Julio 2003 • Año II
#8
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Acerca de un decir

Helen Kaplun

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Memorias
Madera, vidrio, cuero, papel, metal.
Diana Chorne

El encuentro de Umberto Eco y Lacan produce consecuencias, de las que da testimonio el escritor. Una interpretación de Lacan tiene un efecto de transformación que el escritor reconocerá como determinante en su vida. Su obra tampoco escapa a este efecto que atraviesa el sentido y toca un punto real de su fantasma.

La clínica psicoanalítica en su tratamiento de lo real busca cernir lo imposible en el discurso analítico. Es lo pertinente en la dirección de la cura psicoanalítica y lo que lo diferencia fundamentalmente de las psicoterapias.En este trabajo queremos dar cuenta del cambio subjetivo producido por los efectos de un decir de un analista, en un sujeto que no estaba en tratamiento.

En "Histoire d’amour"el escritor y semiólogo, Umberto Eco nos relata un inesperado encuentro.[1] Es por medio de su editor, François Wahl, que entra en conocimiento de las enseñanzas de Lacan. A partir de ese momento, Lacan se vuelve para Eco, un fantasma y de alguna manera, una promesa. Aclaro que este editor dirige Editions du Seuil y publica los Escritos de Lacan.

Con la aparición de los Escritos, comienza y se extiende en Francia y luego en Italia un cierto dogmatismo lacaniano al que Eco no está dispuesto a someterse. En 1968, Eco publica la "Estructura ausente" que contiene una crítica dirigida a Lacan, no con el fin de polemizar, nos aclara, sino de entablar una serena y respetuosa discusión con un pensador de la misma estatura y nivel que Levi-Strauss, Foucault y Derrida, con quienes ya debatía. Esta vez, su editor le hace saber, con su franqueza habitual, que no solo no le publicará esta obra, sino que no le complacerá que se edite en Francia y que ciertamente lamenta que se haya publicado en Italia...

Sorpresivamente se encuentra como un herético para la égida de los lacanianos. Sus contactos con el mundo de la cultura parisina se reducen. Es en Nueva York o Urbino donde puede mantenerlos. En efecto, volviendo de uno de sus viajes se entera de que Lacan, en persona estaba dando una conferencia en la Universidad de Milan en la cual tenía como auditorio a la plana mayor del psicoanálisis italiano. Su curiosidad fue más fuerte que su cansancio. Era su oportunidad de conocerlo en persona. Allí, mientras la discusión se intensifica levanta su mano quizás, no tanto para interrogarle como por la obligación que siente de hacerlo, dado que es considerado el mayor exponente antilacaniano de Milan. No sabe si Lacan había visto o leído su obra o estaba informado por alguno de sus adeptos pero se encontró gratamente sorprendido, no solo con alguien cordial y atento sino que además y frente a todo el mundo Lacan lo invita a cenar. Eco aclara, que debido a su aturdimiento por el viaje, este encuentro se concreta para al día siguiente dado que Lacan decide ipsofactopostergar un día más su regreso.

Durante la cena no se abordan temas psicoanalíticos ni semiológicos. Sin embargo, Eco recuerda sentirse claramente seducido por Lacan. Los encuentros y las cenas son frecuentes aprovechando el viaje de uno o del otro. Durante una de estas ocasiones, Eco se halla desarrollando un tema apasionadamente (quizás demasiado apasionado), cuando Lacan distraídamente le dice "cómase su dasein"... El efecto de estas palabras resonaron de modo tal que, confiesa Eco, a partir de ese momento, su vida cambió radicalmente.

"Que se diga queda olvidado detrás de lo que es dicho, en lo que se escucha.

Este enunciado asertivo por su forma, pertenece a lo modal por lo que emite de existencia".

¿De qué se trata este epígrafe con el que encabeza Lacan la clase 12 del Seminario XIX "...ou pire" y con el que insiste en su último texto escrito, " El atolondradicho o las vueltas dichas", así como también en el seminario "El Saber del analista"[2] que dicta en Saint Anne.

Que se diga, como hecho, esmás importante que ordenar lo que diga.Los dichos se despliegan y el que escucha, nosotros, analistas, tomamos el relevo. En otras palabras, Lacan diferencia el decir y lo dicho. El analizante, obedeciendo a la estructura del discurso del amo, en su asociación libre, no tan libre, despliega sus dichos, produciendo un sujeto, sujeto barrado por los significantes que lo representan.

Que se diga designa el acto de proferir, de enunciar, lo que estaría a nivel de la enunciación.

El decir hace aparecer algo diferente. Diferente de lo no dicho en la cadena asociativa. Lacan juega entre la forma verbal que se diga y el sustantivo el decir.

Los dichos son las palabras, enunciadas por alguien, en una sesión analítica. Para formular un enunciado se necesita de los dichos. Es ante la presencia del analista que el analizante despliega sus dichos. Una vez dicho, ya no es lo mismo. Este enunciado asertivo denuncia su existencia, en el momento de su enunciación , ex-siste Como no hay metalenguaje para interrogar al significado, es necesario hacerlo vía significante.

