AÑO XVI
Septiembre
2022
41
Prolongaciones / Derivas

¿A favor de qué se abandonaría la eternidad?

Stella López

Rodrigo Reinoso - Hyperglycémie-92

"Me parece que en esto también consiste el acento que pone en la instancia de la vida, la vida como transitoria, la vida del cuerpo del parlêtre, la vida del cuerpo que se consume. Creo que a partir de aquí podemos dar su valor a la proposición evocada la última vez, a saber, que "es preciso intentar liberarse de la idea de la eternidad". Es preciso hacerlo para dar su lugar a la instancia de la vida transitoria, de la vida mortal, de la mortalidad. Al no ser infinito el horizonte ¡basta de ese jueguito significante infinito que, al fin y al cabo, siempre conserva un halo de eternidad y puede seguir combinándose indefinidamente! En última instancia, cuando estamos en el significante, cuando pensamos ante todo a partir del significante, seguimos enredados en la idea de la eternidad".
Piezas sueltas, Jacques-Alain Miller[1]

En el citado párrafo, Jacques-Alain Miller muestra el vuelco operado dentro la enseñanza de Lacan acerca de "el inconsciente procede de lo lógico puro" a "el inconsciente procede del cuerpo hablante".[2] La primera enseñanza de Lacan, a partir de su lectura de la herencia freudiana, pone de relieve al inconsciente como asunto de lógica; así lo indica en la contratapa de los Escritos, donde continúa diciendo "dicho en otras palabras del significante"[3] al que Miller nos invita a "poner fin", dado el carácter de remisión de un significante a otro. El sujeto del significante se reduce a no ser más que un mito.

En su última enseñanza, Lacan le asigna un cuerpo: "… ya no se trata más del sujeto del inconsciente";[4] ahora lo llama "el hombre" y tiene un cuerpo. El hombre es quien habla con su cuerpo, no es el cuerpo quien habla. Se acentúa así la importancia del cuerpo en tanto instrumento para hablar, para vivir. A este inconsciente de puro goce, ya que no hay goce sin cuerpo, Lacan lo llama parlêtre; un cuerpo marcado por lo real de la lengua tornado en sede de la iteración del goce. Tener un cuerpo es poder hacer algo con él, modalidad de lo posible; la única propiedad que se le puede atribuir a un cuerpo viviente es el hecho de que se goza.

El carácter intemporal del inconsciente freudiano es referido por Miller en La erótica del tiempo como el Sujeto supuesto Saber (SsS), aunque la experiencia analítica sí conoce el tiempo al tratarse de una experiencia libidinal.[5] Freud describe el inconsciente como la posibilidad de una ciudad verdaderamente eterna. Dice Eric Laurent,[6] que Roma resucitada es, para él, el paradigma de una vista sincrónica de toda la historia, el tiempo es abolido, el punto de vista es divino; surge así, como jeroglífico o ruinas arqueológicas, impresiones de una civilización enterrada.

Por su parte, en Baltimore, en el año 1966, Lacan ha expresado ‒en relación al tiempo que no es el arqueológico‒ que "el inconsciente es Baltimore al amanecer", con su paisaje de ciudad nueva. El lugar del inconsciente es aquel donde viven aquellos a quien él se va a dirigir en pocas horas, es un lugar de vida. Si el inconsciente es Baltimore, su relación no es con el tiempo arqueológico; es, más bien, un tiempo en superficie, al amanecer, el presente bello y vivaz.

Cómo no evocar aquí a Freud en "Lo transitorio",[7] donde de paseo por la campiña, le plantea a su amigo poeta ‒preocupado por la belleza de la naturaleza destinada a desaparecer‒ que la experiencia de lo efímero añade un más de valor. Asimismo, trasluce la experiencia de lo bello enlazada a la muerte. La belleza estaría para expresar la idea de eternidad.

De esa concepción del tiempo, propia de la tradición occidental, de esa eternidad que rechaza el tiempo y coloca el despertar en el horizonte es de la que debemos desembrollarnos, nos advierte Miller, leyendo a Lacan.

Joyce, de quien Lacan se sirve en su vigésimo tercer seminario El sinthome, se encuentra abocado al despertar de la literatura, en calidad de relato, en un tiempo presente desprendido de las tradiciones, de las características propias del sentido común. Para Lacan la cuestión es despertarse de esa pesadilla que es la historia, un despertar que estaría más allá de ese que no es más que la continuación del dormir bajo otra forma.

