Noviembre 2020 • Año XIV
#39
La Ola de Caracas...

Caracas, 1980

Flory Kruger

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¿Qué significó Caracas en su formación?

Caracas tuvo para mí, un primer impacto que fue conocer a Lacan en persona. Hasta ese momento conocía sus Escritos y había hecho un curso en la Escuela Freudiana de Buenos Aires sobre el Seminario 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Viniendo de una formación freudo-kleiniana, leer a Lacan no era fácil, representaba todo un desafío. Ese encuentro me enfrentó con nuevos conceptos que iban más allá de los que había aprendido hasta ese momento. Lo que sabía era: que el inconsciente estaba estructurado como un lenguaje, que había que pensar al sujeto a partir del significante, que los tres de Lacan eran los registros real, simbólico e imaginario, y que había una jerarquización del registro simbólico por sobre los otros dos, por nombrar algunos conceptos.

En cambio, en Caracas escuché una nueva orientación en relación con la dirección de la cura, más precisamente, respecto del final del análisis. Lo nuevo fue escuchar que allí donde Freud planteaba un impasse, la roca viva de la castración, Lacan proponía el Pase, lo cual hablaba de un final, y ese final en relación con el fantasma y su atravesamiento.

Lo nuevo que también escuché en Caracas fue el concepto de disolución vinculada a la Escuela. Escuchamos allí que Lacan acababa de disolver su Escuela porque en lugar de haberse producido un efecto de discurso, que era su objetivo, se había producido un efecto de grupo.

Precisamente, esa disolución tuvo muy buenos efectos ya que fue la inspiración para la creación del Simposio del Campo Freudiano, una experiencia novedosa que consistía en una convocatoria planteada por cinco analistas que habían viajado a Caracas, cuya propuesta era trabajar en conjuntos ‒inspirados en el cartel de Lacan‒, que debían disolverse cada año para volver a repetirse al año siguiente alrededor de un nuevo tema, siempre inspirados en la disolución, como un intento de ir en contra de los grupos y a favor del discurso analítico.

Pero lo más importante, desde mi punto de vista, que tuvo Caracas, es que, de la mano de Jacques-Alain Miller, se inicia un trabajo sostenido hacia la fundación, 12 años más tarde, de nuestra Escuela de la Orientación Lacaniana (eol).

 

¿Recuerda alguna anécdota de aquel acontecimiento?

La anécdota que recuerdo no tiene nada que ver con el psicoanálisis, pero por algo la guardo en mi recuerdo, quizá por la sorpresa de comprobar el desconocimiento que tenían los europeos, al menos en esa época, de los países de Latinoamérica. Creo que la creación de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), su internacionalidad, sus Encuentros y Congresos cada dos años, una vez en Europa y otra en América, nos posibilitó un mayor conocimiento a todos, no solo de la geografía, sino de los modos de vida y un avance importante de la affectio societatis.

Lo cierto es que, en un intervalo del trabajo, estando en el lobby del hotel, me acerqué a charlar con un grupo de colegas franceses quienes, con mucha amabilidad, me preguntaron de que país era, a lo cual respondí, Argentina. La respuesta de uno de ellos fue: “¡¡Ah, Río de Janeiro!!” Pero eso no fue todo, luego de haberle corregido que Río de Janeiro era una ciudad de Brasil y que yo vivía en Buenos Aires, capital de la Argentina, me preguntó: “¿ustedes tienen calefacción en su país?”

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