Noviembre 2009 • Año VIII
#19
Variedades

La extimidad de Oscar Masotta

Cesar Mazza

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VI Jornadas Anuales de la EOL

El autor realiza un comentario del texto de Oscar Masotta "Roberto Arlt, yo mismo" en donde comienza señalando la operación discursiva ejecutada en el título mismo. Indica cinco puntos: Uno, el libro como un objeto extraño al autor, al operar, como dice Piglia, la historización del sujeto de la enunciación, y al revelar, de ese modo, la extimidad irreversible tanto del sujeto como del objeto. Dos, la estructura de la pregunta como estilo en la escritura masottiana, que manifiesta una autoreferencia sin ningún reflejo autobiográfico. Parodia e ironía, rasgos indiscutidos del Recienvenido de Masotta, son ejemplificados en este punto. Tres, la producción de una certeza. Cuatro, la excentricidad del margen o el retorno de la pregunta desde otro lugar, punto en el que pone en escena el axioma del fantasma de lo que se llama lo marginal que determina, en este caso, una subjetividad objetivada por la mirada y localizada en un acontecimiento, la muerte de su padre. Finalmente, quinto, la esquizia en el estilo: entre la mimesis y lo exótico.

Hay un texto fundamental en la obra de Masotta titulado "Roberto Arlt, yo mismo"[1]. Puede decirse que su importancia lo representa su estatuto de travesía, de pasaje. El texto es una comunicación leída en 1965 por el mismo autor ocho años después de haber escrito el ensayo Sexo y traición en Roberto Arlt[2]. La ocasión, entonces, fue la presentación de su propio libro. Por lo tanto, se tratará de un post-scriptum, de un texto que redefine, dirá Ricardo Piglia, el género social de los protocolos canónicos de presentación de libros. ¿De qué forma? Estableciendo una reflexión sobre el desdoblamiento: al presentar su texto se presenta a sí mismo. Y ese es un punto a destacar en esta especie de dispositivo que traza el autor. De acuerdo a esto, nuestra apuesta consistirá en formular un pasaje de discursos en ese texto.

Una posibilidad, tal vez, la más apropiada para ejercer un comentario sea de entrada subrayar casi por un camino inverso, por una conclusión, la fortaleza enunciativa del título: se puede afirmar que ese yo mismo se presenta separado del narcisismo. Hay una operación discursiva en la cual el cambio o pasaje de discurso produce la fragmentación y la transformación del narcisismo de ese sujeto que es Masotta. Un pasaje que se realiza no sin dejar un resto fecundo (un desecho sublimado al final, se puede decir valiéndonos de la frase de Lacan) no sin producir una marca fundante. De un modo muy esquemático ubicamos[3]:

– al intelectual comprometido, "Contornista", donde sus referencias se sitúan en Jean– Paul Sartre, la fenomenología (Merleau-Ponty) y en la lectura de Roberto Arlt (en la década del ‘50).

– al vanguardista del happening, del "pop-art" y de la historieta. Su inquietante "doble condición de teórico y productor, de gestor y realizador de sus objetos, libros o situaciones"[4] sumado a un cierto dandysmo contrasta a la moral austera del "compromiso intelectual" (en la década del ‘60).

– al Recienvenido[5] lector de Jacques Lacan que funda el lacanismo en lengua castellana (finales del ‘60 y en los ‘70).

"Roberto Arlt, yo mismo"[6] se sitúa entre esos dos extremos apuntados, señalemos cinco puntos:

 

1– El libro como un objeto extraño al autor

"Pensé en ese tiempo transcurrido –entre la escritura del libro y la presentación–, esa distancia que tal vez me permitía una cierta objetividad para juzgar (me); pensé que el tiempo transcurrido había convertido mi propio libro en un ‘extraño’ para mí mismo. No era totalmente así. Pero en el hecho de tener que ser yo mismo quien ha de presentar a mi propio libro, hay una situación paradojal de la que debiera, al menos, sacar provecho"[7].

