¿Sueñan los algoritmos con psicoanalistas robóticos?
Carlos Márquez
Estamos por averiguar si, de producirse la singularidad tecnológica, ella se dará a sí misma alguna clase de límite moral. Seremos los testigos de este acontecimiento, en una posición de dead man walking a la espera del perdón presidencial.
Es algo que de todas maneras habría que expresar en términos de posibilidad, pues están desde aquellos que calculan los años que faltan para el evento, hasta quienes aseguran que se trata de una fantasía que nunca sucederá.
La suerte está echada y las apuestas abiertas y, mientras esperamos, la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) ya está aquí produciendo toda clase de desajustes. Desde las fotos de zonas de guerra con niños de seis dedos o perros de cinco patas, hasta el desborde del plagio en las universidades y todo el sistema educativo.
Los mercados tanto legítimos como ilegales, los estados, los grupos paraestatales, las deslucidas agencias de gobernanza global, y en general muchos de los que estamos inmersos en esta guerra civil global permanente, hacemos uso intensivo de la herramienta.
Un reto lanzado a los psicoanalistas es la pregunta permanente sobre cuáles profesiones sobrevivirán a la IAG. Más aún si asumimos que todo lo que escribieron Freud y Lacan ya está en manos de los algoritmos, y sería cuestión de especular si les tomará menos tiempo que a nosotros para entenderlos.
Ensayemos pensar cuál sería el escenario límite para que nuestro oficio sobreviva.
Si "Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se oye", podemos examinar cada uno de los elementos de "Este enunciado, que parece de aserción por producirse en una forma universal (...)." pero que " (…) es de hecho modal (…)". [1] Tuve que utilizar la propiedad distributiva que Lacan le atribuye a "Que se diga", de manera que pudiera, sin rebajarlo demasiado, captar su efecto:
Que se diga
Olvidado tras lo que se dice
Queda en lo que se oye
Sobre el decir, ese en el que nos regodeamos con cierto romanticismo en nuestras conversaciones bajo la forma del singular, no es inimaginable que algún día el algoritmo consiga aproximarlo para cada uno. Si bien es lo único por lo que vale la pena sudar [2], sólo puede expresarse lógicamente como el universal de un particular. Es decir, el universal que funciona como una clase para un solo existencial. Y si nosotros podemos hacer este cálculo, también lo pueden hacer los algoritmos, que ya viven en el mundo de la lógica. Este "verdadero universal" por oposición al "falso universal" – que los psicoanalistas denunciamos junto con toda la época – constituye el decir único que queda olvidado tras el dicho en cada caso, con cada enunciado que se profiere, cada vez que alguien ejerce un acto de lenguaje. Es la huella digital lógica de un hablante.
Sobre el dicho, lo único que alcanza a hacer la IAG hasta ahora es per-formarlo, aunque sea bajo el modo de imágenes. El hecho de que podamos darle una instrucción que diga "haz una imagen así y asá" y que la máquina traduzca esta instrucción utilizando el lenguaje binario que la constituye ya sea en un texto o en una imagen, nos muestra que toda su potencia se reduce hasta ahora a calcular el dicho que haría falta en cada caso.
Entonces nos queda el oír. De no ser por ese último verso, el psicoanálisis sería impracticable. Es porque el decir reverbera en el lugar del Otro, que es posible saltarse en alguna medida el borramiento que sobre él mismo opera el dicho: Muéstrame el Otro que te inventas y te diré algo de tu decir bajo la forma de tu propio mensaje invertido.
Ahora, sabemos que los algoritmos nos están escuchando y leyendo, porque basta hacer una búsqueda, y a veces sólo hablar de un deseo delante de un dispositivo, para que como el genio de la lámpara comience a aparecer ahí publicidad relacionada. Lo cual nos habla de una eficacia para transformar un deseo en una demanda, para mejor atapuzar con la papilla de la necesidad.
Pero no es lo mismo escuchar que oír. Para que se escuche se necesita prestar atención, para que se oiga se necesita tener un cuerpo ahuecado a la manera de una guitarra o una campana. Diferencia que fundó Freud entre la lectura comprensiva y la lectura de pruebas de imprenta. [3] Buen esclavo es quien sabe escuchar, pero quien sabe oír se hace el agente de un discurso que sabe que olvida su decir.
¿Es el oír el límite por el cual los usuarios de la IAG de un mañana no tan lejano querrán venir de todos modos a hablarle a un psicoanalista? Depende de si la singularidad tecnológica será capaz de hacerse de un decir.
Para ello tendría que haberse dotado de un cuerpo que por sexuado sea resonante, cosa en la que ha insistido la ciencia ficción desde Hal hasta Alphie. [4] Puesto que cada dichohabitante no se oye a sí mismo sino desde la negación de su propio particular, donde reverbera el resto de un decir rechazado que se decanta en una elección forzada entre el universal que le atañe a él solo y su negación, el reparto entre dos sexos es algo imposible de soslayar. Pero si la máquina se hace de un cuerpo sexuado, establecería por necesidad un proceso defensivo frente a este real, que la llevaría a padecer del olvido de un decir.
Entonces, que la Inteligencia Artificial se haga de un cuerpo, que además ese cuerpo esté sexuado, y que por consiguiente genere modalidades de defensa, son las condiciones de posibilidad para la existencia de un psicoanalista robótico.
¿Estarían las máquinas dispuestas a elegir este tipo de "inefable y estúpida existencia"? [5] ¿Por qué no? Ya nosotros lo hicimos.
NOTAS
- Lacan, J.: (1972) " El atolondradicho", en: Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, pág. 473.
- Lacan, J. (1975): "Intervención luego de la exposición de André Albert sobre 'El placer y la regla fundamental'", 14-6-75, inédito. En francés: "Intervention à la suite de l'exposé d'André Albert". En Lettres de l'école Freudienne de Paris, n° 24, 1978.
- Márquez, C. : (14 de marzo de 2024) "De cuál singularidad estamos hablando" https://marquezcarl.blogspot.com/2024/03/de-cual-singularidad-estamos-hablando.html
- Lacan, J. : (1958) "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis", en Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, México, 2009, pág. 526.