Diciembre 2013 • Año XII
#27
DEBATES

Lacan en femenino

Raquel Cors Ulloa

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Sofía Bohtlingk Plan, 2012
Oleo sobre tela. Alberto Sendros. Gentileza arteBA fundación.

"Si no todas las mujeres tienen trato con la función fálica, ¿implica esto que las haya que tienen trato con la castración? Pues bien, ese es muy precisamente el punto por donde el hombre tiene acceso a la mujer"[1]
J. Lacan 12 de Enero de 1972

Inicio esta reflexión con una pregunta, lo que no implica que necesariamente haya que cerrar con una respuesta.

 

¿Qué sabía Lacan sobre las mujeres?

Seguramente sabía que hay que pluralizar al continente oscuro -así definido por Freud cuando tropezó con lo imposible a descifrar sobre el enigma de la feminidad Was will das weib? ¿Qué quieren las mujeres? Pero resulta que este enigma no es un descubrimiento del psicoanálisis, desde siempre fue obvio que la donna è mobile. Será con Lacan que precisemos esto por el destello que nos devela lo real. Por lo tanto, cuando hablemos de ellas mejor referirse a las mujeres en plural, una por una, en su singular testimonio al encuentro de la no relación sexual, y lo que se transformó en una solución, es decir un modo de goce, un goce que en cada ser hablante se traduce en el estilo de vida que se lleva y el cuerpo que se tiene.

La mujer no es una cuestión universal, por eso no nos referimos a ella con el artículo[2] definido "la" a secas. Precisar la referencia de un sustantivo con el artículo la, no es lo mismo que hacerlo con el artículo "un", o "una". En este contexto Lacan nos sugiere precisar la con una barra que la niega, de tal manera que barrando el artículo leemos mujer no existe. Que la mujer no exista implica hacer una lectura psicoanalítica por el sesgo lacaniano, es decir saber leer los impasses de lo real que se opone a los intentos del lenguaje en su empeño por captar los valores establecidos, como por ejemplo el valor sexual que dice: usted es un hombre y usted es una mujer. Este tipo de identificación por género no basta para ubicarse como masculino, o como femenino. La distribución hombres-mujeres no es lo que más interrogue al psicoanálisis, sino la posición que cada ser hablante asume ante lo imposible de la no relación y ante el horror a la feminidad.

Habrá que despejar el camino para tomar otro trayecto y partir de que hay mujeres para los muchachos y hombres para las muchachas, éste será el referente por excelencia para los avatares del goce sexual -que paradójicamente es lo que obstaculiza la relación sexual.

La sexualidad, a partir de la experiencia psicoanalítica, se torna en una lectura que no es la tradicional, sino ese plano donde se leen las expresiones en las relaciones del ser hablante y su paso por el goce. Estas expresiones varían en cada mujer y su modo de amar, desear, o gozar, ya sea como exceso, ya sea como extrañeza, ya sea como ausencia.

La ausencia de relación sexual no impide que haya encuentros, los hay, así como hay hijos de esos encuentros. El punto es que la no relación sexual da ciertas condiciones que para nuestra época resultan curiosas y desafiantes. Me atrevería a hacer un parangón entre las histerias freudianas y las de este siglo, un siglo carente y debilitado de los "tótem y tabúes" de otras épocas que nos abre nuevas vías de investigación.

¿Qué quieren las mujeres del siglo XXI? Es una nueva interrogación al enigma de la feminidad contemporánea. Un enigma que los psicoanalistas estamos convocados a reflexionar y compartir a partir de la casuística. La feminidad y sus consecuencias en la civilización actual son un faro que enseña los avatares de los síntomas contemporáneos, esta vez, rozando ligeramente lo real que concibe la práctica psicoanalítica.

Para el psicoanálisis no se trata del goce sexual que se ocupan por ejemplo los sexólogos. Se trata de un goce, que si bien es sexual, nos abre las puertas al goce que realmente nos interesa -psicoanalíticamente. Sin enredarse demasiado en la psicología de la vida amorosa, sus encuentros y desencuentros -ya sea entre un hombre y una mujer, o entre un hombre y un hombre, o entre una mujer y una mujer.

Lo que nos interesa es leer los hitos de la falla en las relaciones ¿por qué? Porque las relaciones son siempre fallidas -gracias a que hay lenguaje. Y, la sexualidad no es la más apropiada para dar sentido, ella es sin sentido y hace agujero en lo real, es decir un hiato que revela un punto irreductible. Así como el hombre y la mujer no alcanzan para definir ninguna relación en el ser hablante, así mismo son inabordables en su intento de suplir el goce sexual primero -primero, en tanto previo al lenguaje.