La causa de ese extrañamiento lo constituye el objeto a lacaniano (relevado en la mirada de Arlt en Masotta). Un comentario de Ricardo Piglia nos servirá de soporte para desplegar esta articulación que se efectúa con el objeto mirada. La posición canónica que se conoce en la crítica literaria define al sujeto que habla en relación a su borradura o ausencia, esta operación apunta a convertir la subjetividad de la lectura en una categoría universal "cualquiera sea el método que esté usando está tratando que funcione como una objetivación de su subjetividad. En cambio Masotta., me parece que hace una cosa distinta, que consiste en historizar el sujeto de la enunciación"[8]. Por lo tanto, se tratará de una positivización o radicalización del sujeto de la enunciación, cuestión que conjeturamos es pertinente situarlo respecto a la extimidad. Siguiendo el trabajo conceptual que hiciera Jacques-Alain Miller de este término aparentemente marginal[9] en la enseñanza de Jacques Lacan encontramos dos avanzadas. Una considera la extimidad del Otro ejercida respecto a la identidad del sujeto consigo mismo, trayendo aparejada la vacilación de esa identidad. En este avance la "extimidad no es lo contrario de intimidad"[10] donde lo extraño, la obra para el autor Masotta no es equivalente a lo exterior, sino que la "extimidad dice que lo íntimo es Otro, como un cuerpo extranjero, un parásito"[11]. Vale decir que, tanto la categoría del autor, como la de la obra aparecen descentradas del yo, en una excentricidad éxtima que nos permite salirnos de la esfericidad concéntrica que entiende la relación de una supuesta interioridad mental con el medio exterior. Puesto que hay ruptura y presentación de otro espacio, la obra no se puede entender como reflejo "exterior" de la subjetividad ("interior") del autor.

Otro avance del concepto de extimidad se localiza en la relación del objeto a con el gran Otro, en esta vinculación es preciso reconceptualizar al Otro. Una cláusula es preciso formular: no se puede fundar la alteridad a partir del significante porque uno siempre vale en relación al Otro. Preguntemos ¿Cuál es entonces la verdadera alteridad del Otro? Para responder con un punto donde el Otro es radicalmente Otro: el goce.

El objeto a es refractario a la representación[12], en cuanto se trata de una objetividad no convocada ante el sujeto de la representación (es preciso aclarar que cuando se habla de "representación" no nos referimos a representación imaginaria). Remarquemos el siguiente punto: el objeto a no se articula al sujeto sino a su división, vale decir que designa una enunciación sin enunciado. No representa los objetos del mundo sino que es algo que hay (un quod) sin que se pueda definirse que es (sin quid)[13]. Ese goce radicalmente éxtimo al sujeto se localiza en los objetos de la pulsión, por ejemplo la voz y la mirada. Objetos que no entran al campo del espejo, a la común medida del intercambio, por ejemplo, la supuesta reciprocidad del mandamiento cristiano: ama a tu prójimo como a ti mismo es un intento de anular lo éxtimo.

La conjetura planteada afirmará que en Masotta su obra se homologará a la voz y la mirada y la función que tomará esa extrañeza, ese objeto vuelto éxtimo dará lugar al surgimiento de la estructura de la pregunta.

 

2– La estructura de la pregunta

Esta estructura es una constante diseminada a lo largo del texto y no es arriesgado decir que forma parte del estilo en la escritura de Masotta. Por ejemplo:

"¿Qué ha pasado en mí durante y a lo largo del transcurso del tiempo? Y ¿Quién era yo, entonces, cuando escribí ese libro? Y también: ¿qué pienso yo en el fondo y de verdad sobre ese libro?"[14].

El sujeto se identifica a la pregunta y es en esta operación que se concreta un empalme de lo privado a lo público:

"Pero me pongo en el lugar de ustedes que me están escuchando. ¿Sobre qué estoy hablando? O bien: ¿de qué me estoy confesando? Pues bien: de nada"[15].

Una pregunta sobre sí mismo entonces sin la identificación a nada personal. Pero es preciso remarcar que el estatuto de la división subjetiva en este empalme lleva consigo tanto una modificación como así también una sustracción de lo íntimo, de lo personal, vale decir, de lo autobiográfico como axioma del fantasma, ya que no se trata de un relato donde se expondría algo privado. Sólo alguien cuya identidad no está determinada puede hacer coincidir los dos planos, el privado y el público, la presentación de este sujeto instala un espacio sin profundidad, sin exterioridad donde el adentro y el afuera se empalman con un elemento vacío, con la indeterminación operativa de una incógnita. En definitiva, este movimiento no es otro más que el protagonizado por el sujeto en el lugar del "agente" en el discurso de la histeria.

