
Thereza Salazar - 2002
Serpes (mov I)
135 x 135 cm
Después de una introducción sobre el debate más general del sentido de las palabras en la Antigüedad y en la filosofía medieval, se desarrolla la problemática de los nombres propios desde la perspectiva contemporánea de la filosofía del lenguaje. Para ello se exponen las teorías del significado de los nombres propios de Frege y Russell, y se destacan los problemas que dejan irresueltos para arribar a la solución que propone Kripke, el nombre como designador rígido, en el marco de su semántica de los mundos posibles.
(Cómo y qué significan los nombres propios usuales.)
Uno puede preguntarse qué significan las oraciones de nuestro lenguaje, cuál es la significación de las palabras, cómo es que una frase puede llegar a querer decir algo para nosotros. Ser significativa. Digamos, tener un efecto de significación. En relación con esto uno podría preguntarse qué quiere decir que las palabras significan algo para quien habla, para quien oye. Cómo es que las palabras que pronuncio en este momento tienen algún significado para ustedes, y de manera más contundente cuál es ese significado.
Este es un problema que ya había preocupado a Platón y Aristóteles, los diálogos socráticos presentan un Sócrates [1] dispuesto a averiguar qué significa el bien, la virtud, el eros... la belleza... Ya entonces se produce la siguiente asociación, mucho tiempo después cuestionada por Heidegger: a qué refiere la palabra "bello", la palabra "bueno", la palabra "azul", "mesa", "blanco". Significan las ideas, la idea de bello, bueno, azul, referentes reales de los términos generales. Este problema pasará a la filosofía medieval como el problema del significado de los universales. Nada de esto atañe por ahora a los nombres propios.
En Aristóteles la cuestión se presenta de un modo un poco diferente: ¿A qué refieren los términos generales, los términos que se aplican a muchas cosas?. Por ejemplo, "mesa", "blanco", "bueno", "bello", "azul", "hombre". Bueno, no hay referentes ideales de esos términos, no existen sus contrapartes en alguna dimensión ideal del mundo. Los particulares, yo, vos, ustedes, esta mesa, el pizarrón, eso existe. Los universales se refieren a aquello que es la esencia de los particulares, lo que hace que algo sea lo que es. Sin embargo los términos que tienen referencias por excelencia son los nombres de los particulares Sócrates, esta mesa, el caballo blanco de San Martín, la tía más joven de Pablo, etc. Nada especial acerca de los nombres propios.
Este debate entre defensores de la referencia de los términos generales a universales y la concepción de que son meros nombres en la filosofía medieval, representará un debate encarnizado entre el nominalismo y la noción de universal como flaus vocis- mera voz- y Guillermo de Champeaux o San Anselmo, entre otros tantos platónicos.
Habrá que esperar a la filosofía contemporánea del lenguaje para que el problema del nombre propio se plantease en su propia dimensión. Y quien hace este movimiento es Frege [2]. Es interesante pensar por qué este problema se le plantea a la filosofía del lenguaje en ese momento. La necesidad de una teoría especial del significado para los nombres propios no coincide con, por ejemplo, el auge de la filosofía moderna y la teoría del sujeto cartesiana, en realidad es más bien su crisis, la escisión del sujeto, la que coincide con este problema. Esta crisis va a ser señalada por Freud, más o menos en la misma época en la que Frege empieza a escribir acerca del significado de los nombres propios (alrededor de 1890). Es entonces cuando el problema del significado de los nombres propios comienza a interrogarse. Hasta Frege los estudiosos del lenguaje habían estado pensando que la unidad lingüística fundamental era la estructura sujeto-predicado, la predicación, aquella que Aristóteles había utilizado para despejar sus categorías. Frege, como buen matemático, quería encontrar en la lógica la fundamentación de las verdades matemáticas, éste es el denominado programa logicista (traducir todas las verdades matemáticas a verdades lógicas y derivar todos los teoremas de la matemática a partir de los axiomas lógicos). Frege busca perfeccionar el lenguaje lógico para cumplir este objetivo y se encuentra con que la estructura sujeto-predicado no le sirve, entonces rechaza esta idea. ¿ No es acaso el mismo pensamiento el expresado por " Los griegos fueron derrotados por los Persas" y "Los persas derrotaron a los griegos"?. ¿Cómo conserva la estructura sujeto-predicado algo de este carácter común?. La estructura lógica de una proposición, aquella que revela su significado, será para Frege la que se construye a partir de nombres de conceptos y nombres de objetos. No la relación entre sujetos colectivos al modo de " Todo el que" o" Uno que" sino la relación entre objetos y conceptos que se aplican a ellos. El descubrimiento de la cuantificación. Los objetos vienen a llenar el lugar vacío de los conceptos, entidades insaturadas, propiedades de objetos. ¿Qué es un nombre propio para Frege? Son los nombres de aquellas cosas en el mundo que están saturadas, que no necesitan de otra cosa para ser nombradas: Sócrates, La camisa azul, Pegaso, y no "ser más alto que" o " ser bello". Estas expresiones son nombres de conceptos, insaturados, aquellas entidades que están a la búsqueda de objetos para expresar un pensamiento completo. De este modo también las oraciones al tener un significado completo son nombres propios. Nombres de valores de verdad.
