Marzo 2018 • Año XVII
#34
Lo singular en un análisis

Lo que del silencio interpreta

Natacha Zarzoso

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Eduardo Stupía
Paisaje
2005 - Tinta sobre papel
21 x 29,5 cm

Natacha Zarzoso (Más Uno), Stella López, Adriana Wolfson, Estefanía Bonifacio y Greta Stecher.

 

El testimonio: la voz opaca [1]

María Cristina Giraldo presenta su pase en las Jornadas de la EOL 2016. A posteriori, en un intercambio virtual con ella sobre los efectos de su decir, tuvo la gentileza de hacérnoslo llegar para interrogarlo en el marco de un Cartel. Así es como nos hicimos del material y lo pusimos al trabajo. A fines de abril salió oficialmente publicado en Revista Lacaniana N° 22. Haremos una extracción del material para los que aún no tuvieron oportunidad de leerlo. Usaremos la primera persona para no tergiversar su prosa.

 

De la contractura a la risa

Sueño que mi analista se sienta en el borde del diván y se deja caer de espaldas, con todo el peso de su cuerpo, sobre mis piernas. Piernas sueltas, manos atadas. Las piezas de mi cuerpo afectadas por el traumatismo de lalengua y por el estrago materno.

Demandaba a las directivas de la Sede, de la Escuela y de la AMP una sola cosa, la misma siempre: no consentir al estrago. En mi sueño el Otro ha cambiado: no responde, no consiste, no da garantía. El límite al estrago no vino del Otro, por más que lo demandara. Esa fue mi experiencia de su inconsistencia: la de un A/ que se calla.

Una escena a los 6 años: Mi padre me levanta sobre el ataúd para que me despida de mi abuelo. Exclamo con sorpresa: '¡de traje y sin zapatos!'. Mi padre me explica: 'No tiene zapatos, porque ya no va a caminar para ninguna parte; el abuelo murió'. El cuerpo agujereado por palabras sin sentido, la aparición abrupta de la muerte en mi vida, las piernas al aire, sin soporte.

Hace unos años, en una muestra en el Museo Guggenheim vi un Kennedy en el féretro, de traje y con los pies desnudos. El impacto de ese punctum resonó en la consistencia que ya tenía mi síntoma en el análisis. Ese trozo de real puesto en la vulnerabilidad de los pies, la pieza de mi cuerpo que quedó marcada por el traumatismo de lalengua que estalló en mi síntoma: las contracturas musculares en los pies.

El sueño y una imagen muy vívida a la que llamé "mi pequeño fenómeno elemental" me precipitaron con entusiasmo enigmático a un nuevo tramo del análisis… El fenómeno mostraba con un efecto de Witz:la otra cara, no mortificante, que mi analista nombró la erótica de los pies. En mi pequeño fenómeno elemental mi analista, sentada en la silla de su consultorio, se reía con tan absoluto desparpajo y goce del cuerpo, que levantaba las piernas al reírse. Lo indescifrable de mi fenómeno elemental me daba la certeza de estar en el inconsciente de otra manera.

De esa erótica de los pies hace parte mi gusto por el baile, el caminar por el campo, el echarle una caminada a mis ideas sobre algo en lo que trabajo para la Escuela y la implicación ineludible que tienen las piernas en el acto sexual. (Durante mucho tiempo usé un pseudónimo para ocultarme, del que yo solo sabía: 'caminante', un S1)

 

Arrebato y éxtasis

Me costaba aceptar que la experiencia corporal del arrebato esté hecha de la misma substancia gozante que la del éxtasis. Durante el tiempo en que estuve comandada por el fantasma, creía con ingenuidad que el éxtasis me curaría del arrebato. Pese a la diferencia del sufrimiento en el arrebato y a la satisfacción del éxtasis, encarnaba en ambos el sin límite del goce en el cuerpo. En esa pasión de la alienación que es el arrebato, mi cuerpo quedaba devastado por el sufrimiento y en esa otra pasión de la separación que es el éxtasis, quedaba suspendida en un estado de locura gozosa de los sentidos.