Así se va constituyendo una exposición con múltiples referencias a anécdotas personales o a reflexiones sobre sí mismo Pero, ¿de qué estofa están hechos estos fragmentos? Esas marcas no son más que restos de lo que fue lo personal en la fijeza del fantasma, son restos de lo que fue una huella de goce. Restos rasurados de sentido no hacen más que inmiscuirse en un recurso del lenguaje que se llama estilo: una autoreferencia sin ningún reflejo autobiográfico. Se puede mencionar el empleo de las anécdotas en la argumentación que va construyendo contra las ideas de Emilio Rodrigué, anécdotas donde Masotta se refiere a la circunstancia de su lectura en su viaje a Nueva York del texto en discordia, la Interpretac ión de los sueños (más específicamente el pasaje conocido como "El sueño de la pequeña Ana"). Esta forma de armar la escena para que sea posible la parodia de una polémica le permite a Masotta desprenderse de la inconsecuente disputa entre dos personas y hacer valer las posiciones epistémicas–políticas de los actores en juego: Rodrigué "no es cualquiera, es un hijo de Freud" y "de una madre brillante" agregará Masotta no sin un dejo irónico refiriéndose a la filiación al Kleinismo[16] de los psicoanalistas argentinos, quiere decir que su lugar como presidente de la Asociación Argentina de Psicoanálisis fue una de las piezas claves para que el Recienvenido Masotta desplegara su estrategia.

 

3– La producción de una certeza

"Cuando escribí el libro yo no era un apasionado de Arlt sino de Sartre... Entre la programación del libro y el libro como resultado, no todo estaba en Sartre. Y lo que no estaba en Sartre estaba en mí... extraía, creo, esa certeza que me acompaña desde hace más de quince años. Que efectivamente, tengo algo que decir. Escribir el libro me ayudó, textualmente, a descubrir el sentido de la existencia de la clase a la que pertenecía, la clase media. Una banalidad. Pero esa banalidad me había acompañado desde mi nacimiento. Pensando sobre Arlt descubría el sentido de mis conductas actuales y de mis conductas pasadas: que dura y crudamente habían estado determinadas por mi origen social. Y uso la palabra "determinación" en sentido restringido pero fuerte"[17].

Una banalidad para el campo de los Ideales: un campo donde operan las categorías de un intelectual "comprometido". Pero el que habla es el sujeto de la enunciación más que la exposición realista de una historia o la descripción de una teoría. La pertenencia a la clase social, entonces, se vinculará con su versión del padre, con la moral de la pequeña burguesía, la mediocridad, la cobardía, la "delación" que Masotta infiere del "mensaje de Arlt"[18]. ¿Qué consecuencias puede traer esta posición? Posición vinculada al acto, a un aserto de certidumbre anticipada diremos parafraseando a Lacan. Cuestión que dejamos pendiente.

 

4– La excentricidad del margen o el retorno de la pregunta desde otro lugar

"¿Quién era yo cuando escribí el libro? O para forzar la sintaxis: ¿qué había de aparecer en aquel libro de lo que era yo?"[19].

En esa cosa que era yo se localiza el objeto a mirada, en el reverso de la conciencia se encuentra ese objeto de la pulsión, la denominada pulsión escópica: "un rasgo común a esos objetos es que no tienen imagen especular (...) –esta condición– les permite ser ‘el paño’, o para ser más preciso el forro, sin ser por ello su envés, del sujeto mismo que se considera sujeto de la conciencia. Pues el sujeto que cree poder tener acceso a sí mismo designándose en el enunciado no es ora cosa que un objeto tal" dirá Lacan.

Teniendo en cuenta la inscripción –vía Sartre– al estilo de un intelectual comprometido con un proyecto de liberación política es posible plantear la cuestión que se establece respecto a la dialéctica entre el centro y el margen. El engranaje entre los sacerdotes y los bufones[20]. Descriptivamente el margen se configura en un espacio contestatario de "crítica", de "vanguardia", sin embargo una modalidad del margen, ya veremos cuál, supone y es supuesto por una mirada. La misma se sostiene de un modo imperativo estableciendo, dirá Germán García, una teodicea.

Se tratará de un axioma del fantasma que sabrá distribuir el lugar y la función de eso que se da en llamar lo outsider, lo marginal, lo que aparentemente se encuentra fuera del centro y por lo tanto del sistema. En el prólogo de Conciencia y estructura Masotta asevera:

"Nuestra miseria, quiero decir, esos juicios de valor que una vez pronunciamos sobre los otros, tal vez con el único fin de sentirnos diferentes, cuando en verdad no éramos más que una parte de eso mismo que repudiamos, el complemento de un sistema ciego y estúpido que nos incluía en el momento mismo en que nosotros entendíamos abarcar una de sus partes"[21].

