AÑO XVII
Diciembre
2023
43
Fundamentos

La significación vacía del amor

Nieves Soria

Fragmento de El jardín del amor, de Rubens

"La significación no es lo que un vano pueblo cree. Es un término vacío."
Jacques Lacan[1]

La práctica analítica es una práctica de la palabra que tiene como medio el amor de transferencia. Este lugar central del amor es interrogado por Lacan, destacando dos dimensiones fundamentales del mismo en el campo del quien destaca dos dimensiones fundamentales del mismo en el campo del lenguaje ‒al que distingue cuidadosamente del campo del sentido‒su dimensión de signo, ligada a su raíz imaginaria y su alcance real, y su dimensión de significación, ligada a su vecindad con la poesía.

La metáfora del amor

En su Seminario sobre la transferencia, Lacan sigue la argumentación de Fedro acerca de la razón por la cual los dioses consideran el acto de Aquiles, al arriesgar su vida para vengar la muerte de Patroclo, como la máxima expresión del amor, ya que allí se trata de un amado comportándose como amante. Este cambio de posición da cuenta de la estructura del amor como aquella de una metáfora, es decir, de una sustitución, en la que el amado viene al lugar del amante, como resultado de la cual emerge la significación del amor.

Se trata allí de la significación de una falta, ya que el amor es "dar lo que no se tiene".[2] El amor consiste en esa falta misma, que no se resuelve, ya que "lo que le falta a uno no es lo que está, escondido, en el otro. Ahí está todo el problema del amor. Que se sepa o no se sepa no tiene ninguna importancia. En el fenómeno, se encuentra a cada paso el desgarro, la discordancia".[3] Esta discordancia encuentra su imagen en el mito que propone Lacan para materializar la metáfora del amor, donde la mano que se tiende hacia un fruto, una rosa o un leño se encuentra con otra mano que surge a su encuentro, volviendo a la primera fruto, rosa o leño.[4]

Como revela en su comentario del cuadro de Zucchi sobre Eros y Psyqué, la falta en juego no es otra que la de la castración, lo que explica la proximidad entre la metáfora paterna y la metáfora del amor. En efecto, la significación fálica que emerge como resultado de la sustitución metafórica del Deseo de la Madre por el Nombre del Padre es una significación vacía, en tanto el estatuto mismo del falo es el de una falta.

Esta íntima articulación entre el amor y el Nombre del Padre insiste a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, como menciona, por ejemplo, en el Seminario 21: "El desfiladero del significante por el cual pasa al ejercicio ese algo que es el amor es muy precisamente ese Nombre del Padre que solo es "no" a nivel del decir, y que se amoneda por la voz de la madre en el decir no de cierto número de prohibiciones".[5]

En esa perspectiva, sobre el final del Seminario 11, Lacan destaca la importancia del límite que introduce la metáfora paterna en la significación del amor en tanto habitada por la falta de objeto: "El amor, que en la opinión de algunos hemos querido degradar, solo puede postularse en ese más allá donde, para empezar, renuncia a su objeto. Esto también nos permite comprender que todo refugio donde pueda instituirse una relación vivible, temperada, de un sexo con el otro, requiere la intervención de ese medium que es la metáfora paterna; en ello radica la enseñanza del psicoanálisis".[6]

El signo de amor

En "Televisión" Lacan afirma que todo el drama del amor reside en que lo que cuenta en él es el signo y no el sentido,[7] ya que los dichos del amor aúllan el sinsentido de la relación sexual.[8]

En el Seminario 20, Lacan plantea al amor como signo en dos perspectivas:

1) como signo de un sujeto del inconsciente, capaz de provocar el deseo,[9] indicando que en la elección de amor se trata "del reconocimiento por signos siempre puntuados enigmáticamente de la forma como el ser es afectado en tanto sujeto del saber inconsciente".[10]

El amor como signo guarda una relación específica con el semblante, ligada a su raíz imaginaria ‒subrayada por Freud‒, tal como continúa señalando Lacan: "¿No habremos de encontrar aquí la huella de que, como tal, responde a algún imaginario? […]. Solo con la vestimenta de la imagen de sí que viene a envolver al objeto causa del deseo, suele sostenerse ‒es la articulación misma del análisis‒ la relación objetal".[11] Así, desemboca en el Seminario 21 en una definición del amor como "lo imaginario específico de cada uno, lo que no lo une más que a cierto número de personas no elegidas del todo al azar",[12] indicando que es allí que se encuentra el resorte del plus-de-gozar.

