seminario que nunca pronunció, hubiera dibujado al Padre que sabe de la castración y lo hubiera llamado "Psicoanalista".

Esto nos confronta con una pregunta fundamental: si la neurosis convoca al analista en el lugar del padre, ¿cómo tendrá que responder el analista?.

 

1- El tratamiento del padre por el padre:

Cuando en lugar de responder el deseo del analista responde el nombre del padre. Si la transferencia es una respuesta que se produce a partir del encuentro del deseo del paciente con el deseo del analista, confundir el deseo del analista con el deseo reducido a sostener el deseo del padre a nivel del ideal, conduciría el análisis por el camino de las identificaciones surgidas a partir del amor al padre.

 

2- El tratamiento del padre por el padre advertido:

En el seminario de la Ética, Lacan nos habla del deseo del analista como un deseo advertido y liga esta advertencia a un saber sobre lo imposible[1]. La función deseo del analista, que Lacan desarrolla en el Seminario 11[2], distingue con precisión sus diferencias con el deseo neurótico, no se trata de un deseo sostenido en el Ideal, en el narcisismo, en el principio del placer, se trata de un deseo que, a diferencia de la transferencia, que aísla la demanda de la pulsión, vuelve a traer la pulsión a la demanda. Si la demanda tiene como valor representar una demanda narcisista, identificatoria, tiene además la posibilidad de ligarse a la pulsión, lo cual la llevará más allá de las identificaciones narcisistas. La respuesta del analista desde su función deseo del analista, será la orientación necesaria para su obtención.

 

3- No hay padre:

La función paterna encuentra en la enseñanza de Lacan dos herederos, ninguno de ellos encarna al heredero freudiano del padre que es el superyó. Para Lacan, atravesadas las figuras imaginarias y simbólicas del padre, los herederos del padre serán el lenguaje por un lado y el síntoma por el otro, ambos conceptos adquieren en su última enseñanza un lugar privilegiado. Cuando la transferencia se sostiene en los afectos, no hay escapatoria, se ratifica en la transferencia la función paterna. Si pensamos la transferencia en el plano simbólico, lo que Lacan llamó el Sujeto supuesto Saber, podemos decir que también esta función se orienta a restituir la función paterna, ahora en el saber, con la articulación significante consecuente con los efectos de sentido. Es en el límite que escapa a la significantización, heredera del Nombre del Padre, donde Lacan en el lugar del padre, ubicará al síntoma. El trabajo del analista, valiéndose de la cara real de la transferencia, es mostrar que no hay padre, o más bien, se trata de atravesar la figura del padre para poder servirse de él.

 

4- El Sujeto supuesto Saber:

Es la cara simbólica de la transferencia que permite sortear los efectos imaginarios ligados a los afectos. El SsS es un efecto de significación de significación, que produce la asociación libre. Lejos de ser un artificio, se trata de un fenómeno natural de la experiencia analítica. El SsS es un semblante. "Es una categoría que nos permite reunir frente a lo real, lo simbólico y lo imaginario"[3].

Ese efecto de significación de significación, que produce la asociación libre, produce un delirio analítico, al estilo del delirio de interpretación en la psicosis. El Nombre del Padre es el semblante que utiliza el analista freudiano para detener el desencadenamiento delirante del SsS. Se trata de reintroducir en la experiencia analítica un no sentido que ponga límite al todo sentido.

¿Qué le corresponde al psicoanalista lacaniano?. El sabe que no debe confundir su posición con la del Nombre del Padre y que la teoría del SsS tampoco es suficiente, pues ésta equivoca, o mejor dicho, escapa a todo esfuerzo de captura. Él esta determinado por algo que escapa, ese es su problema.

Cito a Lacan: "La posición del analista está suspendida a una relación muy hiante. Pero no sólo a ella, pues se le requiere que construya la teoría de la equivocación esencial del sujeto en la teoría: lo que llamamos SsS. Una teoría que incluye una falta que debe volverse a encontrar en todos los niveles; inscribirse aquí como indeterminación, allí como certeza y formar el nudo de lo ininterpretable"[4].