Inferimos pues la estructura que determina una subjetividad captada y objetivada por la mirada. La mirada, como señalamos, no es del mismo orden que la visión: puedo ver desde cierto punto, pero soy mirado desde todos lados. Un orden pre-subjetivo se presenta en la mirada, la pre-existencia de lo dado a ver respecto a lo visto: hay una extraña contingencia, un mal encuentro que evidenciará "la falta constitutiva de la angustia de castración". Pero el punto que nos interesa relevar se refiere a la prescripción que la mirada tiene en el discurso del amo. El significante amo intenta organizar la conciencia instaurando una "yocracia"tal que en su proyecto lo marginal se encuentra incluido como resto, como un desecho que es preciso excluir. Un discurso que produce de esta forma "marginales", "transgresores". Vale decir elementos funcionales al sistema sin ninguna posibilidad de exterioridad o de ruptura porque ya se encuentran identificados en tanto "complemento".

Asimismo, esa mirada en Masotta será localizada en un acontecimiento, la muerte de su padre:

"¿Quién era yo? En 1960 iba empezar a conocerme: de la noche a la mañana mi salud mental se quiebra y una insufrible enfermedad ‘cae’ sobre mí. Me veo convertido entonces, y de la noche a la mañana, en un objeto social: hago la experiencia de lo que significa, en sociedades como las nuestras, en ser un enfermo mental. (...) ¿Qué era lo que había ocasionado la enfermedad? Eso estaba a la vista: la muerte de mi padre (...) Mi padre no tuvo una muerte dura (...) En esto fue un hombre con suerte: murió en su cama. Y además tuvo otra ventaja (...) no darse cuenta que se moría. Estaba en la cama, conversando de cualquier cosa, enfermo de leucemia (pero él lo ignoraba) y sonriendo tal vez, cuando lo sorprendió la muerte. Sonriendo digo, puesto que cuando lo ví en el cajón y envuelto en sus mortajas, tenía un ricto de tranquilidad y de alegría en la boca. Para entonces yo ya había enfermado, y habría preferido no acercarme al cajón: pero mis parientes me arrastraron a él. No puedo olvidar la impresión que me causó su rostro: por detrás de la insobornable certeza de que yo amaba esa cara, una mezcla de indignación y repulsión"[22].

El fantasma que introduce el discurso del amo organiza la estabilidad de las representaciones imaginarias del sujeto, su concepción del mundo. Ahora bien, la mirada es el objeto que cae de la pantalla del fantasma, la identificación a un rasgo del padre no se sostiene más cuando se sustrae la presencia, Masotta incursiona en un análisis. En cuanto al paso por ese análisis, Germán García dirá que "si hubiera tenido lo que era ‘un buen análisis’ en aquel momento, quizás hubiera sido devuelto a las certezas que acababa de perder. Al poco tiempo se encuentra inventando el psicoanálisis que le faltaba. Fue su falta de análisis, su falta de analista lo que lo llevó al psicoanálisis"[23].

Por lo tanto, ese margen pre-subjetivo que constituye la mirada irá pasando a otro discurso, sólo en el discurso del analista el objeto mirada oficiará de causa y una de sus consecuencias es la subjetivación: "¿Qué había de aparecer en aquel libro de lo que era yo? Donde ello era(una marginalidad de pura pérdida), el sujeto debe advenir (causarse por ese margen sin la prescripción del significante amo)"[24].

Masotta hará del resto del fantasma un estilo, llevará esa cosa que era a la dignidad de una política: una forma de encarnar la palabra, de incorporarse (con esa sustancia episódica que se llama mirada) al discurso universal, de hacerse autor.

 

5– La esquizia en el estilo: entre la mimesis y lo exótico

"Pensemos por ejemplo en el ‘estilo’, en la prosa de mi libro (...), la influencia viene de Merleau-Ponty (...) me fascinaba ese estilo elegante, esa prosa conciente de su cadencia y de su ritmo, esa sobre o infra conciencia del desenvolvimiento temporal de las palabras, ese gusto por ‘tono’ o por la ‘voz’(...) En mi libro sobre Arlt intentaba esa prosa, me esforzaba en establecerme en ella, o en que ella se estableciera en mí. Quiero decir que la imitaba. Y eso no es malo en sí mismo (...) No, lo malo estaba en otra cosa. Imagínense: emplear una prosa de ‘tonos’ para hablar sobre Arlt (...) Quiero decir, que entre yo y las novelas de Arlt había una relación más estrecha, más igualitaria, que entre un alto profesor universitario parisino (...) Arlt y yo habíamos salido de la misma salsa, conocidos los mismos ruidos y los mismos olores de la misma ciudad, caminamos por las mismas calles, soportamos seguramente los mismos miedos económicos (...) Brevemente: apoyándome en Sartre y Merleau-Ponty yo escribía entonces sobre Arlt. ¿Cómo decirlo? Cuando escribía mi libro en verdad me sentía un poco exótico. Y textualmente, puesto ¿qué es lo exótico sino el resultado de la unión de sistemas simbólicos que tienen poco que ver unos con otros? Pero aún aquí, y aunque con otra significación, aquél exotismo me colocaba en la línea de Arlt"[25].