En esta perspectiva Lacan también plantea que el amor apunta al ser, que es lo más esquivo en el lenguaje: "[…] el ser que, por poco, iba a ser, o el ser que, por ser, justamente sorprende", aproximando este ser al significante amo (homofónico en francés con meser), indica que "hay en esto el más extraño de los señuelos".[13] Quizás por esta vía pueda interrogarse la estructura de dominio que inevitablemente atraviesa la experiencia del amor, en la medida en que se introduce en ella el discurso del amo con el señuelo del ser.

Pero es también esta búsqueda del signo del ser en el amor la que abre la posibilidad de un acceso posible al ser por la escritura, que opera "una reducción de esa función del ser en el amor".[14]

2) como signo de un cambio de discurso. Aquí toma como referencia el poema de Rimbaud titulado A una razón, en el cual el poeta escande cada versículo con la réplica: "un nuevo amor", indicando que cuando se cambia de razón se cambia de discurso. En este punto toma todo su peso la transferencia como nuevo amor, ya que hay emergencia del discurso analítico con cada paso de un discurso a otro.[15]

¿En qué sentido la transferencia es un nuevo amor? Lacan destaca que la transferencia introduce una subversión en el amor, no porque sea menos ilusoria, "sino porque se procura un partenaire que tiene posibilidad de responder, no es el caso en las otras formas".[16]

Es esta novedad la que le da asimismo un estatuto matemático equiparable a los números trascendentes, como afirma Lacan en "Televisión", al escribirla trans-ferencia y afirmar que "el sujeto, por la transferencia, es supuesto al saber por el cual consiste como sujeto del inconsciente y que es eso lo que es transferido sobre el analista, o sea, ese saber en la medida en que no piensa, ni calcula, ni juzga para no por ello producir menos efecto de trabajo".[17]

Este estatuto matemático que adquiere la transferencia en el análisis es lo que posibilita que se demuestre que lo real hace su entrada en el mundo del hombre por esa "insensatez natural"[18] del amor.

Amor y poesía

Lacan indica en el Seminario 20 que el amor se hace con palabras: "[…] hacer el amor, tal como lo indica el nombre, es poesía"[19] acentuando que "lo único que hacemos en el discurso analítico es hablar de amor",[20] ya que "hablar de amor es en sí un goce", goce que se transfiere al analista. En efecto, lo que distingue al psicoanálisis de cualquier psicoterapia es que la dimensión real y efectiva de su experiencia se juega en el campo del amor de transferencia.

En su Seminario 24, reformula su antigua distinción entre palabra plena y vacía para situar la palabra plena del lado del sentido y la palabra vacía del lado de la poesía: "[…] la palabra plena es una palabra plena de sentido. La palabra vacía es una palabra que no tiene más que significación. Lo propio de la poesía cuando ella falla es no tener más que una significación, ser puro nudo de una palabra con otra. El amor no es nada más que una significación […]. El deseo, tiene un sentido, pero el amor […], el amor es vacío".[21]

Es en esta brecha que separa al amor del sentido donde yace la diferencia absoluta que caracteriza a nuestra práctica en la medida en que se aleja de la elucubración mental del sentido al jugar su partida en el terreno del amor de transferencia.

NOTAS

  1. Lacan, J., (1976-1977) Seminario 24, "L´insu que sait de l´une-bevue s´aile à mourre", clase del 15 de marzo de 1977.
  2. Lacan, J., (1960-1961) El Seminario, Libro 8, La transferencia,Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 45.
  3. Ibíd., p. 51.
  4. Ibíd., p. 65.
  5. Lacan, J., (1973-1974) Seminario 21, "RSI", clase del 19 de marzo de 1974. Inédito.
  6. Lacan, J. (1963-1964). El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2010, pp. 283-284.
  7. Lacan, J., (1973) "Televisión", Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 557.
  8. Ibíd., pp. 539-540.
  9. Lacan, J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aun,Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 64.
  10. Ibíd., p. 174.
  11. Ibíd., p. 112.
  12. Lacan, J., (1973-1974) Seminario 21, "RSI", clase del 18 de diciembre de 1973. Inédito.
  13. Lacan J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aun, óp. cit., p. 53.
  14. Ibíd., p. 63.
  15. Ibíd., p. 25.
  16. Lacan, J. (1973) "Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos", Otros escritos, óp. cit., p. 584.
  17. Ibíd., p. 557.
  18. Ibíd., p. 567.
  19. Lacan J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aun,óp. cit., p. 88.
  20. Ibíd., p. 101.
  21. Lacan, J., (1976-1977) Seminario 24, "L´insu que sait de l´une-bevue s´aile à mourre", clase del 15 de marzo de 1977. Inédito.