Pasé del sufrimiento organizado en torno al S1 "martirio", a la satisfacción del final de análisis, que en mí tiene un rasgo corporal del éxtasis. El arrebato hacía iterar la locura materna en la lógica del todo, en la alienación a la madre como Otro real. A diferencia de ello, el goce femenino en mí pasa cada vez por la vertiente del no-todo, sostenido en la pasión de la separación de ese Otro materno.

 

Piernas sueltas, manos atadas

Tanto mi hermano como yo nos chupábamos el dedo para dormirnos, y la madre buscó formas de suprimir, sin resto, el goce autoerótico (pañuelos, ají picante, férulas de yeso en los codos/brazos). Las manos atadas constituyen la experiencia corporal de mi inhibición, pero la madre dejó, por un afortunado descuido, las piernas sueltas. 'Poner a caminar lo que tengo entre manos' fue el sintagma de la modesta solución que extraje en mi análisis a las manos atadas de mi inhibición, y una forma de anudar esas piezas sueltas de mi cuerpo. En la última sesión, la analista asiente a la salida que construí: 'ahora tienes las manos libres y los zapatos bien puestos'. Al salir por última vez de su consultorio me toma con firmeza del codo. Resto memorable, sutileza del acto que hace huella singular en un cuerpo marcado ahora por la libertad y la satisfacción.

Daba por hecho que yo estaría conmovida en la última sesión. Para mi sorpresa, salí con paso firme y decidido, en absoluto conmovida. Devine analista en eso inhumano del final. En contraste con ello, la inhumanidad de mi analista, la que me llevó hasta lo más singular, se conmovió en el último instante; sólo ahí dejó de ser mi analista.

Otra escena organizará mi programa de goce: mi madre insiste en darme la sopa, pese a que puedo tomarla por mí misma. Rechazo que me atragante y ella me pega con la cuchara en la boca. "Dar con la cuchara en la boca del Otro" será el axioma de mi fantasma, lo real de mi pasión por silenciar, como la madre. Callar al Otro, cantarle la tabla de la verdad en el sin límite del fanatismo por el sentido, el empuje a decirlo todo, arrebatado el cuerpo por lo indecible del sufrimiento.

El atravesamiento de ese trauma que fue el estrago en mi vida requirió de un acto de parte de mi analista, que me hizo pasar de la queja por esas experiencias estragantes que padecía bajo el S1 'martirio', al límite de lo que en mí consentía al estrago. Creé condiciones para viajar a Buenos Aires; estaba a la mitad de mi análisis y presentaría un trabajo en un Congreso de la AMP. Por más que le escribí a mi analista para consultar su disponibilidad de tiempo y definir mis vuelos, no obtuve de ella respuesta alguna. Solo logre contactarla muy cerca del viaje. Me dijo que no podría atenderme en esas fechas, porque no estaría en la ciudad, así que tuve que reprogramar mis vuelos, lo que me implicó pagar una alta penalidad a la aerolínea. Ya en sesión, puse mis cartas sobre la mesa. Desde la primera entrevista le había puesto como condición la garantía de no estragarme. Esa promesa se había roto y le anuncié mi decisión de retirarme de análisis. No se lo iba a permitir a ella, ni me iba a permitir a mí misma estragar lo que llevaba de mi análisis; iba a rescatar eso, así tuviera que irme. Estaría un tiempo corto para ver si se decantaba algo. Mi analista estaba advertida de mi profundo desencanto transferencial y de mi decisión sobre el analista al que buscaría para empezar entrevistas. Sería el cuarto análisis; lo abrumador de ese número y de la cantidad de años de análisis, que para entonces sumaban 25, no me detuvo. Sabía que si no ponía un límite al estrago y a lo que en mí consentía al mismo, lo que se iba a estragar era mi transferencia al psicoanálisis y a la AMP, así que me la jugué y mi analista también.