La mimesis se sitúa en los estilos que se trazan en el Ideal: Merleau-Ponty, Sartre y Arlt (en tanto clase social y lengua natal compartida). Lo exótico se efectuará en el cruce, más precisamente en la esquizia entre lo semejante del espejo y lo radicalmente extranjero. Puesto que se trata de la esquizia del ojo y de la mirada no es casual que Masotta elija una fotografía para presentar esta operación:

"Esa imagen sobre sí mismo (prosa de ‘tonos’ –el estilo mimético reflejado en el aparato la visión: el ojo– para escribir sobre Arlt –la mirada como objeto) ¿no tenía acaso mucho que ver con esa foto que se conserva de Arlt en África, vestido con ropas nativas pero calzado con unos enormes y evidentes botines?"[26].

Un estilo que sólo se constituye en el Ideal del yo fija al actor a no verse más que amable y amado al mismo tiempo, reproduciendo miméticamente una versión de segunda mano (siempre degradada) del autor citado. Sin embargo se trata, en ese efecto definido como exótico, de un mal encuentro (tyché). Lo exótico aparece entonces como aquello no asimilable al espejo que fragmentará la identificación narcisística. Este movimiento del texto nos permite inferir la función de la esquizia[27] en la conformación de un estilo. "En la dialéctica del ojo y de la mirada, vemos que no hay coincidencia" (Jacques Lacan), hacerse una mancha en el campo del Otro, "nunca me miras desde donde yo te veo" y a la inversa, "lo que miro nunca es lo que quiero ver"[28]. Por donde lo busquemos, ¡mal encuentro! No hay punto de vista ni malo ni bueno sobre lo que soy en el campo del Otro, sólo me puedo imaginar (como semblante o disfraz) ser algo para el Otro. La mirada que encuentro no es una mirada vista sino una mirada disfrazada (imaginada) por mí en el Otro.

Ahora bien, ¿cuál es la operatividad de esta esquizia o lo que podemos llamar su función? Tal vez una respuesta pueda ensayarse en la lectura del aforismo que Masotta inscribe: ahí, donde repito traiciono, y ahí donde quiero transformar no hago más que repetir.

La repetición en esta operación no se reduce a la mimesis sino que Masotta la conduce a la exigencia de algo nuevo. Es preciso observar que ambas repeticiones separadas, es decir, por sí solas no encontrarían ninguna función más que la mimesis, una reproducción que deja intacta la suposición del Ideal: por un lado la traición y por otro lado la imposibilidad de transformación. Veamos más detenidamente el problema.

a– La traición por sí sola no hará más que reproducir el texto del Otro.

b– La imposibilidad de traición, de transformación por la exigencia aplastante del Ideal sólo produciría el narcisismo de las pequeñas diferencias, el redoblamiento sin salida de la alineación.

Pero la función de la esquizia junta las dos repeticiones de una forma barroca (conservando dos focos)[29], sin escalonamiento de superación sintética entre una repetición y la otra. Esta esquizia operativa las hace fallar de una buena manera. La repetición –que en este caso se refiere al texto de Jacques Lacan– marcada por la traición –fórmula que viene de Roberto Arlt– es una repetición que podrá transformar, extraer un significante nuevo, hacer pasar el Uno fundante de Jacques Lacan a lo real.

Porque el cambio de discurso de ese sujeto Masotta tendrá consecuencias en la entrada del lacanismo en nuestra lengua. Señalemos un jalón del trayecto de ese estilo marcado por el joven polemista de Contorno que irá preparando la escena para la fundación en la parodia de la primera institución lacaniana homónima a la de París, la Escuela Freudiana de Buenos Aires en 1974: la polémica con Emilio Rodrigué.

