Miento
Verónica Carbone
En la clase VIII del Seminario 20, Lacan acuña el neologismo Hainamoration- odioamoramiento para decir algo que nunca se había dicho, y que el término utilizado por Freud, ambivalencia, no capturaba. Esta palabra significa que hay ambigüedad, duda, indeterminación entre dos opuestos como el amor y el odio. Lacan no piensa que esos sustantivos, que señalan un afecto y pasión del ser, tengan indeterminación o ambigüedad. Podemos decir que ha planteado el odio y el amor al modo de una banda de moebius, lo que empujaría a un binarismo, pero no es exclusivamente moebiano. Agregándole al odioamor el "miento", hace de ese neologismo el modo de referirse al nudo borromeo, al menos tres. Odio-amor son afectos que engañan, verdaderamente mentirosos.
Mentir es un decir contrariamente deliberado sobre lo que se sabe, con la idea de engañar. La paradoja es que el sujeto mismo es el que queda capturado por ese engaño sobre el saber de los afectos. Es allí donde hablamos de odio-amor-a-miento.
Son ese "miento" y la letra "a", los que permiten ligar la cuestión al saber y la verdad para el psicoanálisis.
El saber y la verdad
Este es el título de la clase, en el que nos dice: "[…] no vacilo en escribir odioamoramiento es el relieve que el psicoanálisis supo introducir para situar la zona de su experiencia".[1] Dios es el más ignorante de los seres, dado que no conoce el odio, y es en este punto que se liga al saber del lado del amor, que nos hace recordar que en nuestra práctica el amor al saber es lo que permite el despliegue de una cura. Destaco que en francés el odio, sustantivo abstracto, es la haine, sustantivo femenino.
Lacan radicaliza este trenzado entre amor-odio-saber y verdad, dice: "Podría decirse que mientras más le atribuye el hombre a la mujer confundirlo con Dios, esto es, aquello con lo cual goza, […], menos odia (hait), y por lo mismo, menos es (est),[2] es decir, en este asunto, menos ama".[3]
El goce, en este momento suplementario y femenino, se introduce en tanto lo verdadero para el sujeto, aunque sea enmarcado por el fantasma apunta a lo real, y allí un saber irá en su lugar. Lo real es inatrapable, indecible, irrepresentable, inconfesable, aunque bordeado por la palabra y el sentido gozado que empujan a la verdad buscada. Búsqueda que tiene un límite en tanto: "[…] el goce solo se interpela, se evoca, acosa o elabora a partir de un semblante".[4] El semblante imaginario-simbólico del objeto lacaniano, el a, agujero del troumatisme.Arribar a este punto en un análisis no es sin pasar por los afectos del amor-odio-amor, pues el goce singular es algo que no se quiere saber, es la verdad del fantasma la que se pone en guardia provocando los avatares en el camino del análisis.
Lo imposible de la castración, es lo que no cesa de no escribirse. La contingencia se produce con el síntoma, que ubica lo necesario como lo que no cesa de escribirse hasta finalmente cesar de no escribirse.
El operador de la transferencia es para Lacan el SsS pero, paradójicamente, el analista debe poner en suspenso el saber. Se sabe, pero hay que suspender ese saber en tanto podría ocultar lo real del sujeto. Graciela Brodsky discrimina muy bien este tema respecto al saber en su clase X de Los psicoanalistas y el deseo de enseñar y dice: "Por un lado, está "el no saber como función operatoria y, del otro lado, está lo imposible de saber".[5]
Amor
¿Cómo ir más allá de sí mismo y amar a otro? Podemos responder rápidamente que se trata de arreglarse con la no relación sexual, en el que dos no hacen uno, atravesados por el y lo Uno.
Una primavera surge con el amor, si dura, al igual que un análisis, las otras estaciones llegan, también el invierno que despoja de color y belleza el paisaje. Afloran celos, reproches, desilusiones por no encontrar el objeto por siempre perdido.
El amor que puede ser loco, fantasmático, muerto como en las psicosis, idealizado, advertido, pero también un amor nuevo como el del psicoanálisis nos permite con ese instrumento de la transferencia relacionar el amor al saber, discriminado de la demanda. Es la posibilidad, el amor de transferencia, de incidir sobre la economía y programa de goce en un sujeto.
El amor tiene su límite en tanto el otro no encaja en el agujero de la castración, allí encontramos que el registro real del nudo borromeo es portador de ese límite, según Lacan: "Este límite no es concebible más que en los términos de ex-sistencia, […].
A partir de este límite, […] el amor se obstina en todo lo contrario del bienestar del otro. Lo que yo he llamado odioamoramiento […]".[6]
Odio
La discordia entre los sexos parece inevitable. Un afecto que apunta al ser del Otro, el odio es ciego, busca el daño, no su bienestar, aunque el sujeto no anhele eso. En su escrito "De guerra y muerte", Freud indica que el inconsciente es un asesino. Dice: "[…] admitimos la muerte de extraños y enemigos, y la fulminamos sobre ellos tan pronta y despreocupadamente como el hombre primordial. Es verdad que aquí aparece una diferencia […]. Nuestro inconsciente no ejecuta el asesinato, meramente lo piensa y lo desea. Pero sería equivocado restar a esta realidad psíquica todo valor por comparación con la fáctica. […] es en el interior de nuestro inconsciente un […] deseo de muerte. Y más: nuestro inconsciente mata incluso por pequeñeces; […] no conoce para los crímenes otro castigo que la muerte; y hay en eso cierta congruencia, pues todo perjuicio inferido a nuestro yo […] es en el fondo, un crimen laesae majestatis {de lesa majestad}.