Maniobra arriesgada, la analista trauma puso el estrago bajo transferencia y alojó de la buena manera mi profundo enojo: ni me desalentó, ni me explicó, ni me cerró la salida. Extraje de ese impasse las consecuencias de un acto. El no al estrago provino de mí, como revés del trauma, no del Otro. Mi consentimiento al mismo me implicaba en mi goce escatológico del error propio o del ajeno. Mi cambio de posición implicó rupturas en vínculos que no me hacían bien. Dejó de tener valor el sufrimiento con el que me martirizaba y en cambio cobraron valor las soluciones y las formas de arreglo que vuelven vivible y posible la transferencia de trabajo, así como el efecto de formación derivado de un error que se trasforma en fecundo.

 

La voz opaca

Un acontecimiento de cuerpo me precipitará al tramo final de mi análisis. Estudio tranquilamente en mi casa y de la nada irrumpe una tos incoercible que persiste hasta el ahogo; quedo disfónica. 'Es como si hubiera hecho un esguince en la voz'... voz opaca. Esguince en la voz, opacidad del goce, distención de la fijación, dislocación incurable entre el goce y el sentido. A partir de allí, todo se precipita…. al esguince en la voz, mi solución sinthomática… No dejes de cantar, me dijo mi analista en la última sesión… Es mi manera de presentar las consecuencias de un acto y la invención de mi solución sinthomática".

 

Acerca del sentido

¿Por qué tomamos el sentido? Porque es el camino necesario para poder ubicar la operatoria del fuera de sentido. Será a partir de la última enseñanza de Lacan que la posición del analista y el inconsciente operarán haciendo lugar a la equivocación, a la meprise y a la fuga de sentido.

En "La introducción alemana a los Escritos" Lacan ubica: "el sentido del sentido en mi práctica se capta por el hecho de que se fuga: que hay que entender como de un tonel, no como un escaparse. Es por el hecho de que se fuga que un discurso toma su sentido, esto es: por el hecho de que sus efectos sean imposibles de calcular" (…) "Sospechamos que la palabra tiene la misma dicho–mensión gracias a la cual lo único que es real y que no puede inscribirse con ella es la relación sexual". (…) "Es el descubrimiento por Freud de que el inconsciente trabaja sin pensar en ello, sin calcular, ni tampoco juzgar y no obstante el fruto está allí: un saber que sólo se trata de descifrar pues consiste en un ciframiento" [2].

Por el sentido se escriben las condiciones de goce para cada quien. La operatoria que va de los síntomas al sinthome es la operación de reducción, vaciado y ceñimiento de los síntomas vía la orientación por el fuera del sentido. En este camino al decir de Giraldo existirá entonces lo que se deja cifrar y lo imposible de contabilizar, lo que escapa al sentido. Es un modo de pensar el pasaje de los unos del inconsciente al Uno del sinthome, es decir: la posibilidad de construir el sinthoma analítico y reconocer en él el núcleo iterativo de goce a partir del cual se construirá el sinthome.

Nos interesa situar que el sentido es sexual y que en el cifrado está el goce; y que el goce es eso que no sirve para nada, dirá Lacan. Reconocer eso es un paso decisivo porque introduce algo del orden de lo imposible en la clínica, un cierto consentimiento al fuera de sentido y su contracara del "hay de lo Uno". Lo real, el goce y el fuera de sentido serán los términos que cobran un papel esencial en el viraje de los años 70. Será todo un trabajo analítico pasar del sentido gozado al goce opaco del síntoma.

Atravesar el fantasma (al decir de Florencia Dassen –y lo podemos constatar en el testimonio de Giraldo) es atravesar los puntos en los que hay un imperativo que pesa sobre el sujeto y no lo deja encontrarse con su reservorio de goce, con esa marca que penetró el cuerpo y a la que hace falta ir al encuentro. Pero hay entonces que llegar a unir –gracias a esa disyunción del fantasma– que aquello que a uno lo divide es el objeto causa de deseo… trabajo de ceñimiento, ya no de desciframiento, sino de hacer con las cifras que ya quedaron por efecto del desciframiento.