Emilio Rodrigué, psicoanalista que preside la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) responde en su artículo "Leer a Rodrigué"[30] a una especie de provocación de Masotta expuesta en "Leer a Freud"[31] donde vincula la lógica de un caso de Rodrigué con el tratamiento que hace Freud en el sueño de la pequeña Ana. ¿Qué hace Masotta? Hace caer la máscara que identifica al autor con la teoría del simbolismo de Ernest Jones, desafiliándolo en consecuencia de tal tradición. Masotta sitúa, vía Lacan, a Rodrigué en la línea de Freud: procedimiento paradigmático, ya que señala el "olvido" sino el rechazo del psicoanálisis en Argentina de los fundamentos freudianos. Bien, Masotta es consecuente con lo que anuncia en su artículo "Anotaciones para un psicoanálisis de Emilio Rodrigué":

"Los títulos de los escritos en cuestión indicarán al lector parte del tenor de la discusión. En primer lugar, Rodrigué, fiel a una concepción vieja de la elegancia, y utilizando ese "punchy language" que ha adoptado últimamente, se divierte. Nosotros no hemos querido dejar perder entonces la oportunidad de construir el escenario de una parodia; pero nuestra intención no es elegante, es didáctica. Seguir sugiriéndonos la manera de leer a Freud y a Lacan para llegar a entender esa cuestión espinosa: el psicoanálisis"[32].

Reservando, se entiende, la elegancia sin mayores consecuencias, más que la del pavoneo o la exhibición del narcisismo, para Rodrigué. Masotta lee a Rodrigué porque el sujeto exhibe su síntoma:

"Pasemos al sueño de Ana, siguiendo la sugestión de Masotta. Ana es Ana Freud, la hija de Freud. Masotta nos informa que el sueño de ‘la pequeña Ana se articula en voz alta durante el dormir: Ana F(r)eud, f(r)esas, f(r)ambuesas, bollos, papilla’. Cómo está presente –según Masotta– el significante en este sueño. Citémoslo nuevamente: ‘En la repetición de un grupo fónico, en la escansión que la repetición introduce, en el efecto, en fin, de un ordenamiento retórico y de jerarquización interna y autónoma de las frases...’ Para Masotta las ‘fr’ en Freud, frambuesas, y frases son importantes. Pero la cuestión es: ¿para quién? Seguramente no para la pequeña Ana. Ana era austríaca y los niños austríacos sueñan en alemán"[33].

Masotta verifica rápidamente que "Rodrigué no había hecho antes lo que me recomendaba que hiciera después", es decir la lectura en la edición alemana del fragmento en cuestión. Pero esa exhibición del sujeto Rodrigué no forma parte de un estilo sino tan solo de la ingenuidad de la perversión persona[34]: una ingenuidad nula que se sustenta en la teoría vigente del psicoanálisis post-freudiano argentino. Rodrigué es un promotor de Jacques Lacan a pesar suyo: se ofrece al desnudo sin mediar ninguna máscara, como leído (en el sentido fuerte del término) antes que lector. Hace falta que alguien realice una interpretación, Masotta dirá que la vocación del texto de Rodrigué "se revela en primer lugar como masoquista", más aún:

"Al tener que citar la cita que Rodrigué hace de mi cita de Lacan citando a Freud, este lugar lacaniano de la obra de Freud se torna repentinamente conocido: en adelante quienes hablen entre nosotros del simbolismo y del sueño, no podrán ignorarlo. Lacan ha sido citado, que yo sepa, por no más de dos o tres psicoanalistas en la Argentina. Rodrigué, en este sentido, y sin proponérselo, toma la delantera: distinguiéndose de ellos (...) ha citado algo que efectivamente tiene que ver con Lacan"[35].

Es de destacar el dispositivo de la polémica instrumentado por Masotta: la conformación de un texto con múltiples referencias idiomáticas con la rigurosa intromisión de varias disciplinas, donde la huella de un sí mismo, de un narcisismo destituido y hecho semblante en las aparentemente personales y anecdóticas referencias autobiográficas presentan públicamente a un sujeto sin una fácil identificación que sin embargo fundamenta su argumentación, su autoridad en un saber en constante progreso.

A su vez, su lamelle (como gustará decir tiempo después refiriéndose a su ligadura a la causa analítica, a esa cosa a la que sujeto podrá advenir) no dejará de esconderse inútilmente en los siguientes semblantes, en los restos metonímicos de: las generaciones, las viejas (refiriéndose a la fotografía que el mismo tomó en Nueva York), el respeto por los coleccionistas, la lanza, silbidos, serpientes, la muerte, la transformación del pájaro hegeliano, el destino de una cierta minerva inexistente.