En 1892 Frege escribe "Sobre Sentido y Referencia" [3] , texto que modificará para siempre la concepción tradicional del lenguaje. La cuestión es la siguiente. Frege venía suponiendo que el significado de los nombres propios son entidades saturadas, y en el caso de nombres de individuos particulares, claramente, la contraparte de ese término era el individuo real, la entidad, metafísicamente hablando. Parte del programa logicista era por supuesto la construcción de un lenguaje perfecto que fuera vehículo del conocimiento. En este contexto se hacía imperioso que los nombres refirieran a entidades existentes de modo que las oraciones tuvieran valor de verdad y, por lo tanto, resultaran ser objeto de conocimiento. Sin embargo Frege en " Sobre sentido y referencia" señala que los nombres no sólo refieren a objetos sino que lo hacen a través de " sentidos". ¿Qué es un sentido?. Es el modo en que se determina la referencia. El modo, la perspectiva, en el que se accede a la referencia a través del término. Cuando entendemos un término captamos su sentido, el cual nos da una forma de identificar el referente. Tomemos un ejemplo. Cuando decimos "la estrella vespertina es la estrella matutina", estamos señalando una identidad entre nombres, no una identidad trivial como "Sócrates es Sócrates" sino una con valor cognoscitivo. Sin embargo, el decir que es una identidad quiere decir que es una relación que cada cosa sólo puede tener consigo misma. Si es que existe la identidad ésta sólo puede ser la identidad de un objeto consigo mismo. Sócrates sólo puede ser idéntico a Sócrates. Esto quiere decir, en el ejemplo, que hay una sola entidad involucrada: el planeta Venus. Ahora bien, durante muchos siglos los astrónomos no sólo desconocieron que Venus era un planeta, considerando que era un a estrella, sino que consideraban que la estrella que brillaba por la mañana (Phosphorus era su nombre) era distinta de la que brillaba por la noche (Hesperus). En algún momento la identidad fue afirmada por los astrónomos " La estrella matutina es la estrella vespertina". El referente de cada uno de los nombres es el mismo, a saber, el planeta, pero el modo en que se determinaba, se accedía, se identificaba el referente era distinto: el sentido de "la estrella matutina" es la estrella que brilla al amanecer, el cual permite identificar el referente: el planeta que hoy llamamos Venus. Así para Frege los términos tienen sentido y referente. Todos menos justamente aquellos que no tienen referente, como " Alicia la del país de las maravillas", "Hamlet" o "Pegaso". Esos nombres son significativos porque tienen sentido, sabemos como sería Alicia si existiera en el mundo real, pero en el mundo real no existe y por lo tanto, aunque entendemos cualquier oración que involucre su nombre, ninguna de ellas tiene valor de verdad, porque no se refiere a nada.
Vamos a llamar a esta concepción del significado de los términos una concepción metafórica. Todo término significa en parte una metáfora, una característica del objeto al que se refiere, o en el caso de los nombres de ficción, pura metáfora, pura descripción.
Cada nombre expresa al menos un sentido pero puede expresar distintos sentidos para cada uno de nosotros, todos son los modos en los que accedemos a la referencia que, digamos, se ilumina a través de una descripción. El significado incluye estos dos aspectos.
