AÑO XVII
Diciembre
2023
43
Fundamentos

"No hay relación sexual… entonces hay amor"

Fabián Fajnwaks

Fragmento de El jardín del amor, de Rubens

El título propuesto por Virtualia para este texto podría leerse como una implicación lógica al modo de "si… entonces": "Si no hay relación sexual, entonces hay amor". De hecho, Jacques Lacan lo propone casi de este modo cuando en el Seminario 20, Aun, formula que "el amor es lo que permite suplir a la ausencia de relación sexual", cuando sabemos que él utiliza el término suplencia para paliar una falta simbólica, como es el caso del delirio en las psicosis. La proposición podría ser leída como el reverso de la fórmula que propone el título del Seminario 19, …o peor, es decir, "no hay relación sexual… o peor". Solo que en este caso se trata de la consecuencia de la ausencia de esta relación inexistente entre dos seres hablantes, desde el punto de vista lógico, en la cual el amor viene a ubicarse en el lugar mismo donde falta, por estructura, algo que ligue a dos cuerpos que se encuentran.

La pregunta aquí es de qué tipo es este amor que viene a suplir la usencia de relación sexual. Lacan no lo precisa y deja de algún modo la posibilidad abierta a articular los tres modos de amor que su enseñanza permite declinar para hacerlo. El amor imaginario, el que se apoya en el narcisismo del sujeto, quien se ama a sí mismo a través de su partenaire que es quien le reenvía una imagen completa de sí. El amor allí funciona según el principio presente en "el estadio del espejo" y donde el "júbilo" del niño, al reconocer su propia imagen en el otro ‒acerca del cual Lacan escribe‒, encuentra una forma más compleja, pero cuyo contenido es el mismo, en el reconocimiento que el partenaire asegura al amarlo. El narcicismo del sujeto se encuentra así reconfortado y este modo de elección amorosa existe en muchos encuentros que se mantienen en el tiempo a condición de que este reaseguro se sostenga.

El amor simbólico, que el intercambio de "dones", es decir de faltas instituye, lo que la célebre fórmula de Lacan "amar es dar lo que no se tiene a quien no lo es" nombra. Aquí, es la postura fálica la que aparece afirmada en la medida en que el ser amante encuentra en su partenaire la posibilidad de obturar su falta, y en el intercambio encuentra reforzada su turgencia fálica en la medida en que hace don de su falta para ser reconocido por su partenaire, el amado, en este lugar de colmar su propia falta. El amor empalma aquí con el deseo, sin superponérsele, y la ecuación lograda en el amor encuentra redoblado su vigor en tanto que el amante encastra con el amado en ambos niveles, el del deseo y el del amor. El amado puede a la vez amar este don de amor del amante y advenir así amante a la vez reforzando la fuerza del encuentro. El Falo hace aquí mediación y la disimetría entre ambas posiciones de los amantes se mantiene –no hay relación sexual‒ ya que cada uno ama algo distinto en el otro: cada uno encuentra de qué completarse y completa al otro en un punto distinto de su estructura y de su ser. El falo que cada uno es para el otro es de otro orden, aunque el encuentro se mantenga asegurado porque cada uno colma en el otro la falta –aunque de modo disimétrico‒.

Ciertamente, el fantasma de cada uno permite que a nivel del deseo también el partenaire venga a ocupar el lugar del objeto del deseo, pero en este nivel "la mujer se presta a la perversión del macho" ‒como lo enuncia Lacan en "Televisión"‒y él a la vez, o un rasgo de su cuerpo o de su subjetividad, encarna una forma del objeto de la "condición erótica" para ella. Lo mismo acontece en los encuentros homosexuales o de otro tipo: Lacan escribía aún para una época que era aun decididamente "heteronormativa", aunque dejaba la posibilidad a cada ser hablante de "autorizarse de sí mismo como ser sexuado".[1] Esta dimensión es dejada habitualmente de lado por aquellos que atacan al psicoanálisis lacaniano hoy por ubicarse del lado de la norma "hetero". Hay que recordarlo cada vez que se menciona este hecho…

La última enseñanza de Lacan, como la ha denominado Jacques-Alain Miller, permite dar toda su dignidad al amor, allí donde la obra de Sigmund Freud persiste en cierta sospecha engañosa del mismo. No solamente porque Lacan llama a "agrandar los recursos gracias a los cuales llegaríamos a prescindir de esa molesta relación [la 'no relación'], para hacer que el amor sea más digno" en su conocido pasaje de la "Nota italiana"[2] o porque cita al Rimbaud del poema A una razón invocando "un nuevo amor", donde el "nuevo amor" sería "una nueva razón" que gobierne al ser hablante. Pero hay que resaltar también que en su Seminario 21, "Los no incautos yerran", abre toda una vía que conecta al amor con el saber y ya no con la verdad que lo llevará a postular en el título del Seminario 24 que es el "amor quien sabe de la una-equivocación", según una de las versiones del equívoco presente en este título "L'insu que sait de l'Une-bévue c'est l'amour", que puede ser leído de diferentes maneras.