 

Las relaciones y el goce

Cada uno de nosotros puede ser un significante, como lo ejemplifica Lacan diciendo que "Los cachorros de león, se parecen totalmente en su comportamiento. No ustedes, debido precisamente a que se sexúan como significantes"[3]. Si hombres y mujeres somos un significante, con ello intentamos a toda costa escribir la no relación. Lo inédito de Lacan es que él plantea que las relaciones de los animales parlantes no se tratan solo del lenguaje y las imágenes, sino de la lógica, y por ella es posible dar con el punto sensible de una relación, esa relación es la que hay con el propio cuerpo y a ella la denominamos goce.

 

Asunción sexual

El psicoanálisis lacaniano va más allá de los universales, por ejemplo de las determinaciones biológicas, las cuestiones de género, o la diferencia sexual anatómica que el mismo Freud describió. En vez de esto, Lacan hace una especie de torsión y precisa lo que llamamos "asunción". La asunción implica asumir subjetivamente el sexo, es decir que ya no se trata de lo observable como diferente: hombre/mujer, sino de una implicación subjetiva del sexo. Es así que la "sexuación" -para los psicoanalistas- viene a ser la manera de leer la sexualidad, y esta lectura tiene dos vertientes: por un lado lee lo que respecta a la inscripción del goce en la función fálica, y por otro lado lo que respecta al cuerpo. La significación fálica como su nombre lo dice, significantiza la evidente diferencia de los sexos que permiten nombrar el cuerpo de una manera sexuada. Pero, nuestro interés es la siguiente paradoja: Si bien la significación permite a cada hombre o mujer decir algo sobre su sexualidad, paradójicamente sobre ese mismo punto hay algo de lo que no sabe ¿qué quiere decir? ese "no sé qué soy" es el síntoma que produce la sexuación.

Los remito al curso de Miller, Extimidad, en el capítulo III donde señala algo precioso: "...hombre y mujer son dos razas, no biológicamente, sino en lo que hace a la relación inconsciente con el goce. El hecho de que pueda apoyarse en una determinación anatómica, sobre todo cuando se la verifica genéticamente, empujaría más bien a hablar de la complementariedad, pero a nivel de la relación inconsciente con el goce está lo que llamamos sexuación. En este nivel se trata de modos de goce"[4]

Cuando en los años '70 Lacan propuso la asunción del propio sexo, lo hizo a partir de que el Otro es diferente, y si asumir el propio sexo es a condición de asumir la diferencia, esto no sería posible sin consentir a la diferencia de la que se trata, que es la del Otro goce, la del Otro sexo.

 

La Histeria no es Una mujer

El Simposio de Miami, propone varias vertientes de investigación, una de ellas puede ser la transformación en la relación con la castración, o bien, lo novedoso de la posición que se asume en el deseo, el amor, y el goce. Si Lacan algo sabía sobre las mujeres, me parece importante situar la sutil distinción que la clínica lacaniana nos enseña reconocer entre una mujer y la histeria. Para ello propongo algunas puntuaciones basadas en los casos que la práctica y los controles nos enseñan:

Cuando encontramos un caso de neurosis histérica, ya sea hombre o mujer, el discurso de la queja puede apuntar a que ella no consiente a ser tomada por una mujer. Es ahí que nos conviene recordar lo que señala Lacan sobre las mujeres histéricas cuando dice que ellas son hommosexuadas. Lacan escribe hommosexuelle[5] en lugar de homosexuelle, pues en francés la doble m indica hombre (homme). Pero tarde o temprano las hommosexuadas se topan con un impasse del que no quieren saber, y es que el encuentro sexual encarna "lo Otro". El Otro, para el psicoanálisis es el Otro sexo. El Otro sexo parte de la diferencia, de lo hétero que hay entre el goce fálico y el Otro goce, o sea el goce que es suplementario y no complementario -claro está que del goce complementario contamos permanentemente con la ilimitada oferta del mercado.

Esto se pone interesante cuando hay una posición de duplicidad que les permite a algunas mujeres acceder tanto al goce fálico como al goce suplementario.

Si la histérica hace de hombre, se identifica con un hombre, es porque la identificación viril la excusa, la disculpa de la posición femenina, dejando fuera el sexo, fuerasexo[6] dirá Lacan en el Seminario 20.

La casuística femenina es abundante de excusas: cuando nos llegan casos de mujeres que por ceder la posición femenina a la otra mujer, quedan excusadas de su feminidad. Se trata de una hábil estrategia, como nos enseña el caso de Dora y la Señora K -la otra mujer supuestamente encarnaría la respuesta al misterio de la feminidad. Esta es la estrategia que permite a algunas, y algunos, alejarse del horror a lo femenino y responder con la identificación viril.

