Marzo 2018 • Año XVII
#34
Fundamentos y actualidad de la clínica

Salidas de la infancia y sexuación

Claudia Lijtinstens

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Eduardo Stupía
Paisaje 2
2012 - Técnica mixta sobre tela
100 x 100 cm

La coyuntura adolescencia-sínthoma, en la época de la inexistencia del Otro, induce a una reinvención de soluciones que exploraré en la vía del empalme identificación/pulsión.

Esas "salidas" de la infancia remiten a un tiempo lógico en el que el ingreso del registro de lo hétero al propio cuerpo se produce al mismo tiempo que el ingreso de los objetos y del cuerpo del otro, desplegándose una escansión en lo sexual y una reconfiguración del narcisismo que reintroduce la pregunta por la "pequeña diferencia",[1] cuestión que hoy toma la forma de un vértigo que desata una metonimia identificatoria en la que "…la tradición se sustituye por la consumición". [2]

La pubertad, en tanto saber vacante sobre el sexo y como uno de los nombres de la no-relación sexual, revela la hendidura de un saber que hay que inventar, pues allí donde falta un saber hay un real en juego.

Pero ¿qué hace cada época con lo real?

El encuentro con un nuevo real puede ser reconducido por el sujeto por la vía del Ideal del Yo, asentado en la significación fálica. Es esta una salida por el lado de la existencia y del sexo, en la que se decide un nombre, un partenaire, un síntoma, a partir de significantes que vienen del Otro y que permiten anclarse en una identificación. Tal es el caso de una joven quien relataba en sesión cómo el encuentro con un amor en el ámbito de un grupo religioso la disponía a una identidad ordenada por la vía del ideal familiar, poniéndola a distancia de un goce estragante que la inhibía para la vida.

Pero también encontramos hoy salidas que no pasan por la vía del Ideal o del falo y que permiten un tratamiento de lo real de manera diferente; salidas que revelan un "fracaso de la metáfora puberal",[3] con una inflación imaginaria reparativa, salidas por el lado de identificaciones a un goce que determina un "congelamiento"[4] en la infancia, volviéndose presente más la relación al goce conocido que el anhelo del deseo inexplorado. Este congelamiento en la infancia es bien ejemplificado por un adolescente que refiere un sueño de angustia, frente al llamado a responder como adulto: "En el espejo me veía como chiquito, después un poco más grande, al lado otro más grande… eran como 4 reflejos… yo me ponía a llorar y ellos me preguntaban por qué lloraba. Extrañaba ser chiquito… veía un reflejo raro".

Verificamos cómo, en esta época, se afirma un "desprecio en relación al falo", [5] una pérdida de la potencia del falo como significante del goce, una proliferación de la inexistencia (del Otro, de la Mujer, del Hombre…) que deja al sujeto librado a un goce excesivo en relación a los objetos de consumo. Los modos de gozar están liderados por el objeto a que, como sabemos, es asexuado. "No hay sexuación sino a partir del significante fálico", lo que no quita que no haya diversas maneras de inscribir el goce y el cuerpo respecto de ese significante. [6]

Entendemos que correr el riesgo de tomar el falo como significante es consentir al falo como índice de un real, un índice de ese agujero que la tecno-virtualidad intenta eliminar.

Pero ¿qué sucede cuando el falo no funciona como instrumento, precarizando la representación significante/goce?

Cuando la función fálica no logra inscribirse, es el objeto a el que determina el goce, empujando al sujeto a identificaciones masivas o fenómenos de angustia.

Si el falo diferencia, el goce unifica; y esta unificación produce indiferenciación y cierta fluctuación de la sexuación que los detalles clínicos a continuación intentan dar cuenta.

Soluciones sinthomáticas como tratamientos de lo real

-Observamos salidas por el lado de lo Uno, del lado homo, de la elección de lo mismo: mismo género, mismo goce o comunidad de goce, a la manera en que lo revela una joven que elije emparejarse a la comunidad del animé japonés para lograr una especie de "armadura identificatoria" en la que todo vestigio de real se expulsa.

