Noviembre 2020 • Año XIV
#39
Impasses clínicos

De cuerpo presente

Lucía Da Campo

Bajar este artículo en PDF

Ilustración: Ezequiel Sarudiansky
Instagram: @_zek3_

Sentado en aquel hueco y situándose lo más dentro posible, Winston podía mantenerse fuera del alcance de la telepantalla en cuanto a la visualidad, ya que no podía evitar que oyera sus ruidos.
George Orwell

Solo autores como Orwell podían imaginar, en 1948, un escenario social donde el contacto entre las personas fuera restringido y donde las pantallas tuvieran un lugar central en la vida humana, presentes desde el inicio de la jornada y hasta el final de la misma.

El filósofo sur coreano Byung-Chul Han señala cómo el orden digital provoca un efecto de descorporalización del mundo; hay cada vez menos comunicación entre los cuerpos. Las cosas en el mundo pierden su carácter de otro opuesto al sujeto, de algo que hay que conquistar, conocer, abarcar y se vuelve en parte de la técnica, que todo lo transforma en su propia dimensión sin alteridad posible; con el sistema digital no hay más alteridad.

El orden digital elimina también los cuerpos que se nos contraponen privando a las cosas de su pesadez material, su masa, su peso específico, su vida propia y su tiempo propio, y dejándolas disponibles en todo momento.[1]

Como señala Miller, esta presencia de la tecnología continuará y será cada vez más presente: “Y cuanto más se vuelva común la presencia virtual, más preciosa será la presencia real”.[2]

Al inicio de esta pandemia, esperamos que pasaran las primeras medidas de restricción para retomar nuestros análisis o para que algunos pacientes se comunicaran y así continuar sus tratamientos. El tiempo se iba extendiendo, con las diferencias locales según las provincias, y hubo que decidirse por continuar virtualmente. Frente a esta situación, la respuesta fue variada: algunos prefirieron seguir esperando; otros resaltaron la comodidad y aceptaron; pacientes del interior de la provincia solicitaron retomar el tratamiento y también, están los que se negaron.

Uno de ellos dijo que la única manera posible sería a través de la escritura de mails o mensajes de texto. El primer mes, estos mensajes eran enviados el mismo día de la sesión, luego aumentaron su frecuencia, llegando al tercer mes a ser diarios y los últimos, de un tenor inquietante. Le propongo concurrir al consultorio, acepta inmediatamente. Se hace presente en el mismo guardando todas las medidas de cuidado indicadas. Dice: “Era necesario para mí venir, que fuera en presencia”.

Estas palabras evocaron en mí una indicación de Miller en Sutilezas analíticas:

en la práctica con ciertas psicosis que requieren encontrar regularmente su dirección, su terapeuta, pero donde el intercambio puede, en última instancia, limitarse al apretón de manos y a un ‒¿Todo bien? ‒Todo bien. Sin embargo, en este encuentro se cumple una función esencial solo por tocar, escuchar, percibir, sentir al otro, la garantía del mundo que ustedes son para él y que no necesita el blablá: solo requiere un corazón que lata, o sea, la encarnación de la presencia.[3]

La frase “era necesario para mí venir” dio cuenta de la premura del encuentro, en ese lugar íntimo que es el consultorio, en la sesión en persona con el analista.

Frente a la contingencia de la pandemia, la respuesta, como siempre, vino del lado del paciente: la escritura sería la manera de sostener la transferencia, una forma de la presencia del analista. Mientras tanto, me preguntaba por el estatuto de la escritura, leía y escuchaba a colegas que se hacían las mismas preguntas en relación a qué implica la presencia del analista, si necesariamente se refiere a la confrontación de los cuerpos.

Nuevamente la respuesta vino del paciente: luego del sostén que, por un tiempo, brindó la escritura, fue necesario un breve encuentro que confirmara que el analista seguía como cuerpo viviente. Parecía imposible ese encuentro pero, tomar las discontinuidades de las fases, fue una oportunidad para así encarnar el deseo del analista.

Winston, el protagonista de la novela de Orwell, encontró la manera de doblar y guardar cuidadosamente el papelito que le había entregado a escondidas una mujer en la calle. Esperó la ocasión para desplegarlo por fuera del alcance de la telepantalla y así leer el mensaje.

Nosotros, desde el psicoanálisis, tendremos que inventar la manera para que el encuentro ocurra en cada caso; en este no era sin la presencia del cuerpo viviente del analista. Ese encuentro en presencia, considero, cumplió una función de anudamiento.

NOTAS

  1. Han, B.-C., La expulsión de lo distinto, Herder, Bs. As., 2018, p. 70.
  2. Miller, J.-A., “Y cuanto más se vuelva común la presencia virtual, más preciosa será la presencia real”, Nueva Escuela Lacaniana-Guayaquil[en línea]. Consultado en https://nelguayaquil.org/2020/04/13/entrevista-a-jacques-alain-miller-y-cuanto-mas-se-vuelva-comun-la-presencia-virtual-mas-preciosa-sera-la-presencia-real/
  3. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas,Paidós, Bs. As., 2011, p. 102.
El Caldero Online Cuatro+Uno EntreLibros
La Red PAUSA ICdeBA IOM2
EOL Wapol FAPOL Radio Lacan