 

El corte… La interpretación y sus límites

"¿Qué quiere decir que la interpretación es incalculable en sus efectos? Quiere decir que su único sentido es el goce; obstáculo insalvable para que la relación sexual pueda inscribirse de alguna manera y, en suma, esto permite extender al goce la fórmula de que el efecto de la interpretación es incalculable. En efecto, si piensan bien en lo que ocurre cuando se produce el choque entre esas dos tropas llamadas ejércitos, y que además son discursos, discursos ambulantes, (…) Resulta asimismo enteramente claro que si la victoria de un ejército sobre otro es estrictamente imprevisible, es porque: no es posible calcular el goce del combatiente. En fin, todo está aquí: si hay quienes gozan con hacerse matar, llevan la ventaja (…)Esta es una breve ojeada relativa a lo que puede ocurrir con lo contingente, es decir, con lo que se define por lo incalculable...". [3] Esto es del Seminario 21.

"La interpretación analítica no da testimonio de ningún saber (…) lo que han de saber es que hay un saber que no calcula, pero no por ello trabaja menos para el goce".[4] Ubicamos que es el inconsciente el primer intérprete y la interpretación analítica es a posteriori. En el testimonio podemos ver como el silencio hace de vía regia para el encuentro de la analizante con su propio estrago. Quizás podemos pensar el pasaje en este punto de la impotencia a la imposibilidad. Pone al trabajo lo no sabido que sabe de la una equivocación.

La interpretación como acto analítico; el analista trauma –no sin cálculo– silenciándose, lo que produce en este caso una intervención sobre el objeto y sobre lo real. Opera por el equívoco y apunta a ir a contrapelo de la certeza del sentido que le brindaba su fantasma.

El fantasma es una frase que se goza, mensaje cifrado que encubre al goce opaco. El síntoma mismo debe pensarse en relación al fantasma, lo que Lacan llama sinthome. La interpretación no se ordena con el síntoma sino con el fantasma. En "El inconsciente intérprete", [5] Miller da cuenta de que la capacidad interpretativa del fantasma no reduce el fantasma a la interpretación, porque este incluye al objeto a en tanto imposible de interpretar.

A partir de la reducción del sentido, del vaciado de las significaciones, la interpretación cambia, dirá Miller, lo que Lacan sigue llamando interpretación ya no es interpretación, sino corte, como reemplazo de la interpretación en sí misma, cuando no se trata de ir en el mismo sentido que el inconsciente sino de buscar otro tipo de operación.

En "Apología de la sorpresa", Miller toma la doble cara del sueño y del despertar para dar cuenta de una separación que se mide por el ángulo de la sorpresa. "El ángulo está siempre presente en la sorpresa". [6] "El ángulo mide el fantasma, es decir la regla que es la tuya, tu regla de interpretación a partir del goce". [7] La interpretación analítica funcionaría entonces al revés de la interpretación del inconsciente. ¿Dónde ubicar la sorpresa en el testimonio?

Al decir de Hélène Bonnaud, [8] la sorpresa es un acontecimiento que divide al sujeto y la palabra se hace menos narrativa, ella deviene exploradora. En el testimonio lo podemos pensar a partir del movimiento que ella da cuenta cuando dice "poner a caminar lo que tengo entre manos… para mi sorpresa salí de mi última sesión con paso firme y decidido en absoluto conmovida…, solo ahí dejo de ser mi analista".

