Diciembre 2001 • Año I
#4
Dossier

La Escuela: una ocasión para que el surco abierto por Freud y Lacan, no se cierre definitivamente.

Javier Aramburu

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Julieta Espósito
Sin Título. 2005.
Tinta sobre papel.
20 x 23 cm.

Con su intervención en ocasión de la Fundación de la EOL, Javier Aramburu fundaba en razón el por qué y para qué de esta escuela: la Escuela, con sus dispositivos –entre los que destaca el pase- es lo que garantiza una forma institucional de agrupamiento de analistas que mantenga abierta la experiencia del inconsciente inaugurada por Freud y proseguida por Lacan, en el surco siempre abierto donde se trabaja contra el rito de lo ya sabido...

Bueno, estoy contento, porque tenemos la Escuela lacaniana, una Escuela que no nos cae del cielo, sino que la fundamos, la construimos con nuestro trabajo junto a nuestros colegas europeos, que ya es una comunidad de trabajo

Por qué, dirán ustedes, se funda la Escuela si los analistas sabemos que podemos funcionar sin tener una Escuela. De hecho, así funcionamos todos estos años, y no mal. El psicoanálisis lacaniano en Argentina crece, se desarrolla, produce, hay análisis, se publica, se transmite, se forman analistas, se lee a Lacan y a Freud, se trabaja mucho y bien, en todos los ámbitos: hospitales, universidades, en la clínica, en instituciones… Los analistas lacanianos en Argentina somos muchos y productivos: pero sin embargo, creo que el surco abierto por Freud y orientado por Lacan, requiere una Escuela. Siempre lo creímos. Fue la convicción de Masotta y la de los que comenzamos nuestro Lacan con él, cuando en 1974 fundamos la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Hoy, a casi 20 años de entonces, lo volvemos a ratificar. Orientarse por Lacan supone también seguirlo en las formas de organización de los analistas que él nos propuso, seguirlo en la idea de que es necesaria la Escuela, porque la Escuela es una ocasión para que el surco abierto por Freud y Lacan, no se cierre definitivamente. Si Lacan necesitó la Escuela, si nosotros la necesitamos, es porque el campo abierto por Freud se puede cerrar; como dijo Lacan: "en cada momento hay el riesgo de extinción".

El éxito que tenemos los lacanianos nos puede cegar y hacernos creer que ya es suficiente, que ya está. Pero es la experiencia misma de Lacan en la Escuela (que debió ser disuelta ya que el éxito le hizo perder el rumbo a los analistas), lo que nos alerta. No parece difícil perder la huella abierta por Freud y Lacan. El éxito adormece el deseo de saber que Lacan nos propone sostener con entusiasmo.

Precisemos: si la Escuela lacaniana es una oportunidad de que la experiencia de transitar el camino del inconsciente no se extinga, no se transforme en un rito repetido de lo sabido, de lo ya sido, lo es en el pase. Sin esto, la Escuela es otra organización más de analistas para la defensa de su trabajo profesional. También es esa garantía irónica de nombrar "analistas" a los que no han probado que lo sean más que de hecho. Pero la Escuela es el pase. De allí se esperan respuestas distintas y seriadas sobre el deseo del analista. Es ese el lugar donde Lacan apunta a que el Campo freudiano no se ciegue, donde la causa siempre es nueva, pues interroga al deseo del analista allí donde se anula por el deseo de saber.

El pase no es sólo el testimonio de un tránsito por el Otro tachado. Es también un dispositivo complejo, pero fundamental. ¿Por qué, si no, Lacan propuso este mecanismo complicado que es el pase? Es que el pase es más que un testimonio; requiere un jurado que no se autoriza a sí mismo, sino nombrado, reconocido por la comunidad (en este caso la Escuela) y además, que no está sólo para juzgar, sino que requiere testigos, nombrados también por la comunidad. Es decir, el pase es la participación pautada de la Escuela, es lo que hace que el juicio sea eficaz. El juicio, la sanción, es el momento de concluir del acto que lo inscribe como tal: hay analista, y sin esa sanción, no hay acto, no hay nada, no hay acontecimiento. El dispositivo suple al (), al Otro tachado, para no completarlo. Hay quienes se dicen orientados por Lacan, pero niegan la Escuela, el dispositivo del pase. Bien, que nos digan por qué no se orientan también en esto en Lacan, cómo piensan ellos esta cuestión del deseo del analista, su verificación, su seriación. Queremos aprender, quizás ellos también tengan algo que enseñarnos. Que lo digan, cómo es este pase sin jurado, sin testigos, sin juicio. Pero por ahora pensamos que un pase dirigido a todos y/o a nadie, anula el juicio, no acontece nada, no hace serie, no determina lo real, y contrariamente a lo que piensan, no evidencia la resolución de la transferencia, sino, al contrario, una transferencia sin analista. Esta idea de los lacanianos sin Escuela, confunde a un analista con un ser de excepción, único, al modo de "existe uno que no". Pero el analista en la Escuela no es un ser único, excepcional, como decía Miller hace unos días en su conferencia; es uno entre otros de una serie que ha probado tener alguna respuesta en relación al deseo del analista, que ha resuelto, no para todos (lo cual cerraría lo abierto) su relación a la castración, al horror particular del existir; intentando sostenerlo en un deseo de saber abierto a lo nuevo, a lo que no está inscripto ya en el Otro, que no se ciega con lo sabido de la rutina, con los ritos de lo conforme, con el éxito.

Como ven, entonces, estoy contento con el trabajo realizado, y entusiasmado con el futuro de la Escuela, que ya es, porque los lazos de trabajo que hay entre la comunidad que es el Campo freudiano, se multiplicarán, se ampliarán, y no serán triviales: podrán anudar algo de lo real para mantener abierto el surco de Freud y Lacan.

Esta es la Escuela que el psicoanálisis necesita.

Gracias

El texto de Javier Aramburu es inédito y corresponde a su Intervención en el Acto de Fundación de la EOL, el 3 de enero de 1992.

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