No atacábamos a Rodrigué, lo dejamos hablar, dirá Masotta para afirmar el siguiente argumento: si la neutralidad –como afirma Freud– no excluye el deseo de quién debe ejercerla, la aparición del deseo de aquel que no estaba en cuestión (es decir, de él mismo) no arrastra necesariamente el error sobre la apreciación del deseo de quién lo puso en evidencia (vale decir, el deseo de Rodrigué). Se verá entonces que el deseo de Masotta no carece de empresa puesto que pasa por los semblantes para de ellos obtener lo real[36]: una subversión en el campo del psicoanálisis, la fundación del lacanismo en nuestra lengua.

* Psicoanalista, Miembro de la EOL y de la AMP, autor de los libros Disciplina del comentario, De Autor, Córdoba, 1999, y La lectura y sus dobles, El Espejo Córdoba, 2005.

  1. Este texto se encuentra en el "Apéndice" de Masotta, O., Sexo y traición en Roberto Arlt, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982.
  2. Ibíd.
  3. Como se advertirá no se trata de escribir una historia de Masotta, tan solo trazar algunas líneas que se conjeturan como claves. Respecto al esquema tendrá el vicio de todo esquema: la captación intuitiva de una linealidad y "olvidar en una imagen intuitiva el análisis que la sostiene" (Jacques Lacan). Para matizar este esquema consideraremos un texto de Germán García "¿Qué sabía Masotta de Lacan en 1959?", en Oscar Masotta, Lecturas críticas, Atuel, Buenos Aires, 2000) donde sitúa el artículo de 1959: "La fenomenología de Sartre y un trabajo de Daniel Lagache" (publicado en la Revista Centro, n. 13, Buenos Aires). En ese artículo Masotta realiza un comentario de la posición política de Jacques Lacan en la Sociedad Francesa de Psicoanálisis al citar la revista La Psychanalyse, n.1. En 1964 pronuncia una conferencia en el Instituto Pichón Riviere de Psiquiatría Social "Jacques Lacan o el inconsciente en los fundamentos de la filosofía" (publicado un año después en la revista cordobesa Pasado y presente) donde entre otras cuestiones, se refiere al estilo de Jacques Lacan, por último Masotta recibe un ejemplar de los Écrits en el año de su aparición, en 1966, con una dedicatoria en la primera página: "A Oscar Masotta amigo de mi pensamiento tan cercano aunque su residencia es tan lejana. Jacques Lacan. El 11-XII-66".
  4. Longoni, A., "Estudio preliminar. Arte y vanguardia en los ‘60" en Oscar Masotta Revolución en el arte. Pop-art, happenings y arte de los medios en la década del sesenta, Edhasa, Buenos Aires, 2004.
  5. Término de Macedonio Fernández (Cf. Mazza, C., "Masotta: el Recienvenido" publicado en la web de la Fundación Descartes, www.descartes.org.ar – link Masotta).
  6. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo" en Sexo y traición en Roberto Arlt, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1982.
  7. Ibíd.
  8. Piglia, R., "Improvisaciones en torno a Masotta" en Oscar Masotta, Lecturas críticas, Atuel, Buenos Aires, 2000.
  9. Anteponemos la condición de la apariencia a lo marginal porque se entiende que lo marginal supone o mejor dicho es impuesto por un centro y la excentricidad lacaniana del asunto se orienta con la subversión del significante amo que sostiene esa suposición.
  10. Miller, J.-A. "Extimidad"en El analiticón, n. 2, Correo Paradiso, Barcelona, 1987.
  11. Ibíd.
  12. El a no es un capítulo de la ontología: la ontología dice lo que es común a todos los objetos de la representación ante la experiencia. Permite reunir diversos rasgos del objeto antes de la experiencia misma del objeto. La ontología dice a priori lo que puede decirse de los objetos: la categoría de Aristóteles: lo dicho ya está depositado sobre el objeto. Puede decirse que la estructura de los objetos es ya la misma que la del enunciado.
  13. Se puede considerar como ejemplo la diferencia entre el semejante y el prójimo: el primero cubre con un velo imaginario un campo sin representación eso que le resultaba tan familiar o tan próximo a su dominio.
  14. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  15. Ibíd.