Así, también nosotros, si se nos juzga por nuestras mociones inconscientes de deseo, somos, como los hombres primitivos, una gavilla de asesinos. Es una suerte que todos estos deseos no posean la fuerza que los hombres eran todavía capaces de darles en épocas primordiales".[7] Nos acercamos a lo planteado por Lacan en el Seminario 20, cuando al amor-odio se lo enlaza con lo femenino.
Es el odio, según Lacan, un "sentimiento lúcido". En un análisis se conjuga con la de-suposición de saber en el Otro, desengaño subjetivo que suponía un ser al objeto causa de su deseo. Hasta ese momento el amor hacía suponer un saber al analista, que permitiría alojarse y hacer consistir un ser para sí. Un saber que no puede ser asegurado, por estar agujereado, es confrontarse con el S(Ⱥ), lo fuera de la palabra, irrepresentable de lo real.
Lo femenino del goce permite diferenciarlo del fálico. Una mujer tiene un pie en cada uno, pero es ella quien encarna el goce en el cuerpo y su revés fuera del cuerpo. Hace que lo femenino no sea cuestión de género, separado de la lógica fálica.
La palabra de amor y la de odio
Si lo real es mudo y nos quedamos ahí, no tendríamos posibilidad de elucubrar un saber sobre lalengua. Es con la palabra que rodeamos el real.
La de amor se encuentra enlazada. Los poetas llevan la delantera, pueden transmitir, circundar, algo de ese agujero vacío, que con la palabra de amor se vehiculiza a través de un sentido verdadero para cada quien.
La poeta Alfonsina Storni dice en su bello poema "Queja"[8]: "Señor, mi queja es esta/ Tú me comprenderás;/ de amor me estoy muriendo,/ pero no puedo amar./ Persigo lo perfecto/ en mí y en los demás,/ persigo lo perfecto/ para poder amar./ Me consumo en mi fuego,/ ¡Señor, piedad, piedad!/ De amor me estoy muriendo,/ ¡pero no puedo amar!". Las palabras de amor no hacen cadena, pero a diferencia de las del odio, las de amor establecen un lazo con el otro y se dirigen al Otro.
La injuria es la palabra del odio, un agravio, una ofensa grave, en francés, Méprise des injures significa desprecio, indiferencia, equivocación.
Es insultante la injuria, pero no es un delito. Los fenómenos de odio y la palabra que conllevan es también un tratamiento a la angustia, al goce que se le puede llegar a suponer al Otro adjudicándole un goce fantasmáticamente, o realmente invasivo como en las psicosis.
Lacan habla de la injuria en el Seminario 3, en el Seminario 12: "Problemas cruciales para el psicoanálisis" y en "El Atolondradicho".
En el primero, menciona la injuria refiriéndose a Aimée, en la que dice que la palabra es y se expresa en lo real, no es mentirosa. Es una palabra que produce una ruptura en el sistema de lenguaje, habla de sí refiriéndose al otro.
En "Problemas cruciales para el psicoanálisis" toma a Dostoievsky aludiendo a la palabra que el escritor no menciona, la convierte en una "injuriosa invectiva". Interjección que es un límite entre el sujeto y el otro, pero también en la presentación del modo que tiene de relación ese sujeto con el Otro.
"El Atolondradicho" menciona el coloquio entre uno y otro sexo en tanto no hay relación proporcional. En el diálogo entre los sexos, con el marco del goce femenino, dice que el discurso amoroso está sustentado por excluir lo que el lenguaje posee de imposible de decir, "el insulto[9], si resulta […] ser del diálogo tanto la primera como la última palabra […] así como el juicio, […] hasta el final sigue siendo fantasma, no llega a lo real sino perdiendo toda significación".[10]
En estas tres referencias se ubica cómo la palabra injuriosa revela su impotencia para nombrar lo imposible. La injuria es lúcida en tanto se dirige al ser, en tanto consistente.
Conclusión
El odioamoramiento en Lacan es una brújula para nuestra práctica. Diferencia el psicoanálisis de la orientación lacaniana de otros, en tanto esta precisión anuda el odio, como lo imaginario-real, del amor en tanto simbólico-imaginario, con la ignorancia de saber que enlaza lo simbólico-real.
Indicación que apunta a una clínica nodal que permite un rescate del goce vital, que se tramita a partir un "no quiero saber nada de eso",[11] pero aun así el analista está esperando la ocasión.
NOTAS
- Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aun, Buenos Aires, Paidós, 1985, p. 110.
- Ibíd., Véase nota 6 del capítulo VII.
- Ibíd.
- Ibíd., p. 112.
- Brodsky, G., Los psicoanalistas y el deseo de enseñar, Buenos Aires, Grama, 2023, p. 150.
- Lacan, J., (1974-1975) Seminario 22, "RSI", Inédito, clase del 15 abril 1975.
- Freud, S., (1915) "De guerra y muerte", Obras completas, Vol. XIV, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, pp. 298, 299.
- Storni, A., poema "Queja", Ocre, Biblioteca del Congreso Nacional, 1925.
- En francés, "insulto" e "injuria" son sinónimos.
- Lacan, J., (1984) "El Atolondradicho", Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 512.
- Lacan, J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aun, óp. cit., p. 9.