AÑO XVI
Septiembre
2022
41
Factor letal: el discurso de la ciencia y la vida del planeta

Sobre el arte y el activismo

Olafur Eliasson

El artista Olafur Eliasson nació en 1967. Creció en Islandia y Dinamarca, donde estudió de 1989 a 1995 en la Real Academia Danesa de Bellas Artes. En 1995 se trasladó a Berlín y fundó Studio Olafur Eliasson, integrado por un gran equipo de artesanos, arquitectos, investigadores, administradores, cocineros, programadores, historiadores del arte y técnicos especializados.

Desde 1997 sus exposiciones individuales –con instalaciones, pinturas, esculturas, fotografías y películas– se han presentado en los principales museos de todo el mundo. Representó a Dinamarca en la 50ª Bienal de Venecia en 2003 y ese mismo año presentó The weather project, un enorme sol artificial envuelto por la niebla, en el Hall de la Tate Modern de Londres, que fue visto por más de dos millones de personas.

Eliasson ha desarrollado numerosas y majestuosas instalaciones en el espacio público. Green River en 1998 y 2001; The New York Waterfalls en el 2008; Ice Watch en 2014, 2015 y 2018; entre otras. En el 2014 Eliasson y su antiguo colaborador, el arquitecto Sebastian Behmann, crearon la oficina de arte y arquitectura, Studio Other Spaces, para centrarse en proyectos de construcción interdisciplinarios y experimentales, y obras en el espacio público.

Eliasson es actualmente uno de los artistas más comprometidos, no solo con la difusión de la problemática en torno al cambio climático y sus consecuencias, si no con la promoción de acciones que produzcan transformaciones concretas. Su posición, con respecto a la dimensión política del arte cuando se propone intervenir sobre cuestiones centrales como la ecología, resulta fundamental en nuestra época.

Reproducimos a continuación, y con su autorización, fragmentos de una intervención donde conversa ‒en noviembre del 2021‒ con Kumi Naidoo, activista, ex secretario general de Amnistía Internacional y ex director ejecutivo de Greenpeace, actualmente miembro de la Academia Bosch y embajador global de Africans Rising for Justice, Peace and Dignity.

¿Cuáles son los intereses de un árbol? ¿Las necesidades de un frailecillo? ¿Qué desea una catarata? ¿Y cuáles son sus derechos no-humanos en un mundo definido por humanos y nuestra ferviente creencia en el excepcionalismo? Es urgente realizar esas preguntas ya que la crisis climática afecta a todo el planeta –humanos, animales, plantas y objetos inanimados‒.

Cuando tengo que hablar sobre un tema tan urgente como la crisis climática, veo gente dirigirse al arte con la esperanza de inspirarse en un cambio positivo. Realmente aprecio esa confianza en el arte, gente que confía en los espacios artísticos cuyo trabajo en el mundo o su impacto no pueden medirse en unidades. Pienso que la palabra "transformación" es más apropiada que "cambio" –un buen trabajo artístico puede evocar transformaciones en quien lo observa‒.

El arte puede tener espacios de contradicción, de complejidad. Puede concientizarnos sobre superposiciones y diferencias con respecto a cómo experimentamos el mundo y a nosotros mismos dentro de diferentes culturas. Puede ayudarnos a reflexionar sobre cómo utilizamos nuestros sentidos y cómo eso nos permite pensar y sentir. De esta manera, el arte no tiene necesariamente una función o un objetivo, no persigue metas específicas y tampoco necesita ser un shock para impactar.

Veo una conexión entre utilizar nuestro propio cuerpo en formas tradicionales de activismo y el arte. Al utilizar el cuerpo para resistir y responder a la violencia, a la injusticia social y a la explotación económica, los protestantes literalmente encarnan sus causas.

Olafur Eliasson
The weather project, 2003
Monofrequency lights, projection foil, haze machines, mirror foil, aluminium,
scaffolding
26.7 x 22.3 x 155.44 m
Installation view: Tate Modern, London, 2003
Photo: Andrew Dunkley & Marcus Leith
Courtesy of the artist; neugerriemschneider, Berlin; Tanya Bonakdar Gallery, New
York / Los Angeles
© 2003 Olafur Eliasson

Estuve, por ejemplo, en Extintion Rebellions die-in, frente al museo Tate Modern hace un par de años, donde todos llegaban en bicicleta disfrazados de abeja y colapsando frente al museo, estaban llamando la atención sobre la extinción de muchas especies, la pérdida de la biodiversidad. Era como una escultura pública que se formaba y se volvía a deshacer.

Me refiero mucho a esta forma de trabajo con el cuerpo. Mis trabajos artísticos no existirían sin la encarnación de los visitantes que utilizan sus sentidos para sus sensaciones, sentir y pensar.

Ice Watch, un trabajo artístico que realicé con el geólogo Minik Rosing, en tres ocasiones en el espacio público, fue una invitación a que los transeúntes se involucraran con grandes bloques de agua vieja y congelada que se derretían gradualmente, mientras escuchaban el ruido del deshielo ‒que liberaba aire de miles de años‒, tocaban y olían el hielo derretido.