-También detectamos anudamientos laxos que originan defensas en las que lo imaginario ordena igualando, instaurando un frágil narcicismo. En estos casos, lo femenino ‒como lo hétero por excelencia‒ es también rechazado. Es la forma que adopta otra joven al elegir emparejarse a una relación homosexual como modo de neutralizar lo hétero, logrando con esta identificación un anudamiento imaginario persistente.

-Constatamos también la fluidez de objetos y de géneros como signos de identificaciones sexuales que aseguran que tanto lo femenino como lo real permanezcan extraños. Lo vemos en una jovencita que intercambiaba sin apego sus objetos amorosos, colmando su demanda de amor y rechazando con cinismo cada intervención que pretendiera promover una detención o historización de los acontecimientos.

-Hay además soluciones que toman la forma de pasajes al acto, actings o marcas en el cuerpo, que reintroducen un límite cuando el significante no ha logrado del todo inscribir esa huella en el cuerpo. Así lo revela otra joven que se entregaba a autolaceraciones frente al acoso de sus compañeros de escuela como forma de encontrar un límite a ese real, reparando a partir de lo imaginario algo del desfallecimiento de lo simbólico. [7]

-Identificamos elecciones por el lado de la angustia, en las que lo real aparece silenciado, sin tanto ruido ni dramatismo y el sentimiento de vida adormecido, [8] instaurando una deriva ilimitada que funciona en sí misma como un tratamiento de lo real. Lo vemos en jóvenes con una gran confusión identificatoria que, frente al encuentro con el otro sexo, responden con una profunda angustia. Esto hace aparecer temores a la homosexualidad por ejemplo, pero también hace emerger algo del goce propio, singular de cada uno. En ese letargo se abocan muchas veces a intereses extravagantes que les aseguran mantenerse apartados de un goce sexual/fálico.

Un análisis, en estos casos, posibilita localizar ese goce extraño congelado, muchas veces en escenas o vivencias infantiles, como trozos de real sin articulación significante, e introducir vías inventivas para hallar nuevas medidas en el lazo con el Otro.

Estos detalles revelan con cierta claridad cómo en un análisis se apuesta por lo real como una solución al impasse sexual y a la deriva de "una enunciación sin punto de capitón",[9] abriendo en cada decir la vía para explorar ese real y encontrar una invención a la medida de cada sinthome.

NOTAS
* Trabajo presentado en la IV Jornada de la Nueva Red Cereda Diagonal Americana, "Diversidades sexuales", Buenos Aires, septiembre 2017.
** Las viñetas que se encuentran en distintos pasajes de este artículo fueron creadas con fines ilustrativos y no se corresponden fidedignamente con ninguna historia clínica.

  1. Lacan, J., El Seminario, libro 19, …o peor, Paidós, Bs. As., 2012, p. 17.
  2. Miller, J.-A., "Prólogo", en Amadeo de Freda, D., El adolescente actual, UNSAM EDITA, Bs. As., 2015, p. 6.
  3. Miller, J.-A., "En dirección a la adolescencia", Registros, Tomos rojo/azul, Jóvenes, Bs. As., 2016, p. 13.
  4. Laia, S., Chicos y chicas no son (aun) hombres y mujeres, Inédito.
  5. Ibíd.
  6. Brodsky, G., "Síntoma y sexuación", Del Edipo a la sexuación, Paidós, Bs. As, 2001, p. 43.
  7. Miller, J.-A., "La construcción de la imagen", Psicoanálisis con niños 2, Clínica lacaniana, Grama, Bs. As, 2004, p. 14.
  8. Mandil, R., "Smartphones", Registros, Tomo rojo/azul… , op. cit., p. 31.
  9. Miller, J.- A., "En dirección a la adolescencia", op. cit., p. 13.
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