  16. Respecto a la ironía puede decirse que la posición de Masotta es estrictamente respetuosa de Rodrigué, en ese pasaje diferenciará a este último de León Grimberg, por ejemplo. Masotta se referirá a la afinidad de la exposición del caso de Melanie Klein (y de la cual Rodrigué es un excelente expositor) con la de Lacan.
  17. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  18. En una carta del año 1955 dirigida a su amigo Carlos Correas, Masotta profiere: "A veces me abandono al furor estéril de maldecir mi condición económica, mis angustias económicas, y con ellas a la clase social a la que debemos esta avergonzada infelicidad". En otra carta de 1958 (también a Carlos Correas), Masotta se refiere a la certeza de la siguiente manera: "La trampa consiste en aparentar estar en posesión de lo que uno está solamente en vías de conquistar. Sin embargo hay, no un saber, sino algunas certidumbres que son propiamente mías".
  19. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  20. Parafraseando a Jan Kott, Germán García plantea la disyuntiva de la condición humana en términos de tragedia o de grotesco: "el mundo de la tragedia y el mundo de lo grotesco tienen estructuras parecidas. Lo grotesco adopta los esquemas dramáticos de la tragedia y plantea las mismas cuestiones de base. Sólo sus respuestas son diferentes (...) En este debate sobre la interpretación trágica o grotesca de la condición humana se encuentra un reflejo del permanente y siempre vivo conflicto de dos estilos, dos filosofías (...)" (Kott, J., Apuntes sobre Shakespeare, Seix Barral, Barcelona, 1970). Citado en el libro de García, G., Oscar Masotta: los ecos de un nombre, Eolia, Buenos Aires, 1992.
  21. Masotta, O., Conciencia y estructura, Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1968.
  22. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  23. García, G., Oscar Masotta: los ecos de un nombre, Eolia, Buenos Aires, 1992.
  24. Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  25. Ibíd.
  26. Ibíd.
  27. Término desarrollado por Jacques Lacan en El Seminario, Libro 11. Schize deriva del griego skhizein: partir, agrietar, cortar o dividir un cuerpo sólido en sentido longitudinal (Diccionario Le petit Robert).
  28. En este pasaje se puede retomar el siguiente párrafo: "Cuando escribí el libro yo no era un apasionado de Arlt sino de Sartre... Entre la programación del libro y el libro como resultado, no todo estaba en Sartre. Y lo que no estaba en Sartre estaba en mí... estría, creo, esa certeza no todo estaba en Sartre". Masotta, O., "Roberto Arlt, yo mismo", op. cit. n. 6.
  29. Aquí se puede retomar el epígrafe del Discurso de Roma, donde Jacques Lacan cita a Lichtenberg: "Vamos a determinar esto mientras aún estamos en el afelio de nuestra materia, ya que cuando lleguemos al perihelio, el calor será capaz de hacérnoslo olvidar", en "Función y campo de la palabra y el lenguaje en el psicoanálisis" en Escritos I, Siglo Veintiuno Editores, México, 1987. Tal como lo situara François Regnault, hay una desconfianza en el calor del entusiasmo, ya que cuanto más cerca del sol nos encontramos (en el perihelio) es cuando más frío tenemos. A la inversa, es en el afelio donde nos quemamos.
  30. Rodrigué, E., "Leer a Rodrigué" en Revista Argentina de Psicología, año 1, n. 2, Buenos Aires, 1969.
  31. Masotta, O., "Leer a Freud" en Revista Argentina de Psicología, año 1, n. 1, Buenos Aires, 1969.
  32. Masotta, O. "Anotaciones para un psicoanálisis de Emilio Rodrigué" en Cuadernos Sigmund Freud, n. 1., Nueva Visión, Buenos Aires, 1971.
  33. Rodrigué, E., "Leer a Rodrigué", op. cit. n. 30.
  34. Frase de Jacques Lacan comentada por Germán García en su libro D’Escolar, Atuel-Anáfora, Buenos Aires, 2000.
  35. Masotta, O. "Anotaciones para un psicoanálisis de Emilio Rodrigué", op. cit. n. 32.
  36. Esa es la operación que Jacques-Alain Miller encuentra en Jacques Lacan, en el prefacio de Un comienzo en la vida. De Sartre a Lacan, Síntesis, Madrid, 2003,Miller escribirá: "Lacan no ‘faisait pas semblant " (no fingía, no hacía como sí). Nadie hubiera conseguido que reconociera que su acto no era sino gesto, como así me confesó Sartre. Lacan pasaba por los ‘semblantes’, pero era para, de ellos, obtener lo real."
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