Olafur Eliasson and Minik Rosing
Ice Watch, 2014
12 ice blocks
Nuuk, Greenland 2014
Photo: Group Greenland
Courtesy of the artist; neugerriemschneider, Berlin; Tanya Bonakdar Gallery, New
York / Los Angeles
© 2014 Olafur Eliasson

Trasladamos varios bloques de hielo flotantes desprendidos de un glaciar en el fiordo Nuup Kangerlua, de Groenlandia a Copenhague, en 2015 a París y en 2018 a Londres.

Aun en ese entonces, en el pasado reciente, los efectos de la crisis climática eran abstractos para nuestras sociedades industrializadas de occidente, algo que no podíamos realmente "ver". Actualmente, por supuesto, vemos y sentimos los efectos en nuestros países y regularmente lo leemos en las noticias.

En ese momento me inspiró el trabajo de Elke Weber, profesor de Psicología y Asuntos Públicos de la Universidad de Princeton, quien realiza preguntas fundamentales sobre comportamiento humano y la toma de decisiones: ¿cuándo nos comprometemos? ¿cuándo ignoramos o nos paralizamos? Explorando sentimientos de proximidad y presencia, pensé que los encuentros con estos bloques de hielo vulnerables, pero hermosos, harían de alguna manera tangible el efecto del cambio climático. Tenía la esperanza de que nos ayudarían a reconocer que somos parte de esta red inmensa llamada Tierra y que nuestra marca y nuestra huella son reales y sus consecuencias también lo son.

Olafur Eliasson
The weather project, 2003
Monofrequency lights, projection foil, haze machines, mirror foil, aluminium, scaffolding
26.7 x 22.3 x 155.44 m
Tate Modern, London, 2003
Photo: Jens Ziehe
Courtesy of the artist; neugerriemschneider, Berlin; Tanya Bonakdar Gallery, New York / Los Angeles
© 2003 Olafur Eliasson

Creo que el arte puede ayudar a contar historias y darle forma a nuestra ruta subjetiva. Al comprometernos con el arte podemos ejercitar nuestros músculos imaginando de forma diferente. Y esta forma diferente puede ser muchas cosas; con respecto a la emergencia climática, puede ser imaginar nuevas formas de vida en conjunto y la transición a una vida comunitaria que se base menos en el consumo y la extracción. Y yo realmente creo que hay que practicarlo. Como dijo Yvonne Rainer, una renombrada bailarina y coreógrafa, "la mente es un músculo".

Creo realmente que encontrarnos con trabajos artísticos nos da acceso al mismo espacio de ser con diferencias, con conflictos, teniendo la capacidad de escuchar las preocupaciones de otros. Hay momentos en los que podríamos sentir que el arte es escucharnos y nosotros a él, en tanto refleja alguna de nuestras emociones aun no verbalizadas. Nos puede ayudar a enfrentar situaciones de estrés emocional en las que nos sentimos perdidos, reflejando nuestros sentimientos, acogiéndolos, trabajándolos con nosotros: esto puede ser respecto a la emergencia climática o a cualquier otra situación en la que nos sintamos inmersos.

Olafur Eliasson and Minik Rosing
Ice Watch, 2014
Supported by Bloomberg
Installation view: Bankside, outside Tate Modern, 2018
Photo: Charlie Forgham-Bailey
Courtesy of the artist; neugerriemschneider, Berlin; Tanya Bonakdar Gallery, New
York / Los Angeles
© 2014 Olafur Eliasson

Usted podría decir que se trata solo de respuestas parciales. La cultura es una presencia fundamentalmente desordenada en todos los ámbitos de la sociedad y, por supuesto, con sus propios sesgos, inequidades sistémicas y complejidades. Pero el hecho de ser desordenada no reduce su función de apoyarnos e inspirarnos; es, de hecho, una forma de poder. Artistas, bailarinas, músicos, cineastas y escritores tienen la capacidad de reflejar situaciones, aspiraciones y sentimientos de gente y comunidades marginales u olvidadas. Crean espacios culturales con diferencias y conflictos que abrazan puntos de vista contenciosos y ofrecen plataformas para discusiones difíciles. Prevén nuevas narrativas y modos de ser y de convivir.

Confío en que estas otras formas de imaginar, ser, hacer, convivir, pueden reducir los efectos del cambio climático, previniendo una mayor destrucción de otras formas de vida en nuestro planeta y asegurando que la Tierra sea habitable para las futuras generaciones.

El arte y el activismo pueden trabajar juntos y codo a codo, para visualizar, hacer perceptible y contar estas historias marginales ayudando a la gente a darle un sentido al mundo en el que estamos viviendo, ya sea a pequeña o gran escala, on-line, en la calle, en edificios públicos, en teatros, centros comunitarios o museos. Esto es increíblemente poderoso y más aún si nos unimos a otros esparciendo redes por todo el mundo.