AÑO XVI
Septiembre
2022
41
La transitoriedad de la vida

El hilo de la vida

Nora Silvestri

Rodrigo Reinoso - Hyperglycémie-91

Nuestra actualidad se ha visto conmocionada por el estallido del conflicto entre Rusia y Ucrania. Las pérdidas sufridas no consiguen detenerlo. Los psicoanalistas fueron interpelados por estos conflictos con la Primera Guerra Mundial, porque los soldados que volvían presentaban síntomas sin causalidad orgánica resistentes a los tratamientos psiquiátricos de la época. Una pregunta lo conduce a Freud a su teorización sobre la guerra: ¿por qué se hace necesario recordar de manera compulsiva una situación desagradable?

Freud aborda la desilusión por la guerra y la actitud del hombre ante la muerte destacando que en ella se degradan las consideraciones éticas y el derecho internacional porque la esencia del hombre es que las pulsiones buscan siempre su satisfacción a través de la inhibición, el cambio de objeto, la vuelta contra la propia persona, la sublimación o las formaciones reactivas. Formula la siguiente hipótesis: "(…) nadie cree en su propia muerte (...) en el inconsciente, cada uno (...) está convencido de su inmortalidad".[1] Se busca rebajar a la muerte de la necesidad a la contingencia y por eso, una acumulación de muertes se presenta como una tragedia insoportable.

Hay dos actitudes frente a la muerte, una que la admite como aniquilación de la vida y otra que la desmiente. La guerra es inevitable, se inserta en esta división subjetiva y nos fuerza a obrar como héroes que no creen en su propia muerte. Lleva a tratar a los extraños como enemigos que deben ser eliminados negando la posibilidad de la muerte de nuestros seres queridos. Nos dice Freud: "Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte".[2]

Señala Eric Laurent que la guerra había puesto en cuestión la primera tópica de Freud. El "más allá del principio del placer" lo condujo a la reformulación de su teoría y al cambio de la oposición pulsional que entonces fue entre Eros y Tánatos. Su segunda tópica sirvió para elaborar una teoría que sustente los nuevos desafíos que su práctica le imponía. Una vez más se constata que, como lo señala Jacques-Alain Miller, en nuestro campo la teoría marcha siempre en retraso respecto de la práctica.[3]

En los años 20, Freud articuló la compulsión de repetición con la pulsión de muerte. Lo que se repite reproduce el trauma fundante de la subjetividad humana en su encuentro con la exigencia pulsional. La proyección subjetiva de este trauma dará lugar a las formas diversas con las que el ser humano efectiviza la destrucción del semejante. La cultura es así una formación reactiva que funciona como defensa frente al goce.

Freud y Einstein en Berlín, en 1926, respondieron a "¿Por qué la guerra?"[4] Freud desplazó la pregunta sosteniendo que la paz es inalcanzable porque la civilización y la pulsión persiguen el mismo objetivo. El derecho y la violencia tienen una relación de oposición, cada una se desarrolla desde el otro. Los hombres están unidos por "lazos de sentimientos" que los homogeneizan grupalmente vía la identificación. Intentar desmezclar la combinación original de las pulsiones sexual y agresiva perjudica la capacidad de acción. Concluye: todo lo que promueva el desarrollo de una cultura que no se funde en la represión pulsional, sino en una educación racional de lo pulsional, trabaja también contra la guerra.

El 13 de octubre de 1972, Lacan dio su conferencia en Lovaina,[5] donde les habló a los psicoanalistas. Leyéndolo, nos preguntamos por la necesidad en Freud de la segunda tópica para retomar la división del sujeto y qué respuesta nos ofrece Lacan a la relación con la vida. Nos dice que Freud elaboró una teoría del retorno de la vida a la muerte que dejó intacta la cuestión de la vida.

El único rasgo característico de la vida es que se reproduce, no es lo que se hace para conservarla, y está presente como pura vida en el vegetal. Lo esencial es que en la vida humana hay goce, eso tiene un cuerpo y, como tal, está consagrado a la muerte. Intentamos darle un sentido a la vida y la mejor manera de comenzar a hacerlo es no creer que ella misma es sentido. Entonces, ¿cuál es el tratamiento que el psicoanálisis se plantea respecto del sentido de la vida?

Para ocuparse de la vida, Lacan propuso la separación entre el goce y el placer. Habló de la confusión entre ambos en los analistas. Lo que está "más allá del principio del placer" es lo que falla y de lo que se ocupa el analista. La repetición es de lo que no tiene más sentido y eso es el goce. Freud fue más allá del discurso histérico en su segunda tópica y encontró la Spaltung del Ich en el inconsciente respaldándose en lo que Lacan llamó "el campo lenguajero". Freud no se sirvió solo del significante sino también de la gramática, y así lo demostró al sostener sus pares de opuestos gramaticales tanto en Schreber como en su teoría de las pulsiones.

A partir de la lectura de "Duelo y melancolía", Lacan dijo que inventó el objeto a. Lo encontró en Freud, pero aclaró que él no había sabido nombrarlo. El objeto se puede encarnar en las personas que pueden perderse, pero no es eso. ¿Cómo leer el objeto a de Lacan que no es el objeto del duelo normal?

Nos detenemos en Freud, es en el sentimiento de sí donde él asentó la diferencia entre el duelo y la melancolía.[6] En el duelo normal, la libido retirada del objeto de amor perdido, encuentra sus sustitutos psíquicos. En cambio, en la melancolía, se produce una transformación que pasa por el sentimiento de sí y la identificación de todo el yo al objeto perdido. En ella, la pérdida del objeto libidinal pone de manifiesto que hay un proceso inconsciente de forclusión de la pérdida; el sujeto, por lo tanto, no puede perderlo y se identifica todo el yo al objeto perdido. La anotación de la pérdida está forcluida en el inconsciente.