 

Analista trauma

Se trata de que el discurso llegue a decir lo que no pudo tener lugar, lo que no pudo decirse o lo que se dijo de manera sesgada. [9] En el análisis se trata de hacer verdad lo que fue. Y tenemos lo que falta hacer verdad los traumatismos, lo que agujerea, lo que Lacan llamará troumatisme. Elemento crucial el trauma para una clínica y una práctica que se propone acompañar al sujeto a un más allá de los efectos de sentido para permitirle elucidar tanto los velos que erigió como defensa ante lo real como sus modos singulares de gozar. El trauma constituyente de cada sujeto que muestra cómo su goce es absolutamente singular.

El analista trauma es una figura de la posición del analista correlativo a la última enseñanza de Lacan. Es el analista que está más del lado del goce que del saber, más del lado del acto que de la interpretación, más del lado del vacío que del objeto a. La noción de analista trauma debemos tomarla con delicadeza, en la misma posición que por regla de abstinencia introduce un equivalente, un semblante del traumatismo de la no relación sexual. No se trata de activismo, invita a la prudencia que no se opone aquí a audacia. Se trata de arriesgarse de la buena manera.

Vinculado a la noción "perturbar la defensa" como la primera barrera que el parlêtre instala ante el encuentro traumatique con la no relación sexual y con el excedente de goce que le es correlativo. La práctica analítica que se deduce de la pregunta por el sinthome implica incluir este otro elemento fundamental el "más de vida" [10] que aparece en el encuentro con el analista y que se olvida detrás de lo que se dice (Como lo recordaba Florencia Dassen) Tratando de alzarse al nivel del trauma fundamental, del encuentro fundamental con lalengua. Peligro sin duda que puede presentificarse es la RTN (reacción terapéutica negativa), que veremos, en el testimonio, como fue sorteado.

Una referencia de Lacan en el Seminario 19 nos orienta: "Todo padre traumático está en definitiva en la misma posición que el psicoanalista. La diferencia está en que el psicoanalista por su posición reproduce la neurosis, mientras que el padre traumático la produce inocentemente". [11] Este redoblamiento que promueve el discurso analítico, a diferencia del padre y de otros discursos que eclipsan el cuerpo, apunta directo al cuerpo, restando goce e introduciendo lo nuevo en la repetición, que hasta ese momento era repetición vana por ser siempre la misma.

Una vez planteado el programa de goce "dar con la cuchara en la boca del Otro". Callar al Otro, el empuje a decirlo todo, arrebatado el cuerpo por lo indecible del sufrimiento, su asentimiento a la implicación y responsabilidad en contraste con el empuje a cantarle la tabla de la verdad al cínico. El atravesamiento de ese trauma que fue el estrago de su vida requirió de un acto del analista que la hizo pasar de esas experiencias estragantes que padecía bajo el S1 martirio al límite de lo que en mi consentía al estrago". Viaje, promesa rota. Se trata de una maniobra. En lo que entendemos por un lado que con esa maniobra el analista no goza y donde muestra como el goce no es del Otro, es el suyo. Consecuencias de ese acto: según la lectura que hace en el testimonio el no al estrago provino de ella, como revés del trauma, no del Otro.

 

Lo que no calcula…

Nosotros tomamos del primer testimonio de Cristina Giraldo un fragmento que nos permite preguntarnos en relación al tema que nos pone al trabajo este año. Interpretación, entre el cálculo y la sorpresa, fue necesario también para este trabajo ubicar el lugar del analista y su operación en tanto acto y trauma, como ella misma lo señala. También tomamos en este fragmento…, la lectura de la interpretación que hace la analizante, su sorpresa y su cálculo desde su posición hasta ese momento como respuesta fantasmática aún no vaciada lo suficiente. Es muy transmisible como ella lo escribe, la lógica que da cuenta en su decir de su trabajo analítico… como la reducción de goce pasa a la escritura pudiendo hacer lugar al no todo (posición femenina). Ella misma ubica en su testimonio estos conceptos en lo que fue su último tramo de análisis.