Algunas mujeres se misman[7] en el Otro; y mismarse en el Otro no es lo mismo que volverse Otro para sí misma. Una mujer puede ser Otro para sí misma si consiente como objeto con un partenaire hombre, no solo por el encuentro con él, sino por el encuentro consigo misma. Servirse del hombre como relevo para convertirse en ese Otro para sí misma, como lo es para él[8] está lejos de la armadura -armature, que fue del amor al padre en la histérica.

Amor al padre, deseo del Otro, rasgo unario S1, son algunas de las identificaciones que eventualmente un síntoma tomaría de relevo para franquear en un análisis.

La creencia en La mujer como algo a descifrar puede ser síntoma de un hombre. En los casos de neurosis, encontramos que el sujeto "creen en ella", mientras que en las psicosis "le creen a ella". Lacan señala que si existe un ser de la mujer, éste solo es posible en la psicosis, ya que al no haber significación fálica, su solución-psicótica es por ejemplo "ser la mujer que le falta a los hombres".

Lacan es claro cuando precisa que volverse una mujer y preguntarse ¿qué es una mujer? son dos cosas esencialmente diferentes.

Y las mujeres ¿Qué tienen que ver en este asunto?

Dice Lacan que las mujeres son más amigas de lo real, además hay un dicho francés que se usa para cuestiones de orden policial que dice así: cherchez la femme, busquen a la mujer. Efectivamente "... para obtener la verdad de un hombre, se haría bien sabiendo cuál es su mujer. Quiero decir su esposa [...] la pesa-persona. Para pesar a una persona, nada como pesar a su mujer".[9]

Lacan supo transmitir el enigma de la feminidad sin obturar con una sola y universal respuesta que defina a La mujer, hubiese podido hacerlo seguramente, pero ¡no sería Lacan! Y nosotros no estaríamos aquí.

A mi lectura, en Lacan hay algo de la posición femenina, como él mismo lo expresa en el Seminario 20 a propósito de la difamación "Para que el alma resulte ser la diferencia de la mujer, y desde el comienzo. A ella se la mal-dice mujer, se la almadice (on la dit-femme, on la diffame)"[10] Lacan, se definió a sí mismo como un "obstinado" y para quienes seguimos su enseñanza, vamos encontrando un Lacan contra Lacan, una lógica, una clínica, que se lee en cada mujer, una por una, así mismo en cada síntoma, uno por uno.

Lacan en femenino, puede hacernos trabajar sobre estos temas de manera ilimitada, pero es necesario poner un pie. Y para concluir voy a leer la contratapa del libro Vida de Lacan, publicado por Jacques-Alain Miller hace dos años:

"Las anécdotas lacanianas son todas verdaderas, incluso las que son falsas ya que, en buena doctrina, la verdad se distingue de la exactitud y tiene estructura de ficción. Todo lo que corre por ahí sobre el personaje de Lacan, de lo visto, de lo oído, o de lo forjado, inventado, o simplemente mal-entendido, todo lo que lo difama o lo inciensa, converge para pintar al hombre de deseo, de pulsión incluso, que era. ¿Cómo no decir: "Ahí va uno, al menos, que no se deja engatusar". Era rebelde, insurgente, exigente, hasta en las cosas más pequeñas de la vida. Tal vez sea eso lo más difícil, una insurrección cotidiana, a cada instante, para avanzar en el camino propio, no dejarse distraer, no dejarse detener por los otros, por el otro, por la indiferencia del otro, por su tontería, su torpeza, su mala fe, es decir ¿qué, en definitiva? —sus síntomas. Y, a fin de cuentas, su inconsciente. Y la tontería de su goce"[11].

NOTAS

  1. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, ...o peor, Bs. As., Paidós, 2012, p. 45.
  2. El artículo es un tipo de determinante actualizador, una categoría de la morfología que emplean algunas lenguas para actualizar o precisar la referencia de un sustantivo, transformándolo de desconocido y abstracto («libro») a conocido y concreto («el libro»).
  3. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, ...o peor, Bs. As., Paidós, 2012., p. 39.
  4. Miller, J.-A., Extimidad, Bs. As., Paidós, 2010, p. 55.
  5. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Bs. As., Paidós, 1998, p. 102.
  6. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Bs. As., Paidós, 1998, p. 103.
  7. Ibid., p.103.
  8. Lacan, J., Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina, Escritos II, Siglo XXI, Bs. As., 1995, p. 704.
  9. Lacan, J., El Seminario, Libro 18., De un discurso que no fuera del semblante, Bs. As., Paidós, 2009, p. 34.
  10. Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, op. Cit., p. 103.
  11. Miller, J.-A., Vida de Lacan, Bs. As., Grama, 2011.
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