El decir queda olvidado. El analizante demanda un saber, el analista le responde "habla". En sus dichos dice más de lo que cree decir. Es en el análisis donde es interrogado el significado de manera que el decir no queda en el olvido. Tenemos al analizante con sus asociaciones, sus dichos, sus palabras y al analista con su interpretación, con el decir. El decir, Lacan lo sustancializa, lo singulariza, para diferenciarlo del resto de las interpretaciones.

El que ordena, lo que ordena es el Uno. El Uno hace el ser.... El Uno hace el ser como la histérica hace al hombre. [3] Lacan toma la posición viril de la histérica que hace al hombre equiparándolo con el Uno que hace al ser. El Uno y el ser no se equiparan. El Uno no es el ser. La interpretación, el decir, el "cómase su dasein", su ser ahí, cómaselo, le resuena, lo cambia, ya nada es igual, para él, que se obstina en denunciar, en adjudicar a Lacan como alguien que hace mucha ontología. Es Eco, el que no puede abandonar este tema "porque lo que hay que ver en la resonancia, la respuesta que se obtiene, es, que después de todo, las personas responden con sus problemas, y como su problema, es que la ontología y también el Ser se le atraviesan en la garganta, a causa de esto, si la ontología es simplemente la mueca del Uno, evidentemente, todo lo que se hace por encargo se transforma en el Uno suspendido... lo que él quisiera... sería que la estructura estuviese ausente".[4] Si Lacan nos habla de la resonancia de las palabras, es que estas tienen la particularidad de hacer escuchar lo que no dice. Cito a J.A. Miller "la interpretación no dice, es silenciosa. Pero al mismo tiempo que no dice, hace escuchar y ahí es ruidosa".[5]

El sujeto responde con su fantasma y la interpretación, como efectivamente sabemos por Eco, no lo dejó igual, todo lo contrario. "La interpretación apunta al sujeto barrado, a quien no se trata de informarle sobre él mismo. Se trata de evocarle para transformarlo e incluso invocarlo para transformarlo"[6]. Eco mismo confiesa su transformación, su cambio subjetivo. El decir tiene sus efectos, en eso que constituye lo que llamamos el fantasma, es decir, esa relación entre el objeto a, que concentra del efecto del discurso para causar el deseo y de ese algo que ... llamamos sujeto... el objeto a está siempre entre cada uno de los significantes y aquel que sigue. Es por esto que el sujeto ha estado, no entre, sino por el contrario en hiancia. [7]

El decir de Lacan, tuvo efectos inesperados: su novela "El péndulo de Foucault" es la prueba, en ella relata un encuentro similar. Un personaje abandona, por el efecto del decir, sus enfrentamientos imaginarios con su analista, que lo confronta con sus imposibilidades. Su estructura no está ausente. Eco se obstina en subrayar que el analista no es el Dr. Lacan.

El discurso analítico, no es filosófico, ni ontológico. Este discurso está en relación a una cierta posición que lo hace diferente a otros discursos. Los analistas están en relación con el "ser humano" nos dice Lacan jugando con los malentendidos. Este ser no puede existir sin que haya Otro. Otro que lo haga marchar, que lo ordene, lo organice. Este Otro con mayúscula este significante Amo , está presente en todo discurso. ¿Acaso un creador, un Miguel Angel no trabaja por encargo? El mundo humano no existe sin que un amo lo haga marchar.

El analista toma el discurso articulado al fantasma. El efecto de división que cava el objeto a , es causa de deseo. El analista en su decir instala el objeto a en el lugar del semblante, así en el discurso, los analistas deben distinguir el relleno, el intervalo, el taponamiento, la hiancia que hay entre el nivel del cuerpo, del goce y del semblante, es decir lo que funciona en términos de goce.

Ese discurso está en relación a la nada . Dicho de otro modo, la indicación es vaciar de sentido los dichos del paciente, lo que lo colma, lo que lo tapona, como a Eco, colmado con su dasein. Lo que lo colma es el discurso del amo, ante el cual se rinde sin cuestión. Pero también podemos pensar que esto conlleva un goce que lo eterniza en su interpretación. Cuál es el límite entonces? El límite Lacan lo pone en el decir, en el decir ya no cabe el olvido. El límite que no lo lanza a una cadena metonímica sino que lo abrocha en un efecto.

No se trata como señala Miller de lo que el psicoanalista diga, sino de que su decir sitúe lo que no queda apresado en el sentido, aquello que está ahí tras el sentido y que lo determina.

NOTAS

  1. Umberto Eco, "Histoire d’amour", L’Ane, Le Magazine Freudien,  N°50 avril-juin 1992.
  2. Jacques Lacan, Seminario XIX: ou pire,71-72, inédito.
  3. Jacques Lacan, El atolondradicho. Escansión, 1. Paidós, Buenos Aires, 1984.
  4. Jacques Lacan, Seminario XIX: ou pire, pág.33.
  5. Ibid., pág 34.
  6. J.-A.Miller, "El lenguaje aparato de goce"Colección Diva, Buenos Aires, 2000.
  7. Ibid, pág. 95.
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