Nosotros nos pusimos a intentar desmenuzar la lógica que le permite a ella poder dar cuenta de eso. Es un testimonio que testimonia sobre la lógica de un tratamiento psicoanalítico de orientación lacaniana donde se puede leer lo que fue para ella el pasaje del analizante a analista. Allí es donde ella localiza lo inhumano de la analista… algo del orden de la sorpresa se le presentifica bordeando el final, en su máxima singularidad

Todo se conmueve en ella a raíz de un hecho contingente o no tanto. Ella pide una sesión a su analista al mismo tiempo que estaba escribiendo un trabajo para el congreso de la AMP. Su analista no responde a su demanda, ella igual saca sus pasajes para viajar a la Argentina (¿arrebato, todo, garantía del Otro?), al tiempo la analista le responde que no la va a poder recibir ya que estará de viaje para esa fecha, por esta respuesta se vio obligada a cambiar las fechas de los pasajes pagando la penalidad correspondiente. Hasta acá vemos que la analizante saca los pasajes interpretando con "certeza" la garantía y la existencia del A y que este A, su analista, la iba a esperar y a recibir haciendo gala de la incondicionalidad del A, amor de transferencia.

Su respuesta a que el A no consista, no esté, no la reciba es leído con profundo enojo. "Desde la primer entrevista le había puesto como condición la garantía de no estragarme. Esa promesa la había roto y le anuncie mi decisión de retirarme del análisis…". Ubicamos esta condición sintomática que creía sostenía la analista con ella (uno escucha y lee desde donde puede). Que no la reciba es vivido como algo que se rompe en ese lazo transferencial y fue su analista quien no lo había respetado (RTN). Infiere una supuesta falla de cálculo de su analista. La creencia en cierta preservación frente a no quedarse estragada era la fantasía leída por ella que comandaba su supuesta retirada. Con ciertos aires de provocación (¿se puede pensar en un acting hacia el final de la cura?) decide irse de ese análisis (por el sentido operando mediante el estrago aún no dilucidado de su posición de goce y su consiguiente respuesta fantasmática, arrebatándola).

Es desde aquí, desde este hecho, como transcurre en más lo que va bordeando su atravesamiento del fantasma dando apertura a su nuevo modo de vivir y leer la pulsión.

En el testimonio aparece en una posición de provocación a la analista ya que va y despliega su enojo (dándole la cuchara en la boca podemos pensar con ella), avisa que se va de ese análisis y hasta le comunica el nombre de quién sería su posible próximo analista… acá se puede ubicar que lo que produce sentido está siempre enraizado en el goce, en la singularidad de ese sentido gozado para ella, pero hay algo que escapa, se fuga… y que aún así afecta.

Esos efectos del lazo, cimbronazos de la transferencia que producen afectos, afectos que delimitan un modo de goce singular. Podemos pensar, lo ajustado de su enojo para ponerle cuerpo al atravesamiento de su estrago.

"Pero para el atravesamiento de ese trauma que fue el estrago en mi vida requirió de un acto de parte de mi analista" (sic)

 

Acerca del tiempo que hace agujero

Pero, y esto nos parece sumamente importante a nuestro trabajo, se toma un tiempo. Tiempo parecería ser la condición que le permite ir al encuentro de ese borde que le permitió la salida de su sufrimiento… "sabía que si no ponía un límite al estrago…, lo que se iba a estragar era mi transferencia al psicoanálisis y a la AMP…"

Pudiendo haberse quedado del lado del sentido, enojada y respondiendo desde su fantasma… –arrebato, alienación, ubicándose al estrago como este otro todo materno, enloqueciéndola–; en cambio produce un corte, abriéndose a otro tiempo lógico.

Otro tiempo que entendemos del orden de la separación, no todo, en su decir que es producto de las vueltas dadas de su análisis, donde puede parar, esperarse, dirá… estaría un tiempo corto para ver si se decantaba algo… palo al estrago, otro tiempo en ella para tomarse en serie y en serio, cierta pausa, cierto impasse, donde ella ubicará una apuesta nueva…"así que me la jugué y mi analista también". En este me la jugué aparece un puesta en acto no solo de la analista sino de su propio deseo.