Cuando Lacan elaboró su objeto a, lo hizo a partir de ubicar la identificación fundante del yo a un objeto de goce semejante a la identificación melancólica porque el sujeto se identifica a un objeto que va a nombrar su yo como un todo en el inconsciente. El yo es reservorio de la pulsión de muerte en la psicosis. "En el melancólico no hay solo pérdida de objeto hay pérdida del yo", dijo Freud, y Lacan tomó, en parte, el modelo de la identificación melancólica que produce una modificación en el yo, en el sentimiento de sí y la gramática de la paranoia o de la oposición de los pares pulsionales para ubicar la identificación primordial del sujeto al objeto de goce.

Propuso identificar la posición de goce de un hablante a partir de ubicar el equívoco gramatical del sujeto dividido entre dos dimensiones del yo, el que habla y el que se ubica en la gramática pulsional inconsciente. El objeto a toma su lugar como condensador de goce en el fantasma o como semblante del discurso analítico. En el dispositivo, es el analista el que coloca el objeto a en el lugar del semblante en el discurso analítico, para hacer bascular la fijación de la consistencia fantasmática por el punto de fuga de la gramática pulsional. Por esta vía puede anotarse el límite del lenguaje, o sea, su indecible o indecidible. Por allí se puede encontrar la falla entre el hilo de oro del goce y el hilo de la vida.

Lacan separó el goce sentido o sentido gozado del goce sexual. Afirmó que en Freud el sentido es un goce en sí mismo separado del goce ligado al encuentro con el objeto sexual. Por una parte, el goce sexual es un punto ideal en relación al cual podrían reunirse los diversos goces perversos y por otra, está el deseo como insatisfecho o prevenido. De tal manera que el goce sexual nunca es alcanzado porque el goce sentido, insatisfecho o imposible, el cuerpo del goce, impide el encuentro con el objeto sexual y a eso lo llama neurosis. Con esta división leyó los "Tres ensayos (…)" y sostuvo que "el malestar en la cultura" es el grito del goce. El comportamiento humano es defenderse de él. Esto es lo que Freud aportó como su teoría del goce pulsional que culturalmente no pasaría por la represión. El discurso histérico le da el hilo de oro del goce a Freud, sobre un posible sentido de la vida.

Los seres humanos se mantienen juntos a partir del lenguaje, que es la condición del inconsciente. La muerte es colocada como un punto de detención en relación al infinito, es del dominio de la fe y las grandes religiones monoteístas se ocupan de la vida eterna.

Detengámonos en ese punto de detención infinita que Lacan retomó por su opuesto como punto abierto y circulante en la perspectiva del sinthome. Apertura por donde Lacan contrarió a las religiones monoteístas proponiendo el objeto a como obstáculo a la idea de la vida eterna en relación con la salvación por amor al Padre. La vida pasa por contrariar la noción de punto de detención, de fijación, alrededor de un Uno que aloja la Verdad y el Saber.

Dijo Lacan que la teoría energética de Freud se parece a la física moderna. Principio de placer y goce son niveles, transposiciones regidas por el principio del menor trabajo. Cuando se da cuenta que eso no basta produce el "más allá del principio del placer", el automatismo de repetición de la demanda que no se detiene y lo que de ella falla. Agregamos que, en lo que falla la repetición está ese más allá de la demanda ligada a la pulsión de muerte; por ahí se ubica el punto de fuga del encuentro ideal con el goce sexual.

Leemos en Lacan, que estamos empujados por la pulsión de muerte y solo puede haber un encuentro fugaz con la transitoriedad de la vida. Para que no sea pura conservación de la reproducción biológica, la vida pasa en el encuentro fallido entre el goce y las formas inacabadas del deseo de cada uno. Con este hilo, Lacan nos presentó un estatuto del inconsciente ligado no solo a la equivocación significante, sino al sujeto dividido por el equívoco gramatical de un inconsciente que tiene su límite en un punto de real. El punto real es el equivalente en la topología al plano proyectivo.

Lacan habló del amor como encuentro fallido y ese es nuestro horizonte. Freud nos lo reveló señalando que el sexo es un punto ideal. Revelación de la estructura de la neurosis alrededor de la cual se edifica el discurso analítico: nuevo discurso para trabajar el lazo social en el malestar en la cultura.

NOTAS

  1. Freud, S., (1915) II. Nuestra actitud hacia la muerte, "De guerra y muerte. Temas de actualidad", Obras completas, Vol. XIV, Amorrortu, Bs. As., 1984, p. 290.
  2. Ibíd., p. 301.
  3. Laurent, E., "Ciudades psicoanalíticas", Virtualia, #8, Revista digital de la EOL, julio 2003 [en línea]. Disponible en <http://www.revistavirtualia.com/articulos/662/destacados/ciudades-psicoanaliticas>
  4. Freud, S., (1932) "¿Por qué la guerra?", Obras completas, Vol. XXII, óp. cit., p. 198.
  5. Lacan, J., Conferencia pronunciada en la Universidad Católica de Lovaina,13 de octubre de 1972. Traducción de Ricardo Rodríguez Ponte.
  6. Freud, S., (1917) "Duelo y melancolía", Obras completas, Vol. XIV, óp. cit., p. 241.