La posición del analista esta suspendida de un vacío, de una hiancia, de una imposibilidad de captura de un saber, esa es la definición misma del inconsciente, uno no logra capturarlo, porque por estructura, escapa. Por eso en el psicoanálisis se trata de un saber al que uno puede acceder, solamente engañándose, solo se lo puede capturar en el momento de una falla. Por eso, para capturar ese saber el analista debe ser engañado, hay que dejarse engañar para obtener ese saber, es por eso que los desengañados son incapaces de ser sorprendidos por un saber que equivoca, por eso yerran.

Lo que califica al analista lacaniano es su ignorancia, que consiste en saber preservar en el centro del saber, el lugar del no saber. Esa ignorancia es un cierto saber sobre la hiancia, no es saber nada, sino saber que hay una falla.

El SsS como semblante, es la equivocación que encubre la hiancia estructural haciendo creer que hay un sujeto que sabe acerca del saber inconsciente, cuando la definición misma de ese saber supone que ningún sujeto lo sabe, porque hay un agujero en el saber.

¿Qué pasa cuando el analista cree que sabe acerca de ese saber?

 

5- La infatuación del analista:

Cuando el analista cree que nada lo va a sorprender, cuando cree que todo lo que el analizante pueda producir, él ya lo sabe de antemano, pierde su posición de analista, casi podríamos decir que deja de serlo. Cuando el analista se enferma de creer saberlo todo, se vuelve profesional y no opera con el SsS como semblante natural de la experiencia que implica la hiancia y por eso, equivoca. La infatuación es lo antinómico al deseo de saber.

"La infatuación designa una enfermedad profesional del analista, en tanto se identifica al sujeto supuesto saber. Se toma por él. Es el semblante propio del psicoanalista, hacer semblante de ya conocer. Por eso se puede decir que el analista es engañado por sus analizantes"[5]

 

6- El analista orientado

A partir de la última enseñanza de Lacan, se puede señalar un pasaje del estructuralismo al pragmatismo en la dirección de la cura. En una primera época se pensaba el fin de un análisis a partir de la construcción y atravesamiento del fantasma, cuando el análisis esta orientado por lo real, lo central es el síntoma. El problema que se le plantea es por el sentido de los síntomas, en la medida en que la orientación por lo real va en contra del sentido, con lo cual, si el síntoma es lo real de la experiencia analítica, no se puede resolver, como lo pensaba al comienzo de su enseñanza, en un análisis de lenguaje, esto abre la problemática de la pulsión. El síntoma en análisis permite el trabajo de su interpretación por la vía significante, hasta lograr, más allá de su envoltura formal, un encuentro con lo real del síntoma que es su núcleo de goce irreductible. En "La tercera", Lacan introduce la cara oculta de la satisfacción del síntoma, su faz de goce, esa que deberá ser develada en el curso de un análisis. Lo dice así: "llamo síntoma a lo que viene de lo real"[6]. En relación con el síntoma, entonces, el camino de un análisis va desde el no saber, que da cuenta del síntoma que no llama al Otro, hasta la institución de un saber en el Otro: el SsS, para llegar finalmente a un síntoma sin el Otro al que Lacan llamó sinthome. Este nuevo énfasis en el sinthome parte de una afirmación: "hay Uno". El "Hay Uno" nos lleva a considerar que, al no tener articulación con el Otro, se presenta como un elemento del lenguaje que no sirve para comunicar, sino para gozar. Es lo que orienta al analista: la búsqueda del modo de gozar de cada uno. Estas modificaciones tanto en la concepción del síntoma como en la de la posición del analista producen también un cambio en la interpretación. Cuando distinguimos un inconsciente transferencial, ligado al SsS, hablamos de la interpretación en el sentido del levantamiento de la represión, cuando nos referimos al inconsciente real, la función del analista es la de perturbar la defensa, única manera de conmover algo de la pulsión en juego, de tocar el goce singular de cada uno.

NOTAS

  1. Lacan, J.: El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1988.
  2. Lacan, J.: El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Paidós, Buenos Aires, 1987.
  3. Miller, J.-A.: "El analista y los semblantes", en De mujeres y semblantes, Ed. Cuadernos del pasador, 1993
  4. Lacan, J.: "La equivocación del sujeto supuesto saber", en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Buenos Aires, 1987
  5. Miller, J.-A.: "El analista y los semblantes", op. cit., p. 22
  6. Lacan, J.: "La tercera", en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1993.
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