Esta línea se despliega a partir de la disyunción que Lacan comienza a elaborar entre la verdad y el saber: la verdad como siendo medio-dicha y el saber como saber inconsciente. Pero esta verdad en el amor no permite revelar más que la verdad de aquel que ama, como en la transferencia, lo que llevó a Lacan a afirmar que "el amor es la verdad pero en tanto que es a partir de ella, de un corte, que comienza otro saber que el saber proposicional, a saber, el saber inconsciente" y que "el amor es la verdad en tanto que no puede ser dicha del sujeto más que como supuesta, como lo que es supuesto poder ser conocido del partenaire sexual".[3] Esto llevó a Lacan a definir al amor como "dos medio-dichos que no se recubren. Es la verdad irremediable, es decir para la cual no hay mediación (entiéndase, fálica) y como conexidad entre dos saberes en tanto estos dos saberes son irremediablemente distintos. Cuando los dos saberes se recubren, eso hace una sucia mescolanza".[4]

Adviértase que aquí aborda al amor exactamente de manera contraria a como lo había hecho cuando hablaba de una pareja como de un "delirio de a dos". Se trata aquí de que cada uno guarde su propio lugar de enunciación, su propio saber, donde el saber de uno entra en conexidad con el saber del otro. "Conexidad" no es "conexión"; es un término de la topología que evoca una superficie continua que reúne a dos cuerpos distintos, como un istmo. La conexidad entre dos saberes supone la articulación entre algunos significantes, aunque la dimensión de saber se encuentra trastocada por la introducción de S(Ⱥ) y, como lo dice dos años más tarde, por el hecho de que es el amor el que sabe del inconsciente, de la Una-equivocación.

¿Supone esta conexidad una unidad, una nueva resurgencia del Uno en el amor? No, porque cada saber permanece diferente al otro, según el principio de la "diferencia absoluta" que el análisis permite obtener: lo que no le impide encontrarse "conexo" a otros saberes.

Para esto debemos recurrir a los poetas que saben mejor que nosotros lo que nosotros escribimos. En una carta a Rilke, Lou Andreas-Salomé le escribe: "Si durante años fui tu mujer es porque tú fuiste para mí la primera realidad, cuerpo y ser en una unidad indivisible, una prueba irrebatible de la vida misma. […]. No éramos dos mitades que buscaban complementarse, éramos un todo que de pronto sorprendido, se reconoció como tal". Nótese que no se trata de dos mitades que buscaban unirse entonces, sino de un "uno que se reconoció como tal".

El amor adviene, en esta nueva perspectiva, un decir advertido de lo real de la inexistencia de la relación sexual y de la imposibilidad de escribirla, y no ya un decir que diría lo verdadero del sujeto. Un decir que sabe que el inconsciente fracasa en poder significar lo real vehiculizado por el "misterio del dos". "Dos" que re-envía siempre, gracias al equívoco en francés a "d'eux", a cada uno de los partenaires, que nunca se suman en un Uno totalizante, sino que permanecen siendo dos, uno síntoma del otro. El amor no recubre esta "división irremediable", sino que permite el encuentro entre lo no sabido del uno con lo no sabido del otro, allí donde el inconsciente fracasa en cifrar este encuentro. Es lo mejor que se puede obtener en el análisis respecto del amor como conexidad entre saberes y no-saberes, ¡o peor…!

NOTAS

  1. Lacan, J., (1973-1974) Seminario 21, "Les non dupes errent", clase del 9 de abril de 1974. Inédito.
  2. Lacan, J., (1973) "Nota italiana", Otros escritos, Buenos Aires, 2012, p. 331.
  3. Lacan, J., (1973-1974) Seminario 21, "Les non dupes errent", clase del 15 de enero de 1974.
  4. Ibíd.