En 1905 Russell escribe "Sobre el Denotar" [4], en este texto Russell cuestiona que las descripciones nombren objetos. El problema que le preocupa en ese momento es que las descripciones definidas, expresiones como " El rey de Francia", el-tal-y-tal, muchas veces no tienen referencia, como justamente esa expresión en la actualidad, de modo que aunque parecen referirse a un objeto en realidad no lo hacen. La solución de Russell a este problema consiste en sostener que las descripciones no son nombres: decir "el rey de Francia es sabio" no es referirse a una entidad, sino decir que un objeto y sólo uno tiene la característica de ser el rey de Francia y de ser sabio, por supuesto eso es verdadero a veces (cuando existía Luis XIV, por ejemplo), y falso otras, como ahora cuando la monarquía francesa ya no existe o en el reinado de Luis XV. Russell cree entonces que las descripciones definidas, aún si parecen nombrar objetos y figuran como sujetos de las oraciones, como en nuestro ejemplo, no son en general analizables como la predicación de una propiedad a un objeto sino que son expresiones existenciales que dicen que hay un objeto y sólo uno que tiene ciertas características, la de ser rey de Francia y la de ser sabio. Esta teoría fue adoptada con entusiasmo por la lógica contemporánea; después de todo las descripciones no son nombres propios como señalaba Frege. Sin embargo, Russell estaba dispuesto a ir mucho más lejos. ¿Qué pasa con expresiones como Sócrates, Buenos Aires, Napoleón..., nuestros nombres propios?. Es claro que muchas veces estos nombres no tienen referentes y es por esto, entre otras cosas, que Russell dirá que tampoco son nombres en sentido estricto, que tampoco significan al modo de señalar una entidad. Al contrario, son descripciones abreviadas. Cuando decimos que Sócrates era noble, no estamos refiriéndonos directamente a una entidad (Sócrates) de la cual decimos algo (que era noble); lo que estamos haciendo es algo como esto: Existe un individuo y sólo uno que fue maestro de Platón y era noble. De alguna manera los nombres propios usuales aparecen como funciones, como series. Para Russell el que algo sea un nombre propio depende de si puede relacionarnos directamente con un objeto. Creemos que cuando decimos Pablo de alguna manera estamos tocando a Pablo, y esta sería la función de los nombres. Pero en realidad sólo expresiones como "esto" o "aquello" consiguen darnos algo directamente. Los nombres propios que se suponía tenían esta función en realidad nos dan conocimiento por descripción, no nos dan "el objeto" sino un objeto, único, pero a través de algunas características que conocemos de él, es Pablo, el amigo de Pedro Picapiedra, o Pablo, el amigo de Jesús. Los nombres propios que nos son familiares son descripciones, significan como significan las descripciones, son metáforas que posponen a través de sus características el encuentro con el objeto. El objeto se ha perdido para el nombre, sólo son metáforas que intentan acercarnos a él, lo que Russell llama conocimiento por descripción. Por otra parte, "esto", "aquello", "aquel" son los genuinos nombres propios, "parece que el lenguaje nos da la cosa, aquí finalmente hay conocimiento ¡directo!", dirá Russell. Esta teoría de los nombres de Russell no fue ampliamente aceptada como sí lo fue su teoría de la paráfrasis lógica de las descripciones. Sin embargo, lo que sí fue aceptado de alguna manera es que los nombres son descripciones, sentidos, que conjuntamente describen un objeto, que intentan identificarlo. Nos dan identificaciones del objeto, y probablemente nada, nada en el lenguaje nos dé " el objeto directamente". Aquí el giro, la vuelta a Frege.
Esto último es lo que se conoce como la teoría Frege-Russell: los nombres significan conjuntos de descripciones: Pablo es alguien a quien conocí ayer, el hijo de Pedro y Ana, alguien que amaba demasiado, que le teme a la muerte, ...a quien su madre siempre abandonaba, etc.. Y habrá un objeto al que le suceden estas cosas, son verdaderas de alguien y es a él a quien nos referimos aún si la referencia ( siguiendo a Russell en este punto) no es parte del significado del nombre. El nombre significa el conjunto de identificaciones asociadas a él.
Me permito usar el término identificaciones en forma ambigua, porque tanto en la teoría psicoanalítica como en la filosofía del lenguaje este término tiene ecos, ecos que me gustaría que circulen por aquí.
¿Qué hay de Kripke? El Nombrar y la Necesidad [5], unas conferencias dictadas en 1970, comenzadas a esbozar 10 años antes, es el texto con el que Kripke reacciona violentamente contra esta imagen del significado de los nombres propios. ¿Qué es esto de que nombro a alguien porque sé de ese alguien que tiene ciertas propiedades únicas, que lo hacen, podríamos decir, quien es, Pablo?. ¿Es esto lo que hacen los nombres en nuestro lenguaje: asociarnos con ciertas propiedades únicas, con ciertas identificaciones propias, es esto lo que significa un nombre propio?
