La deducción del psicoanálisis aplicado desde los principios mismos del psicoanálisis
Vicente Palomera
El autor propone recorrer, desde la enseñanza de Lacan, una articulación entre enunciados que fueron presentados en el "Proyecto de la declaración de los principios de la práctica lacaniana", por la Delegada General de la AMP, Graciela Brodsky.
Del preámbulo del "proyecto de declaración", el autor resalta, el enunciado que propone "nuevas alianzas" entre el psicoanálisis puro y su forma aplicada. Esto es, nos dice, un llamado a un deseo nuevo que abre a la posible contribución del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis puro. Aún más, hace notar que: "El psicoanálisis aplicado puede ser de gran ayuda para salvar la forma pura del psicoanálisis."
1. Una nueva alianza
Del "Proyecto de la declaración de los principios de la práctica lacaniana", presentado por la Delegada General de la AMP, Graciela Brodsky, extraemos varios enunciados que ayudan a situar el título propuesto a nuestra reflexión. Son los siguientes:"el psicoanálisis aplicado no es la psicoterapia";"el psicoanálisis aplicado a la terapéutica sigue siendo psicoanálisis";"el psicoanálisis solo se aplica como tratamiento, y por tanto, a un sujeto que habla y escucha","el psicoanálisis no es una terapéutica como las otras"; "la prudencia terapéutica justifica que el psicoanalista modere los efectos del psicoanálisis". Voy a tratar de abordar la compleja articulación de estos enunciados entre sí y mostrar que existe en la enseñanza de Lacan un hilo conductor que los une entre sí.
Para empezar, recordaré lo que Miller destacó en su curso sobre El lugar y el lazo [1] respecto al tema que nos ocupa, a saber: que la no diferenciación entre psicoanálisis puro y psicoanálisis aplicado a la terapéutica "había llevado al psicoanálisis a confusiones prácticas, al planteo de falsos problemas y, sobre todo, a esbozar falsas soluciones". Esta sencilla observación permitió, entre otras cosas, determinar la confusión verdaderamente importante, es decir, que en nombre de la terapéutica se confundía lo que es psicoanálisis y lo que no es. En otra intervención anterior (1992) titulada "Psicoterapia y psicoanálisis" [2], Miller ya había señalado que "el problema "psicoterapia y psicoanálisis", no nos venía impuesto por el Estado, sino que era "la consecuencia del alejamiento del psicoanálisis de la identidad freudiana". Se trataría por lo tanto de formular hoy las condiciones que hacen posible hablar del psicoanálisis aplicado a la terapéutica sin deber nada a las psicoterapias y todo al psicoanálisis.
El título de nuestra conversación es pues homogéneo con el aggiornamento que se invoca en el "proyecto de declaración", en su preámbulo, que dice que hoy "es una época donde la extensión del psicoanálisis reclama: nuevas alianzas entre el psicoanálisis puro y su forma aplicada". Es éste el llamado a un deseo nuevo que se abre a la posible contribución del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis puro, fórmula que fue esbozada por J.-A. Miller, en Milán, el 22 de diciembre de 2002, al señalar la necesidad imperiosa de que el psicoanálisis puro renueve una alianza con su forma aplicada para preparar la mutación del psicoanálisis mismo. En tal perspectiva, podríamos decir que, frente a los desafíos del psicoanálisis en la actualidad, el psicoanálisis aplicado puede ser de gran ayuda para salvar la forma pura del psicoanálisis. Dicho así podríamos tomar el título mismo de estas reflexiones "en banda de Moebius", es decir, como un pasaje sin solución de continuidad entre psicoanálisis puro y aplicado
Psicoanálisis puro/psicoanálisis aplicado// Psicoterapia
donde la cuestión esencial es que el psicoanálisis aplicado a la terapéutica sigue siendo psicoanálisis.
2. Principios de entrada
Es fundamental situar en nuestro debate esa mutación de la axiomática de Lacan que se conoce como "el último Lacan", ya que fue a partir de la noción de sentido que Lacan diferenciará, en 1973, la psicoterapia del psicoanálisis. En efecto, es en Télévision, donde Lacan dice que la psicoterapia especula sobre el sentido y esto es lo que la diferencia del psicoanálisis. Lacan llega a burlarse del sentido porque se decanta fácilmente hacia el sentido sexual: "la vertiente del sentido, aquella de la que se creerá que es la del análisis que con el barco sexual nos inunda con olas de sentido" [3].