Lacan, en 1974, en las notas que fueran transcriptas por Catherine Millot[8], afirma: "La vida, en cuanto a ella, está más allá de todo despertar. La vida no está concebida, el cuerpo no atrapa nada de ella, sino simplemente la transporta […] es del lado del despertar que se sitúa la muerte". El despertar, lo que no cesa de no escribirse, es lo real bajo la forma de lo imposible. Para agregar que sexo y muerte son solidarios, son los cuerpos que se reproducen sexualmente los que están sujetos a la muerte, cuestión que la biología ya ha puesto en evidencia.

Por su parte, el discurso psicoanalítico da "un sentido a un montón de cosas […] pero no da sentido a la vida".[9] Sin embargo, esto no desvanece lo imposible de lo sexual en juego en los seres hablantes. El cuerpo es justamente lo que objeta al sujeto del significante porque la historia no es más que un mito, y de esta manera, vela lo indecible.

En el capítulo XVIII de Piezas sueltas, que lleva por título "La naturaleza y lo real",[10] Miller demuestra que lo que Lacan pone en tela de juicio es la idea del tiempo a partir de la eternidad, la cual relaciona con la de un amor eterno que, en la perspectiva freudiana, se dirige y proviene del padre. A la par, propone que, para salir de allí, hay que partir del acontecimiento de cuerpo, de esa colisión -que nada le debe al padre- entre la lengua y el cuerpo. Aunque hace falta tiempo para desenredar los embrollos que se producen al enlazarse el cuerpo y su imagen. Hace falta tiempo.

Ahora bien, ¿a favor de qué se abandonaría la eternidad? En el Seminario 23, Lacan relaciona la eternidad en su articulación al cuerpo, que es explicado a partir de la "vida del lenguaje". Es el anudamiento particular del síntoma Joyce el que hace patente cómo la vida, para el parlêtre, no puede prescindir del lenguaje, que hay algo de la vida misma que está en el lenguaje como tal, hay algo muerto con lo que cada uno tiene que arreglárselas. "Las pulsiones en cuestión dependen de la relación con el cuerpo, y la relación con el cuerpo no es una relación simple en ningún hombre".[11] Relacionarse con el propio cuerpo como algo ajeno es una posibilidad que expresa el uso del verbo tener, una de las formas de enterarse que uno tiene un cuerpo.

En función del cambio de perspectiva, Miller esclarece que, primero, el inconsciente ‒estructurado como un lenguaje‒ es un universal de la estructura; y, segundo, la lengua siempre es particular, no hay un universal de la lengua.[12] "Se crea una lengua en la medida en que en cualquier momento se le da un sentido, se le hace un retoquecito, sin la cual la lengua no estaría viva […]. Solo hay inconscientes particulares".[13] El psicoanálisis interviene "en una lengua encarnada, habitada por palabras vivas, a la vez plenas de sensibilidad y vacías de sentido".[14]

NOTAS

  1. Miller, J.-A., Piezas sueltas, Paidós, Bs. As., 2013, p. 418.
  2. Miller, J.-A., "Habeas corpus", Lacaniana, n.º 21, Grama, Bs. As., octubre 2016, p. 37.
  3. Lacan, J., Contratapa, Escritos 2, Siglo XXI, Bs. As., 1985.
  4. Miller, J.-A., Piezas sueltas, óp. cit.
  5. Miller, J.-A., La erótica del tiempo y otros textos, Tres Haches, Bs. As., 2001, pp. 22-23.
  6. Laurent, E., "Ciudades analíticas", Ciudades analíticas, Tres Haches, Bs. As., 2004, pp. 198-218.
  7. Freud, S., (1915-1916) "Lo transitorio", Obras completas,Vol. XIV, Amorrortu, Bs. As., 1986, p. 309.
  8. Lacan, J., "Improvisación: deseo de muerte, sueño y despertar", Psicoanálisis lacaniano, 11 de junio de 2022 [en línea]. Disponible en <https://psicoanalisislacaniano.com/2017/05/02/jlacan-improvisacion-deseo-muerte-sueno-despertar-1981/recuperado>
  9. Lacan, J., "Conferencia de Lovaina", Lacaniana, n.º 23, Grama, Bs. As., octubre de 2017, p. 17.
  10. Miller, J.-A., Piezas sueltas, óp. cit., pp. 375-398.
  11. Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, p. 146.
  12. Miller, J.-A., Piezas sueltas, óp. cit., p. 40.
  13. Lacan, J., "Conferencia de Lovaina", Revista Lacaniana de Psicoanálisis, n.º 23, óp. cit., p. 131.
  14. Salman, S., "Lacan y las histéricas", Lacan hispano, Grama, Bs. As., 2021, p. 340.