Kripke piensa que no. Para Kripke los nombres tienen una función completamente distinta a las descripciones en nuestro lenguaje. El marco que utiliza Kripke para dar cuenta de esta idea es la semántica de mundos posibles, una idea desarrollada por él mismo. Se trata de cómo dar cuenta de lo que significan términos como "necesario", "posible", "imposible", y "contingente". Las proposiciones pueden ser necesarias o contingentes, serán necesarias cuando no son falsas, no meramente en este mundo sino en ninguna situación posible: una situación posible no es un mundo distinto al nuestro sino nuestro propio mundo excepto por ciertas pequeñas diferencias. Esas diferencias se estipulan en la teoría para evaluar justamente la diferencia entre proposiciones que son meramente verdaderas en este mundo y las que son verdaderas en toda situación posible. Así, mientras que es cierto que Kirchner es el presidente de la Argentina no es cierto que en toda situación posible Kirchner sea presidente de la Argentina, en particular es fácil imaginar un mundo en todo igual a éste excepto porque el ganador de las últimas elecciones hubiera sido Menem, en ese mundo Menem sería presidente. Ahora bien, la proposición "o bien Kirchner es presidente de la Argentina o no lo es", es verdadera en toda situación posible ya que uno u otro es el caso. ¿Cómo afecta este marco la concepción de los nombres propios?. La idea de Kripke es que para cualquiera de nosotros es perfectamente concebible que Kirchner no sea el presidente de la Argentina, ahora bien ¿ Kirchner seguiría siendo Kirchner?. Si describimos las cosas como antes claramente éste es el caso, hay un mundo – bastante peor que éste- en el que Kirchner existe y no es presidente de la Argentina, Menem ganó las elecciones. Según la teoría Frege- Russell sin embargo, todas las descripciones son características necesarias del objeto, de modo que si el significado del nombre "Kirchner" es en parte ser el presidente de la Argentina, es una característica necesaria de él serlo, y en un mundo en el que no lo fuera simplemente Kirchner no existe. Este resultado es muy extraño. Y le sirve a Kripke para sostener que entendemos lo que quiere decir la oración "Kirchner es el presidente de la Argentina pero podría no haberlo sido". Esto puede suceder con cualquiera de las descripciones asociadas a un nombre. De alguna manera el nombre Kirchner no es entonces una abreviatura de un cúmulo de descripciones, todas o al menos algunas verdaderas del objeto sino meramente un nombre, un nombre propio. Nombrar no es adscribir características, metáforas, descripciones a algo: nombrar es ser capaz de designar rígidamente algo, esto es, es posible nombrar igual a alguien aunque perdiera todas las características, todas las identificaciones que tenemos asociadas a él. Designar el mismo objeto en todo mundo posible, aquél que nombra en este mundo. De este modo, tener un nombre propio es ser pasible de ser nombrado sin que por ello digamos o conozcamos absolutamente nada verdadero del objeto [6], sin que queden adheridas al nombre ciertas metáforas que constituirán su significado. Nombrar es una cosa, describir es otra. Nombrar es sin metáfora, sin sentido.
Finalmente, hay una observación de Kripke que quisiera hacer aquí, que me parece particularmente importante. ¿Cómo alguien adquiere un nombre? Esto sucede en lo que Kripke llama el bautismo inicial. El bautismo inicial, el momento en el cual alguien o algo es nombrado por primera vez. Bautizar a alguien con un nombre requiere contar con una descripción de ese objeto, esa descripción al contrario de lo que suponía Frege puede resultar falsa, no es necesariamente verdadera, podemos estar equivocados, algo que aconteció cuando Venus fue llamado "la estrella vespertina", pero tal descripción fue exitosa y entonces el objeto pasó a tener un nombre, siempre puede ser falsa la descripción asociada en el bautismo. Uno podría traer aquí un ejemplo como " el tonto de familia" o " el niño favorito", "el varón tan esperado", todo aquello que sirve en primera instancia en el bautismo no es algo que herede el nombre, no forma parte de su significado, todo esto puede dejar de ser sin que alguien deje, al fin y al cabo, de ser quien es.
NOTAS
- El Sócrates de Platón por supuesto.
- Un antecedente inmediato es Mill y su teoría del significado de los nombres propios ( Mill, John S ( 1867) A System of Logic, London, Longmans, Libro I, Cap. II). Sin embargo es con Frege cuando este problema adquiere un carácter central.
- Frege, G (1892) " Sobre sentido y referencia". Traducción de Valdés Villanueva, incluida en la compilación: Frege, Ensayos de Semántica y filosofía de la lógica, Madrid, Tecnos, 1998.( Hay otras traducción por ejemplo la de Tomás Moro Simpson en compilación ver infra).
- Russell, B (1905) Simpson ( comp.) Semántica filosófica, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.
- Kripke, S (1981) El nombrar y la necesidad, Traducción M. Valdés, México, UNAM, 1985. ( Primera version publicada: Kripke ( 1972) " Naming and Necessity" en D. Davidson y G. Harman ( comps.) Semantics of Natural Language, Dordrecht, Reidel.
- Kripke señala ejemplos respecto de esta cuestión "Cicerón el orador romano", no selecciona a un único objeto, podría ser falso, el nombre "Jonás" está asociado con "el individuo que fue tragado por un enorme pez", es un ejemplo de un nombre que está asociado a descripciones que se consideran falsas, por otra parte hay nombres que sólo están asociados con descripciones que seleccionan a muchos individuos, con algo muy general, por ejemplo Einstein, un físico muy importante.