Es cierto que la idea más comúnmente difundida del psicoanálisis es que consiste en una práctica del sentido, sentido que la interpretación analítica se encargaría de revelar, de hacer manifiesto. Desde esta lógica, la interpretación añadiría el elemento suplementario que haría emerger el sentido oculto, es decir, revelando el sentido cautivo en el síntoma. Así pues, la idea más divulgada del psicoanálisis se resume en que la demanda de un análisis es una demanda de sentido. La primera parte de la enseñanza de Lacan, la conocida como "retorno a Freud", no discute esta interpretación. Por ejemplo, en "Función y campo de la palabra…", Lacan escribe que los medios con los que dispone el método de Freud, "son los de la palabra en tanto que confiere a las funciones del individuo un sentido" [4].
Sin embargo, diez años después, Lacan –polemizando con Leclaire- señalará que para que un análisis sea posible se necesita que la demanda de sentido sea interpretada: "que no es el efecto de sentido el que opera en la interpretación, sino la articulación en el síntoma de los significantes (sin ningún sentido) que se encuentran allí apresados" [5].
Finalmente, a partir del giro de 1973 -como indicábamos más arriba-, Lacan pone absolutamente en cuestión una concepción de la cura psicoanalítica que consistiría en añadir sentido. De hecho, alimentar el sentido, eso lo hace mejor el inconsciente y sus formaciones. El reverso de la interpretación debe apuntar a aislar el significante como fenómenos elemental del sujeto y, en la misma perspectiva, la cura analítica consiste en aislar los S1 de lalengua (como tales, sin-sentido) sobre los que el sujeto, en su neurosis, deliró produciendo significación hasta el infinito. En resumen, más que alimentar el sentido, la dirección de la cura debería apuntar a ceñir el sin sentido que está en el núcleo del inconsciente.
Es por ello que, a la entrada de todo análisis, la demanda de sentido debe ser contrariada, esto es, interpretada para cerrar la puerta a la psicoterapia y poder abrir la del psicoanálisis. Digamos que no hay entrada en psicoanálisis sin cerrar los postigos del sentido. La entrada en análisis tiene como condición necesaria una cesión de goce -y de sentido-, es decir, una cesión de una parte del goce del síntoma que se constituirá en el lugar y el marco mismo donde se reconocen los efectos analíticos.
Ciertamente, Lacan siempre concibió el pasaje de la demanda de análisis al análisis mismo como una pérdida consentida en el registro del sentido. En "La dirección de la cura y los principios de su poder" (1958), Lacan precisa, en apoyo de la practica de Freud, que el psicoanálisis comienza con una primera interpretación. Lo demuestra a partir de los ejemplos del caso Dora y Hombre de las Ratas. En ambos casos, señala el punto de caída de las ilusiones acerca de uno mismo que permite revelar el lugar del Otro y la demanda que parte de la implicación subjetiva del sujeto, en su propio goce.
Un análisis comienza pues cuando se extrae el goce vacío que sostiene la acción del sujeto. Se trata siempre de la extracción de un goce que està de entrada, es decir, de producir una cesión del sentido anudado al goce. Es la razón por la cual, se puede decir que la rectificación subjetiva, la interpretación y el atravesamiento del fantasma tienen la misma estructura si tenemos en cuenta que todos los enunciados fantasmáticos resguardan, hasta el final, dicho lugar vacío que secretamente organizaba todas las identificaciones.
Anotemos que en el "Acto de fundación", Lacan se refiere al lugar donde reconocer dichos efectos analíticos: "es inquebrantable que el psicoanálisis tenga efectos en toda práctica del sujeto que se emprenda. Cuando esta práctica proceda, por poco que sea, de efectos psicoanalíticos, resulta que los engendra en el lugar donde tiene que reconocerlos" [6].