Ella ubica en este punto a la analista trauma, operando como al decir de Entonces «shhh…» "es reconducir al sujeto a los significantes propiamente elementales sobre los que, en su neurosis, ha delirado". [12] La analista puso el estrago bajo transferencia, la intervención del analista fue que al mismo tiempo que alojó al estrago, lo objetó. Era lo que faltaba vaciar. El analista no es el que goza. En acto a través de su silencio hace constatar esto. Es el parlêtre la que lee el acto de la analista como acto. La analista operó, intervino, la interpretó yendo a las tripas de la cosa, no todo el estrago había sido conmovido en su análisis hasta ese momento. Operando bajo el equívoco en juego, sirviéndose del mismo como respuesta de un hecho de la contingencia. Fue la sutileza del acto de su analista, operando desde su silencio, vehiculizado por la transferencia misma lo que promovió la escucha de su propio estrago, de su propio decir, de su media verdad.

La analista trauma hace entrar al estrago en análisis, para dar lugar a la boca que hay que saber callar. Todo una apuesta… "El estrago provino de mí, como revés del trauma, no del A".

"Desprenderse de los espejismos de la verdad que ese desciframiento le aporta y apunta a un más allá de la fijeza del goce, a la opacidad de lo real". [13]

Testimonio de cómo la contingencia opera en este caso por el fuera de sentido que se sirvió la analista para operar aquí –no sin– cálculo sobre el goce que le opacaba el estrago de lo vivo de su vida. Es un testimonio que transmite las escansiones lógicas que atraviesa el parlêtre y la conecta con lo vivo de su existir.

NOTAS
* Presentado como resultado del trabajo de Cartel en el Seminario diurno de la EOL Buenos Aires 2017: "Qué se interpreta: entre el cálculo y la sorpresa"que está a cargo de Florencia Dassen y Viviana Mozzi

  1. Presentado en las IX Jornadas de la NEL, "Violencias y Pasiones. Sus tratamientos en la experiencia analítica", Guayaquil, 23 de octubre de 2016 y en las XXV Jornadas anuales de la EOL "Hiperconectados. Los psicoanalistas frente a los lazos virtuales", Buenos Aires, 30 de octubre de 2016 y publicado en Revista Lacaniana N° 22, EOL, Bs. As., 2017.
  2. Lacan, J., "Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos", Otros Escritos, Paidós, Bs. As., 2012, pp. 579–580, 582.
  3. Lacan, J., clase del 20 de noviembre de 1973, Seminario 21, "Les non-dupes errent", inédito.
  4. Lacan, J., "Introducción…", op. cit., p. 585.
  5. Miller, J.-A., "El inconsciente intérprete: Seminario de apertura del curso 1995-1996 del SCFB", Revista Freudiana N° 17, Barcelona, 1996, p. 56.
  6. Miller, J.-A., "Apología de la sorpresa", Entonces "Sssh…", Minilibros Eolia Barcelona, Barcelona, 1996, p. 39.
  7. Ibíd, p.43.
  8. Bonnaud, H., "¿Puede la trasferencia prescindir del amor al inconsciente?", Revista Lacaniana N° 12, EOL, Bs. As., 2012, p. 73.
  9. Miller, J.-A., capítulo 12, "Lo real que escapa a la verdad", Sutilezas Analíticas, Paidós, Bs. As., 2013, p. 182.
  10. Laurent, E., III Coloquio de la Orientación Lacaniana. En referencia al libro Sutilezas analíticas de Jacques-Alain Miller, EOL, Grama ediciones, Bs. As., 2013, p. 37.
  11. Lacan, J., El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidós, Bs. As., 2012, p. 150.
  12. Miller, J.-A., Entonces "Sssh…", op. cit., p. 11.
  13. Miller, J.-A., "Leer un síntoma", Revista Lacaniana Nº 12, Eolia Paidós, Bs. As., 2012, p. 18.

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