Si la mayoría de las terapias se dicen de "inspiración analítica" es por la simple razón de que se apoyan en el principio fundamental de la eficacia de toda palabra, en la incidencia de la palabra del Otro. Ese Otro en el que se apoyan todas las psicoterapias no es sino el Amo (S1) que asegura una forma de identificación, razón por la cual se requiere que el analista esté animado por un deseo más fuerte que el deseo de ser el Amo, que el analista esté habitado por ese deseo que Lacan definió como "deseo del analista". En este sentido, si él analista se identifica como psicoterapeuta, cierra la puerta que abre a la dimensión propiamente analítica del discurso.
En las palabras de Lacan en el "Acto de fundación", arriba citadas, encontramos la separación sutil de los "efecto psicoanalíticos" y, de otro, la estructura que ha condicionado dichos efectos (una estructura que incluye el "deseo del analista", un deseo más allá de la identificación).
Uno de los lugares para reconocer dichos efectos y recoger la dimensión propiamente analítica del discurso es la Escuela, a través del dispositivo del pase. En 1967, Lacan en "La proposición del 9 de octubre…", señala que el psicoanálisis como experiencia original debe "aislar esta experiencia de la terapéutica", añadiendo también que "la única definición posible de la terapéutica es la restitución a un estado primero. Definición imposible, precisamente, de plantear en psicoanálisis" [7]. Como se ve bien, la idea de un retorno a un "estado primero", entendido como un retorno a un "estado primero o anterior" está en el fundamento de la idea de curación. Si hay que ser precavidos frente al deseo de curar es porque –como lo recuerda Miller- "en el campo propio del inconsciente curar no tiene sentido" [8], ya que sabemos que en el inconsciente es el campo donde la pulsión va a la búsqueda del plus-de-goce.
Si decimos que la idea de un "retorno a un estado primero" no es más que una fantasía, es debido a nuestra concepción del síntoma que tomamos al comienzo de un análisis, es decir, el que sería compatible con una verdadera entrada en análisis.
Sabemos que, antes que nada, se necesita que un sujeto tenga "razones" para consultar a un analista, razones que, de un modo genérico, vienen definidas en términos de síntoma. Sin embargo, es más verdadero decir que la condición necesaria, aunque no suficiente, es que a la entrada esté presente la división del sujeto (S barrado). Llamar "síntoma" a esta división del sujeto es fuente de grandes errores, porque justamente el síntoma que se lleva al análisis, no es el verdadero síntoma, es ya un síntoma transformado. En efecto, el verdadero síntoma es el que satisface al sujeto. En su "estado natural", es decir, fuera del análisis, el síntoma es un mensaje sustraído a la comunicación, sustraído del intercambio con el otro, porque condensa y fija el goce. De modo que, para que el síntoma conduzca al análisis, es necesario que esté ya transformado. Esta transformación se manifiesta simplemente en forma de una queja, un lamento, un sufrimiento, aunque no sea cierto, incluso en este caso, que cualquier sufrimiento sea signo de una división, de ahí que sea necesaria la transformación del síntoma, es decir, de lo que perturbó la homeostasis (el "estado primero") del sujeto.
El llamado "estado primero o anterior" del sujeto no sería pues otra cosa que aquel que definiría al sujeto que logra obturar o tapar su división. Justamente, en el inicio de un análisis se trata de encontrar qué fue eso que dificultó esta estrategia de obturar la división. Esta es también la razón que nos conduce a insistir que el síntoma a la entrada es, de hecho, un síntoma con pérdida de goce, siendo este síntoma el que hay que localizar en la experiencia psicoanalítica, si no se quiere confundir sujetos de distintas estructuras clínicas. En efecto, el síntoma con pérdida de goce está siempre bien dispuesto a buscar un complemento, es decir, a dirigirse a otro. Dicho esto, la cuestión es ¿a qué otro? Esto es lo que llevó a decir a Miller que un deber del psicoanalista consiste en "moderar los efectos analíticos por razones terapéuticas: no todo sujeto puede o debe hacer un análisis" [9].
3. Anclajes de salida
Con el término de sinthome, Lacan aportó una diferenciación y una aclaración respecto al síntoma a la entrada, es decir, por aquel que se va a ver a un analista. El síntoma analítico que se va a elaborar a lo largo de la cura -también llamado "síntoma bajo transferencia"- no está (lo acabamos de recordar) constituido ni al comienzo ni en el curso del análisis. En la medida en que el sujeto prosiga su trabajo analítico, se trata de un síntoma que sigue elaborándose bajo transferencia. ¿Sería el síntoma al final de un análisis uno que podríamos dar el calificativo de sinthome, es decir, síntoma elaborado a lo largo de la cura al que se incorporaría el fantasma y su atravesamiento? Como lo mostró Miller, la última enseñanza de Lacan acentuó aún más que, en lo que respecta a lo real, la validez de ese acontecimiento de saber que es el pase clínico no sería más que una suposición: "así, el psicoanálisis puro, con su objetivo del pase, se basa en la confianza en el saber en lo real, pero sólo a título de suposición", es decir, si lo real excluye el sentido, "el sujeto sale de su cura con una metáfora sobre su real" [10]. A partir de la teoría de los nudos, que exista una disyunción entre el Sentido y lo Real no impide que puedan ser inseparables.
Si, en Télévision, el sentido era el criterio distintivo entre psicoanálisis y la psicoterapia, de ahora en adelante Lacan profundiza más la fosa entre ambos al señalar que el final del análisis debe llevar al sujeto hacia un real fuera de sentido y, en esta perspectiva, "buscar lo real en todo" –expresión destacada por Miller- es lo que puede llevar la elaboración del síntoma lo más lejos posible, es decir, que llegue a tener el estatuto de sinthome.
Dicho esto ¿podríamos intentar deducir el psicoanálisis aplicado desde el psicoanálisis puro a partir del punto de capitòn del final del análisis que nos da el pase clínico y su verificación por el procedimiento que juzga dicha solución, es decir, hacerlo desde la definición misma del psicoanálisis como la cura que llevó al sujeto a identificarse con su sínthome? Si el sinthome es un S1 (el significante de ese punto de capitón) más (a) (la parte de goce que ese síntoma logra fijar), dando al sujeto un nuevo marco para la realidad, podríamos establecer una diferencia entre psicoanálisis puro (con la nominación del AE) y el psicoanálisis aplicado: "en el primer caso, este S1 debe nombrar el goce para que el sujeto puede identificarse con el síntoma; en el segundo caso, lo fija con un punto de capitón válido por un tiempo" [11].
Por todo esto, nos inclinamos a decir que el psicoanálisis aplicado a la terapéutica sería más un horizonte hacia lo real que un arsenal de sentido añadido a la opacidad del síntoma, siendo su método preferir siempre "pasar por debajo del sentido", para usar la elegante fórmula empleada por Miller al nombrar la búsqueda de lo real [12].
NOTAS
- Miller J-A, "Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado y psicoterapia", Freudiana nº 32, Publicación de la Escuela Europea de Psicoanálisis de Catalunya, Difusión Ed. Piados, p.7/42, 2001.
- Miller J.-A, "Psicoterapia y Psicoanálisis", Freudiana, nº 10, Publicación de la Escuela Europea de Psicoanálisis de Catalunya, Difusión Ed. Piados, p.15,1994.
- Lacan, J., Lacan, J., Télévision, Paris, Éditions du Seuil, 1974.
- Lacan J, Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1988, p.247.
- Lacan J, "Posición del inconsciente", Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI editores., 1987,p. 821.
- Lacan J, "Acta de fundación", Escansión: nueva serie 1, Buenos Aires, Manantial SRL, 1989.
- Lacan J, "Proposición de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", Momentos Cruciales de la experiencia analítica, Buenos Aires, Manantial SRL., p. 10/11, 1987.
- Miller J.-A, en: Freudiana, 10, Ibidem, p.16.
- Miller J.-A, Freudiana 10, Ibidem.
- Miller J.-A, en: Freudiana, 32, Ibidem, p.31.
- Stevens, A., "La institución: práctica del acto", Carretel, nº 6, Publicación de las Diagonales hispanohablante y americana de la nueva red Cereda, Madrid, Año 2004, p.85.
- Miller J.-A., en